Partida Rol por web

Le había dado dónde dolía, pues Dan sabía bien que como se tratara de una bruja loca y poderosa él solo iba a hacer entre poco y nada, aún así eso no le iba a echar para atrás, tenía otra cosa en mente. –Si he venido solo es porque ninguno más se ha atrevido, cuando he buscado compañeros para este rescate todos han salido corriendo tras oír la palabra bruja– dijo echándole un poco de morro al asunto, ya que eso solo había ocurrido una vez lo que acababa de contar, pero en muchas ocasiones exagerar las historias le había funcionado, esperaba que ahora no fuera diferente.

–Y no soy ningún idiota, sé que solo poco puedo hacer en un combate contra esa bruja– se defendió, se había fijado en los gestos del señor Cantohelado, estaba claro que para él Dan no era suficiente, y ni para el propio Dan él era suficiente, pero era lo único que había. –Pero existen otros métodos para rescatar a su hija, como la persuasión, y créeme, a mí eso se me da muy bien– añadió una pícara sonrisa para adornar sus palabras finales, con un poco de suerte con lo que acababa de soltar sería suficiente para convencer al hombre.

Lo siento, negó con la cabeza, pero con eso no será suficiente. Dijo tras haber escuchado algo que no le había convencido. Me temo que tengo que irme ya, se me ha hecho demasiado tarde y aquí no parece que vaya a encontrar al caballero digno de rescatar a mi amada y de acabar con la odiada bruja. Algo había dicho Dan que Cantohelado había torcido el rostro y no le había gustado nada. Así que, sin más se puso en pie y se dispuso a marcharse de ese local.

Mierda, ¿qué he dicho? Se preguntaba Dan para sí tras ver levantarse al señor Cantohelado, después de todo el tiempo que había perdido para encontrarlo no le hacía ninguna gracia que se fuera, menos que rechazara su oferta, no entendía nada, se suponía que debía estar desesperado y le habría mandando contra la bruja a las primeras de cambio, pero lejos de lo que se esperaba el hombre decidió no hacerle caso, y le estaba dejando tirado, eso le dolía a la par que le molestaba, pero no se pensaba dar por vencido.

–Espera– dijo alzando la voz con la esperanza de que Cantohelado decidiera pararse e inmediatamente se levantó de su silla. –No hemos terminado de hablar, seguro que podemos encontrar alguna solución, ¿o es que no quieres rescatar a tu hija?– fue diciendo con la intención de convencerle mientras intentaba llegar hasta él, Dan no podía perder esta oportunidad, y lo sabía.

Sí, le dijo mientras estaba en el umbral de la puerta, claro que quiero rescatar a mi hija, pero también quiero que la rescate un caballero digno y valiente, y en el que pueda confiar. Y tú, en tan poco tiempo, me has demostrado que no es así. Así que lo lamento. Dijo terminándose de marchar de la posada.

Se llevó una mano a la cara y resopló, aquel hombre estaba resultando ser un auténtico cabezón, ni siquiera le estaba dando la oportunidad a Dan de utilizar sus habilidades, nada, tan pronto como abría la boca se marchaba, así no iba a poder conseguir nada, pero él no se pensaba dar por vencido, así que salió por la puerta de la posada tras el señor Cantohelado, aún no había terminado de hablar.

–Los caballeros dignos y valientes no parecen interesarse por tu historia– atacó Dan alzando la voz para que pudiera escucharle nada más poner un pie en la calle nuevamente. –Si no lo hacen es porque algo estarás haciendo mal, encima vas y rechazas al único que viene a ayudarte, ¿qué pretendes conseguir de esta forma?– dejó la pregunta en el aire esperando que fuera suficiente para provocar al señor Cantohelado y que este no se fuera todavía. 

–Y sé que no soy ningún caballero, a la vista está– se encogió de hombros, el nunca había querido serlo, ni tampoco aparentarlo, por lo que no le costaba nada decir aquello. –Pero soy quién puede ayudarte a reunir ese grupo de héroes para el rescate que buscas, puedo conseguirlo– ahora si, puso su carismática sonrisa de siempre y guardó silencio, si esto no funcionaba ya sí que se daría por vencido.

Joder, maldito cabezón... Se pasó la mano derecha por la cara mientras veía como se marchaba la que por el momento era su única forma legal que tenía para conseguir algunas monedas, por lo menos la única que conocía. Lo que peor le sentaba es que el hombre se había enfadado por algo que él había dicho, y Dan no lograba dar con esas palabras malditas, y ahora era tarde para intentar arreglar cualquier cosa, tendría que buscar otro trabajo, desde luego no estaba siendo su mejor día.

Un poco cabizbajo, algo raro de ver en él, se volvió a meter en la taberna de la que acababa de salir, esta vez se dirigió a la barra directamente, dispuesto a conversar con el tabernero. –Sírveme una cerveza, por favor– pidió sin su sonrisa tan característica a pesar de que sabía que no debía gastar nada, pero le daba igual, necesitaba algo con lo que refrescarse y que le ayudara a pensar mejor, y creía que la cerveza lo haría.

Cuando fue servido no dejó marchar al hombre, quería hablar un poco con alguien que conociera la aldea en la que ahora se encontraba. –Perdona, podrías ponerme al día sobre este pueblo, ya sabes, rumores, trabajos, y todo eso, es que soy nuevo, por aquí– ahora sí, su sonrisa volvió, una amable con la que esperaba ganarse mínimamente al tabernero, con eso y las monedas que le acababa de dar por la cerveza, claro.

Por cuatro piezas de plata puedo serviros un excelente pescado fresco del día, con algo de pan negro y una fantástica sopa. La consumición consiste en una buena y suculenta cerveza por 5 piezas de cobre.

Si lo que buscais es un trabajo, he de deciros que entre el resto de aldeanos y nosotros hemos juntado 100 piezas de oro como recompensa para quien nos ayude. Alberic ha sido quien ha motivado toda esta campaña, puesto que su primo Trylgorin ha sido herido y saqueado por unos contrabandistas. ¡Han llegado demasiado lejos y hay que frenarles!

¡Os entregaremos las 100 piezas de oro si sois capaces de capturar o hacer huir a esos malditos bandidos! ¡Pero al igual que Cantohelado, creemos que no es misión suficiente para un solo hombre! Hace poco estuvo aquí un pequeño grupo y tuvieron que regresar, una de sus miembros murió y otro se quejó de haber contraído una terrible enfermedad que lo convirtió en una especie de hombre reptil...

No le costó mucho decidirse entre las dos opciones que el tabernero le acababa de dar, pues sus bolsillos solo podían permitirse pagar una de ambas cosas. –Me quedo con esa suculenta cerveza, suena bien– como no, sonrío, y no paró de hacerlo mientras el tabernero le hablaba, tal y como Dan le había pedido. Desde luego el hombre con el que ahora conversaba no tenía nada que ver con el dueño de la anterior taberna que visitó, y por supuesto, eso le agradaba, un hombre dispuesto a conversar siempre era bueno para él.

–Sí que os deben dar problemas esos contrabandistas para tener que pagar cien de oro por echarlos– comentó por encima, ya que su cabeza ahora mismo estaba en otro sitio, en los cien de oro, concretamente en como poder conseguirlos sin hacer demasiado, al menos parte de ese jugoso botín, porque de poder hacerse con unas cuantas monedas su vida en Tormentos iba a mejorar enormemente, y para conseguir lo que quería Dan ya tenía un plan en mente.

–Tranquilo, no estoy loco, ni se me ocurriría nunca enfrentarme solo a un grupo, si por mí fuera evitaría todas las peleas, el combate no es lo mío– para variar, sonrío al terminar su frase. –¿Y tenéis idea de donde están esos contrabandistas? Para evitar los caminos peligrosos, no me apetecería nada tener que tropezarme con esa gente– tras terminar de hablar su mano se dirigió automáticamente a la jarra de la cerveza para darle un sorbo.

Hostigan a cualquier hora del día y a cualquier persona, ya sean granjeros locales o comerciantes o incluso viajeros circunstanciales. No sabemos donde tienen su campamento. Pero podréis internaros en el bosque sin más con la esperanza de encontrarlo o de dar con alguien que pueda llevaros hasta donde esté, pero también podéis buscar el último lugar del asalto de los bandidos e intentar rastrearlos desde allí, aunque claro, para eso deberíais saber buscar rastros... Por eso os aviso de que es una misión muy complicada para desempeñarlo un hombre solo...

No le gustó demasiado lo que escuchó. No era ninguna respuesta exacta, que es lo que él buscaba. Pero al menos siempre tenía la opción del bosque. Si no encontraba otra manera de dar con los contrabandistas, podía hacer lo que el tabernero le había dicho y buscarlos en él. Aunque no le apetecía demasiado tener que meterse en un bosque. Menos aún cuando no sabía a ciencia cierta si tendrían su base allí. Desde luego encontrarlos no iba a ser tan fácil como creía. A no ser...

–Sí que os lo están haciendo pasar mal– tras aquel comentario que no pasaría a la historia le dio un sorbo a su cerveza para lanzar otra nueva pregunta. –¿Conoces de alguien que busque escolta para sus viajes? Mientras alguien se encarga de los maleantes habrá que buscar otros métodos para intentar llegar a salvo. Y a mí no me vienen mal unas monedas extras– dejó caer para terminar. Aunque realmente no le interesaba el dinero. Quería usar ese trabajo de escolta para intentar dar con los contrabandistas rápidamente.

Audo negó con la cabeza. La verdad que desconozco si alguien lo busca o no. Pero en caso de que así fuera dudo que pudieran pagarte por ese tipo de trabajos, pues los más adinerados han juntado todo el oro posible para darlo como recompensa de quien les ayude. Lo que tú propones es algo que solo servirá para resolver problemas a corto plazo, y andamos buscando un grupo suficientemente hábil como para atajar el problema de raíz.

Asintió cansado a las palabras de Audo. Ya se estaba hartando de escuchar todo el rato lo mismo, todos querían un grupo, y él no lo tenía. Ganarse la vida de forma honrada no iba a ser posible para Dan visto lo visto. Luego cuando se pusiera a vaciar bolsillos la gente se quejaría, pero no le estaban dejando otra opción.

Sentado en la barra se dedicó a saborear su cerveza tranquilamente. Y no fue hasta que la tormenta acompañada de la noche hicieron acto de presencia, cuando volvió a abrir la boca para dirigirse otra vez al tabernero después de buscarlo. –¿Puedo pasar la noche aquí? No creo que sea buena idea quedarme fuera, el tiempo no acompaña– señaló la ventana innecesariamente. Audo ya se habría dado cuenta del cambio que el tiempo había dado, pero lo hizo igualmente.

Por cuatro piezas de plata puedo serviros un excelente pescado fresco del día, con algo de pan negro y una fantástica sopa. La consumición consiste en una buena y suculenta cerveza por 5 piezas de cobre. Por otras cuatro piezas de plata más os puedo preparar una habitación privada para pasar la noche.

Mientras escuchaba nuevamente a Audo, abrió su bolsa para comprobar el contenido de esta. Para acelerar el recuento depositó encima de la barra las monedas y se dispuso a contarlas. Cuatro. Se dijo así mismo tras hacer las cuentas una segunda vez, hecho esto miró al tabernero. –Me quedo únicamente con esa habitación, será suficiente– recogió las monedas de plata y se las tendió sin demasiados ánimos. Ahí se iban sus últimos ahorros.

Con el alba hicieron su aparición los primeros rayos del sol, y con ellos Dan se despertó. Rápidamente, se preparó para un nuevo día tras lavarse la cara, vestirse y hacer un par de estiramientos. Con sus primeras tareas cumplidas bajó al salón con pensamientos optimistas en su cabeza, pues creía que su día no podía ser peor que el anterior.

Todavía bostezando se dirigió a la barra con la esperanza de que hoy el tabernero si tuviera información útil. –Buenos días–  saludó mientras aprovechaba para acomodarse en el taburete. –¿Ha dejado alguna noticia interesante la noche?–  preguntó con curiosidad y amabilidad.

- Buenos días. Dijo sirviéndole un ligero desayuno que apenas serviría para llegar a la hora de la comida, y más tras no haber cenado nada anoche. Me temo que no, aquí son pocos los rumores, y muchos los problemas que ya tenemos. Así que, lamento no poder ayudarle.

–Gracias– contestó Dan sin perder la sonrisa tras ver como rápidamente le servían el desayuno. No era gran cosa, pero le serviría para pasar la mañana, suficiente. Escuchó la respuesta, una que no le complacía, pero no supuso problema alguno, ya se enteraría más tarde, por lo que ni su humor ni sus gestos cambiaron, su sonrisa persistía. –Tendré que acercarme a la ciudad entonces– dijo para por zanjada la conversación y dejar libre al tabernero.

Acto seguido, Dan se sumergió en su desayuno. Aunque no del todo, pues como de costumbre no dejó de prestar atención a sus alrededores, por si lograba enterarse de algo interesante que dijera la gente que había madrugado tanto como él.

El centro de la vida social de esta pequeña aldea es El Salmón Sabroso, una taberna que hace las veces de posada y mesón. Audo y Vivian, los propietarios, están casados y tienen una hija de 12 años, llamadas Esther. Los precios son razonables y la comida y la bebida, aunque no son excepcionales, sí son aceptables.

El menú suele ser limitado y depende de la estación. Una comida típica puede consistir en pan negro de centeno, pescado (cogido fresco en el Río Azul Celeste) hervido o acompañado de una sopa con berza, cebolla y ajo, huevos cocidos y nueces, setas y frutas de la estación recogidas en el linde del bosque. El brebaje local es una cerveza negra, fuerte, oscura y espumosa, con un fuerte sabor a melaza.

En el Salmón Sabroso hay dos pequeñas habitaciones que se alquilan a los viajeros por pieda de oro por cabeza y noche. Por 3 piezas de plata, el propietario permitirá un viajero dormir en el suelo de la taberna después de cerrar.

Era un alivio saber que aunque no eran mis amigos, por lo menos no deambulaba solo. Sin querer ser discordante, y tratando de ser prudente, decido quedarme un poco al margen, sin tomar decisiones, y sin opinar, ya que de momento era un desconocido para ellos. Aparte, ellos era los que habían tenido el contacto para trabajar, por lo que de momento pienso que ellos deberían llevar la iniciativa.