Partida Rol por web

Hace dos noches, pudisteis conseguir información de un miembro de las Triadas, un joven con poco cerebro y la boca demasiado grande. Esta noche saldría un barco de Hong Kong, cargado de jóvenes, cuyo destino sería la prostitución en los Estados Unidos de America, jóvenes engañadas gracias a la promesa de una vida mejor y la esperanza de poder alejarse de los horrores de la guerra.

Llevais un rato esperando en el puerto de Kowloon y aún no ha aparecido nadie, al margen de algún borracho. Os habeis repartido en dos grupos, para poder tener controlada la entrada. Desde vuestra posición vigilais los barcos y el acceso al muelle, mientras vuestros compañeros aguardan en la entrada la llegada del camión con las mujeres.

No tarda en comenzar a llover, una lluvia rala que acentúa y mezcla todos los olores, el hedor de las vísceras de pescado repartidas por la dársena se confunde la pestilencia de la grasa de las máquinas traidas por los británicos, y de fondo, la inconfundible fragancia del opio, que desde hace años embota los sentidos de la ciudad.

Fuera del puerto, la urbe respira rebosante de vida nocturna. Pues a pesar de que la guerra se cierne sobre occidente, los rumores de invasión, que cada vez son mas cercanos y las palabras de los refugiados que acuden de toda China buscando la protección de la Colonia Británica hablando de los horrores del ejercito nipón. Hong Kong parece segura, aislada bajo una cortina de seda, opio y prostitución.

Una hora mas tarde de lo esperado, cuando comenzáis a pensar que el joven ganster quizás no hablaba del puerto de Kowloon y hablaba de Puerto Victoria, en medio de las aguas, se encienden y se apagan las luces de un junco de manera rítmica.

Apenas unos segundos después emerge una figura que hasta entonces había permanecido oculta entre unas cajas y destapa y vuelve a tapar un farolillo, mostrando y ocultando su luz, claramente respondiendo a los del barco.

Da la espalda al barco ocultando el farolillo con su cuerpo y vuelve a repetir la operación. A los pocos segundos veis un brillo lejano, que responde de igual modo.

La noche había comenzado despejada mas ahora se enturbió con las primeras gotas de lo que podía ser una larga lluvia. Dado el desequilibrio Yang característico de Wang, podía olfatear con intensidad el cúmulo de olores. Estaba acostumbrado a tales sensaciones pues se movía con habitualidad por los puertos. El de Kowloon era el más familiar dada la cercanía de su refugio, sabía que el lugar estaba apestado de negocios ilícitos por las noches por lo que saber de un envío de jóvenes no le sorprendía.

"Esta noche vamos a conseguir comida. Por otra parte no debería de actuar tan cerca de mi refugio. Si pudiera hacer algo para no ser descubierto."

Le costaba pensar pues era común que sus propios pensamientos acabaran distorsionados. El que acababa de pasar por su mente era una de esas trampas que ya conocía, un intento de quedarse atrás mientras el resto se enfrentaba al peligro. "Sería lo mejor. Tampoco van a haber tantos mafiosos, un combate sin importancia que pueden llevar a cabo los demás." Como imaginaba, ya comenzaba a ver pegas. Siempre que iba con el Wu, veía pegas por doquier, no porque quisiera sino porque sus pensamientos se rebelaban, tratando de controlar su corazón que era el que estaba de parte de sus hermanos. Ahora le palpitaba con más fuerza, cuando ni siquiera había comenzado el previsible enfrentamiento. Wang cerró los ojos un instante para hablar un poco después.

- Allí ha respondido una luz. Hemos de acercarnos.

"Con suerte ellos irán delante" añadía el P'O al instante. Era tan insistente que le era difícil pensar con claridad. Bien sabía que seguirle la corriente era malo, pero en ocasiones hacer lo contrario también lo era.

Miró a sus dos compañeros.

- ¿Queréis prepararos de alguna forma?

Indagó, él mismo podría usar sus poderes ultraterrenales mas no lo haría todavía.

- No hemos hablado de si queríamos capturar a algunos vivos para interrogar o si nos basta con las muchachas.

Por su parte miró los nunchakus creyendo que sería mejor no hacerlos letales todavía. Quería ver si sus hermanos darían opción a capturar a los miembros de la tríada.

- Uno de nosotros debería de ceñirse a capturar, mientras los otros dos matan. Yo puedo decidir en este instante cómo de mortales serán mis nunchakus.

Comentó a ambos hermanos.

Este es uno de nuestros trabajos típicos. Esperar es lo que tiene, dudas en si la información que has conseguido es veraz, te toca ser paciente y no todo el mundo tiene esa capacidad. Conozco el puerto como la palma de mi mano, se donde mirar, se por donde llegará el barco que viene a llevarse a todas esas chicas, así que me mantengo todo lo impasible que puedo observando el horizonte invisible de noche.

Comienza a llover y el agua levanta el hedor típico de Kowloon, apoyo la palma de mi mano en el pomo de la cimitarra. Hoy toca ir preparado puede haber derramamiento de sangre, todo sea por evitar que el dinero norteamericano incline la balanza en favor del grupo al que estamos acechando. Como suele ser habitual parece que la hora del intercambio se retrasa. O el barco llega tarde o se han encontrado con algún contratiempo a la entrada de la bahía.

Los mensajes con luz que se envían desde un barco llaman entonces mi atención y la de mis hermanos. Al instante alguien sale de entre unas cajas y responde a la petición del junco y se vuelve para comunicarse con alguien más adentro, puede que sea la pieza que falta para montar el puzzle.

- Acerquémonos - susurro -, pero con cuidado, no queremos llamar la atención del tipo del farolillo, cualquier paso en falso podría anular el intercambio hoy y debemos lograr que no tengan posibilidad de hacerlo otro día - digo.

Escucho las palabras de Wang mientras me atuso los pelos de un lado de mi bigote.

- Sí, deberíamos interrogar a alguien, quizá podamos sacarle más información y podamos matar dos pájaros de un tiro - contesto -. Mao, ¿te encargas tú de hacer rehenes? - le pregunto al hermano que todavía no ha dicho nada.

Quienes le conocían sabían por demás que Mao era un hombre callado y observador como si estuviera jugando una partida que no tenía que perder, en su mano un pequeño botón con borde dorado se movía al compás de las gotas que lentamente caían desde los cielos, la lluvia siempre en malas épocas era buen presagio pero esta noche se sentía diferente. Alzó la vista al cielo cuando aquellas preguntas le hicieron parpadear; solo asintió con la cabeza guardando el botón en su bolsillo.

En su mente aún seguían las medias de traje que debía realizar, pero pronto las mismas quedaron relegadas ante una contestación verbal -Bien una simple palabra pero allí sabían que no era todo -no todo es muerte, también el per…- guardo silencio, se alistó para comenzar aquella acción que aguardaba una noche agitada.

El cuerpo del sastre fue relajandose, mientras sus ojos terminaban de ver aquel intercambio de luces que parecían luciérnagas esquivas sobre una laguna ala espera de no morir en las fauces e una rana

Hace dos noches, pudisteis conseguir información de un miembro de las Triadas, un joven con poco cerebro y la boca demasiado grande. Esta noche saldría un barco de Hong Kong, cargado de jóvenes, cuyo destino sería la prostitución en los Estados Unidos de América, jóvenes engañadas gracias a la promesa de una vida mejor y la esperanza de poder alejarse de los horrores de la guerra.

Decidisteis separaros en dos grupo, y mientras vosotros vigiláis el acceso al puerto para movilizaros en cuanto llegue el camión, vuestros compañeros se encargan de vigilar el mar esperando a la embarcación.

Lleváis un rato esperando en el acceso al puerto de Kowloon y aún no ha aparecido nadie, ninguna patrulla británica, lo cual no es de extrañar dada la situación. Los británicos, al igual que las ratas cuando se hunde un barco, abandonaron la colonia dejando una milicia y unos cuerpos de seguridad mas representativos que otra cosa.

Los minutos pasan, y mientras la ciudad despierta y comienza su vida nocturna, completamente ajena a todo lo demás, el puerto parece un mausoleo. Ni siquiera hace viento esta noche, a pesar de la época del año. Al rato, comienza a caer una suave lluvia, que amortigua lo suficiente los ruidos de la urbe, alejándoos aún mas de la vida que bulle, como si os encontraseis solos y no hubiese nadie mas en la ciudad.

Os llega poco a poco, el aroma de la tierra mojada, mezclado con el olor del mar y la delicada fragancia del opio, que desde hace años embota los sentidos de la ciudad.

Parece tan lejana la amenaza de la guerra y Hong Kong tan segura bajo la poderosa bandera del Imperio Británico, que ni los horrores que cuentan los refugiados venidos de toda China escapando del ejercito nipón consiguen hacer mella en el ánimo de la población. Hong Kong parece inexpugnable, protegida por una cortina de seda, opio y prostitución.

El tiempo se desliza perezosamente y mientras os preguntáis si el joven hablaría de Puerto Victoria y no de Kowloon, cuando escucháis un vehículo aproximándose.

Dobla la esquina un camión y cuando cruza el linde del puerto podéis ver en la parte de atrás unas muchachas que charlan de manera amistosa y desenfadada. Surge entonces de detrás de unas cajas una figura que destapa un pequeño farolillo que destella fugazmente en la noche antes de ser cubierto de nuevo. Un nuevo destello aparece a lo lejos para extinguirse repentinamente.

El camión se dirige inequivocamente hacia uno de los muelles.

Esperaba apoyado contra un poste. Llevaba ropa de monje de color negro, sencilla y ligera, y, aunque estaba limpia, se notaba gastada. Sobre mi cabeza portaba el típico sombrero cónico de bambú, el cual me resguardaba parcialmente de la lluvia.

Durante todo el tiempo de espera permanecí inmóvil y en silencio, esperando que Min Liu y Huang Zhao dieran la señal. Por lo que permanecí atento vigilando el ingreso al puerto.

De pronto, un camión apareció, su presencia era evidente por su ruidoso motor. Además, en su tolva pude distinguir un grupo de jovencitas, aún más ruidosas que el propio camión. Sin embargo, lo que realmente llamó mi atención fue aquel destello de luz que se filtró, intermitente, de entre las sombras. Aparentemente era el momento de actuar.

– Llegaron – susurré a mis compañeros y busqué sus miradas.  

Mis ropas habituales, tan sencillas como austeras, respondían al tradicionalismo más acérrimo, frente al auge de la vestimenta occidental que, como una moda molesta, se adueñaba de las calles de la ciudad. Lo teníamos por todas partes, incluso entre aquellos que se encontraban bajo mi cuidado. No era únicamente la ropa, también la música, el baile, la medicina a la que acudían en busca de remedios, la forma en que se comportaban… Nuestro pueblo parecía haber perdido el norte, erraba su camino y perdía nuestros valores más antiguos.

Afortunadamente, aún quedábamos unos pocos para tratar de recordarles el camino correcto. Incluso usando la vara para dejar la lección impregnada en su piel.

Observaba entre las sombras, resguardado bajo un sencillo paraguas. Nuestra información era fiable, y en el plan elaborado en conjunto me había correspondido aguardar junto a Zhi Xue y Min Liu. Las jóvenes que se iban a vender aquella noche eran tan víctimas como culpables de su situación, ovejas descarriadas que se apartaban del rebaño, guiadas por cantos de sirena que acabarían con sus vidas. Se había decidido salvarlas, de las tríadas a las que combatíamos y de sí mismas. No me gustaba la idea de simplemente liberarlas, consideraba que necesitaban una lección, un escarmiento que les recordase, a ellas y a cuantas pudieran plantearse seguir su mismo camino, cuál era el camino correcto a seguir en la vida. ¿Una huida hacia una vida mejor en base a vagas promesas? Ese no era el camino. Ese camino sólo las llevaría hacia las fauces de los monstruos. Y si para dejarles claro que el único camino recto era permanecer junto a sus familias y esforzarse en llevar una vida honrada y trabajadora, era necesario ser un monstruo peor que ellos, para abrirles los ojos, estaba dispuesto a ello.

Como moscas en la telaraña. –Concordé con mi compañero, sin quitar ojo de aquellas sombras donde un destello de luz había dado avisos del muelle al que debían dirigirse- Moscas que aún no son conscientes de estar bajo las fauces de la araña. –Y no pensaba dejar terminar aquella noche sin que aquellas chicas fueran conscientes de aquellas fauces- El muelle es aquel. –Indiqué, señalando el lugar- Es donde todo comienza… y termina.

Cerré el paraguas con parsimonia, enrollándolo y dejándolo apoyado en la pared. La fina lluvia comenzó a humedecer mi cabello, mis ropas, y a refrescar la piel de mi rostro. Era el momento de buscar la paz… a través de la guerra.

La espera me sirvió para repasar el plan, así como los distintos contratiempos que podían surgir durante nuestra intervención. Habíamos decidido evitar aquella transacción, liberando a las muchachas y tratando de llegar a quien se encontraba en la cúspide de aquella organización que atentaba contra el bienestar de las familias de la ciudad. Por lo general, cuando tratábamos de arrancar a alguien de las garras de las tríadas se trataba de personas inocentes, pero en este caso todo me resultaba muy difuso. Sí, aquellas jóvenes iban a ser víctimas de aquellos hombres, quienes las alejarían de sus familias para explotarlas, familias que quedarían destrozadas al conocer su sufrimiento; sin embargo, ellas habían decidido abandonar a su familia para prosperar en soledad, atentando también contra los suyos.

Pero en aquellos momentos, aguardando en la entrada del puerto, ya no pensaba en eso; teníamos un objetivo, y estaba centrada en cumplir con este. Aguardaba tras Huang y Zhi Xue, resguardada en las sombras, con mis manos sujetas tras mi espalda observando aquel acceso casi sin pestañear. Cuando llevábamos un rato esperando empezaron a caer unas finas gotas de lluvia que mojaban mi cabello recogido en un moño y el holgado qipao negro que vestía, pero no busqué resguardo ante ello.

Aún transcurrió algo más de tiempo hasta que escuchamos un vehículo. Pronto le vimos atravesar la entada, surgiendo de su escondrijo una figura que mostraba un farolillo, una señal luminosa que fue respondida por otra a lo lejos, desde el muelle al que debía dirigirse el camión.

Mis compañeros también se habían percatado de lo que yo había visto, cosa que no tardaron en poner de manifiesto.

- Démonos prisa, o llegaremos tarde. - sugerí, en mi habitual tono bajo de voz, como un murmullo del viento que mece las hojas secas del otoño.

Todo habría sido mas sencillo si el cargamento hubiera sido opio. El mercado de la carne siempre resulta mucho mas complicado. Demasiadas consideraciones éticas y morales, donde casi cualquier modo de proceder muestra algún aspecto cuestionable, salvo para los seguidores mas estrictos del Camino Quíntuple.

A pesar de la lluvia llega a vuestros oídos el sonido de un vehículo. Por otra parte, veis como del junco fletan una pequeña embarcación, destinada sin duda a recoger a las muchachas en tierra, mientras la gran embarcación permanece sobre las calmadas aguas del puerto a varios cientos de metros de muelle.

El vehículo llega y frena bruscamente, mientras el pequeño bote aún oscila sobre la suave corriente del puerto. El conductor enciende y apaga las luces mientras su compañero se apea y  a la voz de hemos llegado señoritas, comienza a ayudar a bajar a las chicas, para bajar después su equipaje, dejándolo cerca de la furgoneta.

Contáis cinco jóvenes.

En el bote prenden un pequeño farolillo y lo mantienen encendido. El conductor desciende entonces también de la furgoneta y se encamina hacia el muelle, sin duda alguna, para ayudar a amarrar la embarcación. Mientras su compañero permanece al lado de las mujeres.

En unos minutos el bote habrá llegado y estará amarrado, dispuesto para que las jóvenes embarquen. Os movéis buscando la mejor posición posible para actuar.

Las muchachas, ajenas a cuanto sucede mantienen una animada conversación entre ellas, sin duda alguna comentando los sueños que han depositado en sus nuevas vidas, quizás trabajar en unos grandes almacenes, en una joyería de la 5th Avenida o encontrar un buen esposo del que presumir en el cine o en el teatro... depositando sus esperanzas en quimeras banales.

El bote finalmente llega al muelle y el conductor del vehículo comienza a amarrarlo. Una vez fijado hace unas señas a su compañero quien dando un par de palmadas y tras dirigirse a las muchachas comienza a movilizarlas. Se las vez tan eufóricas, tan ilusionadas...

Dos hombres descienden de la embarcación y se encaminan hacia donde estaba el copiloto ayudando a las mujeres con sus equipajes, y es que es mas sencillo conducir al cordero al matadero cuando este piensa que va a disfrutar de verdes pastos.

Todo habría sido mas sencillo si el cargamento hubiera sido opio. El mercado de la carne siempre resulta mucho mas complicado. Demasiadas consideraciones éticas y morales, donde casi cualquier modo de proceder muestra algún aspecto cuestionable, salvo para los seguidores mas estrictos del Camino Quíntuple.

A juzgar por la animada charla de las jóvenes y las risas que se escuchaban no debían conocer el destino que les esperaba. Posiblemente hasta se les hubiese cobrado una importante suma para llevarlas a un lugar "seguro", costeando ellas mismas no solo la comida que recibirían durante el trayecto sino también su propio pasaje al infierno.

No habéis podido contar cuantas muchachas viajaban dentro de la furgoneta.

Apenas pasa la furgoneta, comenzáis a avanzar rápidamente, para llegar al lugar donde esperan apostados vuestros compañeros, sin perder nunca de vista las luces del vehículo. En un momento las luces se detienen, se apagan y vuelven a encenderse un par de veces para permanecer encendidas finalmente.

Cuando llegáis al vehículo detenido, contais cinco jóvenes, que ajenas a cuanto sucede charlan de manera desenfadada, sin duda alguna comentando los sueños que han depositado en sus nuevas vidas, quizás trabajar en unos grandes almacenes, en una joyería de la 5th Avenida o encontrar un buen esposo del que presumir en el cine o en el teatro... depositando sus esperanzas en quimeras banales.

Un junco descansa sobre las calmadas aguas del puerto, alejado del muelle varios cientos de metros, mientras un pequeño bote con un farolillo encendido está siendo amarrado. Una vez fijado hace unas señas a su compañero quien dando un par de palmadas y tras dirigirse a las muchachas comienza a movilizarlas. Se las vez tan eufóricas, tan ilusionadas...

Dos hombres descienden de la embarcación y se encaminan hacia donde estaba el copiloto ayudando a las mujeres con sus equipajes, y es que es mas sencillo conducir al cordero al matadero cuando este piensa que va a disfrutar de verdes pastos.

Reconoces a una de las muchachas, acude todas las semanas a visitar a su abuelo, el anciano maestro de caligrafía que vive cerca de tu refugio.

Reconoces al copiloto. Es uno de los jóvenes que acudía a tu escuela, Li Jintao, pagaba siempre las clases con retraso y vestía ropas raidas. Dejó de acudir a ella hará cosa de un mes. Ye Xuenong, uno de tus discípulos mas prometedores, te dijo que había dejado la ciudad.

Su vestimenta ha cambiado ahora, si bien es modesta, no esta rota como antaño.

Cuando ya las demás jovenes se encuentran abajo, desciende otra mas, y situandose al lado del copiloto se muestra especialmente cariñosa con el, mientras el joven permanece impasible a sus encantos. Apenas unos minutos después el joven anima a las demás jovenes a caminar hacia la embarcación, momento en el que su dulce compañera se desliza detrás del camión desapareciendo de tu vista.

Cuando la maquinaria del contrabando se pone en marcha no hay quien la pare. Podían haber pasado días mientras esperaban a encontrar una brecha en la seguridad del puerto, pero ahora que la habían encontrado ya no había quien la detuviera. No tardamos mucho en ver llegar el camión con las chicas. Cuando les ordenan bajar, estas lo hacen de forma alegre y jovial, todas ellas deben estar hablando maravillas de su nuevo mundo, de su nueva vida, sin saber lo que les espera.

- No nos queda mucho tiempo - les digo a mis hermanos -. Deberíamos inutilizar la pequeña embarcación para evitar que huyan en caso que alguna de ellas suba.

Tendríamos que actuar rápido y esperar que nuestros hermanos llegasen en el momento justo para darnos el apoyo moral y físico que necesitábamos. Desenvaino la cimitarra lentamente, solo dejando salir de ella el leve siseo del acero rozando con la vaina.

La brisa arreció e hizo que la tupida garúa que caría sobre nosotros tomara un rumbo peculiar, parecía dirigirse del suelo hacia el cielo. Sin embargo, esto era solo una curiosa impresión, consecuencia del viento y nuestro desplazamiento. Había iniciado a correr poco después de que el camión pasó junto a nosotros. En ese momento me concentre por armonizar mi chi con el del entorno, siguiendo las enseñanzas del shintai de jade, con la intención de ahogar el sonido de mis pisadas y aprovechar todas las superficies del terreno. De esta forma, una vez armonizado, partí a toda velocidad junto con mis compañeros. Debíamos llegar al punto de reunión antes de que se realice la transacción o las cosas podrían salir de control.

Después de algunos minutos sin perder de vista al vehículo que parecía seguir haciendo señales con su luz llegamos hasta un punto propicio para separarnos. Mi tarea era desviar la atención de los traficantes y permitir a mis aliados actuar con la sorpresa de su lado.

– Muy bien muchachos, aquí me quedo, trataré de darles tiempo – indiqué a Huang Zhao y a Min Liu mientras que, cubierto por las sombras de la noche, me desviaba entre un par de almacenes hacia la vía principal.

Una vez a una distancia prudente de la salida a la “luz”, me detuve y empecé a caminar. Miré un instante al cielo y dije para mí mismo es solo imitar el estar ebrio como lo estuve tantas veces en el pasado antes del renacer. Luego de convencerme a mí mismo de lo que debía de hacer relajé mis músculos y comencé a avanzar dando tumbos, y aún entre las sombras comencé a gritar.

– ¡Liu Peiiiii! ¡No te vashaaass! ¡No me dejes Liu Pei! – mi voz había sido distorsionada con la intención de arrastrar y desformar las palabras como lo hacía usualmente estando ebrio, pero ésta vez era con el patético modismo de un corazón roto.

Para este momento mis compañeros deberían encontrarse en una posición mucho más adelantada. Por lo que, decidí salir a la “luz” entre tumbos e iniciar el espectáculo.

– ¡Liu Peiiiii! –  indiqué finalmente estirando los brazos hacia el ahora visibles y aún lejano grupo de traficantes y jovencitas. Me encontraba aproximadamente a unos cincuenta metros y esperaba que esto fuese suficiente.

Mao cerró los ojos mies tras parecía recitar un pequeño fragmento de una canción de cuna, sus facciones cambiaron a una de seriedad dejando las de hombre ingenuo de lado al menos por el momento. Acuclillado sus dedos marcaban el ritmo sobre sus rodillas, observó la situación desde un ángulo al menos diferente o eso creía... - iré... Cantaré para distraerse y allí pueden hacer lo de la embarcación - suspiro - un borracho siempre será un borracho -

Las ovejas descarriadas reían animadamente, ajenas a su inquietante destino. Ignorantes, estúpidas, henchidas de orgullo, se habían apartado del camino correcto para huir por el camino fácil. Seguramente habían contraído deudas entre sus familiares para pagar el coste de su pasaje al infierno, dejando tanta desgracia a su paso como sembraban en su propio futuro.

Zhi Xue Song insistió en un acercamiento indirecto, el uso de un subterfugio. No me gustaban las tretas, me resultaban poco honorables, pero en ocasiones debía aceptar su utilidad en momentos de necesidad. Además, a veces debía claudicar ante mis hermanos de Wu, permitir que mi rigidez se amoldase ligeramente a sus propias necesidades. Esperaba, con el tiempo, poder guiarles en la justa dirección, pero no caería en el egocentrismo de asumir que seguirían mi guía porque sí. Necesitaría tiempo, y mostrar un ejemplo perfecto. Y debía reconocer que yo mismo estaba muy lejos de la perfección.

Aún recordaba vívidamente todas las faltas de mi vida anterior que el infierno Yomi me había hecho revivir una y otra vez.

Mientras nuestro compañero tomaba la posición que nos indicó, Min Liu y yo recorrimos la distancia que nos permitiría abordar aquel vehículo desde el extremo contrario. En las aguas calmadas del puerto, una pequeña embarcación recibía ya la mercancía, que era descargada de forma animada, conducida como ganado al matadero con zanahorias para que acudan con docilidad. Es entonces cuando me fijé en uno de los rostros, el del copiloto del camión. Aquel rostro me era conocido, y su presencia allí suponía una dura afrenta a mi honor, a mi nombre como maestro, al prestigio de mi escuela. Apreté los puños a ambos lados de mi cuerpo, terminando por alzar mi mano en su dirección, señalándole con el dedo.

Ese chico de allí... -Le dije a Min Liu, con seriedad- ...es mío.

Una de mis manos rebuscó en un bolsillo interior de mi ropa, sacando a relucir un par de anillos dorados con caracteres kaja grabados, que me puse en el dedo corazón de cada mano. Cerrando los puños, recurrí a mi energía interior, la perteneciente a la vida y la creación, al poder físico, al tigre. Un apenas perceptible fulgor dorado se extendió brevemente desde los anillos, por todo el puño, antes de desaparecer.

Cuando estés lista, hermana. -Indiqué a mi acompañante, dispuesto a salir de nuestra discreta posición y a correr hacia aquellos hombres, comenzando por mi antiguo y deshonroso alumno. Una oveja descarriada a la que regresar dolorosamente al rebaño... o sacrificar.

En cuanto se pudo ver que los miembros de la tríada iban llegando en el transporte, el kuei-jin inició una prodigiosa transformación. Más bien podría calificarse como horrenda, pues la carne volviose del todo negra, como las alas. Semejaba un murciélago dispuesto a desangrar o devorar a cualquiera en su camino.

- No parecen muchos, de hecho parecen muy pocos. Como dijimos, sobrevolaré desde arriba. Cuando vengan los demás atacad. Si veo que van a marcharse me tocará abordar el barco.

"Espero que los demás lleguen pronto, no quiero que nos dejen con todo el trabajo."

Les dijo a los demás creyendo que podrían manejarlos con facilidad. Él por ahora se elevaría, tras echar un vistazo rápido con el que evitar ser descubierto.

"Esto debería de salir bien, es un intercambio que parece de muy poca importancia... sólo cinco chicas."

Un poco disgustado porque creía que sería algo más grande, terminó la transformación y se dispuso a vigilar desde arriba.

- Mao, es el otro grupo el que tiene que mostrarse primero. Esperemos a eso.