Partida Rol por web

Cuando atravesáis la línea de adoquines negros,  el ruido de múltiples y pequeñas pisadas se escucha en el valle. No pasa mucho tiempo hasta que conseguís ver el origen de las pisadas, una manada de perros negros con dos cabezas se abalanza sobre vosotros a toda carrera. En total son once canes que babean profusamente por dos bocas repletas de dientes.

Al ver a la jauría, se retiró unos pasos atrás buscando protección mientras invocaba, a través de plegarias*, ayuda para el combate.. rezó agachado,  Ahí vienen.. musitó para si mismo.

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*- Convocar aliado natural II.

El elfo había esperado a que pasaran el resto antes de atreverse él a hacerlo. Una vez Deornoth y Estragón, lo más corpulentos del grupo, hubieron cruzado la línea negra sin volar por los aires, lo hizo él.

Su sorpresa fue mayúscula al ver salir la jauría de canes. No había detectado nada mágico en las estatuas y alrededores por lo que pensó que no activarían ninguna alarma o trampa. Por supuesto no tuvieron esa suerte.

De un saltito, casi como el gato de Isu, se colocó detrás del clérigo de Heironeous y lanzó un hechizo sobre sí mismo para protegerse en el combate que se avecinaba.

Cerró por un instante los ojos, buscando aquella fuerza que habitaba a su alrededor. Cuando los volvió a abrir, Kelris estaba rodeado por un aura plateada.

Al pisar el camino adoquinado, como casi podíamos esperar, aparecieron de la nada 11 perros con dos cabezas. Por un momento casi agradecí que fueran perros, y no esas dos estatuas gigantes, aunque solo fue un momento, pues nos superaban ampliamente en número y no sabía nada de ellos, pero esas mandíbulas parecían bastante peligrosas

Agarrando fuerte la espada, alcé un poco el escudo antes de respirar profundamente Agruparos y no os separéis. Si esos perros rodeaban a uno solo de nosotros, con toda seguridad sería su fin.

Heironeous, danos las fuerzas necesarias para enfrentarnos a nuestros enemigos y darles su justo castigo digo acariciando el medallón con la mano que embrazaba el escudo y me preparo para el brutal choque.

¡Ignorad al cabeza de lata! ¡Desbandada! ¡Separaos! ¡No dejéis que os rodeen!

Estragón se alejó hasta las paredes del valle y empezó a trepar la roca para ponerse a salvo de las dentelladas. No tenía nada en contra de los perros normales, pero si ya tenías que contar el número de cabezas (en torno a dos docenas) ya entrabas en el pérfido campo de las matemáticas, y el semiorco no tenía la cabeza para echar tanta cuenta. Tal vez si hubiese algún modo de sumar números repetidos de manera mecánica... ¡Multiplicación! ¡Herejía! Desafortunadamente, semejante brujería numérica no existe. Así que lo que para otros eran veintidós cabezas, contable y finito, manejable, para Estragón era un mare magnum de dientes afilados, inabarcables y abrumadores.

No había muchos sitios a donde huir y viendo que todos se quedaban a combatir, salvo el cocinero, Kendra no iba a ser menos.

- Por todos los demonios, como odio haber olvidado lanzarme la armadura de mago antes de avanzar... - Se quejaba, viendo que se la lanzara ahora o no, el pescado estaba vendido y debía esforzarse en ayudar a sus camaradas y darles ventaja contra esas cosas.

- Son más rápidos que nosotros, así que es una tontería escapar. No os mováis, dejad que se acerquen y a ver si tenemos algo de suerte. - Decía dirigiendo su atención al guerrero del grupo, pues el estaba delante.

Tras esto, la arcanista gesticuló con las manos y soltó unas pocas palabras en dracónico, acompañando sus movimientos con las manos de algo sacado de su bolsa de componentes.

- ¡Pail dura ohm! - Pronunció en voz alta.

Y entonces, una nube negra y oscura apareció justo delante de ellos¹.

- Ni que decir tiene que vosotros no debéis entrar ahí... - Añadió, posicionándose.

Al ver aquellos terroríficos perros cargando hacia él, los restos del "desayuno" se le revuelven en el estómago. Luchando para evitar el vómito que le sube por el esófago, Mochuelo busca la sombra más cercana, empuña su arco y apunta al perro que va en cabeza.

Dos de los grandes perros cargaron sin compasión sobre Ashzyx, a los perros no le importó que el mediano hubiera lanzado un conjuro o cualquier otra cosa. La carne del mediano era suficientemente suculenta.

Kelris se escondió detrás del corpulento hombre armado, a la espera que los canes se entretuvieran con el clérigo y no con él. Como regalo, Deornoth, vio como tres perros con sus correspondientes seis bocas se lanzaban sobre él.

Estragón comenzó a trepar difícilmente por la pared del barranco, era una pared irregular y con múltiples saliente que permitían subir con facilidad. Tres perros corrieron detrás de la oronda figura, tratando de alcanzar al menos una libra de carne semiorca.

A pesar del precario escondite de Mochuelo, dos de los canes detecta la sombra y corre hacia ella. También Kendra ve como uno de los perros corre hacia ella, se había entretenido dando órdenes y lanzando el conjuro por lo que no se había escondido.

Entonces el muro de humo se materializo delante de ellos, impidiendo ver a los perros, pero si oían sus roncos ladridos. La carga de los perros se detuvo en seco, no se escuchaba ya el atronador repiqueteo de sus pisadas. Trascurrieron unos segundos antes de que catorce cabezas asomaran entre la niebla, siete perros cruzaban el humo desorientados y sin posibilidad de atacar.

¡Sssssh, fuera! ¡Quita de ahí, bicho! ¡Arrgh! ¡Perdón! ¡Perdón...! Bonito, bonito, bonito...

Estragón no podía evitar caerle bien a los animales, llevaba encima un montón de olorosa y atrayente comida. Siempre iban a él. Su faceta de semiorco le hacía agitar una de las piernas para espantar a los perros. Su faceta de cocinero le hizo cambiar de estrategia. Asentó bien los dos pies en los salientes, y la siguiente extremidad que dejó libre fue su brazo diestro. Al llevar la mano a la mochila sacó un cuchillo. Estragón era capaz de acertar a un trozo de sushi a veinte yardas...

¡Chúpate esa, chucho! Jajajaja...

Y al parecer también podía acertar a un trozo de gyudón con patas. Volvió a meter la mano en la mochila, a ver qué otra cosa les podía lanzar.

Viendo lo complicado de la situación, y agradeciendo que esa nube hubiera evitado la carga de los perros, me impulsó a recitar una breve oración a Heironeus para darme fuerza en este combate mientras con el brazo de la espada lanzaba un tajo sobre el que tenía a mi derecha, poniendo el escudo sobre los otros dos.

No dejéis que os flanqueen. Juntaros unos con otros. Los que no podáis hacer nada, ayudar a los que puedan. Tenemos que eliminarlos si queremos llegar hasta esa maldita momia

Quizás era algo obvio, pero si querían llegar hasta la momia, estos perros no deberían de pararnos, es más, ni siquiera deberían de darnos demasiados problemas, aunque la verdad estaba siendo otra.

¡Mierda...! ¡Qué buen olfato tienen esos chuchos!

Mochuelo cambia rápidamente de idea al ver venir a la pareja de monstruosos perros. Intenta trepar por la escarpada pared que tiene a su espalda... con tan mala fortuna que las piedras a las que se agarra se sueltan y le caen en la cabeza.

Joder... Creo que ha llegado la hora de vender caro mi pellejo...

El aprendiz de alquimista se gira de nuevo y, desesperadamente, echa mano de su arco, tratando de acertar al perro que tiene más próximo.

El grueso del grupo había permanecido unido, a excepción del gordinflas del cocinero, que había preferido poner pies en polvorosa. Pero Kendra pensaba que huír de esas criaturas cuadrúpedas era mala cosa, al menos ella no era tan rápida. Además, estaban en su territorio y seguro que se moverían por el desierto mejor que el grupo. Fue por eso que pensó que si podían entrar al templo, tal vez podrían contenerlos y ganar algo de estrategia al no dejar que les rodeaban. Si debían hacerlo, aquel era el momento, pues estaban desorientados muchos de ellos por el humo negro de su hechizo.

- ¡Camaradas, aquí somos presa fácil! ¡Si podemos llevar al templo, tal vez la estrechez del pasillo y la puerta les impida rodearnos y tendríamos ventaja! - Gritó antes de actuar. - ¡Aún podría crear otra distracción contra estos perros de dos cabezas pero debemos hacerlo ahora! - Añadió a modo de pregunta.

Quizás si echaran a correr como había hecho el cobarde del semiorco y traspasaran de nuevo la línea marcada, los perros les dejarían en paz. Pero entonces seguro que se podía olvidar de que Dulcimae le mirase de nuevo con otros ojos que no fuera de desprecio. Y para el elfo galán eso era peor que la muerte.

Parapetado detrás del muro que representaba el siervo de Heironeus, Kelris pasó a la ofensiva (tampoco era plan que su escudo humano cayese) y atacó a uno de los canes que intentaban morder a Deornoth conjurando, con todo el cuidado del mundo para no ser interrumpido, unos misiles mágicos.

El druida dió un hábil giro sobre si mismo mientras se ponía a cuatro patas para coger impulso y con una voltereta hacia atrás, buscó una distancia segura, cerca de una de las paredes, para evitar ser flanqueado y poder enfrentar a sus enemigos uno a uno.. 

A no ser que la refriega le conduciera a ello, Ash mantendría las distancias usando su pericia con la honda mientras no llegaban los refuerzos. Con un silvido agudo característico llamó a su fiel amigo Krick.. el escorpión y su inminente invocación podrían manejar a los lobos cerberos.. con ayuda, por supuesto.

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- Tirada de Piruetas: 21 para esquivar y ponerme a distancia mientras espero en posición defensiva. Saco el escudo y la honda.

Viendo que sus palabras quedaron en nada, pues el grupo seguía encabezonado en luchar con esos perros que les superaban en número. Todos esos el gordinflas mestizo que había resultado cobarde o muy listo, según se mirase.
Kendra suspiró, viendo que nadie atendió cuando dijo que podría crear una distracción y viendo que uno de los perros la miraba de cerca se apartó para seguir haciendo lo que mejor hacía. Conjurar.
- ¡Misai ru ga chá! - Exclamó a la vez que soltaba componentes de su bolsa de hechizos.

Desde tu posición elevada mientras registras tu mochila en busca de algo que arrojar a los perros, ves a lo lejos, sobre el muro de humo, como otros tres perros negros van corriendo hacia vosotros. Tres perros negros más a juntarse a la jauría, seis bocas más para morder.

El cuchillo de Estragón se clavó en el costado de uno de los perros, que lejos de amilanarse, el perro comenzó a saltar con aun más fuerza acercando peligrosamente sus dientes a la rolliza carne del semiorco.

El gran guerrero acorazado hizo también lo propio y golpeo con fuerza a otro de los perros produciéndole un tajo en una de las patas, y Kelris lanzo in proyectil mágico por detrás de él sobre el mismo perro tratando de rematarlo. Pero el perro continua en pie. Los perros enonces se lanzaron al ataque sobre Deornoth. Los dientes de los canes resbalan por el bruñido metal de la armadura y solo una de las mandíbulas consiguió morder con suficiente fuerza como para causar daño.

Mochuelo trato de trepar siguiendo el camino del semiorco. Contra todo propósito, el ágil Mochuelo no puede subir con la facilidad de Estragón. Resbala en un par de ocasiones cayendo de nuevo al fondo de la pared. En ese momento dos perros con sus cuatro mandíbulas se lanzaron sobre él. Tres de las cuatro mandíbulas se cerraron con fuerza sobre su carne.

Kendra retrocedió un poco y lanzo un conjuro que afecto a tres perros. Uno de ellos quedo cegado, el que iba a atacarle a ella, pero los otros dos siguieron hostigando a sus compañeros.

El mediano comenzó a dar vueltas sobre sí mismo con una gran gracilidad. Dio un par de vueltas para dejar espacio al escorpión para combatir. Dio tantas vueltas que se colocó detrás de la línea negra de adoquines. En ese momento, los perros que iban a atacarle se quedaron en la línea de adoquines ladrando y babeando. Entonces, un magnifico hipogrifo cae en picado sobre uno de los perros y comienza a sujetarle con sus zarpas de león mientras le ataca con su pico de águila.

A pesar de haber puesto todos mis esfuerzos en defenderme, una de esas asquerosas criaturas había logrado penetrar mi armadura y clavarme sus colmillos.

Si eso no fuera suficiente, esos perros han demostrado ser más duros de lo que parecían, pues a pesar de haberle clavado la espada y que Kelris le hubiera lanzado esos misiles de energía, seguía ahí, abriendo y cerrando sus mandíbulas.

Malditos seais digo lanzando otra estocada al mismo perro muere de una vez. la espada se vuelve a clavar en su carne, momento que aprovecho para mirar al resto. En especial Mochuelo, que parecía que estaba bastante malherido, y a Ash que, como me imaginaba, fuera de esa línea los perros no atacaban.

Poco podía hacer por Mochuelo, pues teníamos a varias de estas bestias encima de nosotros, y teníamos que acabar con ellas antes de poder ayudar al resto.

Mochueloooo, si puedes vete donde Ash y desde ahí disparales con tu arco