Partida Rol por web

Las Llanuras del Hambre eran una gran extensión de nieve, salpicada de lápidas de piedra. Como un enorme cementerio. Aunque es cierto que no existía comida que recolectar o cazar, Fray Sébastien dió otra versión de porqué se llamaban las Llanuras del Hambre. Al parecer, hace mucho tiempo, Kostchtchie (uno de tantos señores demoniacos del abismo) mandó un ejército de sus gigantes para matar a Orcus y conquistar Thánatos. Orcus los detuvo en las Llanuras del Hambre, con grandes hordas de muertos vivientes. Sin otra cosa de la que alimentarse, y muriéndose de hambre, los gigantes empezaron a devorar los cadáveres de los no-muertos, de ahí el nombre.

A lo largo de los siguientes días, divisaron en el horizonte grandes polvaredas de nieve. Lady Arquette explicó que se trataban de hordas de muertos vivientes. Esqueletos... zombis... y cosas peores. Su número era lo suficientemente elevado para verlos llegar a lo lejos, y dar rodeos para evitarles. También les contaron que la mayor parte de no-muertos convocados desde el plano material con un conjuro de convocar muertos vivientes provenían de esta región, y volvían a ella tras servir a nigromantes malvados.

Gracias a las protecciones contra las temperaturas de Becky y Lady Arquette, no fue necesaria usar la madera; y gracias a los hechizos para crear sustento y proteger de la energía negativa de Leiath y Fray Sébastien, sus necesidades estaban cubiertas. El que era un auténtico lastre era Lord Sauvage, que no paraba de quejarse y refunfuñar todo el tiempo, pero por lo demás todo parecía ir bien: la luna les iluminaba en el cielo, y el cometa... bueno, el cometa cada vez volaba más bajo. Hasta que en su trayectoria empezó a descender hacia las Llanuras del Hambre.

Cuando ya estuvo lo suficientemente cerca, aquella bola incandescente de fuego demostró que no se trataba de un simple meteorito. Ahora, con la proximidad, se le veía rodeado de aros metálicos que giraban y giraban atrapando al cometa en el centro de su órbita. Y finalmente se estrelló en la nieve a media legua de ellos. En la mano de los aventureros estaba investigar aquel extraño fenómeno, o eludirlo y dar un nuevo rodeo a los peligros de las Llanuras del Hambre.

Había estado a punto de matar a “Sir Quejica de las tierras Llorosas” con una bola de fuego, pero estaba segura que el resto del grupo no apoyaría su solución.

La maga entrecerró los ojos para poder ver mejor la extraña estructura. ¿Pero qué narices es eso? Trato de recordar alguna ilustración de los compendios sobre los planos exteriores que se pareciera al artefacto. La mayoría de los compendios sobre planos infernales estaban incompletos. La mayoría de los exploradores que se internaban en las regiones infernales, por desgracia, no sobrevivían o cuando regresaban a su plano natal estaban tan locos que sus escritos eran una sarta de frases incongruentes e ilegibles.

Dentro de lo que cabía, gracias a los santurrones que les acompañaban, el grupo se iba desenvolviendo medianamente bien por las Llanuras del Hambre. Onfale empleaba todo su tiempo libre en su aseo personal y en anotar todo lo que iba conociendo del macabro plano. Así se mostró interesado en las historias que contaba Fray Sébastien sobre la historia real del nombre de las llanuras y los datos que Lady Arquette daba acerca de la nieve en suspensión que a veces veían en el horizonte. Todo le resultaba de gran interés. Quizá algún día tuviera un aprendiz al que pasar todos sus conocimientos adquiridos en una larga u fructífera vida. Aprovechaba también la caminata por las arduas planicies para conversar con Lady Arquette, interesado en consultar su libro de conjuros en el caso de tener la ocasión.

- Yo también odio el frío.- Contestaba a las innumerables quejas del anciano paladín. Cuando Alice exclamó mirando al cielo, Onfale puso la mano a modo de visera sobre la frente. Sorprendido pro la cercanía del cometa se dedicó a observarlo concienzudamente.

- Parece más un medio de transporte que un cometa.-Dijo. Extrañado por la trayectoria que parecía tomar, directo a estrellarse en las llanuras, no le sorprendió el final.- Vayamos a echar un vistazo,. Lo más rápido posible. Al igual que cuando nos estrellamos con el barco, atraerá la atención de una de esas hordas de no-muertos.- Incluso la de Kahevas.

Aire caminaba con pesadez. No era divertido ver siempre lo mismo, y cuando pasaba algo interesante, como la nieve mágica que se levantaba sola, no la dejaban ir corriendo a jugar con ella. Así que se aburría mucho, muchísimo. Aristóteles tampoco le hablaba, se había cansado de contarla historias y secretos sobre la magia. Su abuela tampoco le hacía mucho caso, seguramente entretenida en coordinar sus piernas para no caerse. Pero lo importante era que... Aire se aburría.

Se fijó en el cometa cómo iba cada vez más bajo. Pero no dijo nada. Miraba hacia atrás, disimuladamente, esperando que el cometa estuviera suficientemente cerca para cogerlo. ¡Era una pelota enorme! Y, al menos se podría entretener. Si la pelota iba a su encuentro, no la podrían decir que no la cogiera.

Así que había conseguido ilusionarse. Cuchicheaba con Aristóteles, le contaba todo lo que iba a hacer y se preguntaba cuántos pelotazos podría aguantar Flame en la cabeza antes de que escupiera ácido. Quedaba poco, cada vez poco...

Y Alice tuvo que verlo. No sólo le bastaba eso, si no que había avisado a los demás ¡Es mío, es mío! ¡Yo lo he visto primero, es mi pelota! gritó, cogiendo carrerilla para llegar primero al lugar del impacto.

Flame negó con la cabeza repetidamente. Sabía que sus compañeros se dirigirían al encuentro de lo que fuera aquello. No habían tenido historias suficientes para contar, que seguían teniendo que descubrir más y más cosas. Sabía que era imposible convencerles de lo contrario.

Desde que la mujer rubia había comenzado sus andanzas había visto ya muchas cosas. Su espíritu de aventurera se había apagado cuando acabó en ese plano infernal, y se había terminado de morir en el mismo momento en el que había perdido literalmente la cabeza.

Ya no le quedaban ganas de explorar, ni de luchar, solo quería regresar a su plano material y poder vivir una vida tranquila e incluso aburrida. Pero si tenía una cosa clara, es que para lograrlo, tendría que mantenerse con vida, aunque fuera una vida triste y aburrida, pero con vida. Y para eso, tenía que seguir junto a sus compañeros, así que si ellos iban hacia el meteorito, ella iría con ellos. ¡Qué remedio!

Finalmente, tanto la situación como el exiguo número de vías de escape obligaron al variopinto grupo a adentrarse en la Llanura del Hambre con el nada sencillo objetivo de cruzarla. Pero la magia hacía que lo que perfectamente podría haber sido una sentencia de muerte, se convirtiese en un paseo levemente desafiante. De nuevo cabe mencionar que el nivel medio de peligros por minuto sufridos hasta ahora hace que el concepto "levemente" y "desafiante" adopten un significado relativo. Está claro que después de adentrarse en el palacio de la mismísima reina Missantra para robarle, escapar de un plano en un barco volador mientras son perseguidos por el Horror Diletante, ser asediados día y noche por horribles criaturas mientras esperaban al Mane, ser perseguidos por un mago rencoroso y su pequeño ejército y librar una pequeña batalla en el interior de un cráter; hacen que la sensibilidad que uno pueda tener hacia el peligro se diluya un poco. Por lo que una horda de no muertos exageradamente lenta y dolorosamente visible a leguas de distancia, suponía más una molestia que un verdadero peligro.

Pero, como no podía ser de otra manera, la rutina de viajar evitando a las hordas de caminantes y aguantando las quejas de Lord Sauvage se vio interrumpida por un fenómeno que dejó estupefacto a Tybalt. Aquel objeto que en un principio parecía un cometa se dirigía hacia un punto no muy lejano a donde se encontraba el grupo de fugitivos. El tiflin contempló la escena con una mezcla de sorpresa, estremecimiento y un poco de entusiasmo infantil. Desde luego no se veían sucesos así en las profundidades de un océano abisal. Por lo que una curiosidad natural creció en su interior junto con una cautela instintiva que que le iba a la zaga. Las diferentes teorías de sus compañeros le pasaron desapercibidas al semiinfernal mientras contemplaba con los ojos muy abiertos en impresionante espectáculo que suponía el impacto de aquel objeto. Pero la llamada del deber y el sentido común enseguida lo sacaron de su asombro. Debía proteger a Leiath en su misión de llegar hasta la fuente de poder de Orcus. Y semejante escándalo sería tan llamativo como un faro en la noche por lo que no tardarían en aparecer bestias y criaturas para merodear. -Démonos prisa.- Dijo simplemente el tiflin al ver que el grupo comenzaba a moverse hacia el lugar del impacto. Un fugaz pensamiento le hizo saber que actuando así no eran tan diferentes de los seres que los asaltaron en el barco cuando se estrellaron. Tybalt no pudo evitar sonreír para sí ante la ironía. "Tan sólo será un vistazo." Se respondió dejando entrever la sutil diferencia entre actuar como un carroñero y hacer una maniobra de exploración. "Cómo moscas a la miel." Aquella expresión parecía resumirlo todo.

La jóven samaritana odiaba ese plano. No ya solo por las desgracias que traia sino porque su bondadoso corazón sufría viendo a esas pobres almas deambulando por todas partes, tristes y malditas. Le hubiese gustado hacerlas desaparecer a todas para siempre.

Pero como bien sabía, Hala tenía otro cometido para ella; debía cuidar de su pequeño rebaño y librerar las almas de la Rosa de Laón. Asi que se pegó a las fladas del fraile, pues 'el saber no ocupa lugar' como decía su madre, y le fue friendo a preguntas por el camino. Asi es como se enteró de que su dios se llamaba Hironeous, y no 'Jinoneyus' como ella había creido escuchar. Que era un dios bondadoso de otro plano. Y muchas otras cosas que a bien tuvo por contarle el viejo para quitársela de encima.

Entonces ocurrió de nuevo otro hecho inesperado y, cuando Leiath quiso reaccionar, la alocada Aire ya se habá lanzado a meterse en más lios.

Cómo la hubiera gustado haber tenido preparada una plegaria  para consultar con su diosa sobre aquel extraño fenómeno, pero la bruja novata nunca llevaba las cosas que se necesitaban.

Sin pensarlo dos veces salió en pos de la mujer y el osito.

- Cuidado, Aire! Esperanos!

Tras dos días caminando codo con codo con la anciana maga, Onfale no le había visto consultar un libro de conjuros ni una sola vez. Así que para su gran decepción, el eunuco había concluído que se trataba de una hechicera, y que no había ninguna página interesante para leer en aquella ocasión.

Leiath, por su parte, había tenido que tirar un fardo de leña de unas veinte libras para poder hacer sitio en su bolsa de contención al diamante. Le quedaban cien libras de madera que no tenía pinta de tener oportunidad de usar en un futuro cercano.

Y como todos, con sus alegrías y sus decepciones, seguían haciendo lo que mejor se les daba: sobrevivir malamente. La historia de aquel cometa era una historia de supervivencia, y aunque ni Onfale ni Alice tuvieran la menor idea de lo que era aquella esfera de aros con luz dentro, pronto aprenderían una importante lección...

El cometa chocó contra la nieve formando un cráter poco profundo y un momentáneo destello de luz. Cuando se aproximaron lo suficiente, vieron que la estructura giratoria de aros concéntricos seguía con sus rotaciones, levantando algo de nieve, excavando, y hundiendo tan lentamente la estructura que el proceso de enterramiento llevaría días.

La luz del centro de la esfera era un humanoide musculoso y sin vello en su piel plateada. Tendido en el suelo en posición fetal, no se podía admirar en toda su extensión los nueve pies de alto que debía de medir estando de pie. Pero sobretodo, lo que más llamaba la atención de aquel ser, eran aquellas hermosas alas blancas.

¡¡¡SACREBLEU, ES UN ÁNGEL SOLAR!!!-exclamó el fraile.

 Aaaaaagh... el dolor... necesito que el dolor se detenga...

Efectivamente, sin protección contra la energía negativa, su piel se iba desgajando en pequeños granos que se desprendían y ascendían para formar parte de aquella capa de Thánatos. Pero es que a la vez, la curación sobrenatural del ángel solar reponía las partes heridas. Aquel pobre ser estaba en un círculo eterno de sufrimiento, muriendo y curándose a partes iguales en perpétua agonía.

Los aros giraban a bastante velocidad, manteniendo a la criatura celestial atrapada, y a la vez impidiendo que Leiath o Fray Sébastien estirasen los brazos y tocasen el ángel para protegerle con su toque protector. Y había algo más que le deba a la esfera metálica el aspecto de jaula... Por un instante, unos segundos nada más, una de las intersecciones de los aros materializó por arte de magia un ojo de cerradura. Antes de que Onfale pudiese meter sus ganzúas, los aros giraron hasta desalinearse.

Mientras, a la luz emanada por el ángel, se formaban formas alargadas en las lápidas de los alrededores. Pero algo estaba mal con esas sombras... Si el foco de luz era el ángel, la sombra debería estar proyectada desde la lápida hacia afuera. En lugar de eso, parecía que las sombras se acercaban hacia el ángel, lo cual no tenía ningún sentido...

¡¡¡SOMBRAS!!! ¡¡¡MORTS VIVIENTES!!!

Aún estaban a tiempo... podían echar a correr, y abandonar al ángel solar a su suerte. O podían luchar, y esperar varios segundos hasta que los aros de la jaula se volviesen a alinear para mostrar la cerradura que podría dar la libertad a aquel ser sintiente.

Hechiceros =una gran decepción. Eso es lo que sentía Onfale hacia Lady Arquette. Mirando el lado positivo: una persona menos a la que lamer el culo. Ya casi tenía úlceras en el músculo bucal. Aún así su trato con ella lo mantuvo cordial, aunque mucho menos frecuente, pues la necesitaba para que el clérigo les bendijera con sus conjuros de protección del infernal plano.

Sus vastos conocimientos no daban para saber qué artefacto era ese tan extraño. 

- ¿Una jaula?- Expresó en voz alta, temiendo que lo que hubiera en su interior no debiera ser liberado. Pero luego Fray Sébastien habló de un ángel y los ojos azabache de Onfale mostraron una curiosidad innata en él. 

Menudo ejemplar.- Si Tybalt gozaba de un físico excepcional y atrayente, el ángel no se quedaba atrás, sino que lo superaba. Hasta tenía alas. Le faltaban los cuernos del semiinfernasl, eso sí.  Estrellado el artefacto giratorio en la nieve, ésta comenzaba a parar la inercia de los discos. Por un momento le pareció ver una cerradura.- No puedo acercarme pero...juraría que he visto una cerradura.- Instintivamente se llevó la mano a su juego de ganzúas y se acercó hasta donde la prudencia le permitió.- Tranquilo, cuando esto pare podremos sacarte de ahí.- La situación le recordaba a uno de los primeros encuentros con su grupo original, en el que tuvieron que liberar a Sandasola en la torre Stabcrow. Por su puesto no pudieron tener calma suficiente como para que realizara el trabajo en paz.  Ya les acechaban los muertos vivientes. - Necesitaré algo de tiempo.- Advirtió a sus compañeros a la vez que desenfundaba la espada corta que le había dejado Tybalt y se acercaba a Leiath para protegerla.

Vayamos a divertirnos en menos de un segundo, Aire se había olvidado por completo de su nuevo juguete redondo y volvía a usar la magia. La sonrisa macabra de la bruja apareció en sus labios, mientras se alisaba las mangas y caminaba hacia Alice.

¿Jugamos? Veamos cuántos somos capaces de derribar... Sígueme le dijo a la hechicera del fuego, saliendo del hoyo y poniendose frente a las sombras de muertos vivientes que se aproximaban.

Ohhhh, un ángel! Los ojos de la bruja chisporroteaban como una adolescente frente a su ídolo juvenil. Y había caído del cielo! Era esa una ayuda que les mandaba su amada diosa? O quizás incluso el benigno Hironeius prodría haber mandado un regalo a su humilde servidor Fray Sebastién. Sea como fuera había que sacarlo de ahí.

- Onfale, te lo ruego, centrate en sacarle de ahí.

Se dirigió al eunuco pues tenía fé en sus habilidades. Ella se enfrentaría a lo que fuera que se acercaba a interrumpirles.

Sin esperar más, murmuró una plegaria y la bendición de Hala cayó como un velo de agua fresca por el alma y cuerpo de sus amigos.

La maga centro la vista en las sombras, mientras jugueteaba con los componentes de la bolsa de componentes y buscaba una posición segura dentro del grupo. ¿Cuántos son?

Uno, dos, tres... en total ocho sombras como el amigo de Olisk (a.k.a., el Mane) en el sótano de la torre de Dorvinia. En aquella ocasión, Leiath lo logró espantar con la ayuda de Hala. Y ahora son más poderosos. Todos lo son. Incluso Alice, que aquella vez salió corriendo escaleras arriba abandonando a sus compañeros a su suerte, esta vez cierra filas con los suyos. Claro que no hay a dónde huir...

La luz emitida por el ángel abarcaba sesenta pies, que era más o menos lo lejos que podía estar un muerto viviente con el poder de Hala aún haciéndole efecto. Las sombras ya estaban a cincuenta pies, y acercándose. ¿Qué podía salir mal?

¡NO VOY A MORIR! ¡NO VAN A MATAR A DIAMABEL!

¡Ese es el espíritu, ángel solar! ¡Hay que ser optimistas!

¡DOLOR! ¡LA MUERTE SE RESERVA PARA UNOS POCOS AFORTUNADOS! ¡SOLO BUSCAN MI SUFRIMIENTO!

Bueno, ¿pero qué es la vida sin unas cuantas piedras en el camino? Sin el sufrimiento, ¿dónde estaría el desafío?

Tybalt no logró ver las ocho sombras que se aproximaban más allá del límite de la luz...

Onfale recordaba esas sombras demasiado bien, como para olvidarlas. Ni ocho compañeros contra una sola de ellas habían conseguido exterminarla y ahora venían ocho en aquel plano que fortalecía a aquellos engendros de la oscuridad.

- ¡Usad la magia! Mucho cuidado u os drenarán las fuerzas.- Recordaba cómo uno de aquellos seres había dejado a la Bruja de Hala en las últimas en la torre de los Tres Colmillos. Tampoco era agradable recordar que incluso él, con su Perezoso convertido en un estoque mágico, no había conseguido impactar la difusa silueta éterea de las sombras ni una única vez. Al final habían tenido que huir como cobardes.

La maga sonrió, era la hora de la venganza. En la torre de los tres colmillos las sombras habían hecho que la pelirroja quedara como una estúpida y una niña mimada, pero ahora la maga era más poderosa y tenía más experiencia. Saco el polvo de azufre y chasqueo los dedos mientras apuntaba la cuatro de las sombras. ¡Morid insensatos! La pequeña esfera roja impacto contra la nieve estallando, inundando todo de muerte y destrucción.

Atacar a todos a la misma, hay que evitar que se regeneren. La idea era obvia, pero no estaba de más recordarla de vez en cuando.

En cuanto vio que lo que tenía delante era un montón de sombras, Flame chasqueó la lengua. Sabía que esos enemigos resultarían imposibles de vencer y además ella seguramente fuera un plato de buen gusto para ellas. Resultaban imposibles de vencer para ella, que había perdido todas sus armas mágicas y que mucho menos disponía de nada incorporal para afectarles. Pero por suerte, su condición de chamán del dragón le facilitaba algunas técnicas que aunque no fueran a resultar muy rápidas, al menos podría ayudar ligeramente a sus compañeros.

Estaba cansada de seguir con aquella vida, aunque había que reconocer que el cuerpo casi celestial de aquel angel solar, había despertado algo en ella que creía que había muerto. Era hora de ponerse las pilas y comenzar a expulsar ácido.

La jóven, inexperta y lenta de reflejos bruja se quedó mirando embobada cómo el nuevo enemigo se lanzaba sobre ellos. En verdad que quería sacar su símbolo sagrado, pero se le había quedado algo atascado entre sus generosos pechos.

Aire se situó junto a Alice. Vio cómo la hechicera lanzaba su bola de fuego, e imitó sus movimientos. Apuntando con el dedo al grupo de sombras que acababa de ser atacado, Aire dejó que la magia fluyera. Una gran bola de fuego surgió en su índice, y voló directamente hacia las sombras.

"¿Un ángel?" Pensó sorprendido al escuchar al fraile para luego ver con sus propios ojos que si no era un ángel, era algo bastante similar a uno. Es algo de conocimiento común que ángeles y demonios son términos opuestos por lo que el tiflin, habiéndose criado en un lugar plagado de éstos últimos, tan solo los conocía por cualquier vaga o rencorosa referencia que se pudiera hacer en una ciudad plagada de demonios abisales. 

Sea como fuere, aquello era sin duda un hallazgo como mínimo muy inusual aunque, por otra parte, puede que oportuno. Pero, como no podía ser de otra manera, otros seres también mostraron su interés por el curioso evento que interrumpía la relativa paz que reinaba en la llanura. -Hay que intentar abrir esto como sea. Onfale, yo te cubro si te ocupas de la cerradura.- Pero hablar era más fácil que actuar. Las sombras parecían estar ansiosas por alcanzar el tesoro encerrado en esa extraña jaula quitando a quien hiciera falta de en medio para ello.