Partida Rol por web

Los cuatro tumuluarios rezagados ya se habían pertrechado con arcos y flechas. Avanzaron hacia la pared del cráter más cercana a la cueva, la meta, o la vía de escape, como se le quiera llamar. Trataron de coordinar sus disparos a la cabecera del pelotón para intentar evitar que escapasen. Una flecha a Alice debería bastar para derribarla, herida como está. Tres flechas a Aire bien que harían falta para abatirla.

Fiuuuu...-la flecha contra la maga pelirroja falla.

Fiuuuu...-la primera flecha contra Aire le alcanza en el hombro, y la fuerza del impacto lateral frena un poco su inercia.

Fiuuuu...-la segunda saeta se le clava en el muslo de lleno, y ralentiza su carrera dejándola como un blanco fácil.

Fiuuuu...-la tercera saeta, se arranca por bulerías y se queda corta.

Los dos tumuluarios que alcanzaron a la hechicera morena miran al tercero recriminándole su pésima actuación. Le habían dejado el tiro a huevos, pero en todo grupo de amigos siempre hay el típico torpe en el disparo con arco que les amarga la fiesta. Ese no-muerto paquete se encoge de hombros: ha sido el viento.

Pero a pesar de las heridas, Alice y Aire ya divisan la entrada a la cueva, y están a punto de reunirse allí con Becky y los Paladines de Herioneous, que parece el nombre de una banda de bardos, y son igual de holgazanes.

Los cuatro tumuluarios que iniciaron esta cacería también hacen un buen trabajo. Del pelotón de cola, Onfale, que corre que se las pela (las rodillas si se cae, no tiene otra cosa que pelarse el eunuco), se lleva un flechazo en el cuello justo cuando alcanza a Leiath, Tybalt y Flame. En cuanto a Flame, otra flecha le alcanza justo en una herida abierta, contrarrestando su aura curativa. Y Tybalt logra esquivar la destinada a él, pero no puede hacer nada para evitar que uno de los proyectiles pase por delante de la frente de Leiath y se la lacere con uno de los laterales de otra flecha.

El grupo de rezagados también puede tener éxito en esta evasión, pero Flame es la que lo tiene más difícil. Con que la chica de la vomitona baje un poco más el ritmo, o uno de los demás deje de correr, los tumuluarios que suben por la rampa se pondrán al lado. ¡Al lado! El eco repite esa palabra dándole un toque aterrador: al lado, lado, ado, AdO, AdO, AdO...

También son conscientes de que cuando haya menos objetivos, más flechas se concentrarán en aquellos que se queden rezagados. Por suerte, aún pueden lograr una úlitma ayuda. A nueve décimos del total de la rampa hay una estructura de nieve que podría darles algo de cobertura. Si Leiath, Onfale y Tybalt se cansan, llegarán justo hasta allí. También llegará Flame, si lo da todo.

Onfale tenía un bello tatuaje en el cuello. Representaba una flor de doce pétalos de extrema belleza, una obra de arte realizada pro uno de los mejores tatuadores que su Creador había hecho venir de mundos ya muy lejanos. El problema de las flores es que adoptaban formas geométricas recurrentes de la naturales y una de ellas era la circunferencia.

Esto fue su perdición, esta vez, pues los tumularios habían tomado su tatuaje pro una diana. Cuando la flecha penetró su cuello, justo en el blanco, recordó el dolor que le había producido el tatuaje en su día. La aguja hacía menos daño pero repetidas veces. Al igual que entonces, ahora apretó los dientes y soltó un estridente gemido para aguantar el dolor. No iba a pararse. No iba a soltar la lanza. No iba a detenerle un mordisco en el cuello y pro la espalda. Cada vez estaba más cerca.

Eran esos malditos arqueros los que estaban dejando como un colador a sus amigos, pero la jóven bruja no llegaba a verlos con claridad y por ende ellos no verían con claridad el símbolo de Hala.

No había otra que seguir corriendo y buscar un sitio con cobertura.

La pequeña herida inflijida por una de aquellas flechas despertó al fin los ateridos músculos de la sanadora y pareció darla alas para correr más rápido por la maldita rampa.

La salvación estaba cerca, solo un par de metros más y estaría a cubierto. La flecha clavada era una tortura continua, pero no podía pararse, no ahora. Pero al ver la cueva, una idea funesta paso por su mente: “puede que hayan capturado al grupo de viejos y es una trampa.” Entonces pensó en Hollín, el cuervo podría mirar dentro de la cueva. ¡Hollín, mira si hay algún peligro en la cueva! Pero la maga no paro de correr, eran las flechas o una posible trapa.

Aire sintió cómo el frío acero de las flechas penetraban y desgarraban sus músculos. La hechicera gritó, llena de furia, y estuvo a punto de girarse. Pero la astucia que le concedía la magia que la rodeaba la hizo girar la cabeza en primer lugar. Si se detenía para atacar con magia, sus compañeros podrían ser alcanzados. Frunció los labios y gruñó. Acabaría después con esas criaturas, cuando estuviera a salvo y no matase a otro por el camino

La lluvia de flechas no cesaba y esta vez el más perjudicado fue Onfale. También Tybalt se lamentó al ver que al evitar una flecha casi hace que hieran a la bruja de Hala. -¡Leiath, corre, ya queda menos!- La arengó al ver que en medio de una carrera poco podría hacer para defender a su salvadora. Y, sin saber si realmente fue por sus palabras, la mujer les sacó una ventaja considerable.

Por su parte, el tiflin estaba tan centrado en el bienestar de la profeta de Hala que no prestó mucha atención por el suyo propio. Resultaba que aquella gran ventaja no se debía solo a que Leiath había redoblado sus esfuerzos si no que el espadachín estaba descuidando su ritmo... La entrada a la cueva estaba todavía lejos, tan solo esperaba poder llegar hasta el carámbano de hielo que le ayudaría a no ser un blanco tan fácil.

Flame sabía cuando había que huir de una batalla aunque últimamente parecía que esa decisión la tomaba con cada una de las batallas en las que se encontraba. Pero aún así, sabía que era hora de seguir corriendo. Tanto ella como los demás empezaban a parecer un colador con tantos agujeros en su cuerpo, pero aquello no sería motivo suficiente para no seguir adelante. Además, ella no quería ser la única en enfrentarse a los tumularios, por lo que trató de darlo todo para poder llegar hasta el final sin morir en el intento.

¿Alguien dijo que la flecha había alcanzado a Leiath? No, no lo había hecho. Por los pelos pero se salvó de esa antiestética cicatriz de relámpago en la frente.

La última carrera. Flame llegó a la casamata de nieve. De los cuatro arqueros tumuluarios que eran consciente de su presencia, solo la mitad la hicieron objetivos de sus flechas, y ninguna la hirió. Por contra, Tybalt era un alfiletero de calamidades. Primero, el tiflin tropezó y cayó. Así, tumbado sobre la rampa, ofrecía muy poca superficie a los arqueros. Aún así, la constancia tiene su premio, y uno de los tumuluarios le alcanzó con una flecha.

También le alcanzó, pero en la carrera, el tumuluario más rápido. Tybalt se puso en pie, escapando en el último instante de la garra necrótica, justo para ver que Flame también alcanzaba la cueva...

Cuando Aire y Alice entraron malheridas en la gruta, los demás se alarmaron. Lord Sauvage estaba arrodillado junto al viejo Fray Sébastien. A duras penas lograron levantarse y caminar desde su rincón resguardado al centro de la cueva. Lady Arquette estaba sentada junto al rastrillo de hueso, vigilando con Becky mientras le hacía trenzas en el pelo, como si fuese su nieta más favorita, más incluso que Aire.

¿Qu'est-ce qui se passe?

Antes de que Aire y Alice pudiesen dar explicaciones, Onfale llegó a la carrera, sin un rasguño, y con una lanza de oro que no era suya.

¿Huyendo tras dérober, Onfale? ¿Qué has fait?

No es moment para esto. Si les están a la chasse, debemos escapar.

Becky y Lady Arquette se pusieron a subir el rastrillo de hueso empujando ambas de la manivela. Cuando Leiath llegó, todos se agolpaban junto a la salida. Cuando lo hizo Flame, el rastrillo estaba lo suficientemente alto para que todos pasasen.

¡Becky, tendremos que usar la idée que le contaste a Fray Sébastien!

¡Rápido, al carámbano!

Una de las púas gigantes de hielo que decoraban esa cara de la montaña estaba a la altura de la cueva. Caminaron sobre ella, resbaladiza, insegura. Eran como prisioneros caminando por la tabla de un pirata. Se estaban acorralando a sí mismos, y solo se dejaban la opción de saltar.

¿Y Tybalt?

Tybalt no apareció. No podían esperar más. Becky echó un último vistazo de despedida y se dió la vuelta para subir también a la púa de hielo. Tybalt llegó a la cueva poco después. Estaba desangrándose, con parte de su vida sustraída. Sus tres perseguidores le dieron una tregua, decelerando al llegar a la cueva, pensando que allí podrían ser emboscados. Pero no, no había nadie.

অ্যাসিড তড়বড়

La salpicadura de ácido conjurada por Becky deshiló la tira que a modo de cuerda unía la manivela y el rastrillo. Tybalt pasó por debajo justo antes de que la cuadrícula de huesos empezase a caer. El primer tumuluario sujetó los huesos para evitar que llegasen al suelo. Los otros dos se escurrieron por debajo para seguir la persecución.

¡AHORA, FRAILE!

прасак.

Leiath reconoció el conjuro. Era un estallar, una explosión de sonido. El ruido apareció tras las espaldas de Tybalt y Becky. Alcanzó a los dos tumuluarios, pero no fue suficiente para destruirlos. También alcanzó la base de hielo de la aguja a la que se habían subido...

El hielo se resquebrajó. Aquel gran risco de agua helada se desplomó sobre la ladera de nieve como la quilla de un barco recién botado. Sobre la insegura superficie de hielo, el grupo descendió a toda velocidad como un trineo, dejando a los tumuluarios atrás. Cada vez más y más rápido. Pronto la aguja y todos los viajeros se estrellarían contra la nieve del suelo.

Flame llegó agotada hasta la cueva, por una vez las cosas les habían salido bien y se habían librado, aunque solo fuera por los pelos y una vez más gracias a la ayuda de Becky de los viejos. Entre ellos habían tejido una interesante estrategia para salvarles a todos, así que no le quedó más remedio que darle las gracias, o eso haría si es que no se estrellaban en algún momento.

Y ahí estaban los viejetes! Pero... qué demonios hacían?

Leiath entrecerró los ojos intentando enfocar su vista para discernir qué hacia la panda de abuelos cuando todo se vino abajo. Su primer pensamiento fue para Tybalt que sabía se había llevado los golpes que podrían haberse repartido Flame y ella misma. Se giró para ayudar al tiflin a pasar pero sus reflejos no eran precisamente de lince. Menos mal que Hala velaba por el semiinfernal y consiguió colarse por la trampa creada por el inserso.

Entonces el suelo se volvió inestable a los pies de la bruja y como era de esperar se tambaleó como un poste en aquella superficie tan resbaladiza.

- Nada de robar. No es lo que parece.- Es lo único que se le ocurrió decir a Onfale en su defensa. Afortunadamente no había tiempo para andarse con memeces de paladines y los acontecimientos volvieron a precipitarse. ¡Qué locura había preparado Becky? Al no fiarse de ella demasiado se subió al carámbano de hielo con mucha inseguridad. Los momentos que pasaron hasta que Tybalt por fin apareció por la cueva se le antojaron eternos y de gran tensión. Ya todos reunidos comprendió cuál era el plan de la alocada rubia y se ató la pesada lanza a la espalda para tener las manos libres. Craso error. La lanza le hubiera dado , cual equilibrista, la estabilidad que le faltaba en el resbaladizo hielo.

- Aaaaaaah.

La maga siguió las órdenes que le daban los viejos y la rubia loca. No sabía muy bien que iban a hacer hasta que la aguja de hielo se desprendió, entonces solo pudo gritar un. No, Esperaaa…

Aire corría como podía con las flechas clavadas, aún con sus ojos negros desafiantes. Al llegar ante los viejos y la loca Becky, lo único que podía haberla calmado era la curación de alguno de aquellos. Pero no, era más divertido subirse a un trozo de hielo. Pero la muchacha no tenía ganas de discutir. Quizá podía haberse dado la vuelta, intentar lanzar un conjuro y acabar con los tumularios, pero no quiso malgastar más energía. No dejaba de repetirse que Kaevhas estaría al final de esa carrera, que les atacaría con todo su arsenal, y que no podrían hacer nada para defenderse de él.

Pero Aire debía haber meditado antes de subirse, incluso haber intentado parar a aquellos locos que les habían lanzado a una caída y un golpe seguro. Aire se agarró como pudo, esperando el golpe final.

La reserva de suerte de Tybalt se había agotado después de tanta intervención de Hala. Y ello quedó patente después del torpe traspiés que el mestizo tuvo en la rampa. Además, al haber quedado tan atrás, el tiflin se convirtió en un blanco demasiado llamativo para esos arqueros que les estaban dando caza. Y, como guinda del pastel, los tumultuarios que subían tras ellos llegaron hasta donde estaba el espadachín para servir de desquite por la muerte de Hanuatu.

Ya no había divinidad que intercediese por Tybalt. Tan sólo sus propias ganas de vivir, sus reflejos y su aguante podrían sacarlo de tan espinosa situación. Durante una fracción de segundo, el semiinfernal miró al frente para ver como el último de sus compañeros entraba en la cueva. "Por lo menos está a salvo." Pensó en Leiath. No es que no se preocupase por el resto, pero tan solo la bruja era la protegida de Hala. El tiempo volvió a su cauce y Tybalt reaccionó con toda la rapidez que tuvo. Se levantó de un salto a la vez que varias flechas silbaban a su alrededor. Sintió cómo una se le clavaba en un costado clavándose profundamente en su cuerpo. Sin mirar atrás, echó a correr con las pocas fuerzas que le quedaban para llegar hasta la cueva. Pudo evitar un zarpazo de un tumulario, pero otro más avispado consiguió clavar sus garras sobre su carne. Tybalt hizo lo que pudo por no sucumbir al siniestro efecto de esa herida y, aunque su fuerza parecía abandonarle, continuó corriendo.

Jadeando y empapado en sudor, por fin llegó a la cueva para ser presa de otro sobresalto. Por un momento pensó que se trataría de otro ataque, pero era uno de los ancianos el causante de la explosión y mientras trataba de mantenerse en pie comprendió lo que acababan de hacer. Sin duda todavía le quedaba algo de suerte al tiflin. Aunque medio muerto y casi sin fuerzas, parecía que el espadachín todavía entraba dentro de los planes que Hala tenía para su profeta. 

El témpano se deslizaba a toda velocidad. Sin rozamientos... casi. La ladera de la montaña seguía siendo irregular. En multitud de ocasiones aquel cono-trineo cogía baches. Los más livianos hacían temblar toda la mole sobre la que viajaban. Los más extremos servían de trampolín para que el témpano gigante abandonase por unos segundos la seguridad del suelo.

En una única ocasión, con aquel cohete literalmente volando, el cono empezó a rotar hacia la derecha, con los fugitivos ahora escorándose hacia el borde cada vez más. En aquella trayectoria suicida, llegó un momento en el que estaban bajo la aguja de hielo, en su descorazonadora sombra que les privaba de la luz de la luna. Solo la inercia los mantuvo pegados al hielo. La rotación siguió su curso, y por suerte el témpano volvió a chocar contra la nieve tras otros ciento ochenta grados.

Al final del trayecto, la velocidad era tal que no pudieron seguir manteniendo el equilibrio por más tiempo. La aguja de hielo chocó contra la nieve como un barco recién botado deslizándose por los rieles de la atarazana hasta el mar. Aire a penas voló una veintena de pies. Onfale, treinta pies. Los viejos, las magas y Leiath se llevaron la peor parte, volando a cuarenta pies por el cielo. La nieve amortiguó un poco el golpe. Uno a uno, fueron alzando las cabezas para desenterrarse.

Y mientras, como una gran ballena sumergiéndose en un mar blanco, el aterrizaje levanto grandes olas de nieve hasta los ochenta pies de altura. Y cuando la nieve volvió al suelo, solo quedaban dos siluetas rojas, manteniéndose en pie en aquel proyectil ahora estático: Tybalt y Flame. Poco a poco, el aura de la humana, que nada tenía que envidiar a Hala, fue recuperando las fuerzas del tiflin, pero aún tenía un pinchazo dentro, como si aquel tumuluario que le tocó con su garra podrida le hubiese robado una parte de su alma.

La única desaparición fue la de Alice. Nadie la veía. Hollín, por contra, parecía sobrevolar un punto concreto de la estepa nevada, como marcando un lugar... Leiath encontró a Alice con graves moratones y la piel quemada por la nieve. El choque había hecho papilla sus órganos internos y se estaba desangrando por dentro.

En cuanto Flame vio al cuervo volar entorno a un lugar en concreto echó a correr hacia allí. A pesar de que el cariño que sentía hacia la maga se había ido volviendo cada vez más inexistente, lo que sí que era cierto es que la había salvado la vida en innumerable veces y por eso se sentía en deuda con la rubia. Así que con el brillo de su escama en pleno rendimiento, corrió hasta ella todo lo rápido que pudo. Quería echarla una mano y ayudarla a sanar sus heridas, luego Leiath podría intervenir y sanarle gracias al poder de Hala las que quedasen.