Partida Rol por web

Finalmente los aventureros llegaron al castillo que tanto tiempo llevaban buscando. Todo el tiempo habían supuesto que se trataría de una gran edificación, y aunque es cierto que alguna de sus almenas se veían por encima de los árboles, ahora que estaban frente a él no les parecía tan grande como creían. Quizá estuviera bajo un conjuro de ilusión que al verlo de cerca se podía apreciar la realidad.

En la puerta se encontraban dos figuras esperándoles:

Dos grandes criaturas enigmáticas con grandes alas y cuerpos de león de un color tostado y un rostro de varón humanoide. Cada una de ellas custodia una puerta.

Bienvenidos repiten las dos criaturas a la vez. A la siguiente sala queréis pasar. Pero un acertijo antes debéis averiguar.

Golpean el suelo con una zarpa y, ante vosotros, una trampilla se abre. En su interior, hay un papiro en el que pone:

Una de estas dos puertas conduce a la vida, la otra a una muerte segura. Cada una de estas bestias custodia una. Pero una siempre miente, la otra siempre dice la verdad.

Para saber qué puerta conduce a la vida sin jugaros la vida, una pregunta sólo podréis hacer.

Esperan a que terminéis de leer para añadir.

Si acertáis, os dejaremos pasar sin ningún daño.

Moris pareció deleitado con aquello, los acertijos eran un maravilloso pasatiempo en el templo donde se crió por muy malo que fuese como practicante de los mismos. Sin embargo, no tenía ni idea de cómo resolver este. Para nada.

- ¿Cómo saber qué preguntar si una miente, una dice la verdad y no sabemos cuál es cuál? - preguntó en alto el karuth hacia el resto, incapaz de dar con la respuesta.

El castillo no era tan grande como parecía de lejos, eso era gratificante; sin embargo, dos criaturas custodiaban la entrada proponiéndoles la resolución de un acertijo para poder entrar ilesos.

Si una de las criaturas siempre miente y otra siempre dice la verdad, hay algo que no me cuadra y es que han dicho que nos dejarán pasar sin ningún daño luego o es mentira lo que dice el papiro o una de ellas digamos lo que digamos no nos dejará pasar sin antes hacernos daño. El elfo se queda pensando yo apuesto a que lo que dice el papiro es verdad luego una criatura al menos nos hará frente, pero quizás la otra nos defienda ya que siempre dice la verdad. Para averiguar quién dice la verdad, yo propongo leer el papiro en voz alta y preguntarle a ambos si he leído el papiro en voz alta, es una sola pregunta, la que responda que sí es la que dice la verdad e imagino que esa es la puerta por la que hay que entrar. Tras la exposición de su razonamiento miró a sus compañeros buscando respuesta en ellos a lo que acababa de decir.

Kenshi también se quedó pensando en lo que habían dicho y lo que decía el pergamino pero con el razonamiento de Kalicalwe nada nos aseguraba que fuese en realidad esa puerta la buena.

- ¿Y como podemos estar seguros de que esa puerta es la correcta? Aunque la criatura nos diga la verdad nada nos confirma que su puerta sea la correcta. - Algo le mosqueaba y sabía que la esa pregunta no era la idónea. - Debe haber una pregunta que sí nos confirme que digan lo que digan estemos seguros que puerta debemos elegir. -

Dagmar contempló el castillo con la decepción reflejada en el rostro. Aquello parecía una casa de verano más que una fortaleza. Mejor para ellos, por otro lado, que solo tenían que resolver el acertijo y seguir adelante, en lugar de iniciar un asedio de ocho personas y un lobo.

Clavó su espada en el suelo y se sentó en un tronco gris que reposaba, caído, a unos metros de la puerta.

Dado que no sabemos cuál dice la verdad y cuál miente, la pregunta debe ser tal que la respuesta de ambas sea la misma, razonó. Cuál era esa pregunta, sin embargo, no era capaz de imaginarlo todavía.

Había conocido sátrapas que gustaban de tales artificios, aunque no para franquear el paso a su guarida, sino como juego para entretener a los invitados.

Phenios se quedó dándole vueltas a aquel misterio, mirando de vez en cuando a aquellos a su alrededor; el que estuvieran todos allí debatiéndolo le ayudaba ayudaba a visualizar el problema y poco a poco se dibujaba una teoría en su cabeza.

- Esto no puede ser tan complicado, sólo necesitamos una pieza de información así que con una pregunta debería bastar -  tirando de su pelo entre índice y pulgar mientras contemplaba la cuestión se sonrió -. Quizás probando ya sabiendo la respuesta correcta podríamos averiguar cómo formular la pregunta.

De manera que se sentó al lado de Dagmar y le susurró algo al oído para luego dirigirse al resto.

- ¿Cómo nos preguntaríais quién tiene el pelo rojo más largo? - se sonrió - Obvio que uno de los dos mentirá.

- Si te parece bien, mentiré siempre y tú puedes decir la verdad; veamos cómo resuelven esto - le susurra al oído.

Thorgus miró a Darko tras escuchar a las criaturas formular un acertijo que le tuvo trabajando el cerebro unos minutos. 

-Hummmm, es realmente complicado saber cuál de los dos dice la verdad simplemente mirándolos. Solo tenemos una pregunta, y aún así no sabemos si en el fondo es todo una trampa. 

Se mesón la barba durante unos segundos. 

-No creo que pueda hacer la pregunta correcta. Mejor que sea alguien con más entendederas. 

Moris aceptó el juego de Phenios y se lanzó a preguntar.

- ¿Quién tiene el pelo rojo más largo? - el objetivo era obtener una respuesta que tuviera sentido la dijese quien la dijese, independientemente de quién mintiese.

- Dagmar, ella tiene los cabellos rojos más largos ¿no lo ves? - respondió Phenios, sacándole la lengua al karuth.

El sanador se tapó la boca a medida que su cabeza iba dándole sentido a aquel misterio. Phenios obviamente mentía y decía algo que era falso pero, en el caso de las androesfinges no había manera de saber cuál decía la verdad y cual mentiría; de manera que...

- ¿Hay alguna manera de preguntar lo que queremos saber para que ambas digan la verdad? - se frotó las manos con nerviosismo, casi seguro de estar alcanzando algún tipo de epifanía que todavía no se le revelaba - ¿O que ambas mientan?

Las esfinges estaban quietas escuchando las palabras de los aventureros a la espera de que decidiesen formular la única pregunta posible que les resolviese aquella incógnita.

Sin duda el dilema no parecía que se iba a resolver con su propuesta, aquello era más fácil o más complicado de lo que él pensaba. Escuchó las últimas palabras de Moris con atención, seguro que había una forma pero él ahora mismo no caía en cual era, así que siguió escuchando a ver si alguno de sus compañeros daba con la tecla y finalmente resolvían aquel misterio.

Zila había estado en silencio gran parte del camino. Le daba la sensación de que el elfo con el que había entrado en la misión no la tomaba en serio. ¿Realmente creía que ella era uno de sus juguetes? ¿Tal vez ese era un comportamiento típico de los elfos? En la comitiva habían unos cuantos más. Esperaba que no fuesen así. ¿La tomarían en serio el resto de compañeros de la Misión? 

Todas esas dudas rebotaban en su mente, pero ella no quería parecer bonita di frágil, ella quería ser peligrosa, así que anduvo con el ceño fruncido y cara de malas pulgas, atenta a lo que pudiese salirles al encuentro. 

Y llegaron al gran castillo, algo desconcertante, pues lo había imaginado mucho más imponente, pero claro, nunca se sabe cuándo hay magia de por medio. 

Esta vez el contrincante no era un ser deforme ni una manada de lobos, tampoco osos como el que casi le arranca la vida. Esta vez eran dos estatuas, curiosas, pero con cierta belleza que Zila supo apreciar. Grandes, aparentemente inofensivas, pero una vez más, con la magia de por medio... Y bueno, bien sabia ella que las trampas tan sólo requerían de ingenio y podían resultar letales para el incauto. 

Escuchó a los compañeros, y pensó. Quería ser de valor para la misión, era una oportunidad para empezar a labrarse una reputación, si lograba salir con vida, claro. 

-Bueno, pues preguntémosles qué puerta es la que debemos tomar- dijo levantándose de una roca dando un saltito. Todavía le dolía el costado, y estaba convencida de que no podrían repone fuerzas hasta terminar con el señor del Castillo. 

O aceptar su pago, si supera generosamente al de las gentes del pueblo, que tampoco sería muy difícil. 

Y así, caminó con falsa decisión hasta las esfinges. Dos puertas... Se repitió recordando lo que habían leído, mientras se fijaba bien en si realmente eran dos las puertas que habían. 

Al fin se decidió. 

-Si le preguntase a tu compañera si su puerta nos conducirá a la vida ¿qué me respondería? - preguntó a la esfinge que les quedaba a la izquierda. 

Tiremos la puerta abajo de dos mamporros. Pensó Barrabás desde la retaguardia, al ver que ninguno daba con la respuesta. Sin duda coger una losa del suelo y cargar contra la puerta era lo que haría estando solo, no obstante tenía compañeros capaces de resolver aquello. Así que tan solo esperó, lejos de aquel laberinto neuronal.

Dagmar pensó que la pregunta del cabello y la de las esfinges, siendo en el fondo la misma, había por fuerza de ser igual de complicada. Y tal fue que nadie supo cómo formularla, hasta que la otra mujer, Zila, caminó con decisión hasta los guardianes y les lanzó su cuestión.

La mujer tuerta se levantó del tronco y sacó la espada de su nicho. Caminó sin enfundarla, pues temía que de nuevo se viesen abocados a la violencia.

Mientras aguardaba, consideró que esa debía ser la pregunta adecuada. La que ambas responderían de igual modo, y por tanto, la que descifraría el acertijo. Puesto que directa o indirectamente la respuesta dada sería una mentira, tenían que escoger la puerta opuesta a la que les indicara la esfinge.

Phenios aplaudió y rió, absolutamente encantado con el resultado. Aquella había de ser la respuesta, sin lugar a duda.

- ¡Jajajajaja! Bravo, Zila, allí te he visto ¡Jajajajaja! - se desternillaba, la alegría de una resolución como aquella siendo la mejor de las alegrías.

Vio a Dagmar levantarse armada, de manera que el elfo rodó por el suelo en colorida muestra de atletismo para ponerse en pie y comenzar a armar su arco. Tanto si se les echaban encima las esfinges como si accedían al castillo, habría combate en breves.

Incapaz de retenerlo más, virutas de nácar comenzaron a caer a sus pies. De tan rota que estaba su piel y carne tras las heridas recibidas, comenzó a descascarillarse. Procuró esconder su rostro tras la capucha y sus manos bajo las mangas. Aquello no podía estar ocurriendo en un peor momento pero haría todo lo que estuviera en su poder por esconderlo todo lo que pudiese.

- Qué--- Qué buena pregunta - logró articular, inclinándose como un pelele con artitulaciones desvencijadas -. No se me había ocurrido, felicidades.

Disimulando lo mejor que pudo, se situó en la parte de atrás del grupo para que la atención quedase fijada en las androsfinges.

Intentaba encontrar la pregunta correcta que hacer sin llegar a dar con la respuesta cuando de repente su compañera se levantó con decisión en dirección a las criaturas. Se quedó en blanco sin saber como reaccionar. No porque no confiase en ella sino por miedo a que le podría pasar si se equivocase.

Una vez hizo la pregunta y tras ver la reacción de Dagmar decidió imitarla sacando su estoque. Pero una vez analizó la pregunta que había hecho Zila y comprender que respondiesen lo que respondiesen siempre mentirían entendió la lógica. Sonrió y soltó una pequeña carcajada. - Así se hace preciosa. -

Thorgus seguía pensando en que preguntar cuando Zika se adelantó y les realizó una pregunta a las estatuas. El enano tras analizarla no entendía del todo porque una tenía que responder cual era la puerta buena para la otra, pero si nadie estaba en desacuerdo quizá aquella pregunta fuera la correcta. 

Se quedó acariciando a Darlo a la espera de que hubiera una respuesta y tomaran una puerta, también alerta por si tenían que volver de nuevo a pelear como hacía unos minutos. 

Las dos esfinges sonrieron y a la que preguntasteis señaló justo la que tenía detrás. Después la otra soltó un fuere rugido. Parecía molesta, pero no dijo ni hizo nada más.

Bien hecho, felicitó a Zila.

Dagmar caminó hasta la puerta indicada por la esfinge, la que no había señalado, y la abrió con decisión. No entró todavía, sin embargo. A pesar de que la nota aseguraba que no corrían peligro, se estaban adentrando en la guardia de un enemigo que no había dudado en enviar a sus huestes para matarles. Que, de hecho, había matado a uno de ellos.

¿Desean entrar o esperar al amanecer? preguntó al grupo, mientras observaba qué les aguardaba al otro lado del umbral.