Partida Rol por web

En silencio y con cuidado se mueven por la caravana, tratando de hacerse una idea de lo que hay.

Demasiadas huellas, barro y agua. Está claro que son de entrada y de salida, y parecen hacer un corto recorrido por la caravana, al examinarlas, Berta descubre también un rastro de sangre, pero imposible saber nada más. 

Alza la vista hacia Manuel, ¿qué demonios ha pasado?

A la luz del mechero es difícil hacer un registro adecuado, pero manda la prudencia. La mujer se dirige hacia las cubetas de revelado y Manuel se adelanta hacia la mesa. No tardan en inspeccionar los principales elementos que les llaman la atención.

1. Los mapas son de la zona, hay numerosos lugares marcados, muchos de ellos coinciden con los que vieron en el mapa del inglés, de hecho, esos además tienen una X. También hay otros con varios interrogantes.

2. Las cubetas están vacías, apenas hay líquido de revelado, hay un par de sobres de fotografía vacíos, uno de ellos rasgado apresuradamente.

3. Los cuencos están finamente tallados con símbolos, algunos de ellos similares a los que encontraron en los moldes de yeso del inglés -trazos esquemáticos, ondas y círculos que se entrecruzan-. Además de señas de quemado en su interior, los restos desprenden un olor dulzón y mareante. 

Mientras Berta sostiene con repugnancia uno de los cuencos, Manuel se agacha a recoger algo. Caída debajo de la mesilla plegable hay una fotografía, parece tomada con teleobjetivo, todo excepto el primer plano está borroso.

Berta observa con atención los mapas. Las cruces probablemente indiquen lugares que ya han sido visitados, pero la razón (o la actividad que en ellos se haya podido llevar a cabo) son un misterio para ella. Los interrogantes, por otra parte, podrían ser posibles localizaciones a explorar. ¿Hay alguna marca que destaque un lugar en especial? ¿Aparece el cruceiro?

El olor dulzón le recuerda al pestazo alucinógeno que llevaba encima el tal Esteban. Tal vez Alin continúa en estado de shock, pero no estaría de más alguna que otra respuesta. Pañuelo Azul podría ser la persona adecuada para dárselas, pero seguía inconsciente en el lanróver. Se supone que aquí habría un médico, o alguien que podría ayudarla, pero... ¡Dios mío! ¿Qué están haciendo? ¿En qué hora le pareció buena idea seguirle la corriente a esta pandilla de chalados?

En ese momento, Manuel le enseño la fotografía:

-¿Qué demonios es esto? -pregunta- ¿Y qué está haciendo?

El marinero se limita a encogerse de hombros, igual de perplejo que ella.

-Non sei, Patrón. Todo isto é de locos -suspira, meneando la cabeza-. ¿Terminamos de echar un vistazo?

No le gustaba nada la situación, pero, llegados a ese punto, no tenía demasiado sentido volverse atrás...

La foto parece de un tipo sujetando un huevo de avestruz, pero a Manuel no le dice mucho, la verdad. Manuel no sabe si la cara del tipo le suena a Berta (o a el mismo). Si no fuera así, trata de fijarse en sus rasgos por si lo reconociese después en otro lugar.
Manuel se inclina por seguir las indicaciones de Berta, terminar de echar un vistazo y salir a fuera a ver si pudiesen descubrir una senda más clara que seguir.

Manuel se queda observando atentamente la fotografía... hay algo en la estructura de la persona fotografiada que le resulta familiar, las proporciones están descompensadas, más allá del enfoque y del uso del teleobjetivo, las manos son demasiado grandes, sujetan una piedra como si fuera un huevo. El pesado abrigo y el gorro de marinero calado hasta las cejas...

-Podría ser el borracho que vimos anoche... había algo raro en él, se movía como una marioneta, no parecía el deambular propio de un bebedor -concluye. Se pasa una mano temblorosa por la cara-. No lo sé, Bertiña, con todo lo ocurrido puedo estar sugestionándome. Sí, diría que es él. Sólo lo vimos un momento, pero es muy característico, parece un boxeador, ¿no?

Berta siente un escalofrío, confía en que no sea gripe, sólo faltaría eso.

-Aquí no hay nada más, ni nada menos. Si Alin esperaba encontrar ayuda, todo esto parece desierto... y abandonado con muchas prisas. A mí, me parece que los jipis y el inglés iban por los mismos sitios -señala el cruceiro do demo-. El puto cruceiro. Del muerto y el perro... ni idea, patrón. Miremos en la otra caravana.

La otra caravana no arroja mucha más información: ropas tiradas por el suelo -sorprendente, entre las ropas viejas, desgastadas y muchas, claramente, de segunda mano, encuentran una estola de visón-, una minicuna junto a la cama plegada, un par de juguetes, un saco de dormir enrollado, algunos enseres y unas tabas encima de la mesita plegable.

Al salir de la segunda caravana se topan con Alin, que deambula por el espacio entre las caravanas:

-Ishtiban...

-Lucy...

-Grumpy, olman...

-Siryn... Seren... Dimitri... Phelps... Bob...

-¿Ué istáis?...

-Ishtiban...

Les mira con ojos enloquecidos aunque parece totalmente inofensiva.

Berta no había visto al supuesto borracho, así que no podía juzgar, pero ni una sola cosa de todo aquello presagiaba nada bueno.

-¿Puede ser que perteneciera a doña Adelaida? -pregunta, señalando la estela de visón.

Espera que no, pero a estas alturas ya no sabe ni qué creer. Al examinar las tabas no puede evitar pensar en el perro. Alguna vez había jugado con ellas de pequeña. Alguna de sus compañeras había insinuado que podían usarse para leer el futuro, y por supuesto todas se habían reído de ella...

Al salir, encuentran a Alin balbuciendo los nombres de sus compañeros. A juzgar por el campamento y por lo poco que sabe sobre los jipis, sospecha que tal vez pueda considerarlos algo así como su familia, e intenta consolarla de nuevo:

-No están aquí. Seguro que han escapado -dice, acariciándole el hombro.

Duda un par de segundos antes de continuar.

-Alin... -pregunta finalmente- ¿de quién es el bebe?

Se obliga a utilizar el tiempo presente, pero ¿qué clase de vida le está dando esta padilla de chiflados a la pobre criatura? Desde luego, la suya no había sido como para tirar cohetes, pero, visto lo visto, decide que nunca más volverá a quejarse.

-Creo que sabemos dónde pueden estar -añade-, pero tal vez es peligroso. ¿Quieres venir con nosotros?

Si no es capaz de dar una respuesta coherente, tal vez es mejor que se quede aquí, una vez nos hayamos asegurado de que, efectivamente, no queda nadie en las inmediaciones. O tal ve deberíamos olvidarnos de todo esto y llevar a las dos gitanas al pueblo...

Manuel se acerca a Berta y Alin.

Ante la pregunta de Berta se encoge de hombros. Podría ser, pero no se pararon a revisar el vestuario de la dueña de la pensión.

-¿Estos la mataron? ¿Se lo trajeron como recuerdo? Non sé, Bertiña. Non sé nada de lo que pasa.

-Pero, sí, creo que necesitamos a Alin, y a Pañuelo Azul, si sigue viva. Saben más que nosotros sobre lo que pasa. Al menos evitarán que el resto de los jipis se nos echen encima según nos vean venir. 

Intenta dirigirse a la jovencita de forma conciliadora, aunque le cuesta bastante.

-Alin, vamos a ir al cruceiro, junto al faro, ¿es ahí donde vais, no?

-Alin... -pregunta finalmente- ¿de quién es el bebe?

-¿Beibi? -parece recobrar algo de sentido al escucharles-. Noso -se toca el pecho-, de todos, de Lucy. Nina, beibi bello. No... no istán. Irse... Il Vrayitor -mira al cielo, a la cortina de agua que cae sin cesar y a los relámpagos que se ven en la distancia, hacia el oeste, sobre el cabo- Il completa...

-Alin, vamos a ir al cruceiro, junto al faro, ¿es ahí donde vais, no?

 Alin asiente:

-Allí il encontramos il Vrayitor, tiramos o mare. Non solo, la beste... auchis o Anyelo e Carlo... quild -hace gestos de golpear- Phelps... -comienza a tiritar, quizás el frío y la humedad o, tal vez, algo más-. Tremor, periculoso...pero Ishtiban allí.

Tirarlo al mar... ¿se refiere al inglés? Ya lo tiraron una vez... ¿pretenden volver a hacerlo?

Berta mira en derredor. Aparte de estar como un cencerro, el tipo no parecía especialmente peligroso. Sin embargo, algo ha tenido que causar todos estos destrozos. Y las quemaduras. Decididamente, no se puede culpar a los jipis de todo lo que ha acontecido durante las últimas horas, pero... ¿de verdad se solucionaría tirando a alguien al agua?

Por un momento, siente deseos de dar media vuelta y mandarlo todo a paseo. Suponiendo que no acabe tirada en el suelo, con la cabeza abierta por una piedra o algo por el estilo, ¿qué va a contarle mañana a la policía? ¿que la convencieron de que era una buena idea volver a arrojar al náufrago a la mar de la que lo sacaron? Todo esto es cosa de locos... Vrayitor... una bestia... ¿de qué diantres habla la muchacha?

Un rayo parte el cielo por la mitad, seguido al cabo de pocos segundos por un estampido ensordecedor. A pesar del sentido común, Berta decide seguir adelante. Por alguna razón, tiene la sensación de que algo terrible está a punto de ocurrir y deben impedirlo, pero no disponen de demasiado tiempo para ello.

Cierra los ojos y respira profundamente antes de continuar.

-Está bien -suspira-. Volvamos al coche.

Echando un vistazo al cadáver que dejan a sus espaldas, emprenden el camino de vuelta al landrover de la guardia civil. Los pensamientos son ominosos y Berta encabeza la marcha, la cabeza hundida entre los hombros, las manos en los bolsillos y una fría determinación en el pecho. Manuel, algo más rezagado, ayuda a una temblorosa Alin.

Al llegar al landrover comprueban que Pañuelo Azul ha recuperado el conocimiento y, envuelta en una manta, está recostada en la parte de atrás, con la espalda apoyada en uno de los bancos. El rostro, salpicado de sangre seca, pálido como el de una moribunda, pero los ojos brillantes.

-Il comenzo. Dis nait. Noche, ahora -murmura ominosa, conteniendo unas toses, se lleva la mano a la boca y la baja manchada de sangre.

-Istiban necesita -concluye.

Es evidente que la mujer se está muriendo, ¿qué impulso la anima a continuar?

Sin más palabras, suben al vehículo y Berta enfila hacia la peña negra.