Partida Rol por web

- ¿Seguro que queréis que abra la puerta? La voz del bardo temblaba ligeramente por el esfuerzo al intentar mantener lo que contenía el estómago dentro del mismo. – Aquí huele peor, si fuera eso posible, y está lleno de sangre... Añadió asqueado.

Miró a sus compañeros, buscando alguna mirada que le persuadiera de abrir aquella maldita puerta, por desgracia para él, no lo encontró.

- Está bien... La abriré. Con sumo cuidado, y sin demasiadas ganas, Nuño hizo girar el pomo, abriendo la puerta de madera. Aun con todo, el bardo se resistía a mirar lo que había en el interior, y por si acaso, mientras abría la puerta, aguantó la respiración.

Mientras Nuño se encargaba de comprobar la misteriosa puerta, Iasana terminaba de revisar la habitación. Antes de que el bardo anunciara que podía abrirla, la mujer dio con una estantería que contenía ciertos frascos. Al haber escasa iluminación y estar el aire tan contaminado por el hedor, la chica no podía saber que contenían aquellos viales, así que sin perder el tiempo, los tomó y los guardó en los bolsillos de su túnica, junto con un cepillo que le llamó la atención. Todo aquello sería examinado con sumo cuidado una vez estuviera nuevamente arriba, en la sala común de la cabaña.

-Ábrela con cuidado. No podemos descartar la posibilidad de que haya algo o alguien vivo en este lugar... aunque no se como podría soportar semejante hedor.

 El capitán se acercó a la puerta con el escudo y la espada presta, ese lugar la había puesto los pelos de punto, pero no sería él quien se quedara atrás. Tenía un nombre y una reputación que mantener. Si el actor o la mujer seguían adelante, él no sería menos.

Al ver que el bardo giraba el picaporte, Iasana se puso en tensión. Con rapidez, se sacó uno de sus numerosos colgantes y se enrolló la cadena en la mano izquierda. Luego comenzó a trazar símbolos arcanos en el aire utilizando ambas manos al tiempo que pronunciaba palabras por lo bajo rápidamente, palabras que claramente representaban una invocación. Al parecer, la maga estaba previniéndose de un posible ataque proveniente de lo que fuera que se encontrara en la habitación.

 El grupo se interna en la habitación que hay más allá, siendo la de la lámpara la única fuente de luz, los aventureros se apresuran para mantenerse unidos. Una vez todos dentro la menuda luz, que entre tanta oscuridad parece casi insignificante, os rebela entre sombras una cama enorme domina la estancia. Tiene un dosel de cortinas de terciopelo rojo y bordados de oro, a juego con  las sábanas de seda.

 Las paredes están cubiertas de estantes con muñecas de porcelana. Ahora sumidas entre las sombras.

 Frente a la cama, junto a  una estufa de carbón, se encuentra un tocador al que se sienta una mujer. Sumida en la oscuridad, peina sus cabellos frente a un espejo roto mientras murmura:

Mujer

“Hugo, mi amor. Sabía que vendrías”.

 El lugar apesta a muerte.

Cuanto más se aventuraban en aquél lugar más se le regiraba el estomago a Raúl, quizás fueran las nauseas o quizás porqué todo aquello le provocaban serios escalofríos y le ponían los pelos de punta.

Empezaba a tenerle más miedo al lugar que al propio basílisco.

El esqueleto sacudió todo su cuerpo, y había vuelto un poco atrás, pero no pudo llegar muy lejos pues vomitó en las mismas escaleras. -¡¡¡Buugh-buuuaaaaaghhh!!!- Cuando se reunió de nuevo con el grupo estaban ya en la extraña habitación: con la cama y las muñecas de porcelana... Que su cuerpo no respondiera quizás era la única explicación de que no echara a córrer, aunque también puede ser que finalmente encontrara la forma de reunir aquél coraje que todo el mundo dudaba de que disponía.

Cuando el aparente segundo esqueleto que se sentaba al lado de la estufa se giró, los nervios del Trapero no pudieron más y sencillamente se desconectaron.

Raúl cayó entero al suelo, sin duda desmayado.

 Nada más descubrir a la pobre criatura en el dormitorio, los aventureros sintieron como cae al suelo un cuerpo, entre ellos. Un fugaz vistazo descubre el cuerpo desmayado de Raúl en el suelo.

Estar semanas enteras encerrado en los camarotes de un pequeño velero azuzado por tormentas, que hace meses que no ha visto costa alguna, es una situación despreocupada y libre al lado de un suspiro en un sotano como este.
No hay brisa ni señal de vida y el maldito maniquí parece ser un testimonio diabólico de un lugar vacío.

Jack se une a los que se preguntan qué tipo de persona era este Sir Hugo... ¿cómo pudo aceptar este tugurio como un lugar para nada? Quien hubiese creado el maniquí queda en segundo plano... El mismo sotano quita la vida a quien se atreva a respirar.

El marino no se atreve a tocar nada, como si por el hecho de acercarse a algo le crease un vínculo fatal con lo que todos temían. Pero aún así tenía fe en algo superior: En el filo de su machete.

Fué su arma el mejor amuleto contra el miedo a entrar a esa habitación (menudo eufemismo para ese cubil maldito) y le ayudó en gran medida a sobreponerse ante la mera posibilidad que la dueña de las uñas que habían encontrado todavía estuviera viva... ¿Qué era peor? ¿La barbaridad de un monstruo que convertía los vivos en piedras? ¿o la barbaridad de la perversidad del ser humano?

Ni el própio Jack supo nunca de dónde sacó el autocontrol, pero pudo articular claramente las siguientes dos palabras:
-¿Quien eres?

La maga entró última a la nueva habitación. Mientras los demás iban ingresando, ella había quedado atrás para terminar de preparar su encantamiento. Cuando éste estuvo listo, lo ató y lo dejó en suspenso. Si era necesario lo soltaría, pero primero, tenía que averiguar qué era lo que ocultaba aquella guarida subterránea.

Al llegar allí se sintió horrorizada. ¿Qué clase de perversión era aquello? Antes de que pudiera hacer algo, Raúl el Trapero cayó redondo, allí donde se encontraba al entrar. Otra vez... no podemos confiar en él... es el eslabón más débil contra el basilisco... vaya perra suerte me viene a tocar.

Sin embargo, el monstruo que convertía a los seres vivos en piedra debía esperar. Ahora estaban frente a una especie de no muerto que reclamaba al hijo del lord y que seguramente no se vería muy feliz al descubrir que él no se encontraba entre la comitiva.

Un poco más... aguarda un poco más...

 La mujer parece enajenada totalmente, más loca que cuerda, avanza unos pasos, sorteando la gran cama, acercándose al grupo para finalmente abalanzarse con un grito escalofriante cargado de locura.

La maga esperaba esa reacción. Apenas dudó un segundo antes de pronunciar unas palabras arcanas por lo bajo y luego extender sus manos hacia la criatura para liberar el hechizo que había estado preparando.

De la mano que sostenía la cadena surgieron apenas unas chispas, pero el aire alrededor comenzó a enrarecerse. Poco a poco fue cobrando consistencia, opacándose mientras formaba gruesos cabos que rodeaban a la mujer. Cuando la densidad fue suficiente, Iasana cerró sus puños y las cuerdas de aire se tensaron, apresando a la criatura impidiéndole atacarlos.

-No sé cuanto aguantará! Estén listos!-

 La maga Iasana, sobreponinédose a todos, conjuró sus poderes para intentar neutralizar a  aquella mujer convertida en una furia.

 Con su maestría transformó la magia del aire entorno a la mujer en unos haces de energía arcana que solidificaron y tensaron apresando a la patética y lastimera criatura. La mujer cayó en el suelo cuando las ataduras le inmovilizaron las piernas mientras se corría hacia vosotros.

 Yaaaaaggh YAAAGGHH

 La mujer gritaba con unas fuerzas desesperadas cuando algo la apresó antes de alcanzar su objetivo, con la mirada puesta en aquel joven agraciado que estaba entre el extranjero y el soldado.

 Tirada en el suelo, caída de bruces, se contorsionaba y chillaba mientras intentaba forzar aquellas ataduras con una fuerza fruto de la desesperación. Se movía de forma frenética llenando toda la habitación, sumida en luces doradas ténues y sombras, hasta que de algún modo logró partir aquellas ataduras.

 Davenport a pesar que en su interior pugnaba una sensación de lástima hacia aquella pobre criatura, tras ver como esta ignoró los intentos de JAck por parlamentar, le indicaba que no parecía que pudieran razonar con ella.

 Solo una muerta rápida, podría aliviar ya a esa desdichada.

 - Muere y encuentra la paz mujer.

 Dando unos pasos, el guerrero blandió su acero contra la criatura tendida en el suelo. Pero la agilidad de aquel ser tomó pro sorpresa al guerrero, cuando rodó sobre ella haciendo que el acero impactara contra el suelo de piedra arrancando chispas.

 - ¡No!

La mujer (si es que se podía considerarla como tal) no estaba dispuesta a perder tiempo y se lanzó contra unos aventureros totalmente desconcertados ante tal fúria.

La criatura le hubiese dado tiempo de lastimar a alguien si no fuera por el arte de Iasana. Aunque fueran sólo unos segundos, fueron suficientes para que el grupo reaccionase ante la situación.

Codo a codo con el capitán, Jack lanzó un tajo bajo contra la no tan indefensa mujer. Más que un movimiento de esgrima se trató de un barrido. Poco vistoso, pero la resistencia de la carne de la criatura mostraron a Jack que había dado en el blanco.

Nuño, reprimió un grito casi femenino que estaba a punto de salir de su garganta, cuando comprendió que él era el objetivo de la fea mujer. En su lugar, dejó escapar un sonoro suspiro de alivio.

Los ataques de Liam y Jack a la mujer caída, hicieron volver en si al bardo. Contempló la escena casi como si no estuviera allí. Se retiró un par de pasos del barullo de la escaramuza, colocó la lámpara que portaba en un lugar alto para que iluminara bien la sala, y sacó la espada corta que llevaba en el cinto. La verdad es que era una espada muy trabajada, casi era más un adorno que un utensilio de guerra, pero por fortuna, la había hecho afilar. La había hecho afilar, pero no tenía ni idea de usarla… Tampoco es que fuera del todo cierto, porque si alguien entendido en armas se fijaba en aquella espada recargada, podía haberse dado cuenta de algunas marcas que solo el uso podía hacer.

Sopesando las posibilidades de enzarzarse en un combate cerrado, Nuño se mantuvo en un discreto segundo plano, esperando la oportunidad de atravesar los riñones de la fea mujer con el menor peligro para su integridad física. El mundo no podría continuar girando si se rompía una mano, o peor aún, si fallecía.