Partida Rol por web

Ante el grito a las armas del teniente Derlan, dos de los caballeros espectrales más próximos se giran para responder a la orden de su superior, pero la marea de orkos, cada vez más numerosa, impide que puedan acercarse siquiera. En cuanto a los otros pocos revividos que quedan guardando la muralla, están demasiado alejados y fuera del rango de visión del teniente y por tanto no pueden reaccionar ante la proclama de ayuda.

La cruda realidad de que se encuentra sólo contra su adversario cala profundamente en el joven caballero, que levanta su acero desafiante contra el monstruo licántropo que les viene persiguiendo desde que su compañía fue emboscada, el mismo que ha dirigido esta implacable cacería contra ellos.

Las marionetas de Girshael son resistentes, lo admito. Gruñe Drashin al ver cómo para detener a los dos resucitados, muchos orkos deben reunirse para contenerlos. Pero estos trucos no cambiarán el resultado final, humano.

Lleno de desesperación o quizás de valentía, Derlan hace caso omiso de sus palabras y se lanza a la carga contra él como respuesta. Pase lo que pase, no pretende morir acurrucado en un rincón, temblando de miedo. Si ha de irse de este mundo, lo hará encarando a su asesino, en mitad del campo de batalla.

Pero antes siquiera de que el caballero llegue hasta su contrincante, Drashin da un poderoso salto hacia arriba al tiempo que despliega las membranosas alas, que con un sonoro aleteo se cierran  hacia delante de forma potente, como si diesen una poderosa bofetada a la nada, causando un brusco y repentino vendaval tan fuerte que Derlan siente cómo si recibiese un impacto cuando le llega, frena su carga y le lanza de espaldas al suelo…

La sombra negra de las correosas alas desplegadas parece llenar el mundo. Derlan no es capaz de ver nada más mientras trata de incorporarse desesperadamente.

¿En serio? Le replica la voz de Drashin, que surge de alguna parte de esa oscuridad. ¿Pensabas que tenías alguna posibilidad?

Déjame revelarte algo… la voz rugiente del monstruo parece deleitarse con sus explicaciones. Nunca habéis tenido ninguna. Así son las cacerías. La presa debe creer que será capaz de escapar. Así es más divertido…

El teniente logra ponerse en pie, ayudándose del escudo, apoyándose en él, y levantando su espada para mantener a raya al terror al que se enfrenta, que continúa con sus alas abiertas, convirtiéndolo a todo él en una gran sombra en mitad de la cual refulgen dos ojos animales, de color verde venenoso.

Sólo sois hombres… Continúa Drashin. Yo en cambio soy uno de los Trece: Los elegidos del Rey Dios… Cuando la guerra termine seremos príncipes de este mundo. Todo Valsorth será mi terreno de caza, y todos aquellos que vivan en él serán mis presas…

Es lo que se me ha prometido…

Más allá de su adversario, varios orkos comienzan a saltar de la muralla al patio interior. En algún lugar no muy lejano se escucha un rugido perteneciente al último lobo-troll de la Manada. Derlan comprende que las defensas del puesto fronterizo han sido sobrepasadas, que hasta aquí han llegado y que se enfrentan al fin. No siente miedo, sin embargo. Sólo una extraña calma…

Drashin da un paso hacia él.

El frio hierro negro, hierro basto y burdo, parece palpitar a través de las yemas de sus dedos.

Sertois siente la repugnancia en su vientre al darse cuenta que aquella horrible cosa esta imbuida de magia, magia oscura, magia maldita.

Pesa, pesa mucho más que cualquier otra flecha que haya manipulado antes y no está seguro de poder dispararla con su arco, y aun así, tensa otra vez la gastada arma mientras se asoma por la saetera de la torre,

Apunta a Drashin mientras contiene el aire,

Y dispara.

Te regalo tu alma de nuevo, piensa Sertois, ojala te atores con ella bastardo.

Un agudísimo grito de dolor, que nada tiene de humano, brota de las fauces del cambiaformas llamado Drashin.

Derlan se queda congelado en su sitio.

La enorme figura oscura se agita violentamente mientras sus alas se abren y se cierran hasta finalmente quedar replegadas sobre el monstruo, como si formaran una especie de caparazón protector.

Por encima de sus correosas alas, en lo alto de su espalda, el joven teniente descubre el asta de una flecha negra, fabricada en acero, que es lo que ha herido a su enemigo. El mismo proyectil que Drashin utilizó contra Girshael, que ha sido devuelto a su dueño de una forma que él nunca hubiera esperado.

Pero si Derlan pensaba que tendría una mínima posibilidad de aprovechar este momento para dar el golpe de gracia a su adversario, esa esperanza muere en cuanto ve a los orkos apiñarse en derredor de su líder, en cuanto ve al fondo, sobre la muralla, a otro de esos lobos-troll y comprende que lanzarse al ataque ahora mismo sería un acto suicida.

Delante, las alas negras de Drashin se abren un poco para revelar dentro de esa oscuridad un atisbo de los dos ojos esmeraldas que llamean con furia y dolor infinitos. Y desde el negro interior surge un atronador grito, la orden gutural que ruge a todos los que comanda. Una orden simple y sencilla…

¡¡¡MATADLOS!!! ¡¡¡MATADLOS A TODOS!!!

¡A la torre!-gritó Derlan a sus compañeros. Aquel disparo había sido un golpe de suerte y quizás lograran replegarse. Defender una puerta era mucho mejor que defender toda una muralla. Aquella cacería le costaría cara.

Petrer escucha los ruidos gritos y alaridos y lo tiene claro, algo esta sucediendo y es quizas mas importante que la defensa de la muralla, no pueden perder mas tiempo....neceistan de refuezos.... cambia de posicion y observa lo que ocurre en la zona donde estaba antes su sobrino al cual oye dar ordenes en la lejania....mientras Petrer con su unico ayudante va en direccion a la torre a dar un impulso a las defensas...

Sertois volvió a sorprenderme. El explorador volvió a demostrar que en situaciones difíciles se comportaba como un auténtico miembro de la orden de caballeros, lamenté que esas actuaciones solo se limitaran a esos escasos momentos, pero tendría que conformarme con eso.

No había dejado de mirar al norte, pero no había vuelto a percibir ningún cambio en el horizonte que me indicara que los orkos abandonaban su posición, y dudaba que la flecha negra retuviese a Drashin más de unos pocos minutos, pero si quería dar a Derlan y Petrer alguna oportunidad de supervivencia debía subir nuevamente a lo alto de la torre y lanzarles la cuerda con los nudos, para que subieran por ella. Y eso es precisamente lo que hice.

Derlan aprovecha esos pocos segundos de ventaja para salir corriendo hacia la entrada de la Torre, sin atreverse a echar la vista atrás, y en meros instantes está doblando la esquina de la misma a toda velocidad y encontrándose con Petrer, que a su vez se dirige hacia él, seguido de cerca por uno de los caballeros revividos, una sombra oscura que no se separa de sus espaldas.

Un vistazo al lado este de la muralla le basta al teniente para constatar que los orkos aún no han sobrepasado a todos los caballeros que la guardan, a pesar de encontrarse ya luchando sobre ella, y esto les puede proporcionar el tiempo que necesitan para refugiarse en la Torre.

Pero cuando los caballeros comienzan a subir la escalera que lleva hasta la puerta, la estructura de maderase tambalea y se derrumba con un crujido y una nube de polvo, aunque los dos Stoneheart logran evitar cualquier daño debido a esto sucede a apenas un metro del suelo. No tardan en darse cuenta que sus compañeros han quitado los soportes que sostenían a la escalera para que esto sucediera, con el fin de que el enemigo no tenga acceso directo a la entrada de la Torre, al quedar ésta en una posición elevada.

Una buena idea, si no fuera porque ahora ninguno de los dos es capaz de llegar hasta la puerta y sus enemigos están a punto de aparecer para terminar con ellos.

Y entonces, como una respuesta caída del cielo a una pregunta no formulada, aparece una cuerda con nudos que han dejado caer desde lo alto de la Torre.

¡¡¡VAMOS ES NUESTRA OPORTUNIDAD!!!

Derlan agarró la cuerda y siguió a su tío mientras luchaban por no caer al vacío.

¡Cortad la cuerda cuando estéis arriba!- Grité a los Stoneheart que ya trepaban por los nudos, dispuesto a volver a bajar a recoger al elfo, aunque instintivamente volví a lanzar una mirada al norte, aún con la débil esperanza de que los orkos que custodiaban esa posición estuviesen corriendo a ayudar a su líder herido.

El fuerte de los caballeros de Stumlad es un barco que se hunde y esa cuerda es su salvavidas.

Petrer se deshace de su escudo, se sujeta con fuerza a la soga y comienza a ascender, apoyando los pies en la superficie vertical de la pared de la Torre. Por su parte, Derlan le imita en cuanto su tío le proporciona suficiente espacio como para seguirle. Los nudos de la cuerda y la roca rugosa de la pared permiten que los dos Stoneheart suban a buen ritmo. A pesar de todo, el esfuerzo es considerable, y las graves heridas que ambos arrastran convierten cada paso hacia arriba en un suplicio.

Pero el miedo y la adrenalina son buenos alicientes para que ninguno contemple siquiera la posibilidad de detenerse un solo instante para descansar. Porque los gritos de los orkos llegando a la base de la Torre se escuchan cada vez con más claridad…

El primer grupo de orkos dobla la esquina en tropel, con sus cimitarras desenvainadas y aullando sus ansias de venganza contra los hombres del norte a los que llevan intentando dar caza desde hace un día y medio. Convencidos de que una vez superada la muralla y gracias a su superioridad numérica los humanos son una amenaza menor, no esperan encontrarse con un solitario caballero de rostro pálido que salta sobre ellos con un espadón mandoble, trayéndoles muerte en su versión más salvaje.

Desde lo alto de la Torre, Orlant es testigo como el último de los soldados resucitados causa la desbandada de los orkos. Pero esto no tranquiliza al sargento, que sabe que sólo es una ventaja momentánea, unos pocos segundos de gracia, y por tanto no deja de gritar ánimos a sus dos compañeros para que se den prisa…

Petrer y Derlan se encuentran han recorrido ya mitad de la ascensión.

Y entonces, inesperado por todos, aparece el lobo-troll, moviéndose a toda velocidad hasta llegar a la base de la Torre, donde, en lugar de detenerse, usa sus poderosos cuartos traseros para impulsarse hacia arriba por la pared de roca, en un tremendo salto que lo levanta varios metros en el aire…

Insuficientes para alcanzar a los dos caballeros que suben hacia la cima.

Pero entonces, una de sus zarpas se cierra sobre la cuerda. Con firmeza. Y el peso y el movimiento que lleva el monstruo provocan un brusco tirón y un peligroso balanceo en la soga que toma totalmente por sorpresa a Derlan y a Petrer.

En lo alto de la Torre, Orlant escucha claramente cómo la cuerda cruje al ser tensada de tan súbita manera…

La imagen del lobo-troll colgando de la cuerda, balanceándose de un lado a otro, sujeto a ella por una sola zarpa e incapaz de afianzarse a la pared de la Torre, podría resultar hasta cómica en otras circunstancias. Pero los dos caballeros que a punto han estado de caer al tensarse la cuerda de manera tan brusca, no encuentran la maldita gracia que tiene esta situación.

Petrer mira hacia abajo, hacia su sobrino, y le grita algo. Derlan le entiende perfectamente. Sabe lo que tiene que hacer. Sosteniéndose con una sólo mano, a pesar del dolor que eso le produce, saca su puñal y aplica su filo contra la cuerda por debajo de donde él está sujeto.

Con un chasquido, la cuerda se rompe, y el lobo-troll cae desde varios metros hasta el suelo de tierra del patio interior, sobre su lomo, y allí queda, manchado de barro, revolviéndose sobre sí mismo en una mezcla de dolor y rabia desbocada.

Sin recrearse en la pequeña victoria, los dos caballeros reanudan la escalada.

Y contemplando impotente todo lo que sucede desde las alturas, el sargento siente cómo el alivio momentáneo que le inunda se convierte en urgencia cuando ve como orkos armados con ballestas comienzan a aparecer allá abajo y alzan sus armas hacia el cielo, apuntando a Derlan y a Petrer.

Los últimos metros hasta coronar la cima de la Torre, los dos caballeros son acompañados por el silbido de las saetas de las ballestas orkas surcando en el aire nocturno, casi indistinguibles del aullar del viento, y en ocasiones con el chasquido de uno de esos mortales proyectiles destrozándose contra las piedras de roca gris, a pocos palmos de donde se encuentran. En el caso del teniente, una de estas flechas se hace pedazos tan cerca de su rostro que siente cómo algunas astillas de madera se le clavan en la cara, pero esto no hace que se detenga lo más mínimo.

Pero la suerte les acompaña y, primero Petrer, y luego Derlan, alcanzan el final de la escalada y superan las almenas ayudados por el sargento Orlant, que prácticamente los alza en vilo y los mete dentro, a salvo, y donde los dos Stoneheart quedan tendidos de espaldas en el suelo, extenuados y respirando entre resuellos, incapaces siquiera de dar las gracias a Orlant o al mismo Korth por haberles permitido llegar hasta aquí.

Orlant también está a punto de permitirse sentarse en el suelo, cuando en ese momento aparece Sertois, arco en mano, procedente del piso inferior.

En cuanto el sargento ve la expresión del rostro del explorador, se da cuenta de que trae malas noticias…

¿Drashin?

Es la pregunta que formula el sargento y a la que Sertois responde negando con la cabeza y mostrando un gesto grave en su rostro.

Ha desaparecido. Después de alcanzarlo con su propio proyectil, la flecha de acero negro que Girshael llamó “la ensartadora”, con un disparo que hubiera matado en el acto a cualquier ser normal, pero que sólo hirió a esa criatura demoniaca de carne cambiante, Drashin salió del limitado campo de visión que el explorador poseía desde el interior de la Torre y no ha sido capaz de localizarlo de nuevo. Podría estar en cualquier parte.

Orlant mira a su alrededor, al cielo nocturno, en el que su visión es incapaz de penetrar, y se imagina al monstruo alado planeando en torno a la Torre, tomando altura y preparándose para lanzarse sobre alguno de ellos en cualquier instante, como una lechuza lo haría sobre un ratoncillo inadvertido de su presencia.

Permanecer aquí, en la cima, a cielo abierto, es una temeridad. Podrían ser atacados en cualquier instante. Por eso comienza a ayudar a los otros a ponerse en pie, mientras tanto, actuando como si nada de aquello fuera con él, el explorador reporta con detalle la situación que tienen afuera del edificio.

Sertois calcula que en total, unos treinta orkos estarán esperándoles allá abajo, que son los que han sobrevivido al asalto nocturno de la última media hora. No está mal, pensando que los orkos han perdido a más de la mitad de los efectivos con los que contaban al principio, incluyendo a los trolls que les apoyaban. Pero ahí se acabaron las buenas noticias. Ninguno de los caballeros resucitados por la nigromancia del elfo está en movimiento ya, todos han sido hechos pedazos, la única manera de detenerlos, al parecer.

Y todavía queda un lobo-troll.

Y Drashin, dondequiera que esté.

Y pueden irse olvidando de disparar desde el interior de la Torre contra sus enemigos. Todos ellos han tomado cobertura y ahora se encuentran a la espera…

¿A la espera de qué? Se pregunta Orlant, sin querer saber realmente la respuesta.

La mirada del sargento se dirige de nuevo al norte, hacia la escuadra orka que sigue plantada en su posición, preparados para interceptarlos en el caso de que intenten tomar esa ruta, huyendo a través del túnel oculto en los sótanos de la Torre.

No se han movido. No se han aproximado lo más mínimo hacia el fuerte de los caballeros.

Pero algo ha cambiado.

Orlant sabe lo suficiente sobre formaciones de combate como para distinguir una en la distancia, y puede ver cómo ésta ha variado. Mientras antes los orkos mantenían una posición de espera y vigilancia, ahora la veintena de inmundas bestias está colocada en una formación defensiva, como si fueran objetivo de un ataque.

Sea lo que sea lo que ha causado este cambio, es imposible saberlo debido a la distancia y a la noche…

Tal y como me imaginaba Drashin se había recuperado del flechazo de Sertois en pocos minutos y quién sabía donde estaría en esos momentos. Estuviese donde estuviese y hiciera lo que hiciera aeguro que no era nada bueno para nosotros. - Hora de salir de esta ratonera.- les dije a mis compañeros dispuesto a bajar corriendo las escaleras para usar el túnel hacia las montañas. El cambio en la formación orka me había confirmado lo que ya había intuído, aquella luz que vi apagarse erán enemigos de los orkos y representaba una pequeña oportunidad para nosotros, ya que si los orkos estaban preocupados por defender su vida sería más fácil para nosotros escabullirnos de su vigilancia.