Partida Rol por web

El enano asintió a su compañero y se despidió con una sonrisa afable. La política humana no le era del todo desconocida aunque carecía de interés para él y no creía necesario enfangar más la situación con más preguntas.

Cuando el beornida le comentó de informarse sobre el herrero Fjalar estuvo de acuerdo. No perdían nada por ello y quizá encontrarán algo de valor en la herrería.

 Efectivamente, bajando calle abajo, más allá de la cristaleria, a penas a veinte metros de distancia, había algunos muelles de amarre. En ellos había unas pocas barcas y botes. Sin embargo era enfrente dónde podía verse un enorme islote en el centro del río que formaba parte de la ciudad, dónde grandes embarcaciones estaban amarradas, incluso del tamaño suficiente para poder tapar los edificios que allí se hallaban con sus velas y mástiles.

 Al preguntar por el puerto a los pocos vecinos que ya se encaminaban a sus casas les indicaron que al puerto se llegaba a través de los puentes que unían el islote con el resto de la ciudad. Sin embargo, se estaba haciendo de noche y quizá si cruzaban los puentes no podrían regresar después por que los cerraban de noche. Claro que siempre podrían pedir prestado un bote.

5 de Girithron
 17:00 - 21:00

 Existían peleterias en la ribera sur, si bien no muchas.

 Además comenzaba a oscurecer y pronto sería de noche. Quizá fuera mejor idea regresar a la ribera norte y encontrar allí una peletería. O incluso por el camino. 

 Claro que, si regresaban, deberían abonar una vez más los pasajes de los sucesivos puentes. De hecho, llegando al que abría el paso a la ribera sur y costaba de 1 moneda de plata pudieron observar que ya habían cambiado de guardia, por lo que no estaba el amigo de Tirlindë y también los apremiaron a cruzar ya que, por motivos de seguridad, los puentes cerraban durante la noche.

 Toque de queda... dijeron los soldados como toda explicación.

El mago avanzó por la ribera sur por si veía alguna peletería del agrado de su amada, mas temiéndose que tendrían que pagar de nuevo el peaje, empezó a concentrarse en el hechizo que usó con anterioridad; para en cuanto le dieron el alto, se acercó hacia el sargento de nuevo, con caminar tranquilo, y de forma imperceptible impuso su magia sobre él a la vez que decía:

-Venga amigo mío, déjanos pasar ésta vez y te invito a comer la próxima vez, ya sabes que mi estofado lo merece -concluyó con tono amigable a la vez que concluía con una sonrisa de falsa confianza, haciendo gala de sus habilidades para el trato personal.

El silvano agradecería ir volviendo a la zona anterior, pero comprendía que pasar aquel puente era caro e irse sin revisar lo posible sería un desperdicio.

(*) ¿estofado? - pensó el silvanmo, imaginaba al Noldo haciendo estofado de orco y lagartija, y no le pareció demasiado agradable.

¿Que dices Fjalar? Es tarde, pero quizás encontremos algo interesante...y de noche es cuando los cazadores salen de sus madrigueras y se urden las conspiraciones...tal vez sea el mejor modo de enterarnos de que ocurre realmente en esta ciudad... No tenia ganas de regresar todavía, la noche era joven y apenas habiamos podido aprovechar nuestro paseo por la ciudad.

La montaraz estaba encantada con las nuevas compras que había realizado. Al volver, su amado elfo probó de nuevo su técnica con uno de los guardianes del puente, y esperó a ver si servía para poder ahorrarse unas monedas. Ella afirmaba con energía todo lo que decía Tirlindë para darle mayor apoyo en su mentira. Eso sí, no quería ni imaginarse la clase de estofado que podría hacer ese elfo si lo intentase. 

Mientras, por el rabillo del ojo, buscaba alguna peletería a la que ir.

 Tirlindë pudo avistar una peleteria regresando al puente, aún en el barrio del sur. Se veían chaquetas, cinturones y botas expuestos en la entrada. Lo más curioso, sin embargo, era el cartel de la tienda que estaba al lado:

 Dirhavel, el Alquimista escrito en Sindarín y labrado en mandera.

 El noldo iba pensando como se libraría de pagar en el puente. Un mozo salió de la peletería a atenderles, por si deseaban comprar algo. Su maestro, el marroquinero, cerraría la tienda en breve.

Fjalar no estaba de acuerdo con atravesar el río y quedarse del otro lado pensando en volver en una balsa. Pero aún así no quería contrariar a su compañero por lo que trató de convencer al barquero para saber si podría pasarles y devolverles después de su incursión.

Lo que, desde luego, no iba a hacer es atravesar el río a nado. De ninguna de las maneras.

 Ragnar encontró a un pescador que, efectivamente, parecía dispuesto a cruzarles el río en su barca por el "módico" precio de tres monedas de oro.

 Sin embargo, Fjalar no era llamado "ojos de oro" por nada. Aunque de habitual no era muy social, se mostró hábil en el arte del regateo, consiguiendo que el pescador se comprometiese a cruzarlos, esperarles y devolverlos a la ribera norte por sólo tres monedas de plata.

 Seguía siendo una pequeña fortuna para lo que habitualmente ganaba un pescador, pero aún y así podía ser una buena oportunidad para ellos.

El enano asintió al pescador y le adelantó dos monedas de plata por los servicios que les iba a prestar con la promesa de otra más cuando estuvieran de vuelta. Esperaba que la barca aguantará y pudieran pasar sin problemas ya que no quería acabar bajo el agua y morir ahogado por tratar de adelantar el tiempo en la ciudad.

 El pescador se mostró de acuerdo y tomó las dos monedas.

 Condujo con seguridad su barca enmedio de la oscuridad hasta alcanzar la otra orilla. La ocultó entre dos veleros, amarrándola a un amarre ya ocupado. Justo enfrente de dicho amarre se encontraba El Signo de la Cabeza del Orco, una posada que parecía bastante frecuentada.

 Esperaré allí. dijo el pescador señalando la taberna tras indicarles como llegar al carpintero Baran. Probablemente pensaba gastarse las dos monedas de forma inmediata.

 En realidad, el recorrido era sencillo. Siguiendo los muelles fueron encontrando diversos establecimientos destinados al control del puerto: primero los astilleros, la oficina del capitán del puerto, varios pilotos que alquilaban embarcaciones, un mercado... todo ello cerrado ya a cal y canto. Probablemente el puerto llevaba ya un par de horas sin actividad. 

 Finalmente, encontraron el establo la Pezuña Alada, detrás, como les había indicado el pescador, se encontraba la Carpintería de Baran. Un hombre anciano estaba cerrando ya la tienda, dispuesto a irse a casa. Pero aún estaba allí, podían abordarlo si lo deseaban.

¡Buenas tardes! abordé al viejo artesano para evitar que siguiese recogiendo sus cosas.

Mi nombre es Ragnar y este es mi buen amigo Fjalar. Hemos venido hasta aquí en bote a recomendación de los cristaleros de Calamiri. Nos han dicho que hace usted una gran trabajo con la madera y nos encantaría poder echarle un vistazo antes de que termine el día. Sabemos que es tarde y tendrá ganas de regresar a casa, pero prometemos no entretenerle en demasía y tal vez dejar algunas monedas en su bolsillo si nos gusta lo que encontremos...

El noldo miró el escaparate de la peletería, y aunque tenía cosas interesantes, el de la tienda de al lado le interesaba más, por lo que le dijo a su amada:

-Tomad mi querida Elendin -dijo entregándole 5 monedas de oro y 6 de plata- cómprame si puedes ese casco de buena factura y unas perneras y brazales normales, ya que prefiero proteger mejor mi cabeza que mis extremidades -dijo con una sonrisa a modo de chanza, aunque tampoco es que tuviera mucha gracia- por mi parte quiero investigar esta tienda de alquimia, quizás haya algo que pueda servirnos -concluyó despidiéndose de ellos, con un amoroso beso a su amor, y con un cordial levantamiento de palma para con Elendorn.

Así pues, se internó en la interesante tienda esperando encontrar algo de valor...

Puesto que era la muchacha quien deseaba revisar aquel local, le dejó hablar a ella, para él habían cosas más importantes que aquello. Acostumbrado al arco, era en esos momentos que había empezado a atacar cuerpo a cuerpo.

El enano todavía refunfuñaba un poco por el viaje en barco pero decidió no hacerlo ver al exterior. Esperaba que el viaje clandestino en barca valiera la pena para, al menos, ver alguna preciosa pieza de artesanía en madera y, con suerte, conseguir algo de información.

La joven se paseó por la tienda observando con detenimiento todo aquello que veía, observando especialmente las armaduras de cuero. Había varias piezas de su interés, y con su bolsa llena, era una tontería no comprar algo. Eligió varias partes, y cogiendo las que su amado elfo le había pedido, pagó íntegramente al vendedor.

- Por mi parte ya está - dijo jovial - ¿qué más queréis ver?

 Baran asintió, sin embargo terminó de cerrar la tienda en sus narices.

  Oh, Fjalar y Ragnar, queridos amigos... pero si mi obra puede observarse mejor aqui afuera que en mi pequeño taller...

  El hombre comenzó a andar por los muelles señalando un balandro aqui, un velero allá...

 Aquel es obra mia... y ese... uffff dediqué casi un año entero en hacer aquella goleta, ¿la veis allí? 

 Pronto, paseando por el puerto con aquel anciano, entendieron lo que sucedía... ¡Baran era carpintero de barcos!

 Poco a poco regresaban de nuevo a la posada del Signo de la Cabeza del Orco...