Partida Rol por web

El susto en el cuerpo y todo lo que ha pasado en las últimas 24 horas hacen que no termine de asumir lo que mis ojos están viendo... me tiemblan las piernas sólo de pensar cómo vamos a explicar que Pelayo está calcinado en la parte trasera de mi furgoneta, así que me siento en el suelo, resoplando y con la cabeza hundida entre las manos, mientras trato de recuperar el aliento, con la mirada perdida en la masa negra que fue el cabo. 

La cabeza me da vueltas y trato de buscar una explicación a todo lo ocurrido desde que subimos a la furgoneta: Pelayo gritando, el humo, el medallón, la sensación de quemazón... EL MEDALLÓN! -Grito, mientras me lanzo como un poseído hacia la furgoneta y comienzo a buscar como un loco- ¡¡Doctor, me tiene que ayudar a encontrar el medallón!! No sé por qué, pero algo me dice que es importante (¿Será que me estoy volviendo loco y empezando a creer cuentos de viejas y supersticiones?...aunque, ante la duda, mejor llevarlo encima, por si acaso...) ¡¡Yo de aquí no me muevo hasta que encuentre el maldito medallón!!

Veo la desesperación de Ramón. Debe ser muy importante. Ya sabiendo lo que busco giro sobre mi mismo e intento localizarlo entre el humo.

Parece que sigo girando sobre mi mismo, evidentemente aturdido, y no alcanzo casi ni a encontrar la puerta de la furgoneta. Claramente estoy en shock 

¡¡Doctor, me tiene que ayudar a encontrar el medallón!! No sé por qué, pero algo me dice que es importante (¿Será que me estoy volviendo loco y empezando a creer cuentos de viejas y supersticiones?...aunque, ante la duda, mejor llevarlo encima, por si acaso...) ¡¡Yo de aquí no me muevo hasta que encuentre el maldito medallón!!

El doctor sigue mirando el cadáver calcinado de Pelayo, ajeno a los gritos de Ramón. Entorna los ojos bajo la lluvia tratando de encontrar una causa racional a todo lo ocurrido, su mano, inconscientemente, palpa lo que lleva en el bolsillo.

Mientras, Ramón pugna por volver a entrar en el vehículo volcado. Con un gruñido logra encaramarse, introduce la cabeza y palpa a ciegas bajo las alfombrillas y entre los pedales, por la caja de cambios... hasta que finalmente:

-¡Lo tengo! -exclama con un grito de triunfo. Al salir se golpea la cabeza, pero sin consecuencias.

Pedro Neira, el doctor, saca un objeto de su bolsillo.

-Yo también tengo un medallón...

Un relámpago ilumina el cielo y el medallón de plata que sostiene reluce un instante antes de que un tremebundo trueno resuene en el cielo.

La oscuridad cae de nuevo sólo para ser rota por las luces de un vehículo que se acerca desde el interior.

El júbilo y la alegría de encontrar el medallón dan paso al terror de ver un coche que se aproxima, sin saber si se trata de los hippies o de una persona normal... ¡Doctor! ¡Un coche! ¡Rápido! - grito, mientras agarro del brazo al doctor y lo trato de arrastrar detrás de la furgoneta para escondernos. En lo que hago el movimiento, intento aguzar la mirada, para ver si reconozco el coche, que se aproxima hacia nosotros.

Salgo de mi ensimismamiento para correr a esconderme, mientras tanto pongo toda la atención posible para ver qué coche se aproxima.