Partida Rol por web

Me llamo Lucrecia, se presentó, luciendo una sonrisa encantadora. Un placer, cielo. 

Poco a poco, los aventureros iban llegando al salón, atraídos por el aroma del desayuno recién hecho. Incluso Vincenzo, que o bien había madrugado, o bien era extremadamente veloz aplicando maquillaje. Si es que era maquillaje. 

Esa es la idea, respondió. Supongo que los demás irán llegando. El grupo que viajará a Puente Brandon a reunirse con mis amigos, que habrán amanecido con ganas de cazar a esos no muertos, irá con Zarus. El segundo grupo nos reuniremos con el primero en cuanto nos ocupemos del dragón. 

Cástor había realizado las convenientes abluciones matutinas, además de los ritos de adoración al alba y al Sol, como correspondía en los ritos peloritas, antes de bajar a desayunar. Parecía que buena parte de los de ayer se encontraban ya despiertos y listos, o como poco listos para desayunar.

-Buenos días nos dé Pelor-dijo el hombre con amabilidad, antes de sentarse a desayunar.

Un renqueante individuo, con aspecto de anciano, bajó por las escaleras. Su complexión encorvada le hacía parecer que tenía chepa y que sufría de dolor de huesos. Quizá por eso le llamaran así, "Huesos". No se molestó en devolver los saludos, sino que símplemente hizo un gesto con el mentón a modo de respuesta.

- Yo estoy listo.- Dijo sin probar bocado.

Leonard tras comer lo que estaba en mesa, y saludar a todos los que estaban allí, miró a Apolo y a Vincenzo;

-Lo dudo, Vincenzo. La idea de salir con Zarus es no perder más tiempo, puesto que no sabemos cuánto tiempo nos tomará la campaña de los no muertos. Si quieres ir a tasar tu piedra deberías separarte del grupo, o bien, ir cuando volvamos. –Le dijo con seriedad, antes de dirigirse a Apolo -¿Tienes las flechas suficientes para la compaña? Me encantaría tener un mazo, pero me las apañaré con mi espadón. –Dijo, mirándolos, mientras se terminaba de limpiar y esperaba a Zarus para partir.

El bufón hizo un mohín al escuchar a su compañero. Desde luego, qué poca manga ancha le daban, ¡con lo buen compañero que era él!

 -Entonces decidme a qué zona iréis. Y en cuanto termine mi pequeño asunto, si no ha sido satisfactorio, me uniré a vuestra expedición para rematar muertos.

Aunque Enzo esperaba poder sacar suficiente a la piedra para poder intentar buscar alternativas laborales más acordes a su rama profesional. Así que, en cuanto terminara de desayunar, preguntaría donde encontrar al tasador más honrado de la ciudad para ver si el dragoncillo decía la verdad acerca del valor de la piedra. Ojalá que así fuera, ¡tendría la vida solucionada durante unos días! Podría relajarse y seguir labrándose un nombre en la ciudad. Y quizás, sólo quizás, pudiera llegar a ser el artista más reconocido de Tormentos Cristalinos. Oh, sí. Por el Viejo Dios que Ríe, eso sería simplemente perfecto.

-El grupo que acudirá a por el dragón... Cólera, Huesos, Lucrecia... ¿Alguien más que añadir? Aparte de mi persona, claro-replicó Cástor, terminando de dar buena cuenta del desayuno.

-En cualquier caso, antes me gustaría pasarme por la Catedral de Pelor, pero es algo que puedo hacer en solitario y encontrarnos en las puertas. Si alguien más se suma, nos veremos allí, igual que os veré a vosotros tres-dijo, mirando a su grupo antes de ponerse en pie.

Cólera escuchó su nombre y asomó el hocico fuera de la bolsa de Huesos, asintiento energéticamente a las instruccions de Cástor antes de estirar brazos para meter cualquier cosa que quedase al alcance de sus zarpitas y tirar de ella para zampársela en la bolsa.

- Ñummmsss... Kij kij kij - rió, entusiasmada ante la expectativa de achicharrar al dragón - Zerélimaz jrande ditudo Turmentus Quiristalinusss...

Tras terminar de desayunar, Leonard dirigió unas palabras al par de aventureros que habían llegado al local con él, Vincenzo respondió dejando en claro que su principal interés era valuar su valiosa gema pago y que tras ello reconsideraría su participación en la peligrosa faena que les esperaba.

Respondiendo a sus compañeros Apolo empezó por dirigirse al colorido compañero, Vinz, aún no sabemos a donde nos dirigiremos, puedes esperar aquí con nosotros hasta que llegue nuestro guía para preguntarle a donde nos dirigimos, o puedes intentar ir y regresar antes de que aquella persona llegue, luego dirigiendo la atención hacia Leonard añadió, me temo que estás confundiendo mi estilo de combate, yo confió en mi daga y espada, es una pena, un tirador nos sería muy útil, sin embargo quizá alguno de los compañeros de Lucrecia tenga esa clase de habilidades.

Lucrecia se fijó en que el viejo, que no había cenado, tampoco desayunaba. Algo extraño, una dato que conservar en la memoria, aunque por el momento, de relevancia menor.

Nos vemos en las puertas, Cástor, respondió. Era preferible que ella no se dejara ver por la catedral por el momento, hasta que decidiera proseguir con la investigación del culto que había pausado para salir de la ciudad.

Desayunó con calma, y cuando estaba terminando, tamborileaba con los dedos en la mesa, impaciente. Namarra, al parecer, no había vuelto, y Zarus no bajaba. ¿Les habían abandonado los dos? Tampoco se había dejado caer el atractivo compañero del sacerdote, el viejo y el cachorro. ¿Es que no se puede contar con nadie en esta ciudad?

El único tirador de cierta habilidad es Zarus, dijo a Apolo. Pero las flechas no parecen hacerles daño a los no muertos. Los filos de hachas y espadas, empero, se mostraron más aadecuados para el trabajo.

Chaos esperó pacientemente a que resolvieran el camino a seguir. Había llegado allí buscando un grupo al que unirse y no sería él el que les obligara a seguir un camino u otro.

Yo me apunto a lo del dragón, pero os ayudaré primero si deseais acabar con los muertos vivientes. Ese era el trato que llegamos ayer por la noche. Primero muertos vivientes y después el dragón.

La atractiva aventurera, cuya voz desentonaba completamente con su semblante, empezaba a impacientarse, parecía que sus compañeros habían recapacitado y la habían abandonado, eso era muy malo para la situación, Apolo era más un embaucador que un guerrero, pero no le era conveniente hacer a esas personas sus enemigos, sin Vincenzo ni refuerzos la batalla pintaba mal, estaban haciéndose planes de unir al grupo para afrontar las dos tareas.

Mi estimada Lucrecia, empezó su discurso mirando a la doncella, creo que intentar abarcar demasiado es una terrible idea, someter un dragón definitivamente tomara casi toda la fuerza del grupo, luego de semejante tarea, tomo un momento para dar énfasis a sus palabras y tomando un cascarón vacío de la mesa prosiguió, seríamos presa fácil incluso para un pequeño grupo de no muertos, acentuó sus palabras aplastando el cascarón, no se diga de toda una horda, y mucho menos lógico suena ir a enfrentarse a una fiera gigantesca con las fuerzas mermadas por un combate contra una incansable horda, mostrando confianza en sus palabras y una sonrisa, miro directamente a Lucrecia, permítame proponer empezar por la tarea más sencilla, así podremos ver como funcionamos en equipo, regresar a la posada a recuperar fuerzas y luego proceder con la tarea más desafiante con un mejor trabajo en equipo.

Partes de un error, Apolo, repuso Lucrecia. El trabajo más sencillo y rápido es el de sojuzgar al dragón. Cástor, Huesos y Filos ya han llegado hasta el corazón de su cubil y lo han desprovisto de la mayor parte de sus aliados. Tened en cuenta que no hablamos de un gran dragón, sino de uno joven, aunque por lo que entendí de vuestra descripción, añadió, mirando al cachorro que asomaba el baboso hocico por la bolsa de Huesos, no tan joven como eso.

Lucrecia parecía relajada, pero no dejaba de tamborilear con los dedos en la mesa. Tal vez, podría decirse, el ritmo con el que los dedos percutían la tabla se iba haciendo más rápido progresivamente.

Si Zarus no aparece, podemos replantearnos la situación. El problema son las amigas que nos están esperando en Puente Brandon...

Kailee se sintió ligeramente abrumada por la actividad que había empezado en el bote del lagarto nada más salieran los primeros rayos del alba. Por suerte, se había levantado algo temprano para tener el desayuno preparado para cuando llegaran. La habitación incluía algo de desayuno, pero no lo suficiente para calmar el hambre de todo el día. Así que, según le iban pidiendo, fue sirviendo algo de té o café y también unas rebanadas de pan recién horneado con algo de mermelada de frutos salvajes.

No pudo dar a basto para responder a nada que no fueran las peticiones pertinentes de la comida. Además, tenía falta de costumbre, llevaba mucho tiempo sin que tantas personas descansaran en su posada. Parecía que el boca a boca había empezado a funcionar y eso le daba cierta fama que le hacía sentirse muy alagada. 

Además, junto a la chimenea había varias cartas a nombres de Cástor, Ramase, Lucrecia y Zarus. Cuyo remitente parecía ser "El Consejo de Tormentos Cristalinos". 

Leonard escuchó atentamente las palabras que indicaba la rubia, para finalmente, asentir, y mirando a Apolo y al resto les dijo;

-Bien. Confío en las palabras de Lucrecia. Creo que no deberíamos perder más tiempo y dirigirnos al lugar donde está el dragón. Pensé que se trataría de un dragón anciano, pero si es uno joven, entre todos creo que lo podremos hacer bien. No me gustaría perder más tiempo en la taberna, por lo que de ser posible, me gustaría partir cuanto antes. -Dijo, mirándolos a todos.

Un momento, replicó Lucrecia, al reparar en la carta que había junto a la chimenea. Se levantó, cogió la que estaba a su nombre y le tendió la suya a Cástor antes de que saliese hacia la Catedral.

Las otras dos las dejó en su lugar. Zarus parecía haberse esfumado, y no conocía al tal Ramase.

Tendré que avisar de alguna forma a mis amigas que aguardan la llegada de refuerzos en Puente Brandon, dijo, mientras abría la carta. ¿Qué demonios quería de ella el consejo de la ciudad? Al menos, se dijo, no soy la única. Y no ha venido a escoltarme la guardia... Sería de muy mal gusto dejarlas esperando todo el día.

El bufón se había dedicado a comerse su desayuno con calma, flema y cachaza. Tenía sus planes, que pensaba cumplir antes de nada, y tenía todo el tiempo del mundo para cumplirlos. Ahora, si sus compañeros no estaban cuando él regresara, pues mala suerte.

Con el desayuno terminado, Enzo se levantó de la mesa.

 -Bien, entonces está todo decidido. Yo iré a hacer mis recados. Si vuelvo y no os encuentro, sabed que mi espíritu os acompañará durante toda la aventura.

En cuanto terminó de comer, llevó los cacharros hasta la barra y se despidió de la tabernera. Primera parada: el mejor sitio para que pudieran tasarle la piedra. Y ese sería sin duda el gremio de joyeros.

Al escuchar la respuesta de Lucrecia, Apolo lo creyó aceptable, pero no paso demasiado tiempo en salir a la luz un contratiempo, la chica estaba preocupada por un grupo que estaba en guardia de los no-muertos, me has convencido de que ir por el dragón es la mejor opción inicial, sin embargo, ya que mi colorido amigo, ¡Vinz espera un momento!, quizá él podría servir de mensajero para el otro grupo, ir allá y darles el mensaje, bueno siempre y cuando todos estén de acuerdo, luego volteo a ver al artista esperando que hubiese alcanzado a escuchar el plan antes de salir disparado con toda esa emoción que le causaba su brillante recompensa.

Enzo se giró sobre sus talones al escuchar a Apolo.

 -¿Mensajero dices? Eso suena a tarea sencilla y poco peligrosa. ¿Dónde tendría que acudir a llevar dicho mensaje?

Siempre y cuando pudiera hacer primero su otra tarea, no le pondría inconvenientes. Que una cosa era querer permanecer a salvo de amenazas letales y otra no querer ayudar a sus compañeros que tanto le querían y apreciaban.