Partida Rol por web

El actor puso cara extrañada ante las palabras de la atleta. En los pueblos era muy habituales las habladurías y los rumores. Las historias de fantasmas, eran más frecuentes en pequeñas localidades como Ganwell que grandes ciudades como New York, pero igualmente, debían darle el valor adecuado a aquellas palabras... Quizás, la gente de aquella pequeña localidad no deseaba que unos extraños se metieran en la propiedad del tal Arthur Cornthwaite...  O lo mismo, esperaban heredar la mansión si el filántropo no daba señales de vida...

Sea como fuere, Sebastian no dudó en responder a Mike. - Lo único que me han preguntado es la razón por la cual he decidido grabar mi película en la Mansión... No han dado mucho más datos sobre el tema... Lo siento, pero no puedo aportar mucha más información.- Explicó el veterano intérprete. 

-¿Ustedes han encontrado algo?–preguntó Robyn a Hess y O'Donnell. Las historias de fantasmas nunca le habían convencido: solo había habido dos personas que habían regresado de la muerte, y una de ellas era el hijo de Dios, así que tampoco es que contase demasiado. Los exorcismos que hacían los curas tampoco es que mereciesen mucha credibilidad, no. No era muy probable que la casa estuviese maldita, pero que no quisieran que investigasen la desaparición de una persona...
 

La señorita Adler se dirigió a ellos. James miró a O'donell buscando su aprobación, acto seguido les relató lo que habían descubierto en voz baja para que nadie más pudiese oírles.
- Verán, aún no podemos saber si tiene algún tipo de relación, pero lo cierto es que no le han mentido, señorita. Efectivamente hemos descubierto un caso realmente macabro. - Hess soltó un suspiro y prosiguió: - Hemos hallado un diario del 1895. La sra. Gloria Curwen y sus tres hijos, de cinco, tres y dos años, fueron brutalmente asesinados en la mansión Fitzgerald. Según el testimonio del sheriff, la visión fue espeluznante, jamás había visto nada igual. Al parecer, para cometer el crimen, se utilizó un hacha. El caso es que el señor Arthur Curwen desapareció y no se le volvió a ver.
James hizó una pausa para dar una calada al cigarro y carraspeó para aclararse la voz. - Hemos buscado en ejemplares posteriores, pero en ninguno hay mención alguna del señor Curwen. Quizá fuese él el criminal, o quizá también fue una víctima.

James miró a sus compañeros con cierto pesar. - Todo esto comienza a no gustarme un pelo. ¿Qué creen que deberíamos hacer?

¿Un estilo a los crímenes de Lizzie Borden? preguntó asombrada– y vaya...¿también el antiguo propietario se llamaba Arthur? Que casualidad... Sin embargo, señor Hess no le veo "lo feo" al asunto. No creo que tenga nada que ver la antigua historia de la casa con la desaparición de Cornthwaite. A no ser que crea en espíritus y mansiones encantadas...

James respondió con cierta aflicción en el tono: - Se sorprendería del daño que los fantasmas pueden llegar a hacer.
Hess suavizó la voz y sonrió, pero en sus ojos se podía leer la tristeza: - No, señorita, no son los espíritus los que me asustan. Son las personas y el mal que pueden realizar lo que de verdad me aterroriza. Así como el destino, urdido por el Altísimo. ¿Y sabe una cosa? He descubierto con muchísimo dolor que al que habita allí arriba no le importamos en absoluto. No sólo eso; si puede, nos golpeará allí dónde más nos duela.
Hess se percató de que estaba divagando y añadió: - Lo que quiero decir es que hay algo imperceptible que nos empuja a actuar en muchas ocasiones en contra de nuestra voluntad. Puede que en esa casa realmente haya algo más de lo que puede parecer a priori.

- Sin embargo, puede que tenga razón y sólo se trate de una infeliz coincidencia. Pero no me negarán que todo esto es muy extraño. Además, nosotros sólo hemos encontrado una referencia, pero por lo que a usted le han dicho, es muy probable que bajo ese techo hayan ocurrido más infortunios.

Mmmm.... Mientras escuchaba la conversación entre Robyn y James, Mike sacó su pitillera, pensando en lo que escuchaba. Finalmente habló.

No creo que sea parecido al caso de Lizzie Borden, señorita Alder, ella fue absuelta aunque nunca quedo claro si realmente fue inocente o no. Si pregunta mi opinión, creo que la señorita Lizzie era culpable... pero me voy por las ramas. Seria un caso parecido si el marido desaparecido los hubiese matado...pero y si no fue él? Es raro que nunca lo encontrase, no? Es muy oportuno para cargarle el muerto a alguien. Se encendió el cigarro.

Pero y si el señor Hess tiene razón? Y si tiene alguna relación con la desaparición que nos ocupa?

Expongo mis hechos a ver que les parece. Primero la familia de ese hombre es atrozmente asesinada, pero el marido nunca aparece. Años después, el señor Cornthwaite desparece de la misma mansión. Nexo en común? que los dos eran los propietarios de la mansión. Y si hay alguien del pueblo que quiere esa mansión? Quizá había pertenecido a su familia. Y si son más de uno? Y si varias personas del pueblo le ayudan? Por eso el nerviosismo del director del periódico, y por eso la negativa en el ayuntamiento de dejarnos ver el registro de la propiedad, para que no sepamos a quien perteneció la propiedad inicialmente, o incluso para que no descubramos que perteneció a más personas que misteriosamente han desaparecido.

Todo esto podría tener sentido, y sin entrar a hablar de casas encantadas o fantasmas. Como lo ven ustedes?

-Uuuuuf... Comienzan los desvaríos 

Pensó el actor mientras mantenía una sonrisa en la cara. Habían sacado el tema tabú, los asesinatos de 1892 de una familia que quedaron sin resolver. No entendía por qué, pero el tono del escritor mostraba cierto tinte misterioso, como si sus ojos hubieran contemplado algo que los demás fueran incapaces de percibir... ¡¡Bohemios intelectuales!!...- exclamó para sí mismo mientras observaba el debate entre sus compañeros. - Seguro que guarda una petaca con algo fuerte.- prosiguió en sus cábalas. Bien era conocidas las fabulaciones e ideaciones producto del abuso repetido de alcohol. Sebastian lo conocía bien, pues a pesar de la Ley Seca... muchos en su círcul,o eran adictos al etanol, y por lo que tenía entendido, algún escritor famoso como Ernest Hemingway había decidido marcharse lejos de Norteamérica para poder disfrutar de su afición por el vino y los licores fuertes...

Otra cosa curiosa que llamó la atención a Sebastian, fue cómo la mención de un caso escabroso con varias muertes, habían activado el carácter reservista y poco dado a la conversación de la srta Adler. Robyn rehuía el contacto visual. Lo hacía incluso cuando su carácter moderno y rompedor de costumbres, se enardecía, pero en esta ocasión, parecía alimentada por la curiosidad... - Demasiada lectura.... ¡¿Tal vez?!- le resultaba muy difícil de discernir. Hasta el momento se le antojaba un ejercicio bastante difícil clasificar a aquella mujer, pero sin duda le parecía inteligente.

Finalmente, Mike O'Donnell dio la interpretación que le parecía más lógica y pragmática. Por la razón que fuera, había un grupo de personas que querían que la desaparición de Cornthwaite no fuera  esclarecida. Todavía era difícil afirmarlo, pero daba la impresión de que era una probabilidad mucho más fiable que las historias de fantasmas.

- Creo que fuma usted demasiado, O'Donnell, jajaja...- se atrevió a señalar una vez expuestos los argumentos del detective. 

Mike se queda un poco parado, no sabe como responder a aquello. Finalmente mira el cigarro, lo tira al suelo y lo pisa con el pie. Si, puede ser cierto dice mientras intenta forzar una sonrisa de esas que le cuestan tanto. La verdad es que desde que paso lo de su padre y dejo la policía, fumaba mucho. Y no era el único vicio que se permitía de tanto en tanto... al fin y al cabo, era Irlandés!

Mirando al cielo dijo Bueno señores y señorita, creo que pronto anochecerá. Les apetece ir a cenar algo y seguimos la conversación en un sitio más tranquilo? 

–Si, deberiamos ir al hotel.–coincidió Robyn arrugando la nariz. Las historias sobre fantasmas le parecían absurdas y, aunque la observación del detective podía ser acertada, algo le decía que no era así: si hubiese habido algún interés por parte del pueblo por la casa, el abogado lo habría dicho. Y si el abogado "estaba metido en el ajo" como solía decirse ¿para que habría llamado a un detective? Aquellos y otros pensamientos bullían en su cabeza, pero no los manifestaba. Ella no entendía demasiado de esas cosas y seguro que estaba equivocada. No obstante, había adquirido una expresión pensativa.

Sombras, dudas y un innegable misterio parecía estar alimentando las mentes de aquellos cuatro visitantes de Gamwell que habían llegado a primera hora de la mañana con un proposito común, la de buscar al desaparecido millonario por un motivo u por otro. El hallazgo de aquella escalofriante notícia en el diario local y la actitud extraña y evasiva de algunos lugareños empezaban a hacer mella en el grupo hasta el punto que se atrevían a realizar todo tipo de hipotesis vinculando la desaparición con antiguos sucesos que parecían tener el nexo común en la, popularmente denominada, Mansión Fitzgerald. ¿Eran imaginaciones fruto de la paranoia o realmente ocurría algo oscuro en aquel humilde pueblo rural y casi aislado de las grandes ciudades de la región de Massachussets?

Empezó a anochecer cuando decidieron regresar de nuevo al Hotel Haggarty, donde hallarían un merecido descanso tras aquel agotador día y podrían reunirse de nuevo para planear sus siguientes movimientos en un lugar más discreto que en plena calle. Cuando llegaron al hotel la mayor parte de las luces de las ventanas estaban apagadas y en la recepción les recibió el Sr.Haggarty quien se encontraba detrás del mostrador escuchando un antiguo aparato de radio donde emitian una de las clásicas sonatas de Beethoven. El anciano propietario se limitó a saludarles con un gesto de cabeza desde su cómodo asiento pero por algún motivo no dejó de observarles con un rostro circunspecto que parecía expresar cierta desconfianza hacía clientes desconocidos.

Buenas noches señor Haggarty, en el hotel sirven cenas? Si no, nos puede indicar un sitio donde cenar?

Dijo mientras observaba al hombre mayor. La paranoia empezaba a hacerle desconfiar cada vez de más gente de ese pequeño pueblo.

El anciano bajó la radio y se levantó con pesadez para acercarse al mostrador.

- Sí, si lo deseean mi mujer puede prepararles una sopa y algo de pollo de granja. El comedor está allí. - dijo señalando una puerta que comunicaba con el vestibulo y desde donde podía observarse un modesto comedor con mesas y sillas de madera.
 

Muchas gracias señor Haggarty, sopa y pollo de granja, suena delicioso.

Se giro hacia sus nuevos compañeros Vamos? Y se dirigió hacia el comedor.

–Muchas gracias– dijo dirigiéndose al comedor. No se sentía muy bien: la reunión con el funcionario y las miradas desconfiadas de todo el mundo la ponían los pelos de punta. Sin embargo, había una idea en su mente, una idea que explicaría a sus compañeros mientras cenasen, lejos de los oídos de aquel hombre. La atleta no creía que se quedase como en los restaurantes de postín cerca de los comensales -afortunadamente- pero si así lo hacía, simplemente llevaría a la práctica su plan, sin advertírselo al resto.

James dedicó una cortés reverencia al afable anciano. - Después de ustedes, caballeros...y señorita.
Aguardó pacientemente a que sus compañeros pasasen al comedor y les siguió. Estaba realmente hambriento, dado que no había probado bocado en todo el día. Hess ya salivaba al pensar en la suculenta cena que les había prometido el señor Haggarty.

Mike entro con hambre en el comedor. Cogió una silla y cuando iba a sentarse, se dio cuenta que esa gente con la que estaba tenia clase. El provenía de un barrio humilde de nueva york, en su vida nunca había habido demasiada clase ni elegancia ni educación. Pero esa gente si que la tenia y Mike tenia que intentar estar a la altura. Se giro hacia Robyn y aguantando la silla le dijo, por favor siéntese señorita Adler Volvió a forzar una de sus sonrisas, se notaba que esa situación era realmente incomoda para él.

–Errrr vale gracias– tomó asiento y miró a su alrededor para comprobar si estaban solos en el comedor. No parecía un hotel muy dado a las visitas. El pueblo en general no parecía muy turístico. La joven volvió a mirarse las manos antes de levantar de nuevo la mirada y dirigirla al actor Señor Stewart, ¿nos acompañará su ayudante? de ser así debería avisar al gerente.

No parece un hombre que le gusten los cambios

- ¡A buen seguro que Calogero habrá cenado!- respondió el actor con su mueca desenfadada habitual - Ya le avisé de que podíamos llegar tarde...- acabó de afirmar mientras intentaba llegar hasta la mesa. Sebastian y su aparatosa cojera. 

Finalmente se sentó. Tenía hambre. Un cuerpo como el suyo no se mantenía del aire y aunque aquel restaurante no disponía de la fama de sus congéneres de New York como las cocinas de los hoteles  L'Astor o Waltdorf, lo que pudiera cenar sería una auténtica bendición. El actor era un verdadero enamorado de la cocina francesa, muy de moda en aquellos años del nuevo siglo. La perdiz era su manjar favorito. Aquella noche cenaría pollo de granja, pero a buen seguro que le sabría a perdiz... 

Rato después a que los comensales se hayan sentado en aquella mesa rústica de madera que bien parecía recordar el comedor de un granjero más que el de un hotel, la Sra.Haggarty, una anciana de unos 70 años aproximadamente y algo regordeta que vestía un atuendo de cocinera sirvió a los cuatro boles llenos de sopa casera junto a una bandeja llena de alas y pechugas de pollo para que los propios hospedados se sirvieran en sus platos.

Cuando la Sra.Haggarty abandonó la sala el grupo se preparó para ingerir aquella suculenta aunque sencilla cena, y charlar del tema que les ocupaba.

La comida estaba servida, y para estar en un pueblo de mala muerte, no tenía mal aspecto. La joven comenzó a comer la sopa, procurando no sorber, pese a lo caliente que estaba. No era una de aquellas comidas de lujo, donde acababas liándote con que tenedor era para que o que cuchara para cual. No, allí era el mismo cubierto para todo y había que reconocer que era una ventaja. El problema era como sacar el tema que quería sacar, sin que pareciese brusco, de forma natural. Como no se le ocurrió el modo, optó por ser  directa. Quería comentarles.– comenzó tras una pequeña vacilación– todas las noches acostumbro a correr un rato antes de dormir. Da igual donde esté, simplemente lo hago.

Aquel último añadido parecía una justificación, pero no terminó ahí. Había pensado en hacer mi recorrido por las cercanías de la mansión. Nada de quedarme "espiando", no se equivoquen. Pero ¿Pero por qué correr por otro lado pudiendo ir por allí? Er...si veo a alguién ¿quieren que se lo comenté al volver o preferirían esperar a mañana?