Partida Rol por web

Elendin se encogió de hombros ante la decisión del grupo, por lo que escuchó el consejo de Ragnar y se dispuso a esconder las monturas también. Esperaba que la incursión fuese breve, ya habían tentado demasiado a la suerte.

 Ragnar con la ayuda de Elendin escondieron las monturas. Fjalar los acompañaba.

 Tirlindë dirigía la operación desde la base de la torre. Elendorn y su arco estaban en lo alto. Los ojos les escocían por el sol y toda la noche sin dormir. Rudigar se despojó de todas sus pertenencias menos su fiel daga y se introdujo en el agua que inundaba la torre.

 No tardó en encontrar el cofre, apoyado en un estante varios metros bajo el nivel del agua. Pero al intentar atarle la cuerda, el cofre se deshizo entre sus manos. Podrido hasta los topes, la madera parecía barro entre sus manos. Las brillantes monedas de metal salieron despedidas en todas direcciones, confundiendose con los pececillos plateados que nadaban en el agua.

 Rudigar recuperó 10 monedas de plata. Pero había al menos diez veces más en el cofre justo antes de rebentar. Miró al fondo, pero estaba oscuro. Seguramente conectaba con la corriente que habían visto. Si quería recuperar más monedas debía nadar más profundo.

 Pero antes tomaría aire e informaría a los demás.

-Si estas monedas no son de mithril, y no me lo parecen, estamos perdiendo un tiempo precioso, el agua está fría y voy a tardar una eternidad en recuperar esas monedas... Mira, hago otra zambullida con más cuidado y nos vamos, ¿de acuerdo? Dadme un saco que pueda mojarse, lo usaré para sacar todo lo que pueda de una vez. Si no tenéis, guardo uno en las alforjas de mi montura...

Algo le decía a Rúdigar que no debía permanecer demasiado tiempo allí abajo, tenía una mala sensación, más allá de la incomodidad y de que el tiempo pasaba inexorablemente en contra del grupo. No, había algo más y no le gustaba. Cuanto antes acabaran con el tema del cofrecillo, mejor.

El noldo asintió al silvano, para que le transmitiera su mensaje al hobbit, diciendo:

-De acuerdo, yo iré, asegúrate de que no haya nada importante, a excepción de las monedas; de lo contrario, tienes razón, no merece mucho la pena quedarse ahí -expuso concluyendo su alegato, para acto seguido ir hacia el caballo del hobbit y traerle su saco.

Escondido tras unos arbustos en un lateral de la torre, permanecía atento a las inmediaciones, con la vista puesta en la zona boscosa por donde habían llegado los últimos Orcos.

Al mismo tiempo, mi oído, captaba sin demasiado esfuerzo la discusión que el Hobbit y el Noldo mantenían en lo alto de la torre.
No me gustaba lo que oía, si pretendían realizar varias incursiones, aquello podría demorarse demasiado.

Al menos esperaba que el buen juicio imperase y no tardasen mucho en inspeccionar la torre.

desde donde me encontraba, pude observar que tanto la norteña como el enano no se habían escondido de modo que llame su atención con un susurro y les hice señas para que lo intentasen, o al menos se apartasen de la linea de visión de aquellos que pudiesen llegar desde el bosque.

El silvano frenó al Noldo - no perdamos el tiempo, tened Rudigar, no es enorme pero es una bolsa, id con cuidado - el silvano entregó al hobit, la bolsa que siempre llevaba consigo, aquella de seda neda con aquel símbolo de hilo plateado con forma de estrella de siete puntas, pese a no ser la bolsa más grande del mundo, algo ayudaría, después de todo, si el pequeño decía que solo habían esas monedas, no sería Elendorn quien dudara de él.

Si quería comprobar el Noldo lo que decía Rudigar, en vez de perder el tiempo en viajes para subir y bajar por la cuerda, que se zambuyera él mismo, no quería estar esperando al siguiente grupo de orcos.

 Ragnar instó a Fjalar y Elendin para que se retirasen en la medida de lo posible de la vista.

 Rudigar se zambulló una vez más. A pesar del saco, no consiguió recuperar más que tres de esas huidizas monedas... debería bajar más, pero no conseguía llenar sus pulmones bien de aire.

 Volvió a notar algo, como temblores debajo del agua. Algo se movía debajo de sus pies, algo más grande que unos pececillos de río. Todavía somnoliento, pero en movimiento.

 De eso no cabía la menor duda.

Fjalar esperaba impaciente mientras, escondido, vigilaba la entrada. No tenía demasiado que ofrecer en el agua y, a pesar de ser solicito a cualquier petición, no pensaba entrar allí por nada en el mundo.
Así que sólo le quedaba aguardar vigilante, y aburrido, a que sus compañeros terminaran la zambullida.

El silvano alargó la mano para que si el hobbit no encontraba nada más que monedas de plata, ayudarle a salir, unas monedas de plata no valían el tiempo que estaban perdiendo, por lo que recogería su cuerda y se retiraría de una vez. Seguro que su valeroso corcel también se alegraría de irse de aquel lugar, y como él puede que los demás.

-Uy-uy-uy-uy, ¡ahí abajo había algo! ¡en el agua! ¡vámonos! -exclamó el hobbit, que había hecho el recorrido hasta subir de nuevo a la superficie casi más rápido que lo había descendido.

Sí, desde luego que allí había algo. Y si ese algo había convivido con orcos y un brujo maligno, no podía ser nada bueno. Cuanto más espacio pusiera entre aquella torre inundada y él, más feliz sería.

-Esas monedas no valían el miedo que acabo de pasar. Podéis reíros si queréis, pero allí abajo hay algo, seguro. No vuelvo ahí ni loco.

Esto lo decía un pequeño guerrero que había disparado con éxito no sólo a orcos, sino también a un gólem, cuervos malignos, unos trolls... y sin embargo, aquel ser maligno de ahí abajo le aterraba más que todo eso junto. ¿Irracional? Por supuesto, el miedo lo es por definición.

Desde donde me encontraba podía sentir los tumultos en lo alto de la torre. Una inquietud creciente se había apoderado del corazón del mediano...se estaban demorando demasiado.

Si no regresaban pronto, yo mismo saldría de mi escondite para anunciar mi partida. Pero todavía aguantaría un poco más...no debia desvelar mi posición por si nuevos enemigos llegaban a la torre.

 El hobbit salió del agua mojado y asustado. Sólo trece monedas de plata más rico.

 Elendorn y él desdendieron de la torre. Si el noldo estaba de acuerdo, todos tomarían los caballos, intentarían  cruzar el bosque y salir al camino. Puede que  no esta noche, pero mañana por la noche estarían en la posada.

Tirlindë palmeó orgulloso la espalda del pequeño hobbit, a la vez que le decía:

-No os preocupéis maese hobbit, esto os ha hecho más fuertes -inquirió el eldar para que no fuera tan alarmista- ahora sí, nos iremos para no volver en una temporada... -concluyó, aunque le molestaba en cierta forma que aún quedaran cosas por descubrir en aquel laberinto...

Finalmente, cuando se marchaban, mientras debatían la ruta, dejó clara su opinión diciendo:

-No creo que sea buena idea cruzar el bosque, aunque si nos da tiempo a cruzarlo de día quizás sea lo mejor...

 Ahora que el grupo había decidido irse, debatían sobre cual debía ser la ruta a seguir.

Una vez que el sub-grupo de la torre inundada volvió junto a las monturas, el hobbit no tardó apenas en volver a acariciar el hocico de la suya y en volver a montarlo. Sorprendía ver cómo alguien tan pequeño podía montar un animal proporcionalmente tan alto.

-Voto por atravesar el bosque hasta llegar al camino y luego cabalgar hasta la posada. Puede que los orcos nos sigan, pero yendo en esa dirección, al llegar al camino difícilmente sabrán si vamos en una u otra dirección, la posada estará más a salvo.

Ese era Rudigar, siempre pensando en los demás.

- Yo opino como maese Rudigar - declaró la montaraz - creo que la opción del bosque es la más acertada, no quiero volver a vadear ese río sin brazos - Elendin sintió un escalofrío sólo de pensarlo. - sea cual sea el camino que elijamos, ¡debemos hacerlo pronto! - la joven se impacientaba.

El silvano subió sobre Astarion de apenas un suavebsalto, en realidad le daba igual el camino que se tomara, solo quería irse de una vez por todas de aquel lúgubre lugar.

El enano suspiró un tanto intranquilo mientras llegaban a un acuerdo. Como a Elendorn, no le parecía mal ningún camino pero, lo que sí creía, era que deberían descansar por la noche, una vez se hubieran alejado del maldito castillo.

- Todos los caminos tienen sus ventajas y desventajas. Si alcanzamos el sendero podremos volver rápido a la posada, sin embargo, debemos llegar allí atravesando el bosque. Por otro lado, siguiendo el río será un camino más lento, pero más directo. Lo que decidáis estará bien por mi parte.-dijo tratando de poner las posibilidades sobre la mesa.