Partida Rol por web

Cuando mi padre me llamo ya me había despertado, sin embargo, reflexionaba e intentaba recordar detalles hace mucho tiempo olvidado.

-Ya voy padre, ¿podrías comenzar hoy las oraciones?. Que la visión de nuestro dios, nos guíe pronto a casa y aún buen trabajo.

Casa, suena extraño en mi boca.

El hombre mayor agradeció las palabras de disculpa de la elfa e hizo un gesto con la mano como si abanicase el aire.

- Descuida, puede que tengas razón y debamos acometer este trabajo cuanto antes para tener con qué pagar nuestros gastos. Ojalá supiésemos qué piden esos poblados de nosotros, Lomenar. Espero la nota nos indique qué podemos hacer por esas gentes.

Con orgullo Melor mira a su hijo, quien había salido de Tormentos Cristalinos siendo un niño para volver hecho un hombre. Tan solo lamentaba que el hogar que le había visto nacer fuese ahora tan desconocido como los lugares que descubrieron durante su peregrinaje.

- Con mucho gusto, Vladimir -comenta ante la petición de rezo.

El abate se levantó de la mesa y se encaró con el paladín. No existía una institución para Turin, solo un grupo de profetas confundidos pero dichosos con su cometido, a petición suya no había costumbres establecidas o rituales formalizados. El dios al que servían no quería súplicas sino compromiso, ese era el rezo a dedicarle.

- Amanecemos, hijo mío, en tierras que amamos pero nos son extrañas -comenzó a modo de introducción al rezo que su hijo pudiese repetir-. Con la incertidumbre del hambre no podemos albergar la certeza de traer la nobleza del Eterno a quienes la necesitan. Así pues, contigo y con Turin el Infinito, me comprometo a buscar una solución que no mancille nuestros nombres o creencias ¿aceptas mi compromiso?

Arrodillado, con las manos apoyadas sobre el mango de mi arma, respondo.

-Acepto tu compromiso, padre. Y velaré porque lo cumplas.

Y continúo con mis oraciones.

-Amanecemos, padre mio. En una tierra amada, que apenas recordamos.
 Amanecemos, padre. Con la incertidumbre del retorno al hogar,
 y la incertidumbre del techo, la comida, y la pobreza.
Por ello me comprometo contigo, conmigo y conTurín el infinito,
a buscar el lugar que fue nuestro hogar,
a buscar el cobijo y el sustento adecuado sin comprometer nuestras creencias,
y a actuar con prudencia y justicia.

¿Aceptas mi compromiso?

- Acepto tu compromiso, hijo mío, con gran orgullo y alegría -sobrecogido por la emoción de estar de nuevo en Tormentos Cristalinos y con su hijo, antes niño y ahora hombre, Melor avanzó hacia Vladimir para abrazarle con gran estruendo de ambas sus armaduras.

-Ahora desayuna, tienes que estar muerto de hambre, el té es fuerte pero el bizcocho está muy bueno. Una vez vuelva Lomenar con la nota sabremos qué piden los otros pueblos de nosotros.

Tras el abrazo de mi padre sonrío y son mediar mas palabras me siento a tomar el té y probar el bizcocho. En todos nuestros años de viaje había aprendido que nunca había que despreciar la comida, pues en el día podían ocurrir muchas cosas, y cuando eres tan pobre (y tan libre) como nosotros, nada hay bajo el cielo que desaprovechar.

-Entonces, ¿por dónde empezamos, padre?. No recuerdo mucho, pero creo que era cerca de los puertos, ¿o me equivoco?

¡El poblado del Acantilado Verde pide aventureros para que les ayuden!

Se ofrecerá generosa recompensa.

El tabernero miró al mediano parlanchín, me temo que todavía no tengo el vino preparado, hasta la hora de comer no me habrá dado tiempo a hacer más. Estoy muy cansado y necesito acostarme. Dijo a todos los presentes con la esperanza de que le dejaran cerrar.

Este edificio destartalado y de aspecto insalubre alberga una taberna muy famosa, que atiende en su mayor parte a pescadores y mercaderes de paso. A pesar de su apariencia deslustradas, la taberna es una de las más prósperas de la villa.

Un enorme letrero sobre la barra muestra un erizo de mar flotando en un gran vaso de vino, mientras un hombre feliz bebe de él.

Un elfo hosco y rudo dirige la taberna con orgullo.

Lomenar encontró la nota, pero realmente no decía nada. Estaba claro: Si quería enterarse de en que consistía ese trabajo tendría que ir al acantilado verde. Había tomado una decisión, necesitaba algo de dinero aunque aún tenía para una noche más en el erizo borracho.

Dejó la nota donde estaba y se acercó al grupo de sus compañeros.

- Creo que el acantilado verde está fuera de la ciudad. Puede ser un problema si tenemos que volver a entrar y nos vuelven a cobrar la entrada, espero que no sea así porque simplemente tendría que quedarme fuera. Hay otro trabajo posible en la Aldea del Loto, relacionado con animales.

- Yo voy a ir al Acantilado Verde, al menos a enterarme de qué va la misión ya que aquí no hay más información. Lo que pasa es que antes he de ir a un sitio yo sola. Supongo que Melor y Vladimir iréis al Acantilado, si es así nos veremos allí, en caso contrario a la noche volvería a ver si puedo dormir aquí - Mirando a Ankus, que ya parecía muy cansado - por el mismo precio.

- No tardéis, es posible que el aviso haga llegar a muchos más aventureros en busca de dinero.

Tras decir todo esto y con cierta prisa, Lomenar recogió todas sus cosas y junto con Arvak salió por la puerta despidiéndose de todo el mundo.

No me gustaría perderlos, espero que nos volvamos a ver pronto.

A la vista que la druida no le contestó, ignorandolo y que estaba muy cansado, Agakor se marchó a dormir.

Ramase entró con Angélica en brazos envuelta en su petate. Había conseguido estabilizarla pero ahora tenía que descansar.

- Buenos días. Una habitación.- Pidió, escueto y cargando el cuerpo inerte de Angélica como su fuera una niña dormida. No miró a nadie, simplemente se dirigió al hosco elfo que dirigía aquel lugar, impaciente por pillar una habitación cuanto antes.

Me dirijo a Melor y Vladimir que aún siguen por el Erizo Borracho y les pregunto por su próximo movimiento, de paso les comento que me dirijo a la catedral para visitar la arena de combate.

Según salgo al exterior busco a mi lobo y lo llamo junto a mí. En cuanto me sitúo y sé qué dirección tengo que tomar me dirijo hacía allí.

- Sí que lo era -dice Melor sin esconder su entusiasmo por los recuerdos de su hijo-, una pequeña casita cerca de los astilleros, no demasiado lejos de aquí, lo visitaremos en cuanto termines de desayunar -se giró para mirar al druida y a su lobo- ¿Nos acompañaréis, Martell? Podemos pasar por la la arena de combate con vos también.

Al poco volvió Lomenar para exponer su plan, el cual hizo arrugar la frente al abate, quien llevaba demasiado viajando con su hijo como para partir sin más preparación.

- No me gusta, Lomenar, en verdad que no, lo lamento. Centrémonos en La aldea del Loto y, una vez hayamos terminado allí, podremos dirigirnos a Acantilado Verde. Aunque mi hijo y yo no seamos expertos en animales nuestro acero y fe podrían ayudar a defender a las gentes de ese pueblo de las enajenadas bestias que lo acosan mientras resolvéis el misterio ¿Qué te parece?

Se atusó los bigotes y miró a su hijo.

- Como tenéis que iros sola ahora ¿Por qué no aprovechamos Vladimir, Martell y yo para informarnos acerca de cómo llegar a La aldea del Loto con Kailee en El Bote del Lagarto? Podríamos encontrarnos allí a mediodía para marchar todos juntos ¿Os parecería bien a todos?

Sonrió amablemente esperando poder convencer a la semi-elfa a medida que ella recogía todas sus cosas para salir disparada por la puerta.

Al poco entró aquella figura enfermiza cargando el cuerpo laxo de una mediana, lo que llevó a que Melor se pusiese en pie, desenvainase su Filo del Profeta y plantase la punta en el suelo. Aquella entrada lo había sorprendido y optó por actuar.

- Caballero, ¿qué le ha ocurrido a vuestra acompañante?

Ramase recolocó el peso de su fardo en el hombro para aliviar su débil brazo sin inmutarse ante las palabras del extraño. ¿Cómo imaginarse que alguien en aquel tugurio se dirigiera a él como "caballero"? Caballero era Ser Barristan y según Angélica había acabado con su cuerpo hinchado y podrido en las aguas del puerto de la ciudad asesinado por los orcos a los que Ramase había dado muerte. No se giró pues suficiente tenía con lo suyo a la espera de que el "amable" posadero le atendiera de una vez.

- La aldea del Loto pues - sonrió Lomenar - Alli nos veremos. - Tras este comentario salió por la puerta.