Partida Rol por web

Comieron los sandwiches entre más anécdotas irrelevantes, conversación sobre a que se dedicaban al margen de la sociedad Danica y Heikki y un plan para da una vuelta por fuera. Genial, no había nada peor que hacer.

Pero si querían hacerlo, eran sus genes los que sufrirían. Y a saber si les dejarían o no. Tobías era médico y prefería pasar el mínimo tiempo fuera. Porcentajes de exposición y todo eso. En realidad era por que su cabeza no empezara a calcularlos. Mucho mejor. Había conseguido que no lo hiciera en el camino de venida y no iba a salir a tentar a la suerte más.

Lo de los marginales... era obvio, la gente se apartaba de los Strigoi y en las vacías extensiones de la tierra, las que quedaban (y cada vez quedaban más) se dedicaba a los trabajos que podían. Era mucho más humano y a la vez liberador que los malditos gusanos...

—Yo creo que me quedaré en el búnquer y echaré un vistazo adicional— comentó al resto. Sin hacer todavía ademán de moverse. 

Cuanta prisa tenéis por salir teniendo en cuenta... que en poco tendremos que ir de viaje - no alcanzaba a comprender esas ganas tremebundas por salir al exterior, por ello se mantuvo donde estaba, con el jodido tic de sus manos y a la vez, en contrapunto, siendo un remanso de paciencia. Heikki seguía disfrutando del austero sandwich, acostumbrado a cazar y recolectar flora silvestre, le resultó algo extraño pero no por ello asqueroso. Los miró a todos con cierta curiosidad mientras masticaba el ultimo bocado.

La rubia se levantó, acabando de engullir uno de los bocadillos. Ella no iba a esperar que todos se pusieran de acuerdo, iba a salir sí o sí. Miró al resto, algunos de los cuales ni se habían sentado para comer.

-Estamos en el puto Chernobil, por irónico que parezca debe ser uno de los sitios más seguros sobre la faz de la tierra ahora mismo... Yo no me voy a morir en una misión de mierda sin haberme paseado por una ciudad fantasma- dijo saliendo por el pasillo, buscando la salida por la que todos habíais entrado, pues no conocíais más. Seguramente que un búnker de aquella magnitud tendría salidas de emergencia, aunque ahora no las necesitarais. 

Puede que debierais tener cuidado, pero nada os impedía salir a echar un vistazo, nadie se movía por esa zona. A la gente habían dejado de causarle curiosidad los lugares abandonados, hoy en día entrar solo a casas encantadas solía acabar como una verdadera pesadilla de la que no era tan fácil salir vivo de ella.

Gates salió del comedor junto a la mujer.

-Tenemos horas de sobra para aburrirnos mirándonos a la cara. Nos vemos luego. O nos vemos ahora, si nos paran el paso. Así de fácil.

Richard no se lo iba a perder por nada del mundo así que comió su sandwich rápidamente y se apuntó a la expedición para ver la cuidad. Estaba seguro que la zona de radiación los protegería de posibles visitas inesperadas de sus enemigos y que los animales salvajes se mantendrían alejados.

-Yo también voy. Se ajustó de nuevo las gafas, limpió las migas que se le habían quedado pegadas en el chaleco y siguió a Dutch y a Damon sumido en el maravilloso pensamiento de poder observar aquella ciudad abandonada de primera mano.

Debo ser el primer arqueólogo que viene aquí.

Danica se encogió de hombros ante la observación del tipo de barba. Le resultaba difícil expresar con palabras la impaciencia que le revolvía las tripas con la inacción. Si podía estar en movimiento siempre sería mejor que mantenerse quieta. Le habría gustado explicarlo, pero no se le daba bien eso de soltar el rollo como el profesor. Cuando la rubia se puso en pie, ella también lo hizo. Se metió el último pedazo de sándwich en la boca y se aseguró con una mano de que la cincha del machete estaba en su lugar. 

Sin decir nada caminó detrás de los que salían, haciendo tan sólo un leve gesto de despedida con la cabeza en dirección al hombre con el que había estado hablando. 

No corran riesgos estúpidos - fue lo que les dijo a modo de despedida. Lo dijo serio, tranquilo, pero sin querer sonar borde o taimado, solo era un pequeño consejo para toda esa gente nada dada a salir al exterior a explorar, o al menos, esa era la impresión que tenía de ellos salvo de una. Heikki, que llevaba toda su vida en el exterior, decidió que por una vez, disfrutaría del cobijo que le habían dado. Cuando hubo terminado, se levantó, recogió el plato y lo dejó donde tuviera que dejarlo después de ver como algunos lo hacían y se dirigió hacía los angostos pasillos de la base subterránea con el fin de explorarla con tranquilidad.

Se iban todos menos Heikki. —Suerte en la ciudad vacía— dije al resto y copié lo de recoger el plato después de comer el sandwich para seguirle después por los pasillos. —Es curioso. Esta es la primera base "de guerra" en la que estoy. El resto siempre eran alegres hogares de partidarios de las sanguijuelas. Donantes frecuentes. Al menos ese era el disfraz, por supuesto.

¿Qué tendrían en la base? ¿Herrerías para cubrir de plata las armas? ¿Para hacer balas y clavos de plata? No era un metal precisamente barato. ¿Darían cursos sobre como enfrentarse a las sanguijuelas? ¿Una sala de guerra? 

Me guardé los pensamientos para mi mismo. Ahora vería que había en el lugar. 

Heikki se encogió de hombros mirando al frente - este es el primer sitio civilizado en el que estoy - sonrió quedamente - siempre he evitado los núcleos de población, como cazador autosuficiente, no me hacía falta... y varios Strigoi de esos he matado - hizo una breve pausa - eso no te granjea buenos amigos me temo

Syria ebía tener una vena masoquita, pero se levantó cuando salió el grupo que iría a explorar la superficie. Quizá esto era una reto para si misma. Quizá lo hacía por Fred, para darle en todos los morros si pensaba que no sería capaz. Quizá lo hacía por mera autoflagelación. Quien sabe...

El caso es que se levantó, y siguió a los exploradores. Estaban en una puta nube de radiación, lo mismo daba fuera que dentro. Un bunker no evita nada.

Nadie os impide salir del búnker, aquello estaba tan alejado de cualquier no-muerto que no suponía un problema pasearse por el lugar. Si la Resistance se guarecía bajo tierra era por las imágenes de satélite, viendo demasiada actividad o luces en la parte de la ciudad, pero por lo demás era un sitio "seguro". Al abandonar el resguardo que daba la tierra, el frío os golpea con una ráfaga helada. 

Las calles de la ciudad se extendían ante vosotros, para recorrerlas. Abandonadas y nevadas, como una tumba abandonada largos años ha. Podrían satisfacer su curiosidad, aunque había poco que descubrir en aquel lugar. En la puerta del búnker, frente a vosotros se extendían los bosques que rodeaban la ciudad y a apenas unos metros visteis un ciervo.

-Joder- soltó la rubia, asustando al ciervo que con unos cuantos saltos se perdió entre el paisaje nevado. -Bueno, ¿por dónde empezamos?

Dando una vuelta por el búnker, pudieron comprobar que había un par de cámaras que tenían la puerta cerrada pero que parecían ser accesibles. Tras una de ellas se encontraba lo que parecía la armería del lugar, donde un par de hombres vestidos con uniforme militar y la teniente se dedicaban a engrasar armas, dejándolas listas para partir.

-¿Buscáis algo?- dijo la mujer menuda, mirando a ambos, mientras que los otros hombres no levantaban la vista de sus armas. Los otros no tenían pinta de españoles, eran más corpulentos. También tenían ese aire marcial militar, por el uniforme y las pintas, debían ser americanos, quizás marines. Algo extraño, pero no imposible estos días. En Norteamérica se había asimilado rápido y bien la entrada de los strigoi en el sistema, como si siempre hubieran estado allí. Eran los salvadores, gracias a los cuales ya no había miserias ni guerras.

No parecía que no había problema en subir a la superficie, así que el pequeño grupo pronto se encontró con el frío gélido del exterior.

-Uff, ¡Menudo frío! ¿Verdad? Richard se abrazó así mismo para entrar en calor y después dio un par de fuertes palmadas para que la sangre de sus manos entrara en circulación. Este clima tan fuerte ha sido una de las grandes bazas de la Madre Rusia a lo largo de la historia, grandes ejércitos sucumbieron ante el frío y la nieve.

Estaba tan concentrado en entrar en calor y en narrar sus anécdotas que no vio al ciervo alejarse, tan solo una mancha marrón borrosa.

-¿Que era eso? ¿Un oso? La mancha marrón ya había desaparecido cuando quiso ajustarse las gafas, lo cual era un alivio, mientras su teoría de que los animales salvajes les rehuirían funcionara todo iría bien. La Señorita Dutch volvía a ser un aire de esperanza a las preguntas y el conocimiento, pues su pregunta tenía mucho sentido en la mente de Richard. Era difícil elegir un punto por donde empezar en una ciudad que había sido construida por y para trabajar.

-Bueno, Pripyat era un ciudad comunista y dedicada sobre todo al trabajo, además duró tan poco que no les dio tiempo a expandirse y tener muchas actividades de ocio. Quizás la biblioteca sea una buena visita, el ayuntamiento, puede que haya algún teatro o cine, aunque me parece que ya no nos venderán entradas. Richard sabía lo que a aquel grupo de jóvenes podía gustarles. Da la casualidad que la ciudad había construido un pequeño parque de atracciones y que pensaban inagurarlo el día 1 de Mayo, que es día del trabajador y la fiesta nacional de la entonces Unión sobiética a la que pertenecía este territorio. El desastre ocurrió el 26 de abril, pero los trabajadores decidieron preinagurar el parque en la mañana del día 27 para que los ciudadanos pensaran que lo del accidente no era gran cosa, después el gobierno ante la gravedad de la situación decidió evacuar la ciudad. Lo que ustedes quieran, para mi cualquier sitio que visitemos estará lleno de historia, incluso si quieren meterse en cualquier edificio y mirar las casas y como vivía aquella gente, la mayoría dejaron todo tal y como estaba.

Gates se encerró en su abrigo y se puso su gorro de lana cuando sintió el aire gélido. El frío era aún más frío en una ciudad muerta, desangelada y en ruinas. No las ruinas de una ciudad de la antigüedad clásica, cargadas de cierta decrépita solemnidad. Ni las ruinas de una aldea medieval abandonada, de piedra, teja e iglesia barroca. Eran unas ruinas de una ciudad moderna que un siglo antes vibraba, construida con hormigón, metal y cristal, materiales hechos para durar que paradójicamente sin nadie que los cuidara se consumían más rápido que la madera y la piedra.

La sensación era abrumadoramente triste e incómoda. Uno puede visitar esas colinas de piedra de 5000 años que son las pirámides de Egipto y sentir majestuosidad. Pero un colegio abandonado, una vivienda moderna destruida por unos pocos inviernos, eran algo desasosegante. En las ruinas clásicas uno siente la historia y el peso de los siglos. En un hospital abandonado, uno empieza a creer en fantasmas y cada mínimo ruido es una amenaza.

Observó a aquel ciervo alejarse, preguntándose si de verdad había visto lo que creía haber visto en esa cabeza. Sintió su arma en la sobaquera y se sintió momentáneamente a salvo. Se sopló las manos. Había olvidado los guantes en su petate.

-No tengo un sitio al que ir. Simplemente me apetecía conocer este lugar. Caminemos hasta encontrar algo interesante, nada más. ¿Les parece bien seguir al noroeste por esa avenida? –dijo, señalando una vía ancha de dos carriles.

Allí había armas suficientes para una pequeña guerra, sólo faltaba la munición. Tobías decidió ser sincero. —No buscamos nada especialmente. Estamos dando una vuelta para ver el lugar. Pero creo que lo que en realidad ocurre es que estamos aquí de momento mirando al techo, comiendo vuestra comida y respirando el aire. Si nos dijerais como podríamos hacer algo, ayudaros con la tarea que sea, nos sentiríamos más útiles. 

Eso era, eso ocurría. Tobías no se había alistado en la rebelión para estar quieto en un lugar, sino para no parar hasta eliminar a todos los Strigoi. Ya fuera limpiando armas, suelos o lo que les hiciera falta a los del búnker. 

Heikki se quedó parado observando a los soldados o supuestos soldados enfrascados en sus tareas mientras la menuda mujer cargada de mala leche les hablaba. Heikki sencillamente negó con la cabeza mostrando su negativa ante la pregunta de la española - solo recorríamos la base, ver como es, que hay... al fin y al cabo trabajamos todos juntos - sonrió levemente y volvió a negar ante la actitud de su acompañante, empezaba a no comprender a ninguno de sus nuevos compañeros - bastante tenemos con la misión que vamos afrontar, mejor descansar y estar frescos para cuando empecemos

Danica respiró con fruición al salir al exterior. Le gustaba el olor del frío. La nieve virgen tenía un aroma especial que en aquel lugar se mezclaba con el de la degradación de lo que había sido una ciudad. Sintió el aire golpear sus mejillas y se sintió cómoda por fin al aire libre. 

Al ver el ciervo empezó a sonreír de medio lado, sintiendo cómo un leve cosquilleo recorría sus brazos. De ese ejemplar podía sacar una buena cantidad de carne y... Sus pensamientos se paralizaron durante una milésima de segundo cuando el animal giró la cabeza y vio su deformidad. La sonrisa se congeló en sus labios y con un movimiento rápido desenfundó el machete. 

Contempló cómo el ciervo se alejaba corriendo, pero no guardó el arma. El instante de calma que había sentido al salir fuera del búnker se había disuelto. Puede que ese bicho no fuese una amenaza, pero si ese engendro estaba tan campante por ahí, a saber qué más podrían encontrar. Sus sentidos se expandieron en cuanto decidió mantenerse en alerta, con la naturalidad de quien está acostumbrado a enfrentarse a los elementos. 

Ignoró la cháchara del profesor -cada vez lo hacía con más facilidad-, y asintió en dirección al señor Gates cuando señaló una posible ruta. A ella le parecía tan buena como cualquier otra para empezar. Echó un vistazo al resto para comprobar si les parecía bien ir por ahí y en caso de que nadie se opusiera, comenzaría a caminar por ella, con el machete en la mano y los ojos vivaces, mirando alrededor.

Syria salió de nuevo envuelta en su anorak con capucha. Una bufanda, al estilo "confección gordaca de abuela" cubre su rostro y la protege del frío, y de manías varias. Mas o menos. Nada más salir del bunker la naturaleza le da una bofetada en toda la cara, y no por el frío, sino por el ciervo deforme. 

- Su puta madre...- inmediatamente Syria pensó en Fred. Por Fred, por Fred...Tenía que demostrarle a ese hijo de puta que podía. Que tenia cojones y no se dejaba dominar por sus miedos. 

El negro señala a una dirección, pero a Syria se la soplaba hacia donde ir. Todo era lo mismo, nieve y radiación. Radiación y nieve. Un tandem mortal. Pero  no tan mortal como otras cosas, como un puto strigoi sorbiendote la nuca.

- Por ahí estará bien - se encogió de hombros y echó a andar. 

Las mujeres empezaron la marcha en la dirección sugerida y Gates las siguió sin prisa ni falta de ella. Un paseo por la nieve intentando no resbalar en las zonas de escarcha ni tropezar con algunos cascojos sueltos traicioneramente tapados por la nieve.

-Tengan cuidado -sabía que no necesitaba decirlo y quizá al resto le, pero ese era él. Preocupado por el bienestar ajeno-. Quizá no haya gusanos por aquí, pero un resbalón podría costarnos un mal golpe.

- Sería jodidamente gore que no hayamos muerto por chupasangres y nos partamos el cuello por un tropezón tonto en la nieve - comentó, con las manos en los bolsillos y atenta a todo. 

Aquella ciudad olía a abandono y a muerte silenciosa. Una lenta que se manifiesta en forma de canceres y otras cosas poco agradables.