Partida Rol por web

Elendorn estaba preocupado por el pequeño hobit y miró a Tirlinde - ¿como ha beis venido Liam y tu? ¿No habéis usado una barca?

El noldo viendo que el grupo no se ponía de acuerdo sobre la forma de sortear el puente, dijo en primer lugar respondiendo a Elendorn:

-No, lo cierto es que fuimos andando, aunque si es necesaria una barca, podemos ver si sigue la que usaba Michl, o al menos, ver si hay alguna otra amarrada a la ribera, ¿os parece? -dijo con la esperanza de que todos fueran a los muelles del río y encontraran una barca útil, aunque sin nadie que supiera remar iban a tener un problema.

El enano bufó con la idea de tener que volver a navegar. No era la primera vez que se encontraban con el puente cerrado y habían tenido que hablar con un barquero que los llevara.

-Podemos ver si encontramos al mismo barquero de la otra vez, no creo que tenga ningún problema en pasarnos por la tarifa adecuada-dijo Fjalar a Ragnar en tono compungido-. El problema será que podamos cruzar todos en el mismo viaje, igual tiene que hacer dos.

A pesar de todo lo que odiaba tener que atravesar en barca el río creía que era mejor opción que escalar una torre o pasar a nado, siendo esto último algo que no haría en ningún caso.

 Eran ya pasada la media noche y no encontraron rastro de aquel barquero. Ni de ningun otro.

 Por fortuna, lo que si encontraron, amarrada en su pequeño muelle habitual, fue la barca de Michl. La embarcación era pequeña para los seis, pero si el enano y el hobbit se mantenían de pie en el centro de la barca, los otros cuatro podían apretujarse en las dos banquetas. Del dueño de la barca no había rastro, pero por suerte había dejado los remos en el suelo del bote, apenas cubiertos por una sucia manta de viaje.

 Los aventureros debían maniobrar para pasar por debajo del puente sin aplastarse contra los pilares de piedra que lo sostenían.

Si había que apretujarse un poco y mantener el equilibrio, pues así se haría, estaba claro para Rudigar. Otra cosa era que el pesado y poco dotado para las artes natatorias Fjalar fuera a acompañarle entre medias de los compañeros. Como aquel enano diera un traspiés, ya por mala pata, ya por nervios, no sería nada raro que ambos acabaran en el agua. Aunque claro, seguramente tal final fuera mucho más inocuo para el liviano hobbit que para el fornido guerrero...

El enano bufó cuando no encontró al barquero ni a ningún habitante que les pudiera llevar de un lado al otro del río, sabía que eso significaba coger la barca y remar y eso no le gustaba en absoluto.

Comenzó a remar con fuerza, pero desconocía como iba ese transporte y, su miedo al agua, no ayudaba a la hora de enfrentarse a esa lucha. Parecía que el transporte sería muy lento.

El mago se metió en la barca con todo el respeto posible, sin duda eran demasiados para la embarcación y eso no auguraba nada bueno, por lo que sólo le quedó ponerse en manos del enano y su amada, y rezar a los Valar que al menos el agua no estuviera demasiado fría...

La barca era demasiado pequeña para los 6, pero por alguna razón que nadie podría explicar, uno tras otro nos subimos en silencio y procuramos movernos lo menos posible mientras el menos indicado para dirigir la embarcación se encargaba de hacerlo junto a la norteña.
La lancha empezó a zozobrar y una odiosa sensación empezó a trepar por la boca de mi estómago.

El silvano aguardaba paciente, un poco tenso, pero paciente, era consciente de que el enano odiaba el agua, y estaba a los remos... Su sofisticada mente se veía saltando al agua a ayudarle. Pero no quería criticar los esfuerzos del barbudo, se estaba dejando piel y sanidad mental enfrentando sus miedos, por ello, incluso si tenía que mojarse, sentía cierto orgullo de estar en el bando de aquel valiente.

 La montaraz sabía que su grupo dependía ahora de ella. De sus fuertes brazos y de la capacidad de remar de un enano. Así que era ella. Debía tomar el control de la situación. 

 Vamos, Fjalar... no temas... sígue mi ritmo. animaba al enano.

 Lo cierto es que todo era complicado, simplemente voltear el remo en la barca ya era un constánte peligro de golpear a un compañero con la punta seca del remo.

 Sin embargo parecía que poco a poco lo iban consiguiendo.

 Elendin dirigía la embarcación con pulso firme. Sin embargo, Fjalar no iba bien.

 Elendorn, inquieto, se había prestado voluntario a ponerse en pie junto al hobbit, para que el enano pudiera sentarse y remar en una posición adecuada. Pero ni siquiera así.

 Avanzaron la mitad del recorrido, justo hasta el puente. Entonces Elendin empezó a gritarle instrucciones a Fjalar para esquivar  las columnas de roca que sostenían el puente y no estamparse. Finalmente, esquivaron el puente, pero no sin bajas. El remo de Fjalar golpeó la columna, produciendo un efecto palanca al trabarse y catapultándo al enano, como una improvisada pértiga, al agua.

 SFLOOOSSHHHH

 El enano cayó al río. Ni siquiera intentó nadar. En primer lugar por que no sabía y en segundo por que llegó aturdido, confundido y en shock, incapaz de reaccionar.

 Elendin maniobraba la barca para intentar acercarse mientras gritaba que alguien saltase al agua a por el pobre enano. La situación se había vuelto desesperada.

El silvano casi no tuvo tiempo de suspirar, un "lo sabía" se plasmó en su cabeza a la vez que saltaba detrás del enano, en su cabeza iba a hacerlo incluso si no caía, llámese instinto silvano.

Una zambullida profunda para impulsar al barbuda hacia arriba y no dejar que la corriente domine ese momento, atravesar un río a nado casi le parecía más fácil al silvano, las barcas estaban hechas para llevar a quienes buscaban no mojarse, pero esa terquedad no les hidrataría su luminosa y perfecta piel, un buen chapuzón limpiaba y ejercitaba a la vez. Estos enanos ¿que tenían contra el agua?

Lo inevitable sucedió y en uno de los virajes el remo del enano golpeó uno de los pilares y terminó en el agua.

Antes de que pudiese siquiera reaccionar, Elendorn ya se habia lanzado para rescatarlo.

El elfo era ágil, pero el enano no era precisamente ligero y su armadura de mallas lo empujaba irremisiblemente hasta el fondo del rio. No sería fácil sacarlo.

Me tomé un momento de reflexión, y aprovechando que el silvano habia llegado hasta él, me quité rápidamente la armadura de cuero para saltar a ayudarle. Saltar con la armadura puesta solo acarrearía mas problemas.

El mago había pensado en lanzarse él al agua en cuanto vio la cómica caída del enano, pues él era el único que no llevaba armadura, mas antes de que pudiera hacerlo el silvano ya se había zambullido sin pensárselo, muy heroico pero también muy insensato, por lo que optó por rebuscar en su mochila y lanzar un cabo de su cuerda al lugar donde había visto caer a Fjalar aproximadamente, así al menos tendría donde agarrarse si conseguía alcanzar la cuerda, pues de lo contrario, lo tendrían muy difícil para volver a la barca...

 Elendorn se lanzó al agua raúdo y veloz, realizando un rescate impecable. En tres pasos: nadar hasta Fjalar, asegurarlo con su brazo izquierdo pegándoselo al pecho y nadar de nuevo a la barca. Allí les esperaba el cabo que Tirlindë les había lanzado. Afianzándose de él con la mano derecha, el montaraz subió de nuevo a la embarcación cargando con el pesado enano, a salvo. Eso sí, empapado de pies  a cabeza.

 Elendin terminó de guiar la embarcación por la travesía, utilizándo un único remo a modo de pértiga. Superado el puente, lo cierto es que el resto del camino no revestía peligro o imprevisto alguno. Buscó un muelle libre más o menos en la zona que recordaba que se encontraba la oficina del piloto y allí amarró el bote.

 La pequeña oficina de Lorindol estaba a apenas un par de metros del agua. En primera línea, junto a la de otro piloto, Rannor el rojo. No era muy grande y sólo tenía una puerta. No había ventanas en la planta baja. Por detrás de la de Lorindol estaba el cerero Anvelig y junto a él, tras la oficina de Rannor, estaba el sastre. Todos parecían haber cerrado hace horas. El silencio y la oscuridad eran evidentes.

 Sin embargo, sobre la oficina de Lorindol parecía haber una pequeña buhardilla. Allí si había una ventana.

Una vez finalizada aquella situación se le podría haber llamado "cómo convertir cruzar un río en barca en una experiencia aterradora". No era la primera vez que el enano hacía mención de su animadversión hacia el agua corriente y hoy había quedado demostrado el porqué. En cualquier caso el elfo, haciendo gala de un compañerismo capaz de superar trabas raciales, consiguió rescatar a Fjalar en tiempo récord, gracias a la fuerza de la gente grande y de la agilidad que le era propia.

Rudigar también se había planteado el saltar a ayudar, pero aunque era buen nadador, a buen seguro le hubiera faltado la fuerza necesaria para sacar a aquel pesado humanoide del agua. Por fortuna otros se coordinaron estupendamente para evitar que el guerrero por excelencia del grupo volviera a estar sano y salvo.

─¿Cómo entramos en ese sitio? ¿Intento colarme por la ventana? ─dijo el hobbit entre susurros cuando finalmente se encontraron junto a la oficina de Lorindol.

El mago vio que la opción más acertada parecía ser la que proponía el hobbit, por lo que antes de que se internara en la boca del lobo le dijo en tono misterioso:

-Un momento maese hobbit, antes de internaros en dicho lugar, quizás tenga algo que pueda ayudar, un sortilegio de invisibilidad, pero requiere un pequeño precio -decía a la vez que se acercaba a la oreja del mediano y le decía en voz baja- deberéis desvestiros... -expuso para luego tomar su posición anterior y decir- no podéis realizar ningún ataque ni nada que declare vuestra posición como hablar, por lo que lo mejor es que te infiltres, compruebes que el humano está allí y la escolta que tuviera, y acto seguido bajas y nos abres la puerta principal, momento el que podrás volver a la normalidad -concluyó esperando que el plan le pareciese bien.

El plan me pareció adecuado. Mientras el Hobbit nos allanaba el camino, nosotros nos prepararíamos fuera, bien escondidos esperando el momento oportuno para caer sobre Lorindol.

El silvano se preguntó si simplemente no podrían haber picado a la puerta, era obvio que el motivo por el que se habían apresurado era el de evitar que aquel hombre esperara aquella visita, posiblemente les hubiera tomado por algún vecino trayendo buenas nuevas o buscando hablar con él. Pero para sus compañeros todo parecía tener que enrevesarse considerablemente.

No quiso bajar los ánimos de nadie, parecían tan concentrados como emocionados por llevar aquella submisión como si fuera el asalto a un castillo. Solo suspiró preparándose el mismo para lo que sus delirios de asaltantes provocaran. Su arco estaba listo y una flecha situada.