Partida Rol por web

-Oye, Audo, ya que vamos a ser un montón de aventureros cenando todos los días, podrias prepararnos un menú un poco más económico, no? Somos un montón de bocas.

Anduyn sonrió ante el intento de Namarra para abaratar el coste de las comidas, era una buena idea por su parte y apreciaba la intención.

-Es una buena idea, aunque supongo que Audo tiene que mirar también por su familia, pero si puede hacernos algún descuento seguro que tu consigues que lo aplique. ¿Has pensado alguna vez dedicarte al comercio? Creo que serías una buena comerciante, se te da muy bien regatear, seguro que hacías fortuna. Pero si mis palabras te convencen no te olvides de compartir las ganancias que el buen Ilmater te ofrecerá con los más necesitados.

Dilyn no era partidaria de pedir ese tipo de favores... por sí misma, pero interiormente sonrió ante la audacia de la mediana. No les sobraba el dinero, y toda moneda ahorrada era poca.

Sonrió aún más cuando escuchó a su hermano. Solo le faltaba ofrecerse a fregar los platos "por Ilmater" a cambio de una rebaja en la cena.

No duró mucho. Dilyn pensó en el resto de sus compañeros. ¿Dónde estarían? ¿Por qué no habían vuelto ya?

Audo sonrió a Namarra pues pensaba que estaba de broma. No estaba acostumbrado a que le regatearan los precios. Supongo que cuando vea que eso es cierto, me lo pensaré. Pero de momento, no será el caso. Dijo dedicándole una sonrisa y siguiendo a lo suyo.

Namarra se encogió de hombros y, aburrida, decidió dedicar el tiempo a escabullirse por la posada, a ver si encuentra algo interesante o que le llame la atención.

Anduyn sonrió ante las palabras de Audo y le dedicó unas cariñosas palmadas en el hombro.

-¡Esa es la actitud amigo Audo! Ya verás como nuestros amigos regresan pronto y vuelven a llenarte la posada. ¡Podrás ver con tus propios ojos como las bendiciones de Ilmater hacen prosperar tu casa!

Sonrió al dueño de la posada, a Dilyn y a Namarra, en la mente del clérigo ya daba por hecho que todo eso sería realidad porque para su dios nada era imposible.

- Bien, hermano. ¿Y qué hacemos mientras regresan nuestros amigos? Mira, la mediana ya se ha buscado entretenimiento, pero yo no soy de revolotear aquí y allá...

Audo miró a Namarra que tenía una actitud bastante sospechosa. ¿Qué haces? Le preguntó con una ceja alzada sorprendido. No será mejor que os acostéis y descanséis. Parece ser que vuestros amigos no van a volver. Dijo molesto por la aptitud extraña de la mediana.

Namarra dió un salto al oir a Audo llamarle la atención.

-Nada! Me pareció ver un ratón pero creo que sólo ha sido un sombra! -dijo, sonriendo como si no hubiera pasado nada.

-Creo que tienes razón, me voy a acostar. Ciao a todooos!

Anduyn miró donde señalaba su hermana y sonrió al ver a Namarra de aquí para allá, cosa que tampoco pasó inadvertida a su anfitrión.

-Jajajajaja. Realmente es una muchacha inquieta y curiosa, ojalá toda esa energía pudiera canalizarse para la gloria de Ilmater. -Ante la pregunta de su hermana se quedó pensativo.- Podemos jugar a aquel juego que nos inventamos de pequeños. ¿Te acuerdas? ¿Como se llamaba...? ¡Ya se, el teto! -Anduyn sonrió a su hermana rememorando los buenos recuerdos de la infancia. Su hermana siempre había sido muy inquieta así que se había tenido que inventar un juego que la entretuviera.- Sí, sí, el teto, tu te acuestas y yo rezo, lo recuerdo. Además como dice el señor Audo y nuestra amiga Namarra ya se hace tarde, debemos descansar para reponer fuerzas, debo brindarle a Ilmater un cuerpo enérgico si quiero ser bendecido con sus poderes de curación y tu debes estar descansada, cuando aparezcan nuestros amigos quizás nos necesiten y debemos estar preparados. ¿No crees?

Así que subir a sus aposentos, rezar un poco y después acostarse a descansar no le parecía una mala opción.

- De acuerdo.

No se iba a la cama tranquila, sabiendo que sus amigos no volverían. Más aún la inquietó el hecho de que Audo comentara la situación tan a la ligera.

No volver del bosque no es ninguna broma.

Pero debía descansar. O intentarlo. Nunca se podía estar seguro de si al día siguiente la energía iba a sobrar, o toda la acumulada era poca.

El centro de la vida social de esta pequeña aldea es El Salmón Sabroso, una taberna que hace las veces de posada y mesón. Audo y Vivian, los propietarios, están casados y tienen una hija de 12 años, llamadas Esther. Los precios son razonables y la comida y la bebida, aunque no son excepcionales, sí son aceptables.

El menú suele ser limitado y depende de la estación. Una comida típica puede consistir en pan negro de centeno, pescado (cogido fresco en el Río Azul Celeste) hervido o acompañado de una sopa con berza, cebolla y ajo, huevos cocidos y nueces, setas y frutas de la estación recogidas en el linde del bosque. El brebaje local es una cerveza negra, fuerte, oscura y espumosa, con un fuerte sabor a melaza.

En el Salmón Sabroso hay dos pequeñas habitaciones que se alquilan a los viajeros por pieza de oro por cabeza y noche. Por 3 piezas de plata, el propietario permitirá un viajero dormir en el suelo de la taberna después de cerrar.

Audo se despertó al oír el llamado a la puerta. Cuando vio a los aventureros torció el rostro como si le molestara su presencia. Agh, dijo el hombre con el rostro cansado como el de una persona que hubiera sido despertada de un largo sueño. Al final habéis venido. Teníais a vuestros amigos muy preocupados. Las habitaciones están llenas ya, pero os dejo dormir en el suelo de la posada por tres piezas de plata. Dijo esperando el pago antes de dejarles pasar. 

Era ya muy tarde y apenas quedaban unas horas para que amaneciera, como tardaran un poco más pasarían toda la noche en vela,.

Lucrecia tuvo que conformarse con la supervivencia. Los primeros días en la zona habían sido lucrativos, pero el tiempo pasaba, sus fondos no dejaban de disminuir, y la perspectiva de hallar a los ladrones en e bosque seguía siendo incierta.

El posadero los recibió con ánimo agrio, como si le disgustara el negocio que traían. Lejos quedaba la calurosa bienvenida que les había prodigado dos días atrás.

Con razón estaban preocupados, buen hombre. Nos ha emboscado la arpía cuando volvíamos, respondió, suspirando. Desafortunadamente, hallar a los ladrones era prioritario. De lo contrario, podían darse otro paseo en busca del pollo. Por desgracia, se escapó antes de que pudiéramos acabar con ella. 

Hubiera preferido pasar la noche en una cama de verdad, pero cuando no había elección, techo y paredes eran mejor que la intemperie. Un día, pronto, pasarás cada noche entre almohadones de plumas y seda. Solo tienes que resistir hasta entonces, Lucrecia... Era de suponer que quienes ocupaban las habitaciones no eran otros que sus compañeros, de vuelta de Tormentos Cristalinos con el oro de los trastos de los trasgos. No sería mucholo que traían, pero con suerte, suficiente para sufragar el resto de la búsqueda. Que espero que acabe mañana...

Lucrecia le puso dos piezas de oro en la mano al posadero. Suficiente para los seis. Quédate lo que sobra, como compensación por despertarte a estas horas. 

No lo merecía, pero Lucrecia era una firme creyente en el poder del oro y la plata para engrasar las relaciones.

Sanya hizo un gesto de sincero agradecimiento con la cabeza.

-Yo puedo pagarme mi suelo pero gracias por el gesto, Lucrecia.

El Kraken estaba preocupado por deberle ya 4 monedas de plata a sus compañeras. El gigantón se golpeó la mano con el otro puño.

-EL KRAKEN OS PROMETE QUE OS PAGARÁ SU DEUDA EN CUANTO PUEDA, AMIGAS!! SOY UNAS EXCELENTES COMPAÑERAS, EN VERDAD!

Monedas de oro. Parecía lejano el sueño de nadar entre ellas. Desde que había llegado a la ciudad no había visto ni una.
Agradeció el gesto de Lucrecia, se acurrucó junto a sus cosas en un rincón y cerró los ojos.

—Buenas noches—se despidió antes de caer dormida.

Un suelo... Y un dinero que no tenía. Por suerte, Lucrecia se ofreció a pagar por todos ellos, lo que en cierto modo rebajaba la vergüenza de seguir dependiendo de la generosidad de aquellos a los que acompañaba.

-Muchas gracias, Lucrecia... Yo... Te lo pagaré cuando pueda-replicó la muchacha en voz baja, avergonzada, antes de buscar un hueco en el que poder descansar. Antes de dormir, suponiendo que ya no habría más peligros a los que plantar cara, reunió la energía divina que le quedaba para sanar a alguno de sus compañeros heridos o, en caso de encontrarse todos en buen estado, terminar de cerrar sus heridas.