Partida Rol por web

Bueno caballeros, veamos que tiene el anciano para decir sobre el pago.

Hifrid se había mantenido callado durante mucho tiempo y lo único que ha escuchado son berrinches y el tiempo gastado.

¿Cómo sabe este viejo que en ésa torre existen grandes tesoros?.... y porqué no los diría?... este viejo es más misterioso que la bruja de su esposa.

Y bien anciano... que tienes para decir?

El señor Cantohelado se puso en pie tras escuchar las palabras de los presentes. ¡Está claro que no estais dispuestos a ayudarme! Dijo mirándoles atentamente y muy molesto. Después lanzó una mirada desagradable hacia Wayne. ¡No sé qué clase de indeseables sois! Gritó. Pero me niego a hacer tratos con ustedes. Luego miró a Hifrid, que parecía haber resultado ser el más sensato de todos. No entiendo como un hombre como usted, se junta con esta panda de contrabandistas y malencarados. Y tras decir esas últimas palabras, el señor Cantohelado empujó su silla hacia atrás y se marchó de la taberna.

-Eh,eh,eh,eh...EH! -dijo Filos mientras agarraba a Cantohelado del brazo demostrando su fuerza.

-Si no quiere que hagamos el trabajo, perfecto. Pero nos debe los gastos del traslado. 

Jukka se levanto al tiempo que Cantohelado y se puso justo del otro lado del que Filos le tomaba por el brazo.

Demasiado tarde viejito - le dice al oído pero sin tocarlo - siéntese de nuevo y tranquilo, todo saldrá bien si nos dice en donde esta la torre y pone la mitad de lo que le he dicho sobre la mesa, de lo contrario sera mejor que nos de una buena propina por venir a escuchar sus quejas, que si no las cosas podrían ir de mal en peor -

Jukka toma la silla y la acerca con cuidado para que el viejo tome asiento y se queda junto a él.

Har observa a sus compañeros de andanzas y con semblante serio aguarda como espectador en aquél recinto, luego el alago del viejo le hace dibujar una pequeña muesca de agrado en su rostro la cual es rápidamente disipada por los tres caballeros que repentinamente se levantan de sus asientos.

... Vaya que solo os importa el dinero, ¿Qué forma es esa de tratar a un anciano?... ¿Se olvidan de donde nos encontramos caballeros?... - Har levanta sus manos un poco para que sus compañeros vean a su alrededor, justo a los ojos de las personas que observan con ojos discriminantes las acciones de Filos, Jukka y el viejo.

Dame detalles del paradero de la torre anciano... si no es mucha molestia.

El viejo no entendia nada... Era un trabajo al fin y al cabo. Rescatar a una damisela en apuros, acabar con una bruja mala... Eso solo lo habian gratis los heroes y los paladines. Y ninguno de nosotros era tal cosa. Mercenarios y supervivientes, eso eramos la mayoria, y un profesor. En fin... Como veia que no habia mucho que discutir acerca del dinero, no habia mucho que hacer.

- Es trabajo al fin y al cabo, Har. - Le dije al profesor cuando comentó que solo nos importaba el dinero. Me quedé callado a ver si el viejo nos daba información e ibamos a la torre po si por le contrario nos largabamos de allí. 

En cuanto el anciano trató de retirarse, Filos lo agarró con fuerza del brazo impidiendo que escapara. Aquel gesto hizo que todo el mundo en la taberna se pusiera en pie, e incluso algunos de los presentes desenfundaron sus armas. El tabernero que estaba escuchando toda la conversación saltó la barra con un cuchillo en la mano. ¡Guardias! Gritó para atemorizar a los visitantes. No sé quiénes os creéis que sois, pero aquí no permitimos peleas. Es mi taberna y os rogaría que os marcharais, si ese hombre no quiere daros más detalles, que así sea. ¡Pero vosotros no tenéis derecho a exigir absolutamente nada! Gritó alterado mientras movía el cuchillo de un lado a otro y observaba como bastantes parroquianos habían desenfundado sus armas. No estais en condiciones de elegir, así que ya sabéis donde está la puerta. Les dijo.

Cantohelado no fue capaz de responder, simplemente se quedó paralizado al observar tanta hostilidad hacia su persona.

Filos miró por encima del hombro a toda aquella escoria que se atrevía a amenazarlos. El odio en sus ojos tenía que ser visible para todo el mundo pero al tabernero no le faltaba razón. 

No había por qué hacerlo en la taberna.

-Muy bien. Arreglaremos nuestros asuntos afuera.

Filos se llevó del brazo a aquel timador.
 

Jukka encara a Audo - Usted a sus asuntos y nosotros a lo nuestro, no se preocupen por el señor "Cantafrío" que no somos criminales, terminaremos de negociar afuera y eso no los incluye a ninguno de ustedes - termina diciendo a todos los que sacaran las armas señalandolos con el dedo indice. Jukka camina de espaldas cubriendo la salida a Filos que conduce amablemente a Canto helado del brazo hasta la salida. Al mismo tiempo lleva una de sus manos al interior de sus ropas donde toma el mango de uno de sus Sai listo a desenfundarlo.

La cosa empezaba a complicarse cuando el tabernero empezó a llamar a la guardia. Meintras Filos sacaba al hombre de la taberna del cogido del brazo, Jukka caminaba de espaldas para cubrir la retirada y yo decidí imitarlo, con la mano cerca de mi cachiporra pero sin tocarla. Listo para usarla si era preciso. 

Audo se acercó hacia Filos, mientras otro grupo les cortaba el paso. ¡He dicho que le soltéis! Les gritó impidiendo que lo sacaran fuera. Los que os marcháis de aquí sois vosotros, no él. Así que soltadle. Dijo mientras miraba directamente a los ojos de Filos.

Sacó una moneda de oro de su bolsillo y se la lanzó a Filos. Si lo que venís buscando es oro, ahí lo tenéis. Le dijo al tirársela. ¡Y ahora marchaos! ¡Marchaos todos!

Filos atrapó la moneda el vuelo y sus ojos brillaron reflejando el metal.

-Eso era todo lo que pedíamos. Con esto cubrimos los gastos del viaje.

Filos dejó ir al pobre tipo.

-La próxima vez, asegúrese de dejar claras las condiciones de una oferta de empleo antes de hacer venir a profesionales hasta aquí para nada, Sr. Cantohelado. Suerte con lo de su hija - dijo sin demasiado entusiasmo.

Después hizo una breve inclinación de cabeza hacia el tal Audo y se preparó para marcharse. Habría que correr si querían llegar a Tormentos antes de que anocheciera

Al ver volar la moneda hasta la mano de Filos Jukka se relaja, y tras las palabras de este, solo se encoge de hombros - eso seria suficiente - pensó.

Volvamos pues a tormentos, al parecer no somos muy bien recibidos aquí, iré contigo Filos - le dice al ver que tomaba camino a tormentos y camina con él.

Tendremos que encontrar otro trabajo, tal vez en otra taberna podamos encontrar algo - comienza a hablar con Filos mientras caminan.

Har observaba sin gesticular palabra alguna, luego de que filos recibiera la moneda Hifrid se acerca al anciano cantohelado con rostro de lamentación.

Lamento no hallamos llegado a un acuerdo anciano... pienso que lo mejor es que hables con tu esposa... en ves de mandarle a cercenar la cabeza.

Sin más, luego de que sus compañeros salieran Har acomoda sus ropas y se marcha junto a ellos hacia la ciudad.

... Bueno, tenemos dinero para otro día.

El centro de la vida social de esta pequeña aldea es El Salmón Sabroso, una taberna que hace las veces de posada y mesón. Audo y Vivian, los propietarios, están casados y tienen una hija de 12 años, llamadas Esther. Los precios son razonables y la comida y la bebida, aunque no son excepcionales, sí son aceptables.

El menú suele ser limitado y depende de la estación. Una comida típica puede consistir en pan negro de centeno, pescado (cogido fresco en el Río Azul Celeste) hervido o acompañado de una sopa con berza, cebolla y ajo, huevos cocidos y nueces, setas y frutas de la estación recogidas en el linde del bosque. El brebaje local es una cerveza negra, fuerte, oscura y espumosa, con un fuerte sabor a melaza.

En el Salmón Sabroso hay dos pequeñas habitaciones que se alquilan a los viajeros por una pieza de oro por cabeza y noche. Por 3 piezas de plata, el propietario permitirá un viajero dormir en el suelo de la taberna después de cerrar.

Y ahí estaba Puente Brandon, la aldea que buscaba, ya la tenía delante, tras un viaje que podía haber sido más corto de no perderse en una ocasión al equivocarse de camino, por fortuna se dio cuenta pronto de su error y no perdió demasiado tiempo, mucho mejor, que precisamente tiempo no le sobraba, y lo sabía.

Como todo buen lugar el pequeño sitio tenía una taberna, y esa taberna era una parada obligada para Dan, pues no había mejor lugar donde preguntar por la persona que llevaba buscando un buen rato, así que sin pensárselo más se encaminó hacia ella, ya tenía claro su siguiente movimiento.

–Buenos días– saludó alegremente como siempre hacía y se acercó hasta la barra del lugar, detrás siempre solía estar el tabernero, esperaba que aquí no fuera diferente. –¿Me podrías indicar dónde vive el señor Cantohelado? He venido para ayudarle con su problemilla– explicó sin perder la sonrisa con la esperanza de que no le tocara gastar plata para sacarle la información que quería oír.

Buenas tardes, dijo uno de los propietarios cuando llegó Dan. ¿Desea tomar algo para comer o beber? Dijo mientras miraba a su alrededor y hacía gestos a un hombre para que se acercara a hablar con él. Tras esperar a las órdenes, Audo se marchó y dejó que el Sr. Cantohelado hablara.

Miró al hombre que apareció para atenderlo y negó brevemente. –No gracias, ahora mismo estoy bien, más tarde– así se deshizo del problema que suponía que podría ser estar en una taberna sin consumir, no sería la primera vez que lo echaran simplemente por pasarse a hablar con alguien y poco mas, no quería que ahora le hicieran lo mismo y no podía permitirse tomar nada, su bolsa no estaba en buenas condiciones, gastar monedas era un lujo que no podía permitirse.

El señor Cantohelado, al fin lo tenía delante, Dan estaba muy satisfecho, pues tras unas largas horas buscándolo al fin lo tenía delante, ¿habría merecido la pena? Eso tenía que averiguarlo aún. Lo primero que hizo tras la presentación del hombre fue extenderlo su mano sonriente y hacerle un gesto para que se sentara con él.

–Encantado señor Cantohelado, soy Dan, y he venido para ayudarle con el problema de su hija, me he enterado en Tormentos que necesita ayuda, y estoy aquí para prestársela, de no ser así no habría venido hasta este pueblo– acabó su frase con una sonrisa, como siempre.