Partida Rol por web

Aún no había probado bocado, pero solo con oírlo, la cara de Raellia se iluminó como si le hubieran encendido una antorcha dentro de la boca. Una antorcha mágina, de llamas frías, se dijo Lucrecia, tratando de no imaginar la cabeza de la pobre paladina estallando en llamas.

¡Vamos pues!

Abrió la puerta y se dirigió al salón.

¡Buenos días! saludó a los congregados en el salón, que eran ya la mayoría. ¿Habéis descansado todos?

Lucrecia llegaba con el pelo alborotado y la ropa sucia —tengo que comprar una muda de recambio, ugh—, a pesar de la lluvia caída el día de ayer. ¿Pero quién iba a fijarse en unas manchas cuando estaba sonriendo de esa forma? Detrás de ella venía Raellia, igualmente reluciente en aquello no concerniente a la higiene.

¿Lleváis mucho tiempo esperando? No lo parecía. Ninguno se había sentado aún, ni estaba disfrutando de un desayuno, que a esas horas sería más bien la comida. Tenemos que comer, vender esos trastos, si hay alguien dispuesto a comprarlos en el pueblo, interrogar al prisionero y seguir buscando a los ladrones. ¿Habéis pensado de dónde vamos a sacar un carro, Zarus, Snit? Había sido su idea, al fin y al cabo.

Ella sí se sentó.

¡Posadero, llamó a Audo, ponnos algo de comer, por favor! Y dinos, ¿hay alguien en Puente Brandon que vaya a comprarnos esas armas y armaduras?

El joven Lazarus, tomó asiento junto a las recién llegadas, cuando esta pidió alimento, también hizo lo mismo para aliviar su hambre.

Zarus sonrió ante la pregunta de Lucrencia -Mas bien sé quien no. Pero a estos bandidos le deben sobrar gente desencantada por sus actos. Francamente, estaba pensando en ir a la villa mas cercana y ofrecernos para proteger algún envío importante. Plantear, porque no, que somos la solución definitiva ante el problema de los bandidos o esparcir el rumor que de acá saldrá una encomienda cercana hacia otra villa.- dijo meditando sobre esas posibilidades.

-En todo caso, no todos debemos estar sumergidos en lo mismo. Como bien has dicho, esta pendiente el interrogar al prisionero, ir a vender lo que tienen en armas y armaduras y del tema de la carreta podemos encargarnos nosotros.- continuó sin seguir con mucha claridad sobre que hacer.

-Y tienen forma de entender lo que diga el prisionero? Alguno habla su idioma o lo que sea que use para comunicarse? Yo solo alcanzaría a hacer lo primero, pero no podría hacer que me entendiera mas a allá del idioma que hablo, el alfabeto enano o el elfico.- apuntó con cierta desilusión.

Vand despertó, con el pelo aún húmedo por la lluvia que les arreció la noche anterior. Era de buena mañana y se sentía descansado, aunque varias de las voces le recordaban que no descansaba bien desde hacía ya varios días y le reclamaban a susurros y gritos una buena noche de descanso o matanza, dependiendo de a quien quisiera escuchar.

Levantándose y bajando al salón, se encontró con que posiblemente fuese de los últimos en aparecer. Gruñendo aún adormiscado, se añadió silenciosamente a la comanda de comida y arqueó las cejas cuando el joven pálido propuso algo similar a lo que había dicho él mismo el día anterior; usar a gente como señuelo y emboscar a los emboscadores. "Tal vez no fuese tan mala idea desde un principio..."

Audo fue saludando a todos sus huéspedes que se habían levantado bastante tarde, algo normal pues habían llegado amaneciendo. ¿Armas de segunda mano? Preguntó Audo extrañado. No es muy habitual que en la aldea compren ese tipo de armas, la verdad. Dijo mirando alrededor de la posada, pues tampoco había ninguno de los comerciantes que solían pasar por allí. Tormentos Cristalinos es una ciudad próspera no muy lejos de aquí donde quizá os lo compren, pero... hizo una breve pausa, creo que eso ya lo sabéis, ¿no? ¿Veníais de allí, verdad, o me equivoco?

El posadero tenía un jabalí recién cazado y asado y lo puso en el centro de la mesa donde el variopinto grupo se había sentado. Había decidido adelantar la comida porque sabía que tarde o temprano iban a despertarse. 

Antes de que le preguntaran por el prisionero Audo se atrevió a hablar, el gran trasgo que trajisteis se ha despertado y está tratando de romper la puerta, será mejor que tengáis cuidado cuando vayáis a verle y que lo saquéis cuanto antes, porque como siga así me va a reventar el establo. Además, hoy no ha venido nadie a la taberna y creo que es por su culpa, está asustando a todo el que se acerca. Audo seguía serio, pero no mostraba malestar por lo que estaba sucediendo, quizá era comprensivo, pero sin duda parecía que su paciencia tenía un límite. 

Supongo que nuestro invitado hablará la lengua común. ¿Quién no la habla, estos días?

Lucrecia suspiró larga y profundamente. Era un poblado, al fin y al cabo, les serían más útiles aperos de labranza, o boinas amapolas, que armas y armaduras.

Nos las apañaremos de algúna forma...

Al menos tenían comida. La carne de jabalí era demasiado correosa para su gusto, y el olor a cerdo asado le recordaba demasiado al de un hombre siendo devorado por las llamas. Podía respirar por la boca, cerrar los ojos e imaginarse retozando en una pradera habitada por unicornios, pero el pobre hombre en llamas se empeñaba en sentarse a su lado, aullando como si estuviera quemándose vivo —con razón—, mientras cortaba lonchas de panceta y se las ofrecía.

Comería, no por gusto, sino porque el vacío de su estómago exigía sustento.

¿No sería más sencillo preguntar en este pueblo?, inquirió a Zarus. Ni siquiera sabemos si hay una aldea cercana, o que esté siendo asaltada por los ladrones.

Raellia entendía poco de ardides y estratagemas de ese estilo, así que decidió, probablemente de manera sensata, que en ese momento le convenía más escuchar que proponer ideas. Además de que no tenía pista alguna, tampoco estaba segura de como poder obtenerlas, y en cierto modo había esperado poder dar con algo en el bosque al salir a él. Comió de aquel jabalí, de manera educada pero quizás algo ansiosa, revelando el tiempo que hacía que no probaba comida alguna. Pero cayó con vergüenza en que se había olvidado de decir algo, algo importante. Azorada, miró a la enana pelirroja y dijo:

-Me he enterado de que tú costeaste mi estancia aquí. Yo... Quería darte las gracias. Y te lo compensaré en cuanto pueda, lo prometo.

Mientras hablaba con el Kraken su hermana Dilyn apareció por el salón, así que se le acercó.

-¡Que bien que ya estás lista! nos estábamos preparando para ir a hablar con el prisionero, parece que se ha desatado e intenta escapar. -Seguro que que con el Kraken, Dilyn y algún otro voluntario no tendrían problemas para reducirlo de nuevo.- No se preocupe Señor Audo, hablaremos con el prisionero y después lo sacaremos de su establo, no queremos perjudicarle, ha sido usted muy amable ayudándonos.

Poco a poco el salón se iba llenando con los aventureros que habían llegado la noche anterior en su grupo. Algunos querían reponer fuerzas con un buen desayuno como era normal, sin embargo Anduyn estaba preocupado por el problema del posadero y prefería encargarse de ello cuanto antes.

-Nos alegra verla levantada señorita Raellia. ¿Como se encuentra de sus heridas? -Había sido la que en peor estado había llegado a la posada y quizás no se había recuperado del todo.- Si aún se encuentra débil quizás pueda ayudarla, en cuanto regresemos del establo.

Dicho eso miró a su hermana y al Kraken así como al resto por si alguien más quería unirse a la visita al prisionero.

El Kraken dejó la charla al resto y se dirigió con la enana y Anduin al granero. Según tenía entendido, la enana había atado a aquella cosa pero, por si acaso, agarró fuértemente su alabarda. Por si había que volver a noquearla.

Namarra se encogió de hombros.

-Si nadie nos compra el botín aquí, seguiremos sin tener dinero y no podremos pagaros la estancia, asi que tendríamos que volver a Tormentos y, mientras, vosotros estaríais a merced de los bandidos y los monstruos como el que apresamos ayer. Me parece que a quien mas le interesa que podamos vender estas cosas aqui es a vosotros, los aldeanos, más que a nosotros.

Otra solución es dividirnos. Si alguien viene conmigo, podemos ir un par a la ciudad, venderlos todo y regresar mientras el resto continuais con la misión.

-Me encuentro mejor, gracias-replicó la muchacha, sonriendo levemente, ante el interés del hombre. Lo cierto es que aún cargaba con varias heridas, que en personas menos resistentes podrían incluso haber sido letales, pero el descanso y la comida parecían hacerle mucho bien a Raellia. 

Por lo demás, y al menos por el momento, decidió mantenerse en silencio, escuchando los planes de unos y otros. 

-Si. Eso es posible. Podríamos ir con Alberic y su primo*. Seguro nuestra valía quedará demostrada al contarle nuestros hallazgos en el bosque. Lo otro es ir hasta Tormentos y pedirsela a alguno de los comerciantes afectados.- respondió a Lucrencia -Quienes irán conmigo?- dijo esperando a que el resto se decidiera.

-De eso tampoco sé mucho. Salvo lo contado por el bueno de Audo y por Alberic. Que se trata de un grupo de 6 humanos, pero no se sabe si hay alguien mas implicado. Seguro cabe la posibilidad de algún infiltrado. Alguien con acceso a información de la circulación de mercancia.- dijo especulando un poco. -Esta banda ataca en los alrededores del bosque*. Nos vendría bien un mapa y señalar de alguna forma los lugares en donde han atacado. Tendrás uno por ahí?- preguntó a el dueño de la taberna.

-Su último golpe fue en el camino sureste de Puente Brandon. Una senda necesaria para evitar el Nido de la Arpía.- dijo continuando un intento de aclarar sus propias ideas. -Creo que lo primero será investigar de que manera se pudo filtrar la información de la ruta que tomaría la carreta.- dijo como conclusión.

-Creo que es el momento para que organicemos las comitivas. Lo del tema de las armas podría ser la mercancía a transportar, una vez tengamos la carreta. Una vez identifiquemos por donde se filtra la información. Les llegara a los bandidos como la posibilidad de obtener un valioso cargamento de armas.- expuso a Lucrencia, esperando su opinión.

Dilyn esperó a que todos estuvieran repartidos entre los grupos que se formaban para decidir a dónde ir. Por un lado no quería abandonar a su hermano, pero junto al Kraken parecía bien protegido, pero por otro no quería que Namarra fuese sola a la ciudad.

-No te preocupes, humana. Ya habrá tiempo de hablar de deudas cuando cobremos.

Sí, eso es lo que nos contó Alberic cuando fuimos a verle. Poco, pero no parecía que los salteadores de Puente Brandon fueran mucho más que una pandilla de desgraciados.

Echó un vistazo a las armaduras y armas que habían arrebatado a los trasgos. Olían mal, y no estaban en el mejor de estados. Perfectas para un buhonero, pero no tenían suficientes trastos para simular que ese era su oficio, incluso si conseguían que alguien les dejara una carreta.

Una mercancía un poco pobre, concluyó. Podemos conseguir una bala de paja y taparla con una manta, para que parezca que tenemos algo. Pero primero, necesitamos ese carro, y una mula que tire de él, y no tengo nada claro que alguien vaya a prestárnoslos; en estas tierras la gente tiene un amor desproporcionado por sus posesiones.

—¡Sanders quiere más patatas!— Exclamó Elianne al despertar. Tras mirar unos segundos a su alrededor entendió que no estaba en casa. Era una posada, pero no su posada, y tanto su hogar como Sanders y sus patatas estaban a  muchos kilómetros de distancia. El cielo seguía encapotado, pero ahora no eran solo los árboles contra el viento el único ruido que pareciera llegar por la ventana. Había una serie de golpes, fuertes pero relativamente pausados. PUM... y apenas dos o tres segundos después PUM. Era un sonido que llegaba ahogado, como si viniera de lejos, pero estaba ahí.
Al ver que la habitación estaba vacía supuso que el resto ya se habría levantado, por lo que se acomodó un poco la ropa y salió.

Elianne entró a la sala común desperezándose y bostezando, casi como un gato.
—Buenos días— dijo con somnolencia mientras se frotaba los ojos con el dorso de las manos. Dedicó una sonrisa y una inclinación de cabeza a todos los presentes, a modo de saludo. Arrastrando una silla de una mesa cercana, Elianne se sentó junto a Raellia.—¡Miren quién volvio de entre los muertos!— dijo dándole un breve abrazo. —¿Cómo durmieron ustedes?— preguntó al resto.
Sin preguntar se sirvió un trozo del javalí que comenzó a comer con un hambre que dejaba a un lado los modales más refinados, usando las manos y comiendo con rapidez. Mientras terminaba de pelar el hueso y lamerse los dedos preguntó —¿Eso que se escucha de fondo es lo que yo creo?— PUM... respondió el establo como dándole la razón— Creo que puedo calmarlo, si hace falta...

Zarus recibió de buena gana, el deseo de Lucrencia de acompañarle o quien sabe si era para supervisarle, pero eso en últimas, no tenía mucha importancia para él.

Antes de salir, había una sola pregunta por hacer -A donde se encuentra el primo de Alberic. Me gustaría hablar con él. He escuchado que esta bajo los cuidados del clérigo del pueblo. le pregunta al dueño de la posada.

Vand se sintió desesperado, ya que no sentía encajar con ninguna de las comitivas que se estaban formando, así que se centró más en las personas que las formaban para saber donde colocarse. Mientras veía que se había formado un gran grupo para intentar sonsacarle información al preso, y no se sentía capacitado para conseguir que les prestasen un carro para la "emboscada", no quería dejar a la única persona con la que había congeniado sola; Namarra.

-Yo te acompaño Namarra, vayamos a intentar vender lo que conseguimos.-

¿Tenéis suficientes cobres para pagar la tasa de entrada en la ciudad? preguntó a los que querían volver. Era una cantidad pequeña, un puñado de monedas de cobre, pero era perfectametne que algunos de ellos ni siquiera tuvieran esa cantidad a mano.

La muchacha sonrió ante aquel abrazo, que correspondió con delicadeza, algo sonrojada por aquella muestra de afecto inesperada, pero agradecida de todos modos. 

-Sí, creo que poco a poco voy siendo más útil-replicó. Seguía sin tener del todo claro el plan, pero debía optar por unirse a alguien, así que finalmente decidió que podría intentar se más útil con Zarus y Lucrecia. Se sentiría más cómoda hablando con alguien que con ese prisionero, y no tenía posibilidad de volver a Tormentos con sus bolsillos así de vacíos. 

-Yo iré con vosotros, Zarus.