Partida Rol por web

Sin dejar de prestar atención a lo que tenemos delante, asiento al joven Si, lo oigo, y no me gusta nada en absoluto. digo asintiendo a Mochuelo de una manera muy leve.

El sudor por la tensión comienza a notarse, y noto cómo comienza a formarse en la frente, en el pelo y por el cuerpo.

    Apenas había empezado a recostarme cuando unos pasos pesados me pusieron en aviso, corrí a recobrar la verticalidad y levantar mi guardia a la espera de saber de que se trataba, estaba segura de que no podían ser cazarrecompensas, la dirección no era la correcta y tampoco se tomarían tan poco trabajo en ocultar sus pasos. De todos modos, no podía descartar nada, espere oteando las sombras y...

    "¿Un orco sudoroso y gordinflón? ¿Pero qué demonios?" Pensé para mis adentros evaluando la amenaza de aquella rechoncha criatura. Iba medio desnuda y una fina capa de sudor lo hacía brillar en aquella penumbra, aparentemente no llevaba ningún arma reseñable, aunque en las arenas te enseñaban que no resultar amenazante a primera vista nunca era sinónimo de inofensivo. Alcé el enorme mandoble para que quedase entre nosotros y hacer que se detuviera, aún no me había retirado la armadura y mi bolsa estaba en el suelo, por lo que si tocaba pelear, estaba preparada, así que en cuanto terminó de parlotear lo corté en seco y con rostro serio.

    -No des un paso más, pielverde, hoy ya me ha tocado despachar a uno de los tuyos y, de momento, no tengo especial interés en repetir, solo vine aquí para descansar sola, así que regresa por donde has venido.- El tono hosco salio por inercia, estaba cansada y con un humor de perros, por un lado me alegraba el cambio de vida, pero por otro aún tenía que digerir todo lo demás y decidir que hacer a partir de ahora. Cosas para las que aquella bola de sebo me sobraba por completo.

-Bienhallados, Kelris Tel’Quebar y Kendra.

El gesto del elfo me sorprendió por un segundo tensándome el gesto a su contacto. Y algo desconcertada correspondí a su apretón de manos con una sonrisa tímida, casi translucida. No estaba acostumbrada a aquellas maneras.A la familiaridad fuera de mi hermandad. Poco corriente en mi vida eran aquellos ademanes, rígido como era el protocolo, la regla, el camino… Cuando se alejó de mi le seguí con la mirada serena pero aguda como un bisturí. Mis pupilas saltaban de uno  a otro, estudiándoles. Eran delicados y hermosos. Y parecían hablar con honor….

-Mi propósito es justo y es noble. Así es, os lo aseguro. Pero no entiendo cómo no pudisteis ver a los orcos… Estaban aquí, ahora mismo.- señalé la nada a mi alrededor. -Un bosque embrujado, decís? El clérigo de la aldea no me habló de él. Es otra maldad que se suma a la lista!! Lady Andrómaca también conoce de él? – el cuerpo se me espigaba y tensaba de nuevo como la cuerda de un arco. – El buen clérigo me contó la historia triste que asola estas tierras. Me habló de la negligencia de Lady Andrómaca, de cómo estaban indefensos contra los ataques de los orcos… Juré defenderles… Y fallé… - los dientes me aferraron el labio inferior con saña durante un segundo mientras los nudillos blanqueaba  aferrados al puño de mi espada. – No fui lo bastante rápida. Se llevaron a la niña por el bosque. Les perseguí hasta que la niebla fue tan espesa que apenas les distinguía… Estaban aquí… a unos metros de mi. Podía oír los gritos de ella…. –Y el Gran Dios sabe que no los olvidaré nunca – Di un par de pasos y, entonces, os encontré a vosotros.

Desenvainé de nuevo la espada mientras asentía suavemente con la cabeza. Y tomé aire. Y clavé la mirada y la esencia en aquella tiniebla de maldad espesa y pegajosa que nos rodeaba. Lady Andrómaca pagaría por aquello.

-Humildemente os agradezco la ayuda y la acepto con alegría de corazón . Estaré en deuda con vosotros. Pero no sé por dónde han marchado. No escucho ya sus gritos. Oh, gran Dios, no permitas que muera… - y había un pesar auténtico en la voz mientras miraba a mi alrededor– Seguiré adelante. Su cubil no puede estar muy lejos si han podido desaparecer así. La entrada debe estar por aquí… Cerca… muy cerca…

El sonido de “insectos” deja de escucharse y es sustituido por un gemido agónico y una voz que grita. Deornoth no conocía el idioma, era un lenguaje suave y armónico. Por su parte, Mochuelo lo identifico rápidamente como elfico, y a grandes rasgos la voz pedía auxilio.

Movidos por la curiosidad, el afán de hacer el bien o por ser la única referencia en la espesa niebla blanca, los viajeros extraviados se desplazan siguiendo la voz. Esta les lleva hasta la boca de una cueva que se hunde en el suelo. Las paredes de la cueva no son de roca ni tierra sino de gruesos hilos blanco que forman un inmenso cono igual que las guaridas de las arañas de campo pero cien veces más grande. El cono de telaraña profundiza en el suelo formado un agujero negro donde no se ve el final. Dispersos por el cono hay múltiples bultos enrollados como fardos, en algunos se pueden distinguir las patas traseras de un caballo o el brazo de un hombre colgando. Uno de los bultos, a unos cinco metros del borde superior, muestra aun la cabeza sin cubrir de una niñita elfa de pelo rubio grita pidiendo ayuda.

Justo detrás del semiorco se empezó a oír un crujido casi imperceptible, muy parecido al que hace un insecto al moverse rozando las placas quitinosas que forman su exoesqueleto. El crujido parece lejano en algunos momentos en otros parece muy cercano debido al efecto causado por la gruta, pero no hay ninguna sombra visible a las espaldas del semiorco.

Cuando le señalaron con el mandoble, Estragón no se amedrentó.

¿A eso lo llamas un cuchillo? ¡Esto es un cuchillo!-dijo el semiorco, cogiendo el cuchillo de carnicero de su cinto-Bueno, tú la tienes más grande, pero porque no tienes un cuchillo, tienes una espada. Eso es hacer trampas. El caso es que media docena de tipos cabreados me persiguen, y no pienso volver por donde vine por mucho que tú estés en esos días complicados del mes. Como comprenderás, me sale más a cuenta matar a una chica para poder seguir por tu túnel, que volver por el mío y luchar con toda una banda. Es más, te voy a decir una cosa...

Bajo el gorro de cocina, su rata Rata arañó el lado izquierdo de su coronilla. Ese es el gesto que hace cuando quiere llamar la atención sobre un ruido que viene en dirección al oído pocho con cicatriz. Es una rata muy lista, algunos dirían que es más lista que un semiorco tonto.

Espera, creo que alguien viene-dijo a Carndra, posponiendo su duelo y guardando de nuevo su cuchillo.

Pegó la oreja buena a la entrada del túnel por el que había venido, pero su oreja buena tampoco tenía mucho mejor oído. Aquel sonido podía significar cualquier cosa: una plaga de escarabajos, un escarabajo gigante supradesarrollado, los cimientos del túnel amenazando con ceder y venirse a bajo, una suela suelta de unas alpargatas arrastrándose por el suelo mientras Iqbal venía hacia la sala del tragaluz, o incluso el ruido de placas de la armadura de algún caballero con nombre ridículo, como Talaís de Jauja o Deornoth.

Estragón puso la mano en torno a la boca y habló a su túnel...

¡¿HOLA?! ¡¿JÁMALA JÁMALA ALMEJA?! ¡SI VENÍS A MATARNOS ESTAMOS COMPLETAMENTE DESNUDOS EN ESTOS MOMENTOS! ¡¿PODÉIS ESPERAR UN RATO MIENTRAS NOS VESTIMOS?!

La pequeña mentirijilla podría funcionar. Como norma general, a la gente le resultaba molesto que Estragón fuese desnudo de cintura para arriba. Era muy probable que sus perseguidores se diesen por vencidos y se marchasen, sabiendo que la imagen grotesca que les esperaba les traumatizaría para siempre, acompañándoles el resto de sus vidas. Y aún era mucho más probable que los tipos fuesen como Iqbal y no tuvieran ni la menor idea de lo que Estragón acababa de decir en común, de modo que viniesen de todas formas a trinchar el pavo.

Uno de los bultos, a unos cinco metros del borde superior, muestra aun la cabeza sin cubrir de una niñita elfa de pelo rubio grita pidiendo ayuda.

Una... una niña... 

El horror golpea como un martillo pilón el cerebro de Mochuelo. En todos sus años como ladronzuelo ha podido ver cosas feas, cosas desagradables y hasta cosas asquerosas, pero lo que ahora tiene ante los ojos supera con creces todo lo anterior. Su impulso instintivo es lanzarse a salvar a la pobre chiquilla, pero su adiestramiento se impone en el último momento. Una parte de su mente que aun se mantenía serena pensó que Kendrik “malaspulgas” el veterano ladrón que fue su maestre en la cofradía de ladrones estaría satisfecho. Aquello olía a trampa. Y si de algo sabía Mochuelo era de trampas.

Inmediatamente pone todos sus sentidos a trabajar, intentando detectar el peligro. Al tiempo, dirige una mirada inquisitiva al hombretón envuelto en lata que tiene al lado, como pidiendo su opinión.

Intentando hablar con la voz más tranquila y segura que puede producir ante aquel horror, se dirige a la pequeña elfa:

-Sssst... Calma, niña, ya estamos aquí. Tranquila. Te salvaremos. Sólo deja de gritar...

    No cabía duda, el orco impertinente era un bufón y, para colmo, de los malos. Lancé un suspiro ahogado ante la segunda tromba de sinsentidos y en cuanto paso a centrar su atención en lo que parecía venírsenos encima desde la dirección por la que el había llegado me preparé para irme.

    -Haz lo que te apetezca, de todas formas esta claro que este sitio ya no me sirve y paso de seguir oyendo tus estupideces ni de iniciar combates con lo que sea esa cosa que te sigue.- Tomé el mandoble para llevarlo a mi espalda y me dispuse para seguir en la dirección contraria por la que llegaron aquellos sonidos nada halagüeños. Seguía sin estar muy segura de que iba todo aquello, pero traté de aguzar los sentidos por si acaso había alguna señal de que por el otro camino no llegase algún otro visitante o sobre si el que se nos venía encima no aceleraba el paso.

Un gemido agónico y una voz que grita retumban en la niebla. A pesar de la desesperación de la voz se ve que es un lenguaje suave y armónico, es elfico. Lo que decía la voz, grandes rasgos, pedía auxilio.

Movidos por la curiosidad, el afán de hacer el bien o por ser la única referencia en la espesa niebla blanca, los viajeros extraviados se desplazan siguiendo la voz. Esta les lleva hasta la boca de una cueva que se hunde en el suelo. Las paredes de la cueva no son de roca ni tierra sino de gruesos hilos blanco que forman un inmenso cono igual que las guaridas de las arañas de campo pero cien veces más grande. El cono de telaraña profundiza en el suelo formado un agujero negro donde no se ve el final. Dispersos por el cono hay múltiples bultos enrollados como fardos, en algunos se pueden distinguir las patas traseras de un caballo o el brazo de un hombre colgando. Uno de los bultos, a unos cinco metros del borde superior, muestra aun la cabeza sin cubrir de una niñita elfa de pelo rubio grita pidiendo ayuda.

Al otro lado de la cueva llena de tela de araña se encuentra un grupo, frente a frente. Uno parece estar formado por dos elfos y una humana, y el otro por dos humanos.

La sorpresa de Mochuelo al divisar aquellas tres personas al otro lado se reduce considerablemente debido al horror que aun satura sus neuronas. La vista de aquella niña envuelta en un capullo de telaraña le hace dejar de lado su natural reserva. Continúa prestando atención a todo lo que sucede en su entorno, intentando detectar posibles trampas y enemigos, mientras hace enérgicos gestos a aquellos extraños, reclamando su atención y solicitando su ayuda. Después se concentra en la pobre muchacha, intentando calmarla y que deje de gritar.

-Sssst... Calma, niña, ya estamos aquí. Tranquila. Te salvaremos. Sólo deja de gritar...

La urgencia por salvar a la supuesta niña que les había contado Niké que buscaba y que ahora cobraba veracidad después de escuchar los gritos de auxilio, acabó pronto con la conversación entre los tres recién conocidos. Siguiendo a la 'Elegida del Invencible' llegó a la cueva y lo que vio le dejó estupefacto.

Había esperado encontrarse en una madriguera de orcos, pero lo que ahí había era algo muy distinto. Por qué unos orcos iban a llevarle comida a una araña gigante? Bueno, no tenían mucho tiempo para pensar en ello, si no querían terminar también metidos en un capullo.

En frente suya se encontraban un par de humanos que seguramente fueran atraídos por el mismo grito de ayuda.

-Tengo una cuerda, podríamos atar a uno de nosotros y bajarlo para recoger a la pequeña.

Kelris no se ofreció a hacerlo, sabía que era cuestión de fuerza y él no era muy musculoso que digamos.

La situación se había vuelto extraña, muy extraña, o mejor dicho, de extraña se estaba convirtiendo en increible.

Tenía claro que me había metido en esas situación por intentar ayudar a una niña, una niña de aproximadamente la misma edad. Luego había desaparecido y había aparecido en este lugar, desconocido, con este extraño muchacho que parece como de otro mundo. ¿Y ahora oímos y vemos a otra niñita en peligro? 

Devuelvo la mirada a Mochuelo antes de asentir cuando, de repente, otro grupo parece haber llegado hasta allí e intenta salvar a la niñita.

A pesar de la cuerda, nos quedaríamos pegados a esa telaraña. Será mejor que hagamos salir a lo que quiera que tiene atrapada a esa niña, y nos enfrentemos a ella. Si no, seremos uno más de "eso" digo señalando a los múltiples capullos.

Si agitamos y tocamos la telaraña, seguramente hagamos salir a su dueña tras hablar, me agacho para tocar la telaraña y comprobar cuál potente y pegajosa puede llegar a ser.

Al escucharla la reacción fue automática, sin reservas, sin duda alguna. Atada a los gritos de la niña había corrido hacia ella  buscándola casi con desesperación; con la espada  en alto a un lado de mi cuerpo, con la lanza corta sujeta a mi espalda y de la que se desplegaba el pequeño pendón de mi Dios como una estela de mi cuerpo y una promesa de mi intención.

Acabaría con ellos. Acabaría con todos…

Pero al llegar allí, la infamia del espantoso panorama que encontramos, las sombras de otros, detuvieron mis pasos tensando mi gesto.  Y parpadeé un par de veces  sorprendida y sin llegar a comprender… No eran orcos? Qué clase de nueva maldad era aquella? La vileza de aquel bosque no tenía fin; y la visión de la pequeña envuelta en la perversidad de aquella tela me provocó una rabia que parecía arderme bajo la piel y en un aliento que, agitado tras la carrera, se me escapaba de entre los labios entreabiertos.

Cuando Kelris propuso el primer plan, un resorte tiró de mí impaciente, angustiado, feroz.

-Yo iré!

Pero antes siquiera de que pudiese volverme a él, el caballero en armadura hablaba. Y me acerqué a observar sus movimientos con interés. Sí, era posible. Sí... quedarnos atrapados también.  Uhmmm…

Concentrada, con la espada aún en alto, los dientes me modisquearon el labio inferior…

-Tirar algo a la tela? Quizá una piedra lo suficientemente grande, en el borde, la traiga a nosotros. La moveré con mi lanza para dotarla de vida ficticia. Dios mediante, el ser que habita aquí acudirá, lo mataremos, y será su cuerpo el que atemos y usemos como puente para llegar hasta la niña sin quedarnos atrapados en su pestilente red…  

Viendo,que los recién llegados eran combatientes, aparentemente y por sus armaduras, salvo Mochuelo, Kendra rebuscó en su mochila y sacó una varita que sostuvo en su mano.

- Elfa preparada vale por dos. - Dijo sonriente, aunque sin mirar a nadie en particular.

El tema de la telaraña le escamaba. Estaba claro que una araña gigante o algo peor estaba detrás de todo aquello. Incluso una draña podría estar detrás de todo. Fuera como fuese, la maga trató de acceder a sus conocimientos, intentando recordar algo que hubiese leído sobre como defenderse de aquellos seres y sus habilidades.

- Pobre chiquilla, debemos sacarla de ahí. Estoy con lo de atraer a a araña... Pero no seré yo quien tire la primera piedra... No me malinterpretéis, es que no tengo buena puntería...

Al mover un poco la telaraña, los ojos de la niña se giraron rápidamente hacia el origen de la perturbación. La niña elfa había dejado de llorar y su rostro había adquirido una expresión agresiva, con los ojos inyectados en sangre. En un ínstate, en menos de lo que dura un parpadeo, la cabeza de la niña había saltado del cuerpo hacia delante. A la altura del cuello le surgían cuatro pares de patas quitinosas y cubiertas de pelo iguales que las de una araña pero proporcionales en tamaño a la cabeza. La cabeza avanzaba a gran velocidad sobre la tela de araña hacia Niké, que había sido la persona que más se había acercado a la tela de araña.

Al mismo tiempo, otras cinco cabezas arácnidas surgían de los diversos bultos de la tela de araña. Diriguiendose contra los aventureros.

Al mover un poco la telaraña, los ojos de la niña se giraron rápidamente hacia el origen de la perturbación. La niña elfa había dejado de llorar y su rostro había adquirido una expresión agresiva, con los ojos inyectados en sangre. En un ínstate, en menos de lo que dura un parpadeo, la cabeza de la niña había saltado del cuerpo hacia delante. A la altura del cuello le surgían cuatro pares de patas quitinosas y cubiertas de pelo iguales que las de una araña pero proporcionales en tamaño a la cabeza. La cabeza avanzaba a gran velocidad sobre la tela de araña hacia Niké, que había sido la persona que más se había acercado a la tela de araña.

Al mismo tiempo, otras cinco cabezas arácnidas surgían de los diversos bultos de la tela de araña. Diriguiendose contra los aventureros.

Al mirar hacia el traga luz, ves que es muy alto casi 8 metros de altura. El tragaluz se va ampliando a media que asciende formando un cono, en sus paredes distingues finos hilos brillantes que se entrecruzan unos con otros. ¿Podrían ser telas de araña?

En los momentos en que el ruidoso semiorco se encuentra callado se puedo oír un murmullo de voces procedentes de lo alto del tragaluz. Voces humana. Pero también se sigue escuchando el repiqueteo de las de las patas de insecto, ahora no solo se escucha este repiqueteo por uno de los pasillos, ahora el repiqueteo viene de los dos pasillos.

Al mismo tiempo, otras cinco cabezas arácnidas surgían de los diversos bultos de la tela de araña. Diriguiendose contra los aventureros.

Recurriendo a toda su experiencia y entrenamiento, Mochuelo logra superar el horror que aquellos repugnantes seres le producen. Su mente está concentrada totalmente en las rutinas de combate aprendidas a lo largo de muchos años de adiestramiento en la cofradía. Aun así, sus reflejos se resienten. Se queda donde está, agazapado, contemplando, como si estuviese en medio de una pesadilla, a aquellas horripilantes bestias acercándose a él y a los demás...

Un escalofrío recorrió la columna vertebral del elfo. La imagen de la cabeza de la niña separándose del resto, fue demasiado para un joven que hasta entonces el único horror verdadero que había visto era un cabello enmarañado en una mañana de resaca.

Se quedó petrificado por unos segundos.

Aquellos seres eran antinaturales por como se movían. Kendra no recordaba de sus libros leídos nada sobre esas criaturas. Mucho menos cuando no podía concentrarse, pues un escalofrío recorría toda su espalda, como un miedo ancestral que helaba su piel y la quemaba al mismo tiempo. Su terror era palpable, y fue por ello que no pudo reaccionar con la celeridad que requería la situación.

- ¡Haced algo! - Fue lo único que consiguió articular.