Partida Rol por web

Su rol como muralla viviente — por llamarlo de alguna forma — estaba funcionando perfectamente, manteniendo a salvo a sus compañeros mientras Abdali usaba su formidable espada contra las gárgolas y él las prendía en llamas.

—¿Qué es palmar? —gritó, por encima de los sonidos de lucha.

- ¿Conoces el cuento infantil de Pin-Och-O? Ese de un muñeco de madera que quiere ser de carne y hueso... pues cuando se lo cuentas a una gárgola lo que piensa es "¡quién pudiera ser de madera! Al menos la madera estuvo viva una vez"

Continuaron luchando con las gargolas, hiriendo levemente a una de ellas. No acaban de entender las burlas del satiro, pero las distraía lo suficiente. El grupo se coordinaba lo suficientemente bien como para bloquear el acceso de las escaleras y que las gárgolas no llegasen a darles mientras tras ellos  Endozal trataba de disparar, con bastante acierto por encima de las cabezas de sus compañeros.

El combate se estaba alargado demasiado para el gusto de Lirio, pero él no era un luchador y tampoco tenía armas capaces de herir aquellas criaturas con la piel de piedra. No había mucho más que pudiera hacer salvo distraerlas.

Buscó con la mirada la gárgola que seguía atacando a Égida.

- ¿Por qué las gárgolas no usan espadas? Porque las destrozan todas al intentar afeitarse.

El elfo tenía que estar aguantandose la risa por los comentarios del sátiro, y eso hacia que su puntería sufriese. Aún así de vez en cuando podía pillar a una de las gargolas un poco despistada, y su rayo mágico impactaba haciendo saltar esquirlas de piedra de las criaturas.

-No se puede negar que son resistentes las cabronas.-

Bueno, ya iban quedando menos, y la verdad es que estaba disfrutando de las burlas de Lirio. Hacía mucho que no se reía tanto durante un combate.

El guerrero siguió lanzando contundentes tajos a las pétreas criaturas.

Si era sincero consigo mismo, aunque el combate estaba siendo lento — se notaba que Endozal no podía acceder al interior de la habitación y escuchaba los farfullos nerviosos del cocinero — estaban aguantando bastante bien, sobre todo los recién llegados. Se habían coordinado bastante bien con el resto de aventureros "veteranos" y poco a poco reducían a sus enemigos. Era como el martillo golpeando lentamente el metal al rojo: lento pero implacable.

Entre Abdali y Grend lograron acabar con la gárgola que atacaba a Égida, destrozandola en pedazos*. La que quedaba, aturdida por las palabras del sátiro, no logró golpear a Égida quien aprovechó para lanzarle una llamarada radiante.

En la parte de atrás, Endozal seguía disparando aunque sin mucho acierto, mientras Mandíbula fuerte comenzaba a impacientarse. Cuanto más tiempo estuvieran allí, más riesgo corrían. La distracción había funcionado bien sacando a la mayoría de Batracos del castillo, pero en algún momento volverían y debían encontrar antes a los líderes del castillo para eliminarlos y así descubrir que pretendía el culto.

Cuando el rayo escarlata del elfo impactó a la gargola y esta se rompió en pedazos, algo de energía residual de la misma fue volando hacia él. Por un momento los ojos parecieron brillarle, pero seguramente sería una ilusión óptica.

-Aaahhh. Mucho mejor, sí señor.-

Embriagado como estaba, no fue capaz de atinar a la última criatura que quedaba.

Égida estaba tan enfrascado en la pelea que no pudo apreciar lo que le acababa de suceder a Grend. Seguía anteponiendo el escudo, abanicándolo contra la gárgola cuando ésta se acercaba para evitar que le clavara sus duras garras en la coraza. Se sentía especialmente útil en esa pelea. ¿Serían las chanzas de Lirio lo que le ponía de buen humor?

¡Una, solo quedaba una!

Viendo que lo divertido estaba a punto de terminar, el guerrero calishita se lanzó al ataque para disfrutar del enfrentamiento hasta que el último enemigo cayera.

- ¿Sabeis que las gárgolas pueden quedarse totalmente quietas durante décadas? Les sucede cuando alguien habla con ellas y empieza la frase por "imagina que...". Ya no llegan a escuchar la segunda frase.

La última gárgola cayó por fin. Toda una escombrera se había formado en lo alto de las escaleras. Aparte de eso... nada más. Parecía que el grupo estaba solo en aquella torre, ni rastro de ninguno de sus objetivos. De los objetos que debían recuperar para el dragón negro tendrían que buscarlos, aunque uno ya les había dicho Mandibula Fuerte que estaba en posesión del líder de los Batracos, Pharblex. Pero allí estaban, en aquella especie de observatorio, recuperando el resuello tras un duro combate.

-Bien hecho compañeros-les animó Lord Airic-, sin duda sois grandes guerreros.

Finalmente llegó la calma tras la tormenta. O en este caso tras la pelea.

-Bueno. Ha sido interesante. Pero estoy bastante sorprendido con que no hayan dado la voz de alarma y vengan refuerzos. Habrá que aprovechar eso. Y sobretodo registrar lo que nos queda.-

Se acercó al guerrero y le pidió el mandoble sacando de nuevo el saquito.

-Me alegra ver que te ha servido. Pero si me disculpas la he de guardar donde estaba, que si no coge frio la pobre.-

Había muchas cosas en aquel observatorio, pero nada que les fuera de mucha utilidad. Lo que más destacaba era el enorme catalejo dorado, de unos 20 kilos hecho de latón, cristal y madera. Parecía viejo y complejo por lo que tenía un aspecto gastado y frágil, si quisieran llevarselo tardarían un rato en desmontarlo para no romperlo. Apuntaba a la distancia a algún lugar del pantano. Más allá de eso, en la sala no parecía haber nada más de interés ni ninguno de los objetos con los que debían hacerse por encargo del dragón negro.

Abdali devolvió el arma al elfo y le dio una palmada en el hombro.

- Gracias compañero, es una maravilla de arma, a ver si un día ahorro lo suficiente para comprarme una así.-

Luego vio como Grend´Dail se ponía a jugar con el catalejo gigante pero carecía de interés para el guerrero.

- Mirad, como a mí eso de inspeccionar no se me da muy bien, ¿qué os parece que vigile la puerta de la entrada mientras?-

Égida dedicó sendas miradas de reconocimiento a los recién llegados al grupo por lo bien que se habían desenvuelto en el combate, y luego se acercó a Abdali para comprobar que sus heridas no eran graves.

El sátiro parecía despreocupado por lo que estaba aconteciendo. Aprovechando un momento que nadie lo usaba se acercó al catalejo, se sorprendió al ver lo cerca que se veía lo que estaba lejos, y encima brillante y luminoso, pero cuando quiso moverlo no tenía ni idea de como hacerlo.

Ayudó a revisar aquel lugar, pero simplemente su mente no estaba enfocada en las cosas importantes, sino en las bonitas. Si había por allí una espada vorpalina flamígera simplemente la pasaría por alto, en cambio vio un par de sedas bonitas y se las guardó en el bolsillo. Quizás podría coser algo con ello.