Partida Rol por web

¿Sabéis cuáles son las condiciones para estar más cómodos? ¡Largaos de aquí! Dice uno de ellos mientras os tiran un barril cerca de donde estais. Daba la sensación de que habían fallado a propósito, y quizá la próxima vez no fallarían.

¡¡Fuera!! ¡Largaos!

Los hombres del barco no parecen muy conformes con ayudarnos, Angelica. Pero debemos insistir, después de todo no podemos hacer más. Dice Sir Barristan encogiéndose de hombros.

Angelica se aleja con Sir Barristan de los orcos. Después de que estos lancen el barril, no parece seguro quedarse donde están.

-Mmmm, podría intentar colarme en el barco. Soy agil, y podría subir por el ancla desde el agua. -Pone los ojos en blanco ante la previsible respuesta negativa del caballero.- Y, antes de que digas que no, ¿y si tienen secuestrado en el barco al hombre que buscamos?

El caballero mira con curiosidad a la mediana.

Podría ser. Pero no tendría demasiado sentido. Después de todo es el capitán del barco. El hombre respira hondo, ordenando sus ideas. En cualquier caso, entras... ¿y? Quiero decir. Si como dices el hombre está secuestrado, estarás sola y en problemas. Si no lo está, ¿qué te hará pensar que le hará ilusión ver cómo te cuelas en su barco? Creo que debiéramos de insistir. Suponiendo que no les cabreemos demasiado...

-Mmmm de acuerdo, insistamos. Pero deberíamos cambiar de táctica, ¿por qué no vamos a por algo de comida para tentar a los guardias? O podemos esperar a un cambio de turno para que no sepan que ya nos han echado.

Tienes razón, Angelica. Esperemos un tiempo al cambio de guardia y volvamos a intentarlo. Dice el caballero mientras con su cabeza asiente acompañando sus palabras con movimiento. Sin duda, la idea de Angelica, aunque les fuese a consumir tiempo no era mala idea y podrían volver a intentarlo.
 

Con el tiempo que habíais estado allí esperando os disteis cuenta de que no había cambio, ni de guardia, ni de los marineros que estaban allí. No había razón para que se moviesen, pues parecía que ellos vivían allí, en el mismo barco que estaba atracado.
Estaba claro que yendo por las buenas no ibais a hacer absolutamente nada. Esos orcos jamás os dirían nada sobre lo que estabais buscando, así que había llegado el momento de buscar una nueva estrategia. O encontrar a alguien que os ayudase con todos ellos.

Algo cansada de la situación, Angelica decide jugarse el todo por el todo con los guardias orcos. Vuelve a acercarse a ellos con paso decidido y, antes de que puedan volver a gritarle que se vaya, alza la mano con mucho aplomo y dice con toda la confianza en sí misma que es capaz de extraer.

-Decid a Scarbelly que venimos de parte de Lucius. ¡Venga, dejad las malas pulgas! ¿O preferís aguantar luego las consecuencias si por vuestra culpa no podemos comunicarle el mensaje que traemos?

Alza la voz todo lo que puede, además de para intentar mostrar más decisión, intentando que le oigan dentro del barco, además de los guardias de la puerta.
 

Preparado para lo que pudiese pasar, el caballero se acerca a la muchacha. Sus pasos son decididos, pero medidos. No quiere levantar suspicacias innecesarias. Con aplomo, avanza hasta colocarse al lado de la pequeña mujer, de manera que si es atacada pueda cubrirla, como todo buen caballero debe hacer con su protegida.

Tras el débil intento de amanaza de la pequeña mujercita, los orcos se miran entre sí y comienzan a gritar un solo nombre. ¡Aggrooooooooooo! Aggggggggggro! AAAAAAAAAAAAAAaaaggrooooo!!!

Pocos instantes después el tal "Aggro" desciende del castillo de proa, luciendo un cuerpo enorme. Mientras le preguntais por Lucius, el orco carraspea, emite sonoros bufidos y escupe sobre la cubierta, inquieto. Cuando acabáis os dice:

Sí, ese tipo estuvo aquí la semana pasada, lloriqueando y suplicando que le dejásemos ver al capitán. Le dije lo mismo que os digo ahora a vosotros: ¡Largaos!

Veis que el vigía de la cofa ha cargado una flecha en su arco, mientras que Aggro y los dos guardias de la pasarelan acarician los pomos de sus cimitarras. Claramente están preparándose para una pelea. Resulta obvio que estos orcos tienen algo que esconder a bordo de su barco; pero... ¿será Lucius?

La mano de Sir Barristan se acerca al pomo de su espada, como el reflejo de uno mismo en el espejo. Copiando de alguna manera la reacción de los orcos.

Era la segunda vez que le amenazaban en un demasiado breve espacio de tiempo y la paciencia del hombre comenzaba a terminarse. Sólo queremos hablar con el capitán y no nos vamos a ir. Si lo que queréis es pelea, señor, podemos resolverlo usted y yo de forma personal. Usted elije si quiere que sea a primera sangre o a muerte, pero le advierto que no tengo intención de perder.

Cuando está a punto de contestar al orco, el caballero se la adelanta. A la mediana le recorre un escalofrío por la espalda ante la autoridad con la que habla Sir Barristan; así que espera la respuesta del pirata sin decir nada.

¡Está bien! ¡Acepto el desafío! Dice el orco mientras le pide a uno de sus lacayos que tienda una escalera para que el caballero suba a bordo del barco.

Tú te quedas ahí. Dijo señalando a la mediana. Tú sube ahora mismo a bordo. Lucharemos uno contra el otro, sin que nadie nos ayude. Pero antes tenemos que marcharnos de aquí. No creo que la guardia permita un desafío en su ciudad, y mucho menos a muerte. Dijo gruñendo y mostrando sus descolocados dientes. Aunque si te soy sincero, llevan muchos días sin acercarse por aquí.

Sube y terminemos con esto de una vez.

El caballero hace el movimiento para subir al barco, pero se detiene.

Ella sube conmigo, si así lo desea. Dice mirando a la mediana y tendiéndola una mano. Después lucharé contra ti.

La cabecita de Angélica trabaja todo lo rápido que puede en pensar una salida del atolladero en el que están. Sabe que el honor del caballero le impide retractarse de sus palabras, pero una posibilidad de salir con vida es mejor que ninguna; finalmente coge aire e improvisa.

-¡Eso es totalmente injusto! ¿Montar en un barco lleno de aliados tuyos? ¿Y qué van a hacer cuando mi caballero gane? ¿Dejarnos salir? Ni se te ocurra subir, Barri. Propongo dejar el combate para el amanecer, peeeero en terreno neutral. Fuera de las murallas de la ciudad, para no tener problemas con la guardia, al sur.

Si decís que no hay guardias por aquí, podemos batirnos en el propio muelle. No creo que nadie intervenga y siempre podéis poner a vigías en las cercanías para avisar si se acercan guardias. Dice el caballero con aire cansado por lo que se alarga la situación.

No bajaremos del barco. Zanja el asunto el que parecía ser el capitán. Ni yo, ni ninguno de mis lacayos. Así que el desafío debe llevarse a bordo. Eres tú el que lo ha lanzado, y estas son nuestras condiciones.

¿Acaso tenéis miedo? Dice el caballero lo suficientemente alto como para que haga efecto. Subiremos al barco, pero éste no se moverá del puerto. Si tenéis un mínimo de honor, aceptaréis. Al menos para no demostrar que sois unos cobardes.