Partida Rol por web

Lejos, entre la bruma, distingues una sombra del tamaño de un humano. Es mucho más alta que la niña ¿Podría ser el siervo de Hextor? La sombra camina hacia ti. A medida que se acerca escuchas el paso de unas botas ligeras y el tintineo de las monedas en una bolsa de cuero.

Las piernas empiezan a dolerte cuando a lo lejos, entre la bruma, distingues una sombra del tamaño de un humano. La sombra camina hacia ti. A medida que se acerca escuchas el tintineo inconfundible de las placas de una armadura y el paso de unas botas pesadas. Entonces escuchaste que la sombra gritaba ¡¡NIÑA, NO TE MUEVAS, QUE VOY HACIA ALLI!! NO INTENTES ESCALAR O TE ROMPERAS EL CUELLO.

¡¡NIÑA, NO TE MUEVAS, QUE VOY HACIA ALLI!! NO INTENTES ESCALAR O TE ROMPERAS EL CUELLO.

 ¿Niña...? ¿Me habla a mí...?

Mochuelo no responde. Se para, se coloca en posición defensiva y empuña la daga (por si acaso), aunque esconde con sutileza la mano armada detrás de la espalda. Está preparado para defenderse o para huir, pero también siente curiosidad por saber quién se acerca. Talvez tenga información sobre el lugar en el que se hallan o puede que conozca el paradero de Aurelius.

Así pues, Mochuelo espera en silencio, intentado discernir entre la espesa niebla más detalles de la persona que se acerca.

Las nieblas se van disipando poco a poco, no sabes si por el viento o porque inconscientemente has comenzado a avanzar hacia la sombra.

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Pasados unos minutos, enfrentados en apenas cinco metros, se encuentran dos hombres. Uno de ellos porta una armadura completa, escudo y casco; el otro parece un viajero con ropas ligeras y un pesado bulto a la espalad.

Entre las nieblas se empieza a oír un crujido casi imperceptible, muy parecido al que hace un insecto al moverse rozando las placas quitinosas que forman su exoesqueleto. El crujido parece lejano en algunos momentos en otros parece muy cercano pero no hay ninguna sombra visible entre las espesas nieblas blancas.

La sombra continuaba avanzado rápidamente. A medida que se acercaba el tintineo inconfundible de las placas de una armadura y el paso de unas botas pesadas eran más inconfundible. Finalmente de entre las sombras apareció una mujer totalmente armada, resollado como un caballo por el esfuerzo de correr con una armadura pesada.

Más de cerca consigues escuchar unas voces melodiosas pero teñidas por el miedo. Una voz de una mujer y de un hombre.

¡Apártate Kelris! ¡Esa niebla extraña...! Grito la mujer

¿Qué demonios era eso? ¿Un espíritu o tan solo magia? Este bosque debe estar encantado, mejor salgamos de aquí cuanto antes. Contesto el hombre.

Finalmente, sin poder parar por el impulso de la carrera, te encuentras frete a dos elfos vestidos con túnicas ligeras.

Al divisar al imponente guerrero, Mochuelo se para en seco, asombrado ante la mole de metal que se le acerca.

¡Mierda, vaya pedazo de cámara acorazada con patas! Menudo calor debe estar pasando...

-¿Hola? ¿Qué tal, amigo? ¿Por casualidad no sabrás qué lugar es este...?

Entonces Mochuelo repara en el extraño ruido que surge de algún lugar en la niebla. Que sonido más desagradable. Parecen insectos... Mochuelo intenta averiguar la procedencia del zumbido, pero la niebla impide cualquier tipo de orientación.

En el pequeño claro formado por la niebla se encontraban dos elfos, una hembra y un barón; y una humana vestida con armadura pesada. Una extraña reunión de extraños personajes en un extraño lugar.

El túnel se abre en una pequeña sala cuadrada de cinco metros de lado, a ella solo llegan dos pasillos y un tragaluz vertical que la ilumina. En uno de los pasillos se encuentra de pie una mujer con el pelo morado en el otro pasillo un orondo semiorco con un gorro de cocinero.  

Oh, que Shóndakul nos asista, dime que sabes hablar mi idioma-dijo en común.

¿Jroña que jroña?-dijo en orco.

¿Parlevú khondanzhán?-dijo en khondanzhano.

¿Sushi, sashimi, kimono?-dijo en damarano.

Estragón acompañaba sus preguntas con gestos vehementes de las manos, como si formasen parte del idioma, como si terminar las palabras en "-i" y juntar las puntas de los dedos bastase para hacerse entender en cualquier lengua. Aún no había entendido qué había sido de su guía Iqbal, estaba confuso y, como siempre, sudoroso. Pero si encontraba a alguien que no se le llenara la boca con majalajás y almarajás incomprensibles, ya habría sido un avance para llegar lo más pronto posible a una ciudad.

El semiorco evaluó la amenaza que suponía aquella humana: armas que portaba, armaduras que vestía...

Por su parte, el semiorco no llevaba armadura alguna. De hecho, iba desnudo de cintura para arriba, pues normalmente desabrochaba su uareg y llevaba la parte superior colgando como si fuese un peto sin abrochar. Y lo más parecido que tenía a un arma era un cuchillo de carnicero en el cinto y un bastón como llevaría un mago... o un druida... o un monje... o un indigente sin capacidad de aportar nada ni tener talentos ocultos ni mostrar ningún tipo de habilidad. Eso sí, la mochila a su espalda era de las abultadas, y una ristra de chorizos asomaba y colgaba de uno de los bolsillos.

Si la humana tuviese buena vista, también se habría dado cuenta de la cicatriz en el lado izquierdo de la cara, donde tiempo atrás tuvo una segunda oreja.

- Es algún tipo de magia arcana pero no logro discernir de que se trata. Es muy poderosa y nos arrastra... - Murmuró, tras perder la concentración.

Kendra compartió lo poco que averiguó sobre la bruma repentina que les envolvió y quiso compartirlo abiertamente con el hechicero que le acompañaba. De pronto, una nueva figura apareció. Más bien se fue apareciendo, desde ser una simple y oscura sombra hasta dibujar el cuerpo y las facciones de una humana de cabellos pelirrojos y gruesa armadura. La elfa de profesión escritora suspiró aliviada cuando vió que se trataba de una mujer y no del espadachín que vieron hacía unos instantes acabar con la vida de otra persona. Viendo que su mula se encabritaba al no ver nada por la dichosa bruma, la acarició suavemente para calmarla.

- Tranquila, Dorotea. Ya pasó, ya pasó... - Le iba diciendo como si quisiera consolar al animal.

Lo siguiente que hizo la maga fue fijar sus ojos en la extraña que acababa de aparecer. ¿Amiga o enemiga? Se preguntaba mentalmente, hasta que decidió dirigirse a ella.

- Tranquila. No corras y guarda tu aliento, pues nada podemos hacer por luchar contra esta extraña magia. Solo podemos esperar a que se disipen las brumas... - Anunció a la recién llegada, antes de añadir. - ¿Quién eres y qué haces aquí? - Preguntó por fin.

La niebla va comenzando a volverse menos densa, hasta poder ver un poco más allá. No sabía cómo, no sabía las causas, pero por alguna extraña razón no estaba donde había estado unos segundos antes.

La respiración era un tanto pesado y se oía como un pequeño bufido a través de mi casco, pero podía ver una figura acercarse.

Todavía con la espada en la mano, espere en una posición defensiva, con el escudo por delante, hasta que la figuro fue cogiendo forma. Siguió hasta estar detente de mi. Era un joven delgado, al que podía partir por la mitad sin demasiado esfuerzo. Por sus palabras, estaba igual que yo

Emm ¿quien eres? Hace apenas unos instantes estaba enfrentándome a un seguidor del traicionero Hextor, para salvar a una pequeña y, de repente, está niebla lo inundó todo y aparecí aquí, que por supuesto no es donde yo estaba.

Estaba claramente confundido, aunque sin perder la posición defensiva, miraba al joven.

-Emm ¿quien eres? Hace apenas unos instantes estaba enfrentándome a un seguidor del traicionero Hextor, para salvar a una pequeña y, de repente, está niebla lo inundó todo y aparecí aquí, que por supuesto no es donde yo estaba.

La voz que surge del yelmo del extraño retumba y se pierde en la espesa niebla que los rodea. Por lo que dice, este guerrero está tan perdido como él. Parece la clase de persona a la que prefieres tener como amigo y además, tampoco es que Mochuelo tenga muchas más opciones, de momento... Lo mejor será presentarse educadamente e intentar averiguar más cosas...

-Hola, mi nombre es Mochuelo. Veo que a ambos nos ha pasado lo mismo... Yo también acabo de aparecer en medio de esta extraña niebla... Hace un momento estaba en Athkatla, mi ciudad. Allí trabajaba como aprendiz con un viejo alquimista... No sé donde estoy ni por dónde se sale de este condenado puré de guisantes...

Ya está. Presentación hecha. Ahora, a ver si averiguo algo de utilidad...

¿...Dices que querías salvar a una niña...? ¿...Eres un paladín o algo así...?

Escucho mientras miro a mi alrededor mientras el joven habla, esperando a ver si lograba ver algo conocido Mi nombre es Deornoth, sirviente de Heironeous, el justo. 

Sera mejor que nos movamos. Intentemos ver si logramos descubrir dónde estamos

Athkatla pienso intentando localizarlo en un mapa, y la distancia a la que estaba de mi posición.

-Mi nombre es Deornoth, sirviente de Heironeous, el justo. Sera mejor que nos movamos. Intentemos ver si logramos descubrir dónde estamos

Hum... ¿Un clérigo? 

-Vale, me parece bien... -da una vuelta completa sobre sí mismo. -La verdad, no veo nada entre la niebla que me indique cual dirección tomar... Tal vez vós tengáis una mejor capacidad de orientación. Adelante. Yo os sigo -hace un gesto cortés invitando al guerrero a avanzar.

-...¿Habéis dicho que sois sirviente de Heiro...-eh- ...neus? Disculpad mi ignorancia... ¿Es una especie de dios? 

Al oír a Mochuelo, me giro con el ceño fruncido. Si pudiera ver a través de mi casco vería una cara de pocos amigos No sé de dónde has salido, pero Heironeous es el Dios de los caballeros, la justicia, el valor y la guerra. Su símbolo es una mano agarrando unos rayos, como este digo señalando mi símbolo sagrado que cuelga del pecho 

Negando con la cabeza ante tal ignorancia, me giro vayamos por aquí digo poniendome a andar hacia una dirección aleatoria no tengo ni idea de a dónde vamos, pero hay que moverse. Será mejor que estés alerta. No sabemos ni dónde estamos ni a que nos podemos enfrentar, pero me huele a magia de la chunga.

Cuando la nueva figura apareció entre la bruma, Kelris pensó que se trataba de otra imagen fantasmal. Qué sería ahora? El asesino que habían visto antes o un nuevo actor del truculento drama que le había contado el moribundo antes de desaparecer?

Kendra le confirmó lo que él pensaba; que aquella niebla era mágica. Pero eso de que les estuviera 'arrastrando' no le gustó ni un pelo. Arrastrando a dónde?

Por fin la figura que corría hacia ellos se hizo nítida. No parecía ningún espíritu, pero vete a saber. Dejó que la elfa tomase la palabra y esperó la respuesta de la desconocida.

-No sé de dónde has salido, pero Heironeous es el Dios de los caballeros, la justicia, el valor y la guerra. Su símbolo es una mano agarrando unos rayos, como este

 -Ah... 

¿De dónde será este tipo...? 

Mochuelo camina un par de pasos detrás de la mole blindada. Tiene todos los sentidos concentrados en averiguar más sobre el entorno en el que se mueven y también quiere saber más sobre el extraño personaje al que está siguiendo. En su tierra y en su oficio, la información lo es todo.

-Disculpad mi ignorancia, pero la verdad es que nunca había oído hablar de él... En Athkatla tenemos un dios parecido... Se llama Tempus...

-Vayamos por aquí. No tengo ni idea de a dónde vamos, pero hay que moverse. Será mejor que estés alerta. No sabemos ni dónde estamos ni a que nos podemos enfrentar, pero me huele a magia de la chunga. 

Una leve sonrisa socarrona cruza por el rostro encapuchado de Mochuelo.
¿...Que esté alerta...? Vaya recomendación para un miembro de los Ladrones de las Sombras... 

-Por cierto, ¿vós también oís ese extraño sonido? Parecen insectos...
 

Lo melodioso y dulce de las voces que se entretejían entre las brumas desaceleró mi carrera. Tan fuera de lugar, tan extrañas… Y cuando llegué al claro, espada en alto y con el pelo pegado a la frente y el cuello obligado por el sudor del esfuerzo y la humedad de aquella tiniebla pegajosa, mis pasos se detuvieron del todo para mirar a un lado y otro, para parpadear confusa, y fijar los ojos miel en los de ellos, asombrada.

La elfa me habló con la suavidad y la delicadeza de su raza. De qué hablaba? Magia? Arrastrados? No… No podía ser… no podía. Pero ellos no les habrían dejado pasar. No podía ser...

-Magia, dices??-  el aliento, aún acelerado entre los labios, me obligaba a jadear levemente. Y de nuevo miraba a un lado y otro con desesperación. La sensación de un puño cerrándose sobre mi corazón me negaba el descanso. Había fallado? Giraba sobre mí misma una y otra vez escudriñando la telaraña que era aquella niebla – No, no… por favor… no… por favor, mi Dios… permíteme salvarla!  - Aún di una vuelta más hasta comprender que no les encontraría. No había rastro alguno. Y ellos no les habrían dejado pasar… verdad?  -Magia? Magia de... los orcos?... 

Bajé la espada cuando volví a enfocarles. Y con la respiración aún en un torbellino me obligué a tomar aire despacio; me obligué a serenarme, a inclinar la cabeza levemente, que nunca la mirada, y presentarme con la cortesía obligada y merecida.

-Por favor, disculpadme. Soy Niké, elegida del Invencible- Aún permanecí inclinada un segundo más para erguirme firme un segundo después. Mis dedos rozaron levemente la gema, incrustada en la armadura, que pendía sobre mi corazón – Compasión, - y buscaron luego la cicatriz de mi dios en la frente, - voluntad,- y rozaron el brazo – y poder, os sean concedidos. – la voz fue suave pero angustiada. Un dolor casi físico me punzaba en el centro del pecho. En el centro de la frente… - Y lo lamento pero debo seguir mi camino. Persigo a unos seres viles. Orcos miserables que han raptado a una niña. Debo encontrarla. Debo hacerlo. No puedo fallarle... Magia o no, no dejaré de buscarla. Lo juré. Decidme... Habéis oído algo? Debéis haberla oído. Sus gritos eran desgarradores… Estaban ahí… hace un minuto. Estaban ahí….

Bueno, al menos aquella bella mujer no parecía obra de las brumas, como el moribundo que acababan de ver.

Kelris quiso sin embargo comprobarlo.

Encantado Niké, elegida del Invencible- bella y algo trastornada al parecer.- Mi nombre es Kelris Tel'Quebar.

Se adelantó y le estrechó la mano.

Mi compañera se llama Kendra y nos acabamos de conocer hace pocas horas por estos bosques. No seguimos un rumbo fijo así que, si es cierto lo que dices sobre una niña secuestrada por orcos- la mujer quizás estaba loca de remate y lo que contaba no era más que su propia fantasía, pero no tenía nada que perder- te ayudaremos a buscarla. Bueno, al menos yo prometo ayudarte, no sé si Kendra tiene otros planes.

Se giró hacia la elfa.

- Qué te parece si ayudamos a esta pobre mujer? Parece tener un noble propósito.

Por dónde se han marchado? Nosotros no hemos visto ningún orco ni escuchado ningún grito, pero este lugar está encantado así que habrá que tener mucho cuidado y salir de aquí cuanto antes.