Partida Rol por web

Siguiendo la jabalina de su compañero apuntó con su arco dejando ir la flecha sujeta por tres de sus dedos y apoyada en su madera, llevaba días sin la necesidad de disparar y aquel disparo era renovador, aunque no fue el tiro más perfecto de su vida y veía con claridad el motivo por el que grandes ciudades como aquella no le acababan de gustar. Faltaban áreas abiertas en las que dar unas flechas al viento.

Tan enfrascado estaba en el tema de conseguir algún elemento para abrir la cerradura de la puerta que el grito y jabalinazo de Ragnar le hicieron dar un respringo tal que por poco no pierde el anzuelo que tenía entre manos, como si fuera el objeto más preciado del mundo...

Entonces cayó en la cuenta que de poco iba a servir abrir la cerradura si el Lorindol la abría para escapar... si es que quería escapar, claro. En cualquier caso, la jabalina era una declaración de intenciones y lo que seguiría probablemente iba a ser un baño de sangre, para el que el pequeño hobbit no estaba preparado. En absoluto. De hecho, estaba completamente desnudo (y con cierto frío, para ser sinceros). Pensó en abalanzarse sobre Lorindol por la espalda y clavarle su arma, sólo para reparar en que no llevaba tal arma. Y, por lo que le había dicho el mago, si hacía cualquier movimiento brusco, como el de golpear, fuera con lo que fuera, el hechizo se desharía, dejándole al descubierto. No, tenía que ser más listo que eso y, a la vez, no podía dejar de ayudar a sus compañeros en el combate.

¡La caja de anzuelos!

Tal vez no podía clavárselos, pero sí podía hacer que sus propios pasos se convirtieran en un problema. Satisfecho de sí mismo (e inmediatamente a continuación, preocupado por el pensamiento de tintes sádico que acababa de tener), dejó caer la caja de anzuelos tras el humano para que se esparcieran por el suelo, imaginando que tal cosa dificultaría sus movimientos.

El noldo viendo que el que los atacaba era el mismísimo Lorindel, cambió su plan de ataque y pasó a concentrase en su conjuro de dormir, pues parecía que sus compañeros habían olvidado que lo necesitaban vivo y por lo tanto no debían aniquilarlo a base de flechazos, por lo que sin dedicarle un instante a advertir al resto, cerró los ojos y se puso a repetir los salmos que de tantas situaciones le habían salvado...

 Viendo que su compañero se conentraba de nuevo en su magia, Elendin le ganó la posición y alzó su arco compuesto para poder disparar una flecha a la ventana. 

 Maldita sea... ¿como va la puerta? Rudigar no había dado señales de vida. 

 La pregunta no iba a nadie en concreto, pero tenía a Fjalar justo delante de ella. El proyectil había salido muy desviado y sin un blanco claro... era complicado que impactase.

Sí, la idea es esa...

Fjalar hizo señas para que sus compañeros, una vez visto desde dónde les atacaban, se refugiaran. Le parecía que atacar a ciegas era contraproducente y podían causar más mal que bien.

-Pensad en Rudigar-dijo en un susurro a sus compañeros. El mediano había entrado y estaba, seguramente, buscando alguna forma de ayudarles, pero no podían ver a alguien invisible y sus disparos al azar podrían impactarle.

No podía, en cualquier caso, hacer nada más que esperar. No era tan bueno a distancia como sus compañeros y, desde luego, no iba a lanzar su hacha en un intento vano de alcanzar a un enemigo parapetado.

 Rudigar tras fracasar en abrir el cerrojo de la puerta subió escaleras arriba. 

 Allí encontró de nuevo a Lorindol. Estaba herido y se había alejado de la ventana, reculando sentado en el suelo, clavando los talones en el piso. Una de las jabalinas de Ragnar yacía un poco más allá. Al parecer, el arma le había desgarrado el hombro izquierdo. El arco corto yacía aún junto a la ventana y las flechas desparramadas por el suelo. No era una ballesta, pero le serviría para defenderse si lo detectaban.

 De momento, Lorindol, herido, pugnaba por alcanzar su armadura de cuero. Abría con cuidado las hebillas y parecía tener intención de ponersela. Entonces una flecha entró por la ventana, clavándose en la viga del techo. El grupo seguía disparando abajo. Sin embargo, ya no podían alcanzar a Lorindol dada su nueva situación en la habitación.

 Ragnar gritó y la jabalina entró por la ventana, limpiamente. Dentro se oyó un quedo quejido de dolor. Parecía que había dado en el blanco. Elendin y Elendorn también dispararon. La flecha de ella golpeó en la pared del edificio, pero la de él llegó a entrar en la ventana. Tirlindë murmuraba uno de sus conjuros y Fjalar murmuraba para recordar a sus compañeros cual era la situación.

 Ragnar pudo observar como la sombra que había visto en la ventana desaparecía. Se había retirado hacia atrás. No conocía el motivo, aunque no era lógico suponer que había muerto simplemente abatido por la jabalina. Sería mucha fortuna.

 Esperaron unos segundos, pero de momento, nadie respondió al fuego de arco. Tanto la casa como la calle parecían vacías y en silencio, más allá de los movimientos y sonidos producidos por el propio grupo.

Lorindol se preparaba para el combate a pesar de ya haber sufrido daños. Resultaba meritorio para un delincuente como aquel no tratar de escapar como una rata y enfrentarse a sus oponentes.
Hacía no demasiado Rudigar ni se hubiera planteado interponerse en el camino de un hombre grande como Lorindol. Y hacía no demasiado menos lo hubiera hecho, pero antes le hubiera dado la oportunidad de defenderse. Hoy, sin embargo, el guerrero hobbit prefirió hacerse con el arco, cargarlo y dispararlo en silencio y sin demasiados remordimientos. Las advertencias ya vendrían después, cuando aquel humano no constituyera un obstáculo insuperable y tuviera más seguridad de poder sobrevivir a encararle.

Mi jabalina lo había alcanzado, estaba seguro. Aquello lo mantendría ocupado durante un tiempo, pero Rudigar seguía sin abrir la puerta. Era posible que nuestro pequeño amigo estuviese en peligro y no podiamos permitirnos darlea Lorindol tiempo para reponerse.
Tras un breve lapso de silencio. Decidí acercarme al edificio y empecé a trepar por donde lo habia hecho el mediano.

El noldo siguió concentrado y esperó al lado de la puerta a que alguien la abriese, pues tenía claro que no iba a poder trepar a la vez que seguía repitiendo mentalmente sus salmos. No obstante sí le dijo al resto:

-Recordad que lo necesitamos vivo, si no podéis reducirlo haré uso de mi magia... -masculló en voz baja por si había alguien en los alrededores.

- preferiblemente... Vivo - corrigió el silvano - no me voy a cruzar de brazos mientras nos dispara, si se pone a tiro no dudaré.

Después de todo bien estaban dispuestos a acabar con el comerciante si no le lograban frenar, por lo que el barquero no era diferente.

El enano fue hacia la puerta y se dispuso a abrirla. Si el mediano corría peligro deberían entrar por su cuenta y riesgo.

Esperaba tener suerte y que no estuviera cerrada con llave o atrancada por dentro, aunque dudaba de su buena fortuna después de haberse pegado un baño en el río.

 Ragnar se mostraba decidido y comenzó a escalar la pared. Elendin y Elendorn con los arcos cargados escudriñaban la ventana y cubrían su ascenso. Pero Lorindol no volvió a asomarse. Parecía haber entendido esa lección.

 Tirlindë continuaba concentrado en su magia. De pie, junto a los montaraces, daba instrucciones mientras entornaba los ojos y trazaba símbolos místicos con sus largos dedos en el aire.

 Fjalar, desesperado por su compañero mediano, se abalanzó sobre la puerta y sacó sus propias ganzúas. Parecía decidido a abrir ese cerrojo que se resistía.

 Fue un accidente.

 Lorindol estaba concentrado en ponerse la armadura de cuero. Rudigar cogió el arco y la flecha del suelo. Alzó y apuntó.

 Cuando la cabeza del traficante asomó de nuevo desde el cuello de la armadura vió el arco y la flecha en el aire.

 Pero, ¿que diablos?

 Todo sucedió muy rápido. El hobbit se asustó y soltó la cuerda. La flecha voló un par de metros hasta introducirse por la sien, el pequeño hueco entre la quijada y el resto del cráneo. Se incrustró en su cabeza desprotegida hasta que la punta de metal asomaba por la patilla poblada del otro lado. El cuerpo desnudo de Rudigar se hizo visible de repente, pero ya no para Lorindol. Había dicho sus últimas palabras.

 Con la flecha atravesándole el cráneo, como una broma macabra, el hombre estaba tirado en el suelo en un charco de sangre. Con la armadura que no había podido protegerlo puesta y su espada corta al cinto.

 Murió con las botas puestas.

Dentro no parecía haner movimiento...
Ya casi habia llegado a la ventana. Un poco más y podría entrar en el edificio.
Abajo Fjalar se habia incorporado ya hasta la puerta. Debia moverme rápido si queria ayudarlo cuando por fin lograse abrirla.

El enano trató de ignorar lo que estaba sucediendo a su alrededor y concentrase en la cerradura. Estaba siendo una tarea complicada y los nervios no ayudaban.

─¡Pst! ¡Eh, chicos, no disparéis! ─exclamó entre susurros el hobbit con su reconocible voz─ Espero que no necesitárais interrogarle, porque me temo que este ya no va a decir nada. Vamos, que ha exhalado su último suspiro. Lo siento, se me... se me ha escapado la flecha... ─dijo ya asomando su cabeza por la ventana para hablar con el grupo.

Rudigar aparecía en la ventana con cara un tanto compungida, como si fuera un chico que había roto algo sin querer y se lo estuviera diciendo a sus padres.

─Voy a registrar a Lorindol, seguro que él tiene la llave encima, a ver si os puedo abrir, ¿vale? Y, Maese Tirlindë, por favor, no se olvide de mi ropa.

Claro, el hechizo acabaría en caso de un ataque u otro movimiento igualmente violento, por eso volvía a ser visible y por eso no había ni rastro de vestimenta alguna en el cuerpo del pequeño guerrero (ya que se había desnudado para ser completamente invisible gracias a las artes arcanas del noldo).

El noldo se llevó la mano al rostro en gesto de desaliento en cuanto escuchó el terrible destino de Lorindol, no obstante ya poco había que hacer, por lo que esperó a que el hobbit abriera la puerta, momento en el que le pasó sus pertenencias sin abrir mucho, esperó el tiempo prudencial, y una vez estuvieron todos dentro, se dispuso a transmitir su opinión, pues es bien sabido que no necesita ninguna invitación para ello:

-Lo necesitábamos vivo Rudigar... -dijo en claro tono de reproche como quien regaña a un joven aprendiz- ahora todo se complica, estoy seguro de que el enmascarado se aferrará a cualquier excusa para no pagarnos, y el hecho de que no haya delincuente es una excusa muy válida -dijo dejando claro que aquello no les venía nada bien- debemos registrar la casa y encontrar pruebas físicas de que era un contrabandista, para de esta forma poder entregarle algo a nuestro contratista que pueda llevar a juicio- indicó esperando que aquello enmendara en cierta forma el error que habían cometido y sin más dilación se dispuso a registrar toda la casa.

El silvanono tenía mucha ganas de buscar y se dispuso a hacerlo por mera rutina, la culpa era del enmascarado no de ellos por apresurar y adelantar la captura de un contrabandista sin pensar en el segundo, era sabido que los rumores volaban, y habían actuado debidamente por tal de evitar la huida del segundo.

El mismo había pedido ayuda a los guardas y se la habían negado, por lo que toda culpa posible era de esos sin oreja despreocupados, alguien inteligente se habría percatado de que no podían esperar. Y sin duda el no reprocharía nada al hobit, la seguridad iba antes siempre.