Partida Rol por web

 El capitán fingió interés en la gema uno o dos segundos, luego desapareció para siempre entre sus ropas. Hizo un gesto al enano para que se le acercase.

 Lorindel Lintehen... ese es vuestro hombre... volvió a alejarse del enano y a hablar en un tono normal Por supuesto, él no podría hacer nada si yo decidiese... presionarlo... pero somos buenos amigos. Aqui todos somos amigos, ¿no es así, chicos?

 Sus gorilas sonrieron satisfechos. Seguramente ya pensaban en su parte de la gema. Era evidente que la amistad del Capitán Hallas con el piloto Lorindel sería también interesada.

 Habían visto la oficina de Lintehen viniendo hacia aqui, en la misma calle. Su nombre constaba en el rótulo. No sería difícil de localizar.

 Siguiendo al chico, cruzaron por el puente que custodiaban los soldados. Ambos elfos se quedaron de piedra al comprobar que la guardia saludaba al chico mientras este salía, pero no le daba mayor importáncia o aprecio. Sin embargo, sí detuvieron de nuevo a los estranjeros para exigirles el tributo. Al mostrarles los salvaconductos del Gremio, se hicieron nuevamente a un lado.

 El chico, al preguntársele, se encogió de hombros.

 No se cobra impuestos por los menores de veinte años. la ley no incluía a los niños y niñas Ya que, normalmente, tampoco tienen dinero con el que pagar...

 Cruzó el canal y viró a la derecha. Recorrieron media docena de casas y dos boca calles. Allí se encontraban de nuevo con el Gwathló. Pero había algunos embarcaderos privados. En su mayoría botes y chalupas. El muchacho poseía una. Subió y la desató.

 Vamos, Damaris... sube. Voy a llevarte con mi amigo, verás como os entendéis...

 El chico parecía sincero y animado. También parecía dispuesto a hacerse cargo de los remos. Sin embargo algo preocupaba al hechicero. Él sabía que el conjuro tenía límite de tiempo...

El mago tomó un apunte mental a la explicación del chico, ya estaba claro el porque los traficantes y contrabandistas usaban muchachos para sus pérfidos fines. Así pues, acomodándose en la barca en actitud relajada prosiguió a preguntar algunas cosas más al chico dado el largo viaje que tenían por delante:

-Dime amigo, ¿está tan mal la ciudad como parece? ¿lo tenéis muy complicado para sacar beneficios o las autoridades no dan mucho problema? -preguntó desde el punto de vista comercial a lo que añadió- si me voy a meter en este negocio me gustaría saber con cuántos problemas tendré que lidiar, no sé si me entiendes -concluyó con cierta complicidad, pues los riesgos a tener en cuenta era algo que le interesaba, sobretodo la opinión que aquellos maleantes tenían sobre el tema.

El silvano subió al bote, hincando su rodilla en el borde del mismo, por si tuviera que actuar. Prefería no decir nada, después de todo la opinión del silvano como escolta no importaba demasiado.

Elendin asintió satisfecha, bastante más relajada, y esperando a que Fjalar se levantase para disponerse a irse. Tenían un nombre y mucho más que averiguar, aunque algo le decía que iban por el buen camino.

Con voz dulce, susurró al enano:

- Maestro... creo que podemos irnos...

Ya nada hacían allí, tenían la primera pieza, el Capitán Hallas, ahora habría que ir descubriendo las demás.

 El viaje para sorpresa de ambos elfos no fue muy largo.

 Cruzaron el río en dirección norte, volviendo a la ribera norte dónde se hallaba su alojamiento. Podían ver a su izquierda el puente por el que habían cruzado en todo momento como referéncia.

 El muchacho atracó en un muelle pequeño y sucio. No reconocían aquella parte del distrito. Parecía el típico punto de entrada de mercancías para los comercios de la zona.

  Damaris, deja de llamarme "amigo", me llamo Michl, ¿es que ya no te acuerdas? preguntó el joven molesto y con suspicacia No, mi amigo lleva años entrando Gort en la ciudad. Los guardias no son muy listos, ¿sabes? Ningún problema.

 El joven negó con la cabeza mientras amarraba la barca al embarcadero. Tomó la primera calle más o menos grande, justo delante del punto de amarre, girando a la izquierda en el primer boca calle. Era un callejón lúgubre y oscuro, incluso bajo la luz del sol de medio día.

 Comenzaban a tener hambre.

 Voy a avisar a Liam, esperádme aqui. les dijo a ambos y se metió por una pequeña puerta de servicio.

El noldo tomó nota del comentario del joven, sin duda, su enmascarado amigo tendría que tomar cartas al respecto.

Por otro lado, en cuanto el tal Michl le indicó que esperaran, el mago asintió educadamente, estaban acercándose al epicentro de todo aquel negocio oscuro y de su habilidad dependía que cumplieran su misión o no, pues el silvano, aunque sería útil si la cosa se torcía, no parecía entender mucho de comercio ni de aquellas prácticas deshonrosas, algo que le honraba, todo sea dicho...

Más tiempo desperdiciado, al silvano no le atraían tantos rodeos, era de ir directo al grano, que si bien entendía que esas cosas eran así, su intención de procurar ayudar siempre a quien le necesitará le decía que tanto secretismo le arruinaba el día. Querría un lugar más sincero a su alrededor, pero en lugar de eso se encontraba en un escenario en el que los peores negocios debían coincidir.

Se mantenía dentro de su capa y su capucha como si fuera algún tipo de molesto sicario, y de alguna forma, se sentía más a gusto ocultando su rostro, tenía esperanza de que todo acabara pronto, sentía en aquel sitio el nefasto olor a negra ponzoña que tendía a cubrir los peores sitios.

El enano asintió y se levantó de la silla agradeciendo al capitán su información.

Iban por buen camino y, quizá, podían acabar con esta tarea pronto.

-Vámonos entonces-dijo a sus compañeros.

Tenían que llegar a las oficinas de Lintehen y hablar con él.

Sin perder de vista a los guardaespaldas del Capitán, sonreí y seguí a mis compañeros, esperando a que el enano se despidiese para situarme nuevamente un paso por detrás.

Recordaba haber visto el nombre de Lintehen en un rotulo de camino a los almacenes.

Aquella seria nuestra proxima parada, aunque de algún modo sabiamos que el Piloto se plegaria a la voluntad del Capitan. De modo que la parte dificil del trato ya habia concluido.
Ahora debíamos idear la forma de obtener del piloto toda la informacion que su Capitan no estaba dispuesto a compartir.

 Michl tardó un largo rato en volver a emerger por la puerta. Lo hizo justo cuando la impaciencia comenzó a hacer mella en los dos inmortales.

 Pasad amigo Damaris... y compañia. Liam os está esperando.

 Por la puerta entraron a un almacén. Alineadas contra las paredes se veían cajas de frutas y verduras. En alacenas había tarros de hierbas y especias. Varios toneles completaban el conjunto, sobre el suelo de argamasa. Del otro lado había una puerta que, seguramente, daba a la tienda. En el almacén también había unas escaleras que subían, probablemente a la vivienda.

 En medio del almacén, junto a un tocón sucio de cortar fruta y verdura sobre él con un hacha firmemente clavada, se encontraba un hombre. Era más alto que Elendorn, aunque no tanto como el hechicero. Estaba afeitado, pero su cabello rubio y sus ojos verdes lo identificaban como un Hombre del Norte. Llevaba un atuendo de cuero y un puñal al cinto.

 ¿Quienes sois? ¿Qué queréis de mi? bramó el hombretón con una voz atronadora Michl me ha dicho que tienes un negocio entre manos...

 Los hombres de Hallas os permitieron abandonar las oficinas sin ningún percance.

 El grupo retrocedió sobre sus pasos, dejándo los muelles a su izquierda esta vez, hasta alcanzar la oficina de Lorindel. Sin embargo, se encontraba cerrada. De hecho, casi todas las oficinas parecían haber cerrado. Sin embargo no era difícil averiguar el motivo: el sol estaba alto en el cielo y las tripas de los aventureros comenzaban a rugir. Era la hora de comer.

 Quizá podían esperar a Lorindel. O quizá localizarlo en una posada cercana. 

Al encontrar la tienda de Lorindel cerrada, propuse a mis compañeros hacer una pausa para comer. La mañana había sido fructífera hasta el momento y no parecía que hubiese nada mejor que hacer por el momento.
Antes de nada, pregunté a los lugareños que se encontraban cerca de la oficina del navegante por aquellas tabernas o posadas que solían frecuentar, si podíamos encontrarlo en alguna, podríamos tener nuestra pequeña reunión mientras comíamos.

El enano asintió a su compañero y decidió que lo más adecuado era buscar algún lugar donde comer antes de hablar con Lorindel.

Entrar sin permiso en el local podría ser sospechoso y no tenían la necesidad de acerlo en ese momento.

La idea de encontrar a Lorindel en una taberna parecía agradarle a la montaraz.

- Parece que ha cerrado - dijo remarcando lo evidente - pero tal vez esté comiendo o algo... quizás tras un par de copas nos cuente algo más ¿no creéis? -terminó diciendo en un susurro, mirando las tabernas y buscando a alguien que pareciese el tipo ese.

El mago entro finalmente a hablar con el líder del comercio de Gort, habían tenido que esperar mucho pero lo cierto es que no les había costado mucho, el joven Michl era un aliado de bastante utilidad. Por lo que apresurándose a responder a aquel tipo le dijo en tono cordial y tranquilo:

-Saludos, mi nombre es Ilûven Damaris y este es mi guardaespaldas -expuso como única presentación del silvano- pues no gozo de vuestro intachable físico de guerrero y en estos negocios siempre hay que cubrirse las espaldas -dijo con una sonrisa embaucadora, esperando que los elogios suavizaran el ánimo de aquel hombre- mi propuesta es sencilla señor Liam, soy mercader y en uno de mis viajes desde Imladris a Bree, al pasar por el bosque de los trolls, mi escolta y mi propio guardaespaldas acabaron con tres trolls que intentaron saquearnos, con la buena fortuna de que encontramos donde tenían su guarida, en la que tenían un alijo tremendo de alcohol, vinos, cervezas, hidromiel, etc; la cuestión es que al ser el viaje de ida, no podía cargar más productos por lo que tuve que dejar dicha mercancía allí. Una vez en mi destino, me enteré de la situación en la que se encontraba Tharbad, y como no, vi una oportunidad comercial excelente -expuso dejando claro cómo había obtenido el alcohol, esperando que con la cantidad de detalles, aquel tipo no dudara de su veracidad- por ende, mi propuesta es la siguiente, ¿aceptaríais un porcentaje de las ganancias a cambio de ayudar a mis hombres a introducir y vender dicho material? ¿digamos un 20 %? -concluyó esperando que con aquel preámbulo captara la atención del hombre a la vez que miraba de nuevo a Michl y con su penetrante mirada intentaba imponer su "amistad" de nuevo en ciernes, pues era crucial mantener dicho lazo.

Acto seguido, para dar más credibilidad a su historia y aprovechando que mantenía la mirada en el joven, añadió:

-Podéis preguntar a Michl si queréis, él sabe que soy alguien de confianza -dijo finalmente dispuesto a usar dicha baza también.

Cubierto como si de una túnica se tratara, la capa del silvano cubría todo lo posible su cuerpo y su rostro, dejando salir su oreja izquierda dado que era su ojo con mejor visión y quería ver bien lo que acontecía. Expandía sus hombros por tal de ensanchar un poco su figura hasta la altura de los codos, dejando claro que portaba algo en sus manos.

Como si de un guardaespaldas dispuesto a atacar con la primera orden se tratara, se mantenía atento en silencio y a la escucha de cualquier detalle, con calma respiraba, debía ser tranquilo como los bosques y firme como sus árboles, a la vez que agresivo de ser necesario como las bestias que lo habitaban.

Sabía que a veces ponerse firme era necesario, sobretodo cuando las armas de otros estaban al descubierto, el vaho de su aliento se veía un instante en la negrura del interior de su capa, y por suerte para el silvano, esos sencillos detalles le relajaban el corazón. No le gustaba demasiado parecer inofensivo en momentos como ese.

 Los tres entraron hacia el interior del barrio de los muelles por la misma calle de Lorindel el piloto. Justo enfrente, a la izquierda de ellos, se encontraba la tienda de Anvelig, el candelero, también cerrada. Al llegar a la siguiente calle, Rath Annun, guiándose por el ruido, giraron a la izquierda, pasaron por delante del también cerrado para comer Orieg el Sastre y se fijaron en el siguiente edificio.

 Era La Corona Resplandeciente. Un enorme edificio de dos plantas, con varios accesos, que era al mismo tiempo taberna, posada y establo. Una suerte de fonda dónde al parecer recalaban los marinos extranjeros que atracaban en Tharbad. Se veían hombres de Dorwinion, del Norte, así como Dunedains, gente de rasgos élficos... inclúso hobbits y algún que otro enano.

 En la puerta de la posada, sobre la puerta, había un extraño símbolo tallado en piedra. Se trataba de una corona o diadema cuyo emblema principal parecían las plumas de un pavo real

 Dentro de la posada, un grupo de mozos servían carne asada y cerveza por las mesas. No parecía haber nada más. Ni vino, ni guarnición, ni postres. Sin embargo, las raciones de rancho parecían ser generosas.

 El hombretón asintió a las palabras de Tirlindë, digiendo brevemente su mirada al silvano al presentársele como "guardaespaldas". Asintió como dándole a entender al mercenario que no habría violéncia.

 De acuerdo, traed vuestro alcohol desde el norte y veremos que se puede hacer. desclavó el hacha del tocón y volvió a clavarla con un gesto distraído, como si lo hiciese a menudo Pero debemos arreglar ese porcentaje. Yo os pagaré en efectivo en cuanto lo entréis en mi almacén. Vos, Damaris, asumís los riesgos del viaje y yo los de si el producto se vende o no.

 En ese momento, el joven, azuzado por el noldo intervino.

 Es amigo mio, Liam, ¿por que no les das un buen precio? casi suplicaba ante la imponente figura del norteño Venga, ¡me salvó la vida!

 El verdulero miró al noldo a los ojos, como sospesando como reaccionar. Negó con la cabeza.

 Estas confundido, Michl. dijo con sobriedad, sin entrar en detalles ¿Que tal un cincuenta a cincuenta? 

 Liam le tendió una enorme mano a Tirlindë.

El mago apretó fuertemente la mano de su nuevo "socio", a fin de cuentas poco le importaban a él los porcentajes, dado que todo era una farsa. A ello, añadió con satisfacción:

-Me parece bien, dado que la mercancía la obtuve a coste cero no pondré pegas al trato, prefiero que lo tomes como una muestra de agradecimiento y como incentivo para futuros tratos... -dijo con una sonrisa de complicidad, pues tenía claro que un mercader en su lugar se preocuparía de su negocio a largo plazo- en cuanto al reparto, me parece bien, mañana al anochecer creo que habrán llegado mis hombres con la carga, decidme donde nos encontramos para la entrega y allí nos veremos, ¿os parece? -preguntó esperando que la fecha le viniera bien.