Partida Rol por web

La respuesta de la clériga fue la que cabía esperar, aunque Cástor quería seguir pensando que Cólera tendría alguna posibilidad de redención, alguna posibilidad de cambiar a mejor. Sin embargo, cuando vio las intenciones del pequeño ser, sus ojos se abrieron como platos, mientras se movía para intentar evitarlo. Probablemente demasiado lento.

-¡Cólera, no!

Para ser una criatura tan pequeña tenía un orgullo demasiado grande y, pese a estar dispuesta a contribuir a los esfuerzos de su manada, las palabras de Listra le habían herido y ahora iba a cobrarse su venganza en gritos aterrados y súplicas. Eso le demostrará a todos lo buena cría de dragón que soy -pensó Cólera. 

- ¡Zoy amiavle i ago erbieeen! ¡Graaaargh! -se lanzó a por la clérigo con las fauces abiertas de par en par, dispuesta a hacer todo el daño posible hasta que le pidiesen perdón.

La falta de práctica con los saltos le llevó a caer a calcular mal el ángulo y a darse cuenta a medio camino que iba a caer de morros contra el suelo. En un desesperado intento por aferrarse a algo sus garras se cerraron sobre los ropajes de Cástor, quedando colgando como un jamón. La humillación hirvíendole en el rostro, con lágrimas de frustración apareciendo en el borde de sus ojos, la fiera escaló por el cuerpo del clérigo para esconderse entre sus pertenencias.

Filos asistió al lamentable salto on una mezcla de vergüenza y enfado. Finalmente, agarró a Cólera por el pellejo de la nuca de la espalda de Cástor y se lo llevó colgando en el aire, como si fuera un cachorro de perro cualquiera.

-Cólera! No se hace!! Vámonos ya! Antes de que nos pongas más en evidencia!

La cría se le había escapado en el salto, aunque a juzgar por el torpe intento, tampoco demasiado lejos. Se aferró a él y trepó para buscar refugio, aunque Filos fue más rápido en esta ocasión y agarró al pequeño ser para sacarlo de allí.

-Vamos a hablar muy seriamente, jovencito-replicó al dragón, antes de volverse hacia la sacerdotisa-lamentamos mucho lo ocurrido. Será mejor que salgamos de aquí-se excusó, listo para abandonar aquel pequeño templo. 

Ramase seguía esperando pacientemente a que sus compañeros salieran de aquel cuchitril. Cuando la vida había dejado de recorrer tu cuerpo las esperan no se hacían tan largas.¿Por qué camino le llevaría ahora Nerull? ¡Alabado sea! Sólo deseaba poder cobrarse pronto alguna víctima más con quien honrarle como era debido para agradecerle los dones que le otorgaba. Eso le recordaba que aún debía hacer sus oraciones.

- ¡Gjjjj! ¡Graaaagh! -se revolvió el pequeño monstruo en profundo desagrado, lanzando garrazos al aire y soltando espumarajos verdosos por doquier mientras colgaba de la mano de Filos por el cogote. La apenas contenida rabia se desató en una pataleta de espanto que sólo se le empezó a pasar una vez que Listra dejó de estar a la vista.

Listra no había llegado a entender lo que acababa de suceder. Pero cuando vio como se llevaban al dragón agarrado por el pescuezo como si de un gato se tratase, no pudo evitar soltar una ligera sonrisa pues le había resultado una situación bastante cómoda. ¡Que Pelor sea vuestro guía e ilumine vuestros caminos! Dijo a modo de despedida mientras alzaba una mano para decirles adiós.

Huesos pudo ver como Cástor tenia las mejillas sonrojadas y parte de sus ropajes arañados, mientras que Filos cargaba con Cólera agarrado por el pellejo de su cuello como si de un gato se tratase. El bebé dragón hacía varios intentos por zafarse de la presa improvisada que había hecho el joven aunque sin ningún éxito. Una vez fuera se reencontraron todos mientras observaban como el clima cada vez empeoraba más y como el sol cada vez estaba más oculto. Pronto sería la hora de cenar y de marchar a descansar.

Filos soltó al dragoncito al suelo. Estaba bastante cabreado. No sólo Listra lo había ignorado, sino que, para colmo de males, Cólera lo había dejado en evidencia delante de la mujer.

Por supuesto, ella no está a mi altura - pensó. Fui un tonto por pensar otra cosa.

-Ahí tienes a tu dragon, Huesos! No hemos conseguido nada de Listra excepto el consejo de que lo mantengamos oculto. Es cierto que la gente no reaccionará bien a ver una cría de dragón negro. Tienen mala fama. y merecida, a juzgar por lo que hemos visto ahí dentro! 

- ¡Graaiiijjjjj! -rugió con voz ronca de tanto escándalo que llevaba montado- ¡Muedte! ¡Zanjre! ¡Dohlorrr! 

Perdido en su propio disgusto pataletero Cólera no era capaz de recuperar el cotrol sobre sí mismo, berreando afónicamente mientras corría en círculos, rodaba por el suelo, olisqueaba las huellas del suelo y arañaba y horadaba en rastro pequeño que bien pudiera ser de mujer o niño.

- ¡Liztraaa, trazgoooz, rataaas! -gemía con lágrimas, mocos y babas escapándosele de manera copiosa hasta que fue quedando agotado, triste y balbuceante- Meh duehleel ke biban--- meh duehleel ke ze díande míh--- me duehleel --- duehleel kuerpo--- Auuu.

Cástor salió de allí sonrojado por la vergüenza y el enfado que sentía. Aquello había sido, por suerte para todos, lamentable. No podía más que dar gracias de que el intento de homicidio de Cólera se hubiera visto frustrado por su torpeza y juventud, porque de lo contrario ahora tendrían muy serios problemas. 

-Ah, no no. ¡Nada de trasgos ni de ratas!-replicó a la cría con tono firme y actitud severa-¡Lo que has hecho ahí dentro no ha estado nada, pero nada bien! Si quieres convertirte en un ser respetable y digno de confianza no puedes hacer eso. No se ataca a la gente sin más, incluso aunque te caigan mal. La violencia no es siempre la solución, señorito.

- ¡Pero qué pasa aquí!- Exclamó Huesos al ver que Filos traía a Cólera por el pellejo del pescuezo. Escuchó la perorata que le contaban y el sonrojo de las mejillas de Castor. Tuvo que disimular una sonrisilla maléfica y hacerse un poco el compungido, tampoco demasiado. Abrió su zurrón por si Cólera quisiera meterse en su interior a refunfuñar y maldecir como solía hacer.- ¿Entonces no os ha curado? Menuda gentuza desagradecida.- Una cosa es que el cachorro hubiera atacado pero ellos se habían jugado la vida por ayudar a esa gente.- Los lamentos de Cólera, a veces incomprensibles, le dejaban entrever que seguía herido.

- Ven, anda, déjame ver esas heridas.

Filos miró al cielo. Con la tontería casi se había acabado el día. 

-Parece mentira cómo ha pasado el día de rápido. Casi no hemos hecho nada y ya ha caido la noche. Lo mejor será descansar otra noche, que useis vuestros conjuros y os cureis todos y dirgirnos al cubil trasgo mañana. ¿No os parece?

Escondiendo el hocico bajo las zarpas Cólera estaba abrumada por todo aquello, incapaz de razonarlo todavía y con sentimientos encontrados entre el profundo odio que le rasgaba ante cualquier crítica y el aprecio que sentía por Filos y Cástor. Necesitaba tiempo y Huesos le ofrecía una salida a través del apestoso saco.

- Zer mejorrr ez murifícil -logró farfullar, derrotada y con la cabeza agachada.

Una vez dentro del saco se revolvió cual bestia enajenada cada pocos minutos, su instinto asesino no encontraba cómo manejar lo ocurrido ni los cambios de actitud hacia ella, lo cual se manifestaba en espasmos enrabietados.

Por un momento, Cástor pensó en responder a las palabras de Huesos, pero seguramente no merecía la pena. Al fin y al cabo, le parecía totalmente lógico y normal que no ayudara a la cría de dragón después de que se lanzara a por ella, por poco éxito que hubiera tenido en el proceso. Asintió ante las palabras de Filos, aún con el ceño fruncido y expresión severa, pues es cierto que el día había dejado de ser tal. El ojo de Pelor se había marchado por hoy de este sitio, y con él deberían partir ellos al jergón. 

-Será lo mejor, sí-replicó, aún disgustado. 

- Será lo mejor. Mañana será otro día y lo veremos todo con otros ojos.- Cargó con su zurrón conteniendo a Cólera y se dirigió a la posada para "dormir".

A solas:

Una vez a solas con la cría de dragón Ramase la pinchó para obligarla a salir de la comididad que le suponía el zurrón.

- Sal de una vez que me lo vas a dejar todo echo jirones.-Con cuidado de no llevarse un mordisco a arañazo se dispuso a curar de una vez por todas las heridas de Cólera.- Veamos. Puede que esos dioses mojigatos noquieran curarte después de haber arriesgado tu propia vida pro acabar con esos trasgos. Pero tienes suerte, pequeña de que yo esté aquí para abrirte los ojos. En el mundo hay dioses que te premiarán pro lo que has hecho, ¿sabes?- El clérigo se arremangó mostrando los esqueléticos brazos de piel cetrina y dedos nudosos y comenzó a recitar una siniestra letanía. Pronto el cuerpo de Cólera comenzó a sentir un cosquilleo, como cuando el cuerpo se congela por el frío y comienza a entrar en calor. Un dolor agradable.

Cólera salió rodando del saco, todavía endiablada pero con el agotamiento mental, emocional y físico haciendo mella en sus gruñidos y zarpazos al aire. Lo que escuchó, sin embargo, pareció calmar a la bestia y centrar su atención. Sentada sobre sus cuartos traseros e inclinando la cabeza un poco trataba de comprender aquello tan nuevo que se le planteaba.

- Miruztan loz premioz -articuló con infantil alegría y, el que al momento de conjurar Huesos su magia las heridas se le fuesen cerrando, aunque fuese con aquel dolor frío que le hizo apretar sus cuerpecito, reforzó aquel sentimiento- , meruzta matarmatarmatar ymeruzta kiatí també.

Correteó en círculos, estiró patas garras cola y escuálida alitas antes de bostezar como si vomitase su alma entera. Con un relamido a dientes y hocico se volvió hacia su papá adoptivo.

- Kero zer lomaz yindo, murzo tezoro, kumerme akien kiera y kerera kien kiera també; kumoa Fiiiloz, Kaaaztor y atí -enunció con honestidad- . Zihay diuzez cuntentos purezo, ben, piruuu... -Cólera comenzaba a comprender que en el mundo de la gente alta existía una constancia de reciprocidad: tesoros por objetos, tesoros por habitaciones, tesoros por comida. Aquella idea le preocupaba de manera tangible y añadió con un atisbo de vergüenza- Tengunzako, piedraz i huezos, nukero dar nadaloz diuzes.

Un gran edificio se alza en el centro del asentamiento. La luz brota de sus ventanas, y un amplio cartel sobre la puerta reza

"Posada de El Acantilado Verde"

"Sed bienvenidos"

El interior de la posada es tan cálido y hospitalario como parecía intuirse desde el exterior. El reconfortante olor del estofado y del pan recién horneado brotan de la cocina, mientras que una mujer corpulenta se mueve con prisas entre las mesas, escanciando bebida y sirviendo comida.