Partida Rol por web

 Mientras os situais en posición de combate, el Noldo se avanza con el caballo y descabalga para dar la vuelta al bulto del camino. Resulta ser un norteño, vestido como un soldado y muy mal herido. Ambos intercambian palabras en una lengua extraña, pero el hombre apenas parece capaz de hablar y mantenerse consciente al mismo tiempo.

 Siguiendo las instrucciones del hechicero, Puil comenzó a crear un pequeño fuego entre las piedras laterales de la calzada.

 Os oigo... confirma el joven dunedain entre los brazos del mago.

 Fuimos... atacados.... pronuncia con unos labios secos e hinchados. Su uniforme aparece con un buen numero de cortes y la sangre seca se confunde con el barro. No lleva armas, pero si una armadura de cuero endurecido.

 Orcos... escupe finalmente antes de perder la consciencia de nuevo.

 La posada está ya a pocas leguas.

El silvano notaba TODO demasiado tranquilo, ni un alma, ningún rastro, sospechó que pudieran estar utilizando magia, pues incluso el supuesto soldado no parecía serlo. Sus desconfianzas crecían.

Cuando el Noldo se acercó para ayudar al Norteño, retrocedí unos metros con mi montura y sin soltar mi lanza, observé nervioso las inmediaciones.

El carácter del hechicero parecía haber cambiado considerablemente en los último días.

No sería yo quien reprochase su cambio de actitud, pero tras los últimos acontecimientos, tampoco tenía la intención de descabalgar y exponerme a otra posible emboscada en una situación vulnerable.

El noldo escuchó como el soldado le hablaba con denotado esfuerzo en claro adunaico, y asintiéndole de forma decidida vio como finalmente volvía a desmayarse. La dúnedain había oído lo mismo que él, por lo que mirando a los demás con preocupación dijo con tono alertado:

-¡Orcos! fueron los orcos quienes le hicieron esto, aún está vivo pero ha perdido la conciencia. Dejad de escrutar los alrededores pues es obvio que se han marchado hace rato, y creo que sé hacia donde... -dijo con tono enigmático dirigiendo su vista al camino que llevaba a la posada y diciendo en tono funesto- creo que van hacia la posada...

Luego tras dejar que el grupo asimilara la información e intentar buscar algún rastro de forma infructuosa, se dispuso a darles algunas órdenes diciendo:

-Ragnar y Elendor deberíais adelantaros al galope y echad un vistazo, volved al menos uno para informadnos. Los demás miembros que me ayuden a atar el soldado a algún caballo y os seguiremos, pues en su estado no podrá tomar nada hasta que recupere un poco la conciencia. Yo por mi parte, tomaré algunas hiervas y os seguiré al galope en cuanto termine.

El silvano asintió a la petición del Nodo, no sabía bien si tendría razón, pero esa sensación de que pudiera haber magia de por medio no desaparecía, por lo que subió a su caballo y comenzó un trote suave, en espera de que el beomida le alcanzara a galope para avanzar ambos.

Sujetaba su arco con las riendas, y no parecía tener intención de soltarlo. Le parecía perfecto iré de aquel lugar.

El enano meditó el plan del noldo y negó con la cabeza, si eran orcos y había dificultades en la posada, necesitarían de su ayuda.

- Yo iré con ellos, si hay problemas podría ayudarles y aquí quedará Rudigar para protegeros, no me gusta la idea de que el grupo se separe, pero menos me gusta la idea de dejar una parte del grupo sin defensa. - sentenció el enano. Hubiera preferido quedarse él y que fuera el mediano con sus compañeros, pero sabía que el hobbit cuidaría adecuadamente a los muchachos y confiaba en que Tirlindë tuviera razón y no hubiera peligro cerca ahora mismo.

Cogió las riendas de su caballo y se situó al lado de sus compañeros para galopar hacía la posada.

-Fjalar, entonces quien debería ir soy yo. Puedo ir cabalgando a la espalda de otro jinete y mi ballesta tiene un buen alcance. Si hay problemas podemos hacer "tiro al blanco" y a las malas volver hacia aquí. Tú quedarías con este grupo y serías buena defensa. ¿Qué te parece? -preguntó amablemente pero con cierto empuje un tanto ajeno a su costumbre el hobbit.

Puede que fuera pequeño, puede que no tuviera mucha experiencia como aventurero, pero no podían negarle que tenía buena puntería con la ballesta, que en sus manos se había convertido en más de una ocasión en un arma mortal.

 2 Hithui
19:00

 Ragnar y Fjalar avanzaron hasta la posada, encontrando a unos Grumm muy preocupados pensando que sus hijos y el resto del grupo habían muerto. Una vez se pudo deshacer el malentendido, mientras Ragnar regresaba con el resto del grupo, Fjalar pudo tranquilizar a los padres. El funcionamiento de la posada parecía el habitual.

 El resto del grupo llegó media hora más tarde, los posaderos y algunos clientes, como Falen o Turlin, habían salido a la puerta principal, abierta esta vez al comedor, para recibir al grupo.
 

 Mis niños gritó la posadera echando a correr en cuanto divisó las monturas.

 Como Leddon se encontraba impedido sobre el caballo, Bura descargó su amor y su ansía sobre su hijo pequeño: Puil fue abrazado, besado, acariciado... como sólo una madre sabe.

 Déjame, mamá... se quejo el pequeño de las atenciones maternas.

 Sonrojado consiguió librarse de los brazos de su madre y extender sus arrugadas vestiduras.

 Con todo el respeto de que fue capaz, el orondo posadero se aproximó para ayudar a su hijo mayor a bajar del caballo.

 Una vez en el suelo, le ofreció su hombro para que pudiera despalzarse con cierta dignidad, sosteniendolo por la cintura con uno de sus brazos rollizos.

 ¿Y ahora qué? fue lo único que pudo salir, en voz baja, de sus gruesos labios.

 La pequeña camarera se ofreció con su hermana a hacerse cargo de las monturas. Sin embargo quedó sorprendida al ver al soldado herido en una de las monturas, atado como un fardo.

 Gracias por rescatar a mis hermanos. dijo, de todas maneras, dirigiendose al grupo, especialmente a los elfos Sed bien venidos, descansad y recuperad fuerzas, héroes de la posada.

 De este sencillo modo, les ofreció entrar de nuevo a la posada, a protegerse del frio y tomar una cena más que satisfactoria.

El silvano desmontó, pero seguía sin fiarse del norteño, dio un vistazo rápido, pero al no ver nada demasiado fuera de lo normal, y la bienvenida de la familia, decidió que iba siendo hora de entrar en busca de reposo y buena comida. Esperando que la mala sensación sobre aquel hombre, fuera solo eso.

Y por fin, ahora sí, llegaban a la posada. Tierna bienvenida, feliz regreso al hogar para los rescatados, aunque con su ración de noticias agrias (por la pérdida de la pierna de uno de los que regresaban). Al menos les habían librado de algunos enemigos cercanos demasiado atrevidos y agresivos. El tiempo diría si la solución era muy definitiva o sólo habían dejado un hueco para que se asentaran algunos todavía peores.

De momento sólo cabía el relajarse, descansar y llenar la panza. Gratis, además. Rúdigar sentía la satisfacción de un trabajo bien hecho. Pronto sentiría la satisfacción de un estómago satisfecho.

En su mente, eso sí, rondaban ideas oscuras sobre las tinieblas extendiéndose por Tierra Media, empezando por aquella zona, con sus trolls y, ahora, orcos…

Tirlindë contempló con alivio como sus pesquisas parecían ser infundadas, la posada no parecía haber sufrido ningún daño y eso lo tranquilizó. Al llegar, apenas tuvo tiempo para las felicitaciones de los Grumm, por lo que sin prestar mucha atención al intercambio de abrazos y besos que se dispensaba la familia, rápidamente le habló a sus compañeros y les dijo en tono apresurado y enérgico:

-Ayudadme a llevar al soldado a la habitación que alquilé, así podré examinarlo mejor e intentar curarlo para ver si despierta de su letargo y nos informa debidamente sobre el mal que lo atacó... -de esta forma lo bajaron y lo llevaron hasta arriba con cuidado.

Tras depositarlo en la cama le pidió al silvano extraño que lo ayudara a intentar detectar sus heridas y tratarlas de la mejor manera posible. Por ello, para intentar hacer más eficiente la actividad del animista le ofreció el anillo mágico que portaba con él, pero que le resultaba inútil, diciéndole en un tono carente de emoción como si se tratara de un tema con poca importancia:

-Toma este anillo, silvano -dijo sin darle mucha opción a rechazarlo- encierra magia más afín a ti que a mí, quizás con él puesto la magia sanadora esté a tu alcance, aunque lo dudo, visto lo visto... -pues tras lo vivido la verdad es que el moriquendi parecía más un guerrero que un curandero.

Tras ello le dijo a los demás que él se quedaría vigilando al soldado por si despertaba, y cuando estuviera cansado avisaría a Elendin para que lo relevara, dado que ellos dos parecían ser los únicos con conocimiento en el adunaico. Por lo que tras llevarse algunos platos al dormitorio para coger algunas fuerzas, se quedó vigilante y meditabundo mientras pensaba en todo lo que había acontecido en su regreso y que clase de conexión pudiera haber en todo ello.

Tras ayudar a los muchachos y asistir al guardia para llevarlo a la habitación Fjalar decidió que era un buen momento para tomar una buena comida regada con cerveza. Durante esa aventura había habido escasos momentos de descanso y tendría que aprovechar ese momento.

Era posible que el guardia les guiase a otra aventura y que tuviera que ser pronto. Así que descansar mientras el guardia recuperaba la consciencia y les explicaba cual sería su nuevo objetivo era lo mejor que podía hacer. Se sentó a una mesa y llamó al beornida para indicarle que, sí era posible, vendiera todo lo que pudiera de esta aventura además de una cota de malla que tenía guardada en la habitación. Aún no había podido llevarla, así que estaba sin estrenar, pero tenía la dorada que parecía de mejor calidad.

 Los Grumm realmente no repararon en gastos. Por descontado, no pusieron ningún impedimento en subir el soldado a la habitación. El posadero incluso reconoció al joven. 

 Es Shoren, de la guardia que suele pasar por aqui una o dos veces al mes, ¿que le ha sucedido? ¿también fue atacado por los troll?

 Al ser preguntado por hierbas y cuidados, prometió avisar a su esposa, dejándo al soldado y al Noldo en la habitación.

 Abajo, hicieron pasar al grupo al comedor privado, al que se accedía por el patio y que se hallaba entre el bar y la cocina de la Posada. Allí los cinco: Fjalar, Rudigar, Ragnar, Elendorn y Elendin pudieron disfrutar tranquilamente del banquete que se había preparado en su honor.

 Bura se encargó de subirle algunos platos a Tirlindë, por supuesto.

 Tras quedarte a solas con el soldado, paso un breve lapso de tiempo. Ragnar no había podido hacer nada por él.

 Entonces llamaron a la puerta de la habitación. Era Bura, la posadera. Con ella, traía platos de carne guisada y verduras asadas de la cena, como habias pedido.

 Hay hierbas y hay remedios. Sin embargo, nada hará más por este joven que el reposo. ¿Por que no descansáis también vos? Mañana por la mañana, o por la tarde, seguro que vereis las cosas diferentes.

 De todos modos, te enseñó las hierbas que guardaba en pequeños tarros de vidrio.

 Llamaron a la puerta del comedor privado. Sabiais que no eran las hijas de los posaderos pues ellas os traían vino y cerveza sin llamar a la puerta constantemente.

 Fueron los rizos sucios y la cara llena de hollín de Turlin, el bardo, la que asomó detrás de la hoja de madera.

 Buenas noches... me han dicho que habiais regresado. Bueno... nadie habla de otra cosa fuera en el comedor común. ¿Puedo escuchar la historia del prodigioso rescate? Quizá pueda ofreceros algo de mi música a cambio de la historia. Sé que me la pagaran bien ahí afuera.

 Sin quedar muy claro si era o no invitado, el músico entró en el salón privado.