Partida Rol por web

Fjalar se levantó temprano, no había podido soñar y se había ensombrecido después de lo sucedido el día anterior. Pero estaba dispuesto a animarse. Llegarían a su destino en seguida y encontrarían al hijo de los posaderos. Está misión no tendría sombras. Los malos serían malos y los buenos, tenían que ser ellos.

- Vendrás conmigo hijo.- Dijo el enano con simpatía. - Por favor, darle un buen repaso a nuestra montura y preparad un caballo para el hobbit y el "beornida"-

Cuando el muchacho terminó de preparar las monturas le pagó por sus servicios y les dejó una propina.

- Quiero que me hagas un favor. Durante esté viaje tendrás los ojos bien abiertos y permanecerás a mi espalda. Harás exactamente lo que te diga y no me harás preguntas. Es un viaje peligroso y no queremos tener problemas. ¿verdad?

Suspiró mientras llegaban los otros. De nuevo a la aventura.

La noche anterior me había costado conciliar el sueño.

Cuando llegué a la sala común, intenté hablar con el mestizo para ponerlo al tanto de la partida de rescate que se había organizado y tratar de convencerlo de que nos acompañase.

Le ofrecería mi parte de la recompensa ofrecida por los Grum, y en caso de negarse le pediría al menos que nos acompañase en el camino de ida. El pequeño de los Grum solo resultaría una carga después de llevarnos hasta el punto donde se perdió su hermano. Y en caso de no convencer a Falen de comprometerse en aquella peligrosa misión, esperaba que al menos accediese a acompañar al pequeño de vuelta por un precio.

Si no aceptase mi invitación, le preguntaría al menos si podía tasar algunas de las joyas de los forasteros. Por lo que había podido comprobar aquella noche, no parecian comprender el valor de algunas de las gemas que tenian entre las manos.

Tal vez todos pudieramos sacar provecho de aquello.

Aquella mañana me había levantado temprano. Un par de horas antes de la aurora, pues todavía tenía la esperanza de poder partir al amparo de la noche y aprovechar en lo posible las horas de sol. Desgraciadamente, el grupo parecía tener sus propios planes, y aparecierón poco antes de la madrugada haciendo caso omiso a mis sugerencias. Me encontraba sentado sobre el pozo de piedra que se hallaba en el centro del patio, cuando todos se presentarón en los establos. Vacié mi pipa y me encamine a donde todos se encontraban. Entonces , el enano, que parecía gozar de la confianza del tabernero, dió algunas indicaciones, y se ofreció a pagarme una montura. Muy amable de su parte Maese Fjalar. Pero si los Grum accediesen a alquilarme una cabalgadura, yo mismo podría costearmela, y no sería preciso semejante desembolso de su parte. Le respondí con sincero agradecimiento. Si me permite, lo tutearé a partir de ahora, no estoy acostumbrado al trato de cortesia y empiezo a sentirme un tanto incomodo con tanto formalismo. Me atreví a preguntarle directamente. Entonces me dirigí tambien al resto. Por supuesto me agradaría que todos me dispensasen el mismo trato...Pueden llamarme Ragar, o Kallen si les parece bien, a mi me es indiferente. Concluí con una nueva sonrisa. Los rayos de sol empezaban a filtrarse entre los tablones carcomidos del establo, y una brisa fria y cortante nos traía presagios de muerte y oscuridad.

 Contra todo pronòstico, el mercader, que dormía cuando Ragnar llegó a la habitación, se mostró interesado en acompañar al grupo, más que en volver con el niño.

 Cuentame más sobre esa recompensa, ¿cuanto podrías pagarme?

 También estaría dispuesto a tasar las gemas, por un pago, pero siempre y cuando pueda examinarlas. ¿Estaria el grupo dispuesto a enseñárselas?

 Por supuesto señor. accedió Puil y fue a buscar un alazán bayo de buen tamaño,similar a Viento de Fuego.

Para mi sorpresa, Falen parecía mas que dispuesto a nuestra pequeña aventura.

Yo solo puedo prometerte 2 monedas de plata amigo mio. Pero mañana al Alba hablaré con los mercenarios e intentaré procurarte un precio más apropiado...
..¿Que te parecería una moneda de Oro por jornada?...y por supuesto tendrás derecho a tu parte proporcional del botin, si finalmente nos encontrasemos con la guarida de esas Bestias malogradas.

Tenía que hablar con los mercenarios, pero no sabía como reaccionarian a mis palabras...temia que los elfos, rechazasen mi petición de plano tras el hosco recibimiento de la noche anterior.

Pensé hablar a solas con el enano, pero entonces se me ocurrió que aquello solo alimentaría nuevas sospechas y traeria de vuelta las rencillas pasadas.

De modo que me acerqué al Hobbit y le pedí parlamentar un momento en privado.

Maese ...Rudigar, ¿no es asi?

Tengo una petición, un tanto egoista para el grupo. Y me gustaría que se la hicieses llegar a tus compañeros en mi nombre, tal vez así tenga una mejor acogida. Le expliqué entre susurros.

Veras, anoche convencí al mercader que compartia habitación conmigo de unirse a nuestra pequeña expedición...estoy seguro de que sería un apoyo de vital importancia para tan incierta misión. Entonces hice una pausa como anticipando un pequeño inconveniente.

Pero hay un pequeño aunque costoso problema....
Le he prometido un jornal por dia de trabajo...y me temo que excede por bastante mis posibilidades actuales...

1 Moneda de Oro, amen de su parte en un hipotetico botín.

Me quede observando al pequeño pensativo.

Por supuesto prometo devolveros el prestamo en cuanto disponga de efectivo. Mi trato con el mercader es solo cosa mia, y a nadie más alcanza nuestro compromiso...pero lo unico que puedo ofreceros ahora es mi palabra.
Terminé depositando todas mis esperanzas en la capacidad de conviccion del pequeño guerrero Rudigar.

El silvano miró con una tenue sonrisa, no le importaba el dinero, pero si ya había pagado fjalar, no tenía motivo para pagar más él.

- tranquilo amigo Kallen, no le irá al enano por diez monedas, ni a ninguno creo. En cuanto a esos trastos,... - dijo señalando al tesoro que cargaban sus compañeros - en cuanto a esta espada corta, pequeño Puil, no quiero que la llegues a desenfundar, pero si llegaras a verte en problemas, me gustaría que la llevaras por si acaso.

Prevenir nunca era suficiente, y por ello entregó la espada corta del compañero caído. Solo por si llegara a necesitarla.

Buscó la antigua habitación de Cigfa, para saber si estaba disponible, para utilizarla y almacenar los supuestos tesoros que no fueran a llevar con ellos. Tomó la bolsa de seda negra con el símbolo de estrella con el pendiente en su interior, y probó de ver la bolsa y el emblema, pues el pendiente no parecía mágico, y aun así intuía que sería importante en algún sentido. Pero seguía sin ver nada, le recordaba esa bolsa a la flauta maldita del enano, que ya recordándola, se la pidió, a ver si veía algo, pero tal vez el nuevo integrante pudiera ver algo que ellos no.

Pero,... esta vez tal vez vería algo.

Y ya que estaba miro los aros de oro, tal vez eran mágicos, y ni le dio demasiada importancia.

Elendin esa noche compró varias hierbas para el viaje y para ella misma. Después subió a descansar, una vez hubieron acordado la hora en la que partirían al día siguiente.

Una vez despiertos y en marcha, bajó a los establos a ensillar a Viento de Fuego para una nueva aventura, le acarició el morro con mimo y comprobó sus crines, aunque esta vez no había pagado por sus cuidados.

- Puil, ¿sabes manejar una espada? - preguntó, tentativa, por si la idea de darle un arma a aquel crío era una posibilidad más de que se hiciese daño. No podía pensar en él de manera maternal.

Cargó sus cosas en las alforjas y se preparó para salir.

El noldo se levantó por la mañana en su lecho, tras haberse aplicado la hierba adecuadamente en su mano y haber hecho lo mismo con la de la dúnedain. La notaba mucho mejor, aunque aún no se atrevía a hacer movimientos bruscos con ella. El asunto del enano aún rondaba su mente, pero ya poco podía hacerse y sólo podían esperar a ver como acababa todo aquello.

Se levantó a la vez que la edain y desayunó junto a ella mientras comprobaba si su mano estaba mejor. Tras ello, aprovechó que aún quedaba el pequeño hobbit por despertarse para volver a analizar los objetos del grupo y continuar con su investigación, algo con lo que al menos podía descansar su mente de todo lo acontecido. Y tras acabar, se lo devolvió a sus dueños y les explicó las propiedades que había descubierto, en caso de haber alguna nueva que revelar.

Luego se pasó por la barra para comprar provisiones para el viaje y salió finalmente a los establos, para ensillar y limpiar a su caballo mientras esperaba al resto. Lo hacía con dedicación y soltura, mientras pensaba que no le había dado ningún nombre a su adquirida montura, y pensando un nombre adecuado le dijo susurrando al animal:

-Ummm -murmuraba mientras pensaba, para al rato tras tenerlo claro añadir- ya sé como te llamaré, serás Tinwë, espero que llegado el momento hagas justicia a tu nombre compañera -terminó diciéndole mientras la acariciaba.

Luego miró con cierta pena al chico que debía acompañarles, y mientras negaba con cierto pesimismo pensaba "Pobre chico, si está en las manos del enano no creo que salga bien parado; si no supo cuidar de un cuerno, mucho menos lo hará con un muchacho..."

Bajo la creciente claridad de la mañana, en un ángulo sombrío de la caballeriza, descansaba el robusto alazano de los Grum,

Sus grandes ojos marrones dominaban la estancia curiosos y recelosos, atentos a cada movimiento de los 7 forasteros, que ahora se reunían en aquel pequeño trocito de su mundo.

Sus cuartos traseros se movían inquietos, y su cabeza se afirmaba altiva, al tiempo que su creciente piafar nos hacía saber que no se encontraba cómodo.

Me adelanté unos pasos interponiéndome entre el  huidizo palafrén y el resto de mis compañeros de travesía, y le hablé en la lengua de mis ancestros.

Shoo, Tranquilo amigo…susurré al tiempo que me acercaba con pasos livianos a su hocico.

Estamos aquí para pedir tu ayuda, nadie quiere hacerte daño…shoo

Tome una espiga de maíz de una carretilla y la acerqué con mi mano al morral del alazán.

El animal rezongó un instante, pero enseguida se acercó y comió de mi manos…

Shoo, buen chico, shho… me abrí hacia un lado dejando a la vista de nuevo a mis compañeros, e invité al pequeño Rudigar  a acercarse.

…este es Rudigar, el mediano, un Bravo guerrero entre la gente pequeña, le susurré… y yo soy Ragnar el Ermitaño, los dos seremos tus compañeros estos días…si te parece bien…concluí ante la atenta y sorprendida mirada del resto de presentes.

Me adelanté un nuevo paso, quedando ya al lado del jamelgo y le acaricie las orejas mientras peinaba sus crines con mis manos.

¿Tienes un nombre? le pregunte. Esperé unos segundos, y tras unos relinchos del animal, asentí, y mientras rodeaba su cabeza con mis manos, a la manera de quien sujeta un cáliz en una ofrenda, sonreí  como si el bayo me hubiese dicho algo divertido, y respondí con cierta solemnidad.

…sea pues, porque no serás menos que tus iguales mientras cabalgues conmigo…y a partir de hoy te llamarás también Kôllo, que en la lengua de mis padres significa “El que soporta una gran carga" 

Entonces aflojé los estribos, retiré las alforjas y todos los aperos salvo la silla, y no dejé ni cinchas, ni riendas. Y cuando el Hobbit me dedicó una mirada disconforme reí abiertamente y me dirigí de nuevo a él:

No temáis valeroso Belinfante, no necesitaremos ninguna de esas cosas, pues Kôllo, nos guiara de buena gana y no nos dejará caer, le dije a Rudigar mientras le sonreía y me ofrecía a auparlo a la grupa de animal.

Tras una información interesante de última hora por parte de Ragnar, el silvano se acercó a la puerta de la habitación del comerciante.

"Toc, toc" "toc, toc, toc" cinco leves toques comunes para mostrar respeto y curiosidad sonaron en la puerta, y esperó un momento a que se le diera permiso para entrar, o le abrieran.

- Disculpadme - decía con una leve reverencia - me hablaron de un comerciante alojado aquí, por lo que me gustaría de ser posible ver vuestra mercancía, iniciaré hoy mismo mi camino, y tal vez algo de entre vuestra carga pueda ayudarme.

La bolsa del silvano colgada del cinto no parecía demasiado llena, pues ante la compra anterior a los Grum había decrecido considerablemente, pero si podía conseguir algo a buen precio, no estaría de más.

  El elfo regresó a las escaleras que ascendían a la parte superior de la posada, tomó allí el pasillo de la izquierda. Este le llevó a la sala común dónde dormían. Cuatro puertas emergían de la sala común hacia las cuatro habitaciones individuales de la posada.

 Elendorn tomó la tercera puerta, la que contaba con el número dos en la puerta, accediendo a las estancias del gondoriano Goldbang. El oriundo apotecario lo recibió con camisa larga de dormir y gorro también de dormir. 

 Sobre la cama había dispuesto una gruesa tira de cuero y, sobre ella, había bolsas y flascones debidamente identificados.

 Elige lo que quieras y pagame antes de cogerlo... quiero vestirme para ir a desayunar, date prisa...

 Los ojos del mercader parecían llenos de apetito.

 Puil asintió a la pregunta de Elendin y se guardó la espada entre sus ropas, atada a su cinto. Cuando le pagaron el caballo y le preguntaron por las raciones se fue corriendo a buscar a su hermana. Soñolienta, pero con su mercancía a cuestas, apareció la hija mediana de los Grumm.

 ¿En que puedo ayudaros? luego, mientras pagabais, os confesó Espero que encontreis a mi hermano... suerte...

El silvano sonrió, viendo el mismo precio que le había dicho kallen, le entregó 10 monedas de oro justas por ella, que se le iba a hacer si el precio era igual, estaba claro que era un vendedor de los que caigas bien o mal, tiene un genio impasible. Pero aun y así era mejor que nada.

- en paz quedamos pues buen hombre. No le entretengo más, sin duda el hambre matinal es único.

Pacto cerrado y zanjado se retiró agradeciendo el trato, sin molestarle haber comprado un par el día anterior bastante más caras, después de todo, los tratos eran así, unas veces salía mejor y otras peor.

El elfo bajó por las escaleras, si deseaban sus compañeros alquilar la habitación, para guardar lo sobrante, era cosa de ellos, el solo cargaría con los dos aros de oro en espera de ser tasados, y con la bolsa de seda, y las raciones de viaje, la espada corta del caído dinhedel se la había dado al crío. Así que a el poco más le quedaba por cargar.

Viendo a la chiquilla, se acercó sin pensar mucho más respondiendo a su deseo de suerte - esperemos que así sea, confiaré en que conoce bien el terreno y se ha sabido ocultar en caso de estar herido, y por ello, llevaré raciones de viaje para ambos. Dame raciones de viaje para tres semanas, una lona embreada y un frasco de aceite por favor.

Rudigar estaba más bien afectado por las riñas internas del grupo. Se había acostumbrado a su compañía y a pesar de lo extrañas que le resultaban sus razas, sus costumbres y su mala educación respecto al correcto trascurrir de las comidas a lo largo del día, les había tomado cariño. Y ahora peleaban porque uno había hecho las cosas como mejor había pensado posible. Es más, el hobbit no admiraba la resolución que había tomado el enano, pero tampoco pensaba criticarla, parecía lógica. Pero parecía que los inmortales elfos pensaban diferente. Era de suponer que ellos veían las cosas con más perspectiva y, en efecto, la idea de que un ejército se lanzase al combate al son de aquel cuerno no resultaba nada agradable. Pero Cigfa era una mujer anciana a la que no podían quedar demasiados años de vida, ¿qué mal podía hacer? Tal vez mucho, pero ¿quién es un simple mediano para meter sus narices en asuntos de tal envergadura? Así que calló.

También procuró no meter baza en el tema del viaje, porque bueno, le estaban regalando un caballo cuando él sólo había ofrecido, en su momento, una mula. Eso era bastante generosidad, aún cuando no pudiera montarlo solo. Añoraba a la testaruda Brucelinda, pero ahora tenía a Kôllo, un bello ejemplar. Por su tamaño le resultaba un tanto intimidante, pero seguro que se acababan llevando bien.

Luego estaba el asunto del chico, Puil, su joven guía humano, alguien a quien poder mirar por fin a los ojos. Un muchacho atrevido y responsable. Rudigar esperaba que no le pasara nada malo durante el viaje, no se lo perdonaría. Los jóvenes son los más inocentes y los que menos merecen que les pase nada. Si fuera por él, hubiera preferido a su padre, aunque a veces ser pequeño y ágil puede ser mejor que ser grande y ruidoso...

Con decisión y buen talante, Rudigar montó tras el semi-elfo (¿?) - norteño, presto a partir. El ritmo lo decidirían otros, pues al fin y al cabo él no era el que llevaba las riendas.

-Mi buen Ragnar, temo que os han tomado el pelo. Una moneda de oro por los servicios de un hombre no de armas para estos menesteres me parece un robo, casi un atraco a mano armada. Además, por mi experiencia le digo que luchar contra trolls no lo hace cualquiera, que prefiero el sigilo y la inteligencia antes que la fuerza bruta, y que el hecho de ser uno más, aunque aumenta el número de blancos, también puede hacer que nos descubran antes. En resumen, muy a mi pesar, os digo que no creo que sea buena idea y que debo negarme a patrocinar semejante desatino. Vos, en cambio, sois de otra pasta, no hace falta ser un experto para darse cuenta. Me alegro de que os hayáis añadido a nuestro variopinto grupo para rescatar al herrero. Ojalá lo consigamos. Desde luego es una buena causa...

El mediano, en quien había puesto mis esperanzas, rechazó mi ofrecimiento con extraños argumentos...

El sigilo era una cualidad importante, sin duda, pero en un Grupo con bestias, un niño, y un enano, no veía como Falen podría suponer un obstaculo al respecto...

Pensaba más bien, que Rudigar no conocía a Falen en absoluto, y quizas mi manera de introducirle su nombre, como un comerciante cualquiera, no había ayudado.

Jamas se me habría ocurrido proponer al Orondo yerbatero de Gondor, pero Falen era un hombre curtido, no me había pasado desapercibida su espada ancha, y a buen seguro sería de mas ayuda en un combate cuerpo a cuerpo que el pequeño Hobbit o yo mismo... y por lo que había podido observar, el grupo no parecía ir precisamente sobrado de musculo...

Aparte del enano, no me parecía que ninguno de los demas estuviese capacitado para soportar más de un envite cuerpo a cuerpo con un Troll.

O nunca se había topado con uno, o subestimaba su fuerza haciendo gala de una gran imprudencia.

De todas maneras, no tenía ya tiempo para determe a intentar convencerlo.

Falen esperaba mi respuesta en el interior de la Posada, y el tiempo se nos echaba encima.

De modo que dejando a un lado ya toda precaucion, y a riesgo de sentir nuevamente el rechazo y las duras miradas de los elfos, me dirigí al grupo, y les hablé a todos, si bien mis ojos miraban directamente a los del enano, pues en el depositaba ahora todas mis esperanzas, a sabiendas que el resto, que ya se habian mostrado antes muy recelosos con los forasteros, muy probablemente fueran de la misma opinión que el mediano.

Señores, tengo una petición para todos, y el tiempo se agota, asi que, iré directo al grano.
He convencido a mi compañero de dormitorio para acompañarnos en esta temeraria misión...

dije mientras apartaba mi capucha y dejaba a la vista mi larga melena color ceniza.
Las primeras luces del Alba se proyectaban ya sobre la puerta de la caballeriza, y por unos breves momentos todos pudierón percibir como pequeñas hebras de cabello brillaban con un fulgor plateado. Dispersas, pero conformando un halo casi magico, que rapidamente se deshizo en el aire, dejando tan solo la estela de una vana ilusion, una nube de rocio, reglejada contra la luz de la mañana. Entonces levante la vista y continué:

El hobbit no parece comprender el alcance de la tarea que tenemos por delante. Aseguré mientras dulcificaba mis palabras dedicandole a Rudigar una sonrisa comprensiva.

No se que idea te habrás fabricado del comerciante Rudigar, pero yo tampoco soy un hombre de armas, y estoy bastante seguro que Falen esta tan preparado como el que más para la lucha con armas, a buen seguro más que un humilde servidor, y sospecho tambien, que muchos de los aqui presentes...ya es la segunda vez que lo digo hoy, pero no deberiamos juzgar a nuestros semejantes por su profesión o su raza, o las vestiduras que porten, sino por su espiritu y sus acciones.
Le reprendí, pero con un tono afable y calido que no dejaba lugar al reproche. Como el que un hermano mayor usa para aconsejar al pequeño.

Solo hay un pequeño problema...le he prometido una suculenta cantidad de monedas por cada día de travesía. Una moneda de oro por jornada. Amen de su parte proporcional en un hipotetico botin...
...y el problema, es que todavía no dispongo de dicha cantidad.

Por eso ahora os pido a todos una moneda a modo de Prestamo. Con la promesa de devolverosla yo mismo cuando hayamos terminado la misión.
No temais, pues puedo conseguir el dinero.
Podría vender ahora mismo todas mis armas y algunas de mis cosas para conseguirla, pero sospecho que necesitaré muchas de ellas antes de que todo este asunto haya terminado.
Si el posadero no se ha equivocado en sus previsiones, esta expedición no nos llevará mas de 3 dias a lo sumo, y personalmente me sentiría mucho mas seguro con 2 brazos extra a mi lado...dos brazos fuertes, y si se me permite, una mente despierta.

Los escruté a todos, uno a uno, dejando en último lugar a Fjalar.

Se que apenas nos conocemos, y entendería que no quisieseis confiarme tanto dinero, pero si no lo haceis por mi, hacedlo por el joven Grum, por su familia...que diablos, por toda la gente que vive bajo la permanente amenaza de esas horribles y estupidas criaturas. Apostillé intentando apelar injustamente a su lado mas caritativo.

...y si nada de eso os mueve, pensad que tal vez su espada pueda salvaros la vida en las proximas horas...pero solo si esta alli con nosotros para blandirla...

Terminada mi representación, volví a cerrarme la capa y a cubrirme con la capucha, y de un salto, me encaramé en una varanda de madera y me senté a esperar su respuesta.