Partida Rol por web

- No creo que esas bárbaras criaturas sean capaces de usar magia natural. Simplemente usan sus métodos naturales para confabularse con el resto de seres de la naturaleza y asolar mis viñedos. Sé que son ellos porque no hay más criaturas por la zona, al menos no criaturas que dejen semejantes huellas de tal ataque. Pero principalmente porque no hay nadie más cerca de la zona. ¡Ellos tienen que ser los culpables! ¿Acaso insinúas que puede haber sido otra persona?

¡No lo creo! Somos una Casa respetada y la mayoría del pueblo nos conoce por nuestro vino. ¿Quién iba a querer hacernos daño, si no son los mismos apestosos lagartos?

Lucrecia asintió de nuevo, temiendo que de tanto hacerlo, se le iba a soltar la cabeza en cualquier momento. Hubiera merecido la pena contemplar la reacción del grupo a la repentina decapitación, pero imaginaba que no se trataba del tipo de accidente del que se sobrevivía, probablemente se fallecía en el mismo instante en que la cabeza se separaba del cuerpo, por lo que ni siquiera tendría la oportunidad de disfrutar del espectáculo.

El Licorambarino demostraba contar con un cerebro privilegiado; privilegiado por el poco trabajo que el hombre le obligaba a hacer. Podría fallecer en cien años y, si le descorcharan la cabeza, encontrarían una masa de sesos nueva y reluciente, como la de un niño.

¿Quién podría atacar unos viñedos? ¿Quizás otro productor de vino? ¿Quizás alguno de esos enemigos que las "familias respetadas" solían cultivar tal y como cultivaban sus tierras? ¡Impensable!. Y, por supuesto, podía ser que Tobías solo se estuviera haciendo el idiota prejuicioso, y que no fuera la propia familia la que destruía sus cultivos para aumentar el precio del vino.

—Pueden usar a los propios lagartos —dijo Lucrecia, abriendo los ojos cual lunas, como si hubiera recibido una epifanía divina—. ¿No vimos un edificio que les servía como embajada? Eso quiere decir que quieren ser aceptados en la ciudad. Contrate a escamosos de esa embajada como guardias de sus tierras y solucionará sus problemas de un plumazo.

Lucrecia extendió los brazos con las palmas hacia delante para evitar una respuesta inmediata de Tobías.

—Me explicaré —prosiguió—. Si, como parece claro, son culpables, se verán obligados a cesar en sus ataques o verse expuestos como culpables. En el improbable caso de que no fueran los culpables, ellos se ocuparían de proteger los campos con sus vidas y encontrar a los verdaderos culpables, para evitar que todo el peso de la culpabilidad recayera sobre ellos. Así que, o bien terminan los ataques, o bien consigue pruebas que incriminen de una vez por todas a los hombres lagartos.

Una vez el área fue despejada, Lylo salió de su escondite, mirando a su alrededor. Quizá hubiera un diario secreto dejado casualmente en la que había declaraciones anti hombres lagarto...vale, eso probablemente no, pero algún tipo de prueba que dejara en evidencia a los malvados enemigos de los amigos de la terrible matadragones del mal verdadero y salvadora de la cerveza mundial quizá sí que habría. Paseó con mucho cuidado de no dar pasos en falso, con las orejitas pendientes de cualquier sonido que indicara la proximidad de alguien, ocultándose tras los muebles y cortinas en cuanto tenía oportunidad, por si las moscas.

La respuesta de Tobías, era exactamente del tipo que Lydia ya estaba esperando. Que no tenía la menor idea, pero acusaba sin fundamento alguno a los hombres lagarto. Qué triste era el odio...

Lucrecia intervino, y tuvo una excelente idea. Lydia no pudo hacer otra cosa que apoyarla.

Asintiendo con vehemencia a las palabras de su compañera, Lydia se dirigió a Tobías.

-Ella tiene razón, señor Licorambarino. Además, el que vuestra familia fuera la primera que diera un paso para que, pese a todo lo ocurrido, se mantenga la paz de la ciudad, no es algo que pasase desapercibido. Ni a los ojos mortales, ni a los inmortales. -dijo con total seriedad.

¡Y con pruebas toda la ciudad atacará a esas criaturas! Así los muebles y los pájaros serán libres de nuevo. Es una gran idea... Aire se quedó pensativa, cuando se distrajo con una mosca y empezó a seguirla con la cabeza.

Contratar a escamosos de esa índole significaría dos cosas; la primera que las consideraría algún tipo de persona y no monstruo que es lo que verdaderamente son. Y la segunda, supondría gastar un dinero que ya no puedo perder en un riesgo que no estoy dispuesto a correr. Dice cruzándose de brazos ante la poco convincente idea de Lucrecia.

Pretendeis que invierta el escaso tesoro que poseo debido a las pérdidas que ya he sufrido, en potenciar a esa Embaja de monstruos, y encima queréis que les mande a vigilar mis viñedos. Esas bestias dirán que han sido seres diabólicos e infernales y que no han podido hacer nada por ellos. ¿Y entonces, qué? Sabría que los hombres lagarto son culpables, pero habría perdido todo mi dinero y los pocos cultivos que me quedan. Dice refunfuñando.

No estoy dispuesto a correr un riesgo tan alto, solo por la expulsión de esas bestias. Lo lamento, pero si no pretenden ayudar en esta causa, y solo pretenden darme soluciones que creen que son suficientes, entonces me temo que lo mejor que pueden hacer es abandonar mi casa y no molestarme más. Dice concluyendo su alegato y llamando a su sirviente para que os invitara a marcharos.

-Digame señor, y como suguiere usted que le ayudemos? Quiere que examinemos sus tierras para ver si encontramos algo? Que las defendamos? Que quiere señor licorambarino? -pregunto Tirk de pronto.-no quiere suguerencias, asi que querra que realicemos algun trabajo para ayudarle, cual?

Ahora todo dependía del pequeño Lylo. Era más sigiloso, seguro que conseguía algo interesante. Mientras caminaba por el callejón, decidió acercarse a una de las esquinas y esconderse lo mejor que pudiera a la vez que intentaba escuchar lo que se hablara por ahí.

La información podría valer oro.

¡Suena a muerte y destrucción, muerte y destrucción! soltaba Aire mientras alzaba el brazo derecho y daba saltos.

La respuesta de Tobías fue... decepcionante. Y Lydia se quedó sin saber qué aportar a la conversación tras ella... ésas cosas se le daban mejor a Lucrecia, de forma que la mujer esperó a ver qué ocurría antes de continuar hablando.

Sorprendentemente, Tirk hizo una pregunta de lo más educada. Quizá podría salir algo de ella. Lydia le miró sorprendida mientras Aire lanzaba más locuras al viento. Luego se giró hacía Tobías para escuchar su respuesta.

Lucrecia estaba deseando fantasear con el Licorambarino encerrado en una urna de paredes transparentes llenándose lentamente de licor ambarino. Pero no era el momento, no todavía cuando debía pensar en qué decirle para darle la vuelta a la situación. Convencer es mucho más productivo que vencer, como bien sabía. Siempre quedaba la opción de dibujarle un arcoris frente a la cara y asegurarle que los hombres lagarto eran individuos de confianza, pero prefería no jugar esa carta todavía, no era completamente fiable y podía meterse en problemas, al menos mientras estuviera allí con su verdadera cara. Y ni siquiera sabía qué era de los Pelacebollas, si estaban al alcance de su conjuro, o incluso si seguían en la finca; quizás hubieran descubierto algo interesante.

La culpa es mía, por precipitada; a nadie le gusta que le sugieran el curso de acción, lo que quieren es que les hagas creer que ha sido su idea.

Tirk preguntó, aprovechando la duda de Lucrecia, qué quería el Licorambarino que hicieran para solucionar su problema. Licorambarino. Solucionar su problema y conseguir pruebas, o fabricarlas, para echar a los escamosos de la ciudad, duh. Pero si no conseguían otra cosa, era un opción más a su disposición, una herramienta más para solucionar el pequeño embrollo de los productores de licor y los moradores de piscinas.

—Oh —dijo finalmente, bajando la mirada—. No creo que unos recién llegados a la civilización, apenas más inteligentes que un animal, pidan un pago en dinero, y si lo hacen, ni siquiera sabrán cuál es su verdadero valor. En cualquier caso, he dicho contratar porque, si tienen una embajada, supongo que se les tratará como a personas, aunque no lo sean, pero supongo que tendrá animales en sus campos; bueyes tirando de arados y todo eso. No sé mucho ello, la verdad. Estaba pensando más bien en que los utilizara como utiliza a esos bueyes.

»Podemos investigar el problema —prosiguió—, y tratar de solucionarlo, como apunta mi compañero. Pero es una lástima desaprovechar la oportunidad de solucionar todas sus dificultades con un solo golpe.

La solución a mis problemas es más que evidente. Dijo mientras asentía ante los gritos de la muchacha esquizofrénica. No como dice la vivaz señorita, pero sí quizá algo un poco menos drástico.  Con la expulsión de los hombres lagarto me daría por más que satisfecho. No quiero nada más, tan solo verles marchar de esta ciudad, avergonzados por lo que han hecho y admitiendo que no se les puede tratar como personas cuando no lo son.

¿Y cómo llegar a eso? Eso es algo que aún no se me ocurre, y que quizá vosotros sepais como hacerlo. Pero desgraciadamente hay mucha gente que están contentos de su presencia aquí, aunque sé de muchos que apoyan mi causa.

Concluyó ignorando las palabras de Lucrecia, pues consideraba que no aportaban nada más y que no iba a dar una respuesta diferente a la ya dada. No iba a ofrecerle trabajo a esas criaturas, pues aunque no fueran personas ellas se consideraban como tales.

A Lylo se le escapó una sonrisilla pícara y se sentó en su escondite leyendo las cartas de amor de la tal Rayncliff.

La información es poder.

Milo se quedó quieto en su nuevo mejor escondite del mundo mundial para que no le pillaran y por si su hermano necesitaba algo de él, o ayuda. Solo esperaba que no fuera así y él encontrara algo interesante.

Entonces se acordó del mensaje mental que le había echado la heroína de la cerveza e intentó comunicarse con ella, así que empezó a pensar lo que decía.

-Comeogros... ¿estas ahí? -pensaba con todas sus fuerzas- ¿Como os va? A nosotros pichí pichá.

Si fuera más que evidente, ya los habrías solucionado, troll raquítico. O no, alguien con tu inteligencia tendría problemas para bajarse los calzones antes de mear, así que lo evidente probablemente también esté fuera de tu alcance.

—Veremos qué podemos hacer —dijo Lucrecia, sonriendo al imaginar cómo le vertía aceite hirviendo por la garganta al Licorambarino—, esos hombres lagartos son un peligro para todos.

"Al menos no pide las cabezas de los hombres lagarto... ya es algo... supongo."

Miró a Lucrecia de reojo, que con su respuesta demostraba que la conversación estaba tan muerta como ella misma pensaba, así que hizo una leve reverencia a Tobías.

-Llegaremos al fondo del asunto señor Licorambarino. Y encontraremos una solución. -dijo Lydia en un tono muy amable y formal.

Y ahora... ¿Qué? Y a todo esto... ¿Qué andarían haciendo los medianos?

¡Yo se cómo, yo se cómo! gritaba Aire mientras daba pequeños saltos.

Robemos en otras embajadas y dejemos huellas falsas sobre esos mata-muebles. ¡Así todos querrán echarlos de la ciudad! ¡Bravo, bravo, por los pájaros!