Partida Rol por web

Elianne entreabrió los ojos y se sorprendió al notar que la luz del sol no la enseguecía. El cielo seguía encapotado.
Perfecto pensó para si, dejando escapar una leve sonrisa de complacencia. El mundo no estaba en silencio, afuera el viento sacudía los árboles, pero entre ese arrullo y el monótono coro de ronquidos y respiraciones apagadas invitaban como un arrullo, a quedarse durmiendo un poco más.
Elianne dio media vuelta en su catre y volvió a cerrar los ojos, olvidandose por completo de la tormenta, el hobgoblin y el en general infructifero día que había resultado ser el anterior. Lo único en lo que llego a pensar en el sopor previo a caer de vuelta en el sueño fue Le debo dinero a Sanya. Un pensamiento fugaz que se evaporó casi instantaneamente.

Lucrecia despertó unas horas después. No supo cuántas hasta que abrió las contraventanas para ver cómo el sol había subido hasta colocarse en mitad del cielo. Tarde, pero era necesario descansar. Y aún tendría que dedicar un rato más a planear aquel día.

La paladina seguía en la cama. Probablemente necesitaba comer un bocado, pero después de una noche bajo techo, en un colchón decente, tenía mejor color.

Raellia... la llamó suavemente, sentándose a su lado. No quería despertarla bruscamente. ¿Estás bien, cielo?

Sanya abrió un ojo. Le dolía el cuerpo horrores. Luego abrió el otro y descubrió que hasta la vista le bailaba un poco. Se encontraba descansada pero aún seguí herida y dolorida por todas partes. No era la primera vez , sin embargo, que se levantaba con aquellos síntomas, así que se sentó, agarró su armadura y comenzó a ponérsela. quince minutos depués salía de su habitación y bajaba al comedor, dispuesta a comprobar que su prisionero no se hubiera escapado.

Namarra ronroneó y giró sobre misma. La mediana estaba intacta y no le dolía nada pero el esfuerzo de la noche anterior le pesaba un poco en las piernas. Nada importante. La pequeña se levantó cogió sus cosas y bajó a la sala común.

El camastro crujió audiblemente cuando el Kraken se incorporó hasta quedar sentado. Había dormido con las piernas colgando del borde del lecho, le dolían las costillas y el cuerpo entero por la paliza que le dió el semiorco pero, por lo menos, se encontraba más descansado.

El semigigante se levantó y flexionó su enorme espalda. Después se puso la armadura, agarró la alabarda y la usó de bastón para bajar al piso principal. Le preocupaba deberlo dinero a la buena de Sanya. Sobretodo porque la enana parecía de las que no tenían mucha paciencia con la gente que le debe dinero.

-EL KRAKEN SE ENCUENTRA MÁS DESCANSADO. BUENOS DÍAS A TODOS SUS COMPAÑEROS!

Snit se despertó con los gritos del Kraken. Abrió un ojo con rabia mientras se levantaba. ¿No le habían enseñado a hablar con normalidad? Se merecía que alguien le cortara las cuerdas vocales para que aprendiera. Pero de momento, lo único que hizo fue levantarse, colgarse sus cosas y levantar la mano a modo de saludo.

Se apartó un poco del resto. Volvía a tener los mismos problemas que ayer, aunque hoy hubiera descansado. Estaba sin un duro y su capacidad de resistir en Tormentos Cristalinos estaba llegando a su final. Algo tendría que cambiar hoy para que todo mejorara.

El descanso nocturno había dado paso a un nuevo día y Anduyn se levantó con las energías recuperadas. Lo primero que hizo fue orar a Ilamter dándole gracias por el descanso y también pidiendo su compañía y bendiciones para el día que comenzaba, como siempre necesitaría su fuerza para afrontar las pruebas a las que pudiera ser sometido. Cuando terminó se dirigió donde estaba su hermana y puso suavemente su mano sobre su hombro.

-Despierta Dilyn, ya es de día, tenemos que continuar. ¿Como te encuentras? Ilmater nos ha bendecido con otra nueva jornada. Mientras te arreglas estaré fuera, quiero comprobar el estado del prisionero.

Salió de la habitación y dejó que su hermana se alistara y pusiera en orden su armadura y sus armas y saludó a los compañeros que ya estaban despiertos.

-Buenos días a todos. Que las bendiciones de Ilmater sean con vosotros. Kraken, ¿Me acompañas al establo? Quiero comprobar como está nuestro amigo.

Raellia rezongó unos segundos ante las palabras de Lucrecia, antes de abrir los ojos suavemente. Poco a poco, al darse cuenta de que no sabía dónde estaba, se alarmó algo más. Y el grito del Kraken no ayudó a que el despertar acabara siendo menos brusco, dando un ligero bote en la cama.

-¿Qué...? ¿Qué ha pasado?-preguntó, con la voz algo pastosa-¿dónde estoy?

Lucrecia había tratado de hablar con suavidad, pero el vozarrón, procedente de algún lugar en el exterior de la habitación, sonó como un trueno, sobresaltando a la paladina.

Calma, está todo bien, le dijo con un tono de voz que pretendía tranquilizador. Estamos en el Salmón Sabroso, la posada de Puente Brandon. Nos encontramos anoche, tu grupo y el mío. Te desmayaste en el camino de regreso. ¿Te acuerdas?

-...Sí-respondió, tras unos segundos confusos, en los que fue recordando lo sucedido-pero... Yo no tenía dinero. ¿Cómo habéis pagado esto?-preguntó la muchacha, algo angustiada. Ahora le debería dinero a alguien con total seguridad, y aquello la avergonzaba profundamente. No estaba bien deberle cosas a la gente.

Sanya, la enana pelirroja, adelantó algo de dinero, confesó. Con lo que nos pagarán por echar a los ladrones y el botín que les arrebatemos podrás pagarle de sobras.

La idea de que no fueran a conseguirlo ni se le pasaba por la cabeza. O más bien, sí lo hacía, porque eran muchos y, aunque eso aumentaba la seguridad, reducía las posibilidades de que se pusieran de acuerdo y trabajaran conjuntamente. Pero no era difícil echarla de su cráneo como a un mal inquilino, con una patada de optimismo en su trasero preocupado.

Pero no te des mal ahora por eso. Si te encuentras mejor, bajemos a comer algo. Tus ropas están ahí, señaló las ropas que había dejado secándose, extendidas sobre una silla. Y la armadura ahí.

SERA UN PLACER! -rugió el Kraken

-¿Mis ropas?-preguntó, extrañada, para después caer en la cuenta de lo que eso debía significar. Enrojeció más rápido de lo que cabría esperar en cualquier persona, mientras se apresuraba a comprobar su estado de desnudez bajo las sábanas.

Lucrecia se echó a reír al ver cómo Raellia se ruborizaba. En realidad, le había dejado casi toda la ropa puesta.

Si hubieras estado totalmente empapada, te hubiera quitado todo. Pero la peor parte se la llevó el acolchado. Vas a tener que dejarlo al sol una semana para se termine de secar.

Al principio, la guerrera no supo muy bien dónde estaba. El cansancio había hecho que ni siquiera recordara quedarse dormida, y quizás, si hubiera sido alguien o algo diferente a su hermano lo que la despertaba, hubiera cogido rápidamente un arma y se hubiera puesto en guardia.

Al final reconoció la habitación y recordó la aventura del día anterior. Sonrió a su hermano para indicarle que estaba despierta y bien, y una vez él salió del cuarto se desperezó y estiró, lo que la ayudó a activar sus músculos y a recordar por el dolor de algunos de ellos su existencia y ubicación.

No se dio mucha prisa en vestirse. Quería tener buen aspecto y demostrarles a todos que seguía sana y fuerte. Ignoró los pequeños tirones que los tendones daban como queja por el cansancio. No le preocupaba. Después de desayunar y con un poco de movimiento, el dolor pasaría.

Una vez preparada, salió y buscó a los demás.

Raellia sintió un gran alivio al comprobar que seguía llevando puesto prácticamente todo, aunque el enrojecimiento aún tardó en desaparecer de su rostro.

-Espero que se seque... Y gracias, por todo. Yo... No sé qué habría sido de mi sin vuestra ayuda-replicó la muchacha, mientras se levantaba de la cama y empezaba a vestirse. 

Pues... en lugar de despertar en una cama, lo habrías hecho en el bosque, hundiad en el barro, calada hasta los huesos, dijo Lucrecia. Pero estarías bien. Los paladines no os ponéis enfermos, ¿no?.

Aunque sí podían morir de hambre y sed. Al menos, tenían tanta hambre y sed como cualquiera. Más, si su madre era un buen ejemplo. Claro que su madre tenía el tamaño de dos o tres Raellias.

Algunos de nuestros compañeros estaban heridos ayer, y solo contamos con un sacerdote. Seguro que te sientes mejorcontigo misma después de atenderles. Pero primero, ¡desayuno!

Zarus hizo poco caso a la salida del sol, sin embargo, ya no podía conciliar el sueño como para seguir en cama. Se acicaló con calma y y cambió su ropa, esta vez usaría la muda de viajero que pertenecía a Itissar.

Habían muchas cosas por hacer, pero necesitaba fuertes aliados. Bajó esperando encontrar ya a muchos despiertos. Al llegar esperaba encontrarse con Lucrencia, quien parecía tener la voz del gran grupo. -Tengan buen día.- saludó sonriente, seguro a mucho no le daría gracia tanta felicidad, después de una día como el de ayer, pero el se sentía de maravilla y no había algo en especial para ocultarlo. Ademas, esperaba contagiar de buena energía a uno que otro.

-Como ha seguido Raelia? Se encuentra mejor?- continuó esperando que alguien ya hubiese ido a verla. -Y bien... Ya tenemos claro lo que vamos a hacer? Seguimos la búsqueda en el bosque o vamos por un carreta a ver si muerden un jugoso anzuelo?- preguntó abiertamente, no le gustaba andarse con rodeos.

También estaba lo del tema de la criatura prisionera, pero Zarus no le veía mucho caso a eso, primero habría que interrogarla y con suerte esta cedería, pero eso ya era tema de suerte.

Raellia escuchó con preocupación las palabras de Lucrecia sobre las heridas del grupo, siendo dolorosamente consciente también de las propias, que arrastraba ya desde hacía días. Sin embargo, hubo una palabra que le iluminó el rostro automáticamente, recordando a la muchacha que no solo era sueño lo que le había faltado...

-¡Desayuno!-exclamó, entusiasmada, mientras terminaba de vestirse y equiparse, pues suponía que no tardarían demasiado en salir tras comer algo. Tras eso, espero a Lucrecia para bajar juntas.