Partida Rol por web

- Yo tampoco sé donde están - admitió la joven, un poco menos preocupada al ver que Rudigar estaba bien - ya volverán, quizás se retrasaron en alguna tienda - no le dio mayor importancia al asunto - Venga Rudigar, siéntate y cena, el estofado está buenísimo - lo animó Elendin, mientras bostezaba fruto del cansancio.

 La camarera asintió cuando le pidieron notícias. No eran los primeros.

 Pues sí, lo más calentito ahora mismo es que los hijos de Hir Tinare y Hir Calantir han solicitado la mano de la princesa Nirnadel. El Canciller está pensando... y recibiendo ofertas por la mano de la joven. entonces baja la voz como si lo que fuese a contar fuera realmente lo más secreto Pero dicen algunos que ella no ama a ninguno de los dos. Su corazón, según dicen, es para un Rey del Norte.

La camarera, tras las notícias, pregunta:

 ¿Necesitan algo más? ¿Vendrán sus amigos a cenar?

"¿Un Rey en el Norte? si ya no queda ninguno..." pensó para sí extrañado de aquella afirmación pero sin darle mucha importancia, pues en la política de los edain poco podía hacer el noldo, aunque deberían dejarse aconsejar por alguien como él...

Así pues, respondiendo a la amable camarera dijo:

-Gracias señorita; en cuanto a nuestros amigos, lo cierto es que no sabemos nada de ellos, así que supongo que cuando lleguen ya se pedirán ellos la comida -concluyó sin saber en qué clase de lío se habrían metido.

Así pues, si no llegasen a una hora decente, Tirlindë tenía claro que se iría a dormir y dado que su sueño era más ligero, cuando se despertara iría a averiguar si habían regresado o no...

La montaraz comenzaba a tener sueño, aunque lo que acababa de decir la tabernera lo consultaría con su amigo.

- Vamos amor mío, debemos descansar... - dijo simplemente mientras se encaminaba a su habitación. - en la ciudad no les puede pasar nada ¿verdad?- seguía preocupada por sus compañeros, pero como había dicho Tirlindë, tal vez volverían tarde esa noche

- muchísimas gracias señorita - concluyó también, tal vez deberían intentar ver que pasaba con esa princesa, ¿sería aquello del príncipe del norte una excusa para no casarse?

En cuanto a sus compañeros, se aventurarían en la ciudad que no conocían? El mapa mostraba solo una parte que si bien facilitaba moverse por aquella sección no lo hacía sencillo, esperaba que no se hubieran aventurado en zona desconocida.

 Estuvieron charlando con el pescador lo que duraron las jarras de vino, sobre los malos tiempos y lo mucho que se había empobrecido la ciudad con las guerras y la ausencia de un rey. Los mendigos se agolpaban a sus puertas, mientras la población intentaba subsistir prácticamente con casi nada.

 A la media noche salieron de la taberna, tomando la barca. El hombre quizá cantaba desafinando de más, pero el bote apenas zozobró. La costumbre se impuso a la borrachera y finalmente, el tipo consiguió cubrir el trayecto sin volcar.

 Al tocar el suelo firme, Fjalar se sintió aliviado. Ragnar, entre el vino y el bote, más bien se sentía mareado. Ambos se despidieron apresurándose para volver a su alojamiento.

 Ragnar y Fjalar aparecieron por la recepción del pequeño hostal cuando los demás ya salían del comedor. Prácticamente, encontraron a Elendin y Tirlindë en los primeros peldaños de las escaleras, subiendo a dormir.

 Me temo que la cocina ha cerrado ya. les informó el hobbit.

 Los camareros habían levantado las sillas sobre las mesas y se dedicaban a barrer y limpiar el comedor. Rudigar le pidió a la pareja que esperase un minuto.

 Como os decía quiero anunciaros algo y quiero que estéis todos: he encontrado trabajo de aprendiz en "La guadaña y la espada de Amril" dijo con alegría No está lejos de aqui y  no pagan mucho, pero me permite cubrir mis gastos en la posada. Y también tengo ahorros.

 El resto del grupo lo miraba como sin terminar de entender lo que quería decir.

 Mirad, esta vida de aventurero está muy bien, acampando al raso y jugándose la vida a cada momento. Pero yo soy un herrero. Y un hobbit. trataba de explicarse No deseo tanto riesgo y emoción en mi vida, al menos ahora no. Quiero aprender más sobre mi oficio y Amril puede enseñarme muchas cosas. Quizá más adelante volvamos a cabalgar juntos... bueno, ¡seguiré compartiendo mi habitación con Fjalar!

 Estaba claro que no perderían el contacto con el mediano, al menos mientras no saliesen de Tharbad. Les explicó dónde estaba la herrería y como podían ir a verle cuando quisieran.

 Finalmente, mientras subían a descansar, añadió:

 Ahora ya no estaré cubriéndoos con mi ballesta... procurad que no os maten, ¿vale?

 Era una lástima, pero era una oportunidad que debía aprovechar.

Cuando llegamos a la posada, el resto ya se dirigían a sus habitaciones. El día había resultado largo y en cierto modo agotador...sobre todo para el enano. No era ajeno al esfuerzo que le había supuesto acompañarme en nuestra pequeña travesía al otro lado del rio.

Mi cuerpo también pedía descanso, de modo que no nos entretuvimos mucho.

Fue entonces cuando el pequeño Rudigar nos reunió a todos un segundo a los pies de la escalera y con cierta solemnidad se dirigió a nosotros en un tono de despedida que desprendía cierto sabor añejo...

A medida que avanzaba su discurso una sonrisa nostálgica y llena de melancolía se fue dibujando en los rostros de sus compañeros.

No conocía al mediano desde hacia mucho, pero juntos habíamos vivido grandes momentos...desde hazañas increíbles, hasta las mas divertidas anécdotas, sin olvidar incontables noches de cerveza y alegre tertulia alrededor de la hoguera...
Con el paso del tiempo había terminado sintiendo cierto apego por el Hobbit. Su aire despreocupado e inocente, sus divertidos monólogos sobre peculiares familiares y vecinos a la hora de las comidas (que se alargaban prácticamente durante todo el día, pues siempre era la hora de comer algo según la tradición de los medianos), su sentido de la lealtad, y por ultimo, aunque no menos importante, su pericia, habían hecho de él un miembro insustituible dentro de aquel insólito grupo de aventureros.

Antes de que hubiese terminado de hablar me acerqué a él dispuesto a darle un abrazo...finalmente el intento abrazo terminó con el bueno de Rudigar izado por mis brazos como un niño en el regazo de su padre. Hasta tal punto que el joven Belinfante empezó a sonrojarse y avergonzado empezó a patalear pidiéndome que lo soltase...

Todavía lo sostuve durante unos segundos,en alto, mientras todos reían a carcajadas, hasta que el mismo terminó uniéndose al alboroto general.

Me alegro por ti Rudigar. Aprendiz de Herrero...Suspiré...por fin podrás dedicarte a aquello que siempre habías soñado...estoy seguro que serás un extraordinario Maestro algún día...tal vez entonces vengamos a aprovecharnos de nuestra amistad....jajaja

...Así que la guadaña y las espada...dime, ¿ese tal Amril no tendrá nada que ver con Lamril el Herrero no?
A pesar de los sentimientos encontrados, no me había pasado por alto la similitud de aquellos nombres, y me preguntaba si se trataba de simple casualidad.

El silvano escuchó apoyado en la pared, un gran avance para aquel hobbit, y un sentimiento de orgullo por haber compartido un tiempo que casi le parecían años.

La fácil reacción de Ragnar, casi más humana que silvana, le hizo sonreír, solo le hubiera faltado lanzarlo al aire diciendo "arribaaa", eso si que hubiera sido colmar el momento cómico. Cuando estuvo de nuevo en el suelo, Elendorn hincó una rodilla en el suelo poniendo si diestra en el hombro de Rudigar, y habló con una sonrisa sincera - ha sido un honor viajar juntos pequeño, no dudes en volver a buscarnos si te das cuenta de que las forjas no te dejan tiempo para comer cinco o seis veces al día, seguro que Tirlinde te preparará uno de sus potajes cuando vuelvas - lo de los potajes casi le hizo reír, era una especie de broma que seguramente solo entendería el Noldo, la muchacha y él mismo, pero que si no la hubiera hecho, se hubiera quedado con la sensación de haber desperdiciado la oportunidad.

Se levantó con calma, sin soltar el hombro del mediano hasta estar alzado y dejarlo con parsimonia, una forma de decir con gestos tranquilos que echarían de menos sus tiros certeros.

El mago, de mano de su querida Elendin, se paró y regresó para con el grupo al verlos aparecer, para acto seguido escuchar la noticia del hobbit. Tirlindë la recibió con cierta congoja, pues aunque en su mente fría y calculadora sólo lamentaba la pérdida de un excelente ballestero, lo cierto es que le había cogido bastante aprecio al mediano, pues sus continuas alabanzas y respeto hacia su persona le habían marcado para bien.

Así pues, mostrando una media sonrisa ante el comentario del silvano, le dirigió al hobbit unas palabras de despedida, diciéndole tono sincero:

 -Te extrañaremos mucho amigo mío, eres una parte vital del grupo que costará suplir -expuso un tanto apenado- pero si ser herrero es tu sueño, respeto tu deseo por verlo cumplido, te deseo todo lo mejor en tu nuevo oficio, y quien sabe, con un poco de suerte podemos conseguir también algo de descuento -indicó a modo de chiste, algo bastante insólito en el mago- además, esto no es un adiós, como caigamos en una trampa porque no estás tú para desactivarla, ten por seguro que vendré a reprochártelo -concluyó con ironía, mostrando su lado mordaz pero amistoso a la vez.

Acto seguido reanudó su marcha y se dispuso a recuperar las labore maritales que tenía por delante...

Cuando ambos llegaron al dormitorio, el noldo hizo entrar a la dúnedain con una pose bastante caballerosa, haciendo que se sentara a los pies de la cama y quedándose él apoyado en la puerta de brazos cruzados y mirada libidinosa, a lo que añadió con su voz clara e imponente:

-Bueno, mi querida dama, creo que tenemos una noche tranquila y "apetecible" por delante, ¿no crees? -expuso en tono socarrón, a la vez que se deshacía de su nueva toga con un solo movimiento, pues ya se la había desabrochado mientras ascendían, quedando sólo con un sugerente taparrabos; y acto seguido, acercándose a la hermosa dúnedain con su porte galante y erótico, la inclinó suavemente sobre la cama, gateando sobre ella y empezando a desnudarla, para finalmente besarla con toda la pasión que pudo atesorar, explorándola incluso con su lengua para decirle finalmente- shhhhh tu sólo déjate llevar... -concluyó para que Elendin se relajara y dejara a su amado seguir hasta el final...

 6 de Girithron
 21:00 - 9:00

 Los compañeros pudieron disfrutar de un merecido descanso en la posada.

 Sábanas y mantas calientes y secas después de tantos días pasando frío y penurias por los caminos.

 El alojamiento en Tharbad, aunque sencillo era cómodo y revitalizante.

 A la mañana siguiente se encontraron en el comedor para desayunar. Rudigar les aclaró que, probablemente el parecido en el nombre se encontrase en su ascendencia: ambos eran nombres Dunlendinos, así que probablemente ambos hombres tuvieran ascendencia montañesa... ¡como gran parte de la población de la ciudad!

 Tras liquidar sus gachas, queso y leche, el hobbit se marchó silbando y contento a su  nuevo trabajo.

Esa noche había meditado tranquilo, sin pensamientos oscuros o turbios como iba siendo habitual en él, quizás el conocer a una nueva persona con la que intercambiar historias le sentó bien, aunque debería cambiar de ubicación, pagar tales peajes era un abuso. Bajó de su habitación acercándose al mostrador para pagar un nuevo día su habitación, antes de ir a la mesa con sus compañeros a desayunar.

Solo tenía un lugar que visitar esa mañana, el ebanista cercano a la posada era su objetivo, esperando que le pudiera ayudar a poner a punto su arco, y quizás incluso mejorarlo o renovar su cuerda.

Con su desayuno comprobó de paso la flecha de nogal, sabía que aun se le escapaba algún detalle de ella y le gustaría saber cual; el desayuno sabía mejor con un buen entretenimiento.

El mago se despertó bastante más animado que de costumbre, se despidió del pequeño Rudigar con alegría a la vez que desayunaba con el resto de sus compañeros, pues no habían podido compartir todos mesa la noche anterior. Así pues, haciendo memoria de lo saqueado en la torre de Ar-Gular, el noldo les dijo:

-Buenos días compañeros, estaba haciendo memoria y me acabo de acordar que para estos días en los que tan bien nos hace un poco de oro extra, creo que deberíamos vender los libros que encontramos en la fortaleza del malnacido de Turlin -dijo pronunciando con odio su nombre- y creo conocer al hombre perfecto para ello -indicó esperando que Elendin y Elendorn supieran a quien se refería- así pues, si os parece bien, venderemos los libros y nos repartiremos el dinero, ¿qué os parece? -concluyó esperando que estuvieran de acuerdo y quisieran acompañarles hasta la tienda del día anterior de aquel mercader tan amigable, no sin antes pasarse por la ebanistería que el silvano había solicitado.

[Flash-back]

La joven contemplaba curiosa como su amado elfo parecía no querer irse a dormir como todas las noches anteriores. Muchas veces se habían quedado en vela hablando sobre los planes del futuro, o abrazándose y besándose con las estrellas del cielo como único testigo, pero la actitud del noldo prometía que esa noche iba a ser diferente.

Con interés y cierta novedad, observó como se quitaba la túnica y se quedaba en taparrabos delante de ella. No era la primera vez que observaba el cuerpo semi-desnudo de Tirlindë, pues durante sus largos viajes se habían tenido que bañar en ríos y lagos, o siempre que hubiese agua para poder hacerlo, pero esta vez iba a ser diferente... no había agua de por medio.

Cuando su amado se puso a gatear y fue a intentar quitarle la ropa, la joven entró en estado de alerta, y arrastrándose fuera del alcance del noldo, lo apartó de un manotazo.

- ¡Amor mío! ¿¿pero qué haces?? - pero al poco advirtió cuales eran las oscuras intenciones del elfo.

Negando con la cabeza y mirando de manera reprobatoria, riñó a Tirlindë.

- ¿Ves un anillo en mi dedo? - su tono era socarrón como el de él. Lo bajó de la cama y se metió bajo las mantas sola - buenas noches, amor mío... - y procedió a dormirse.

Contenta de ver al hobbit tan feliz, terminó su desayuno rápidamente.

- Sí, no estaría mal vender los libros - dijo pensativa - yo aparte quiero visitar a mi compañero, creo que debería preguntarle unas cuantas cosas sobre lo que está pasando en Tharbad - miró a todos - puedo ir sola si no os pilla de paso, ¿a dónde más queréis ir?

El silvano estaba de acuerdo en acompañe a sus compañeros, aunque no sabía si el peaje sería menor a las ganancias posibles de vender aquellos libros, no habría alguna librería o biblioteca?

- donde toque, si hay que ir a algún lugar, se va.

Me parece bien...respondí a la propuesta del Noldo.

Yo también quiero hacer una visita al Ebanista y tal vez a un peletero...luego echaré un vistazo a los tenderetes de artesanos...

Antes de entregar los libros a mis compañeros les eché un ultimo vistazo, por si alguno de ellos versaba sobre algun tema de especial interés.

El enano refunfuñó un poco al despedirse del hobbit. A pesar de casi haber sido atravesado por sus saetAs en alguna ocasión había sido de una ayuda inestimable.
A la mañana siguiente decidió acompañar al grupo que se formaba para ir al ebanista. No le apetecía viajar sólo por esa ciudad y acabar de nuevo en el río.

 Poco a poco los demás componentes del grupo comenzaban a organizarse.

 Casi todos querían acudir a un ebanista y vender los libros después. Parecía que a partir de ahí se volverían a dividir según sus diversos intereses.

 En todo caso, el desayuno los había llenado nuevamente de energía.