Miro a mi alrededor para asegurarme de que no hay oídos indiscretos cerca, y le digo, en voz baja, a Berta:
- A ése de la mesa lo ha traído el compañero con la cabeza abierta y el doctor le ha puesto unos puntos. El otro, el de la barra, ha llegado después con las chicas, en plan "rey del mambo", pero -bajo aún más la voz- algo no cuadra con su actitud, como si escondiera algo. No sé qué ha visto el doctor, o si les ha entendido algo de lo que hablaban entre ellos en extranjero, pero ha salido disimuladamente a buscar a Anxo, a ver si se enteraba de lo que había pasado exactamente. Ni idea de si ha conseguido algo de información mientras estaba fuera.
Como veo que una de las mozas se ha fijado en nosotros y se acerca revoloteando -no sé si a la orden de Esteban, pero no me extrañaría nada-, cambio de tema rápidamente:
- ¿Qué tal tu mano? ¿cómo os habéis encontrado al que habéis traído? ¿qué ha pasado?
Se lo cuento sólo a Berta, porque se supone que hablamos en voz baja XD
En el exterior la tormenta se intensifica, el viento racheado empuja gruesos goterones contra el ventanal del Carballo, repiqueteando con fuerza, los truenos hacen vibrar las ventanas.
La entrada de cuatro nuevos personajes rompe el clima enrarecido del bar: Berta, Manuel y Pedriño arrastran a un hombre de unos sesenta años, cabello y barba blancos, aterido de frío, totalmente empapado. Un náufrago que han pescado cerca del petón del inglés, en la costa cerca del Faro.
Hay cinco "clientes" en el bar, un grupo de hippies -sólo pueden ser los del descampado de Patrás-. Tres hombres y dos mujeres. Uno de ellos, de mediana edad, rostro curtido, tiene una buena brecha recién remendada. Otro, algo gordito, con barbita, melena greñuda y unas gafas circulares de metal, no deja de atender al herido -mariposones, diría Ramón tirando de su poco delicado pasado. El tercero, más joven, con cierto magnetismo, se ha sentado a lo indio en una de las mesas y una de las mujeres, lleva un pañuelo azul, habla en susurros con él. La otra, muy joven, unos 18 años, no deja de revolotear por el bar, mirando a los recién llegados.
Ramón, el dueño, parece inquieto y cuchichea con la recién llegada, Berta.
Mientras, el doctor Neira examina al náufrago.
Notas de juego
Para que luego digan que los teléfonos móviles no son un invento útil...¿A que los estáis echando de menos ahora, eh? :P
Jur... por qué cree usté que escogí esta época :-)
Bueno, ya estamos todos juntos ¿Qué pasará con esta extraña multitud que se ha juntado en el bar?
El bueno de Manuel Aguiar anda desconectado por vacaciones. Le acabo de actualizar vía guasap. Veamos si puede contestar y cerramos esta escena.
-Gracias por el vino, Bertiña, ...Jesús, que noche -dijo mientras le palmeaba el hombro cariñosamente acercándose con trabajo a la barra.
-Este lenguado que has pescado hoy me ha dejado para el arrastre... Aun no tengo claro si va a hacer que me caiga de sueño o voy a estar dando vueltas toda la noche sin poder pegar ojo. Aun así, te has portado como una jabata, buen trabajo- y subiendo un poco su taza de vino, brindó por la actuación de su compañera-. No queda ya más que ver que dice el buen doctor sobre nuestro pez y que te eche un vistazo a esa mano.