Partida Rol por web

Es que acaso el resto del grupo no tiene sentido del gusto?- pensó Leiath al ver como todos se tomaban la horrible sopa como si nada. Se estaba planteando una duda existencial sobre el verdadero sabor de la papilla alimenticia que les otorgaba Hala todos los días para alimentarse, cuando por fín se abrieron las puertas.

Caminó con paso seguro hasta los guardias y se presentó:

- Buenos días, mi nombre es Leiath de Hala, un placer conoceros. Os agradezco que nos hayais dejado pasar. Podríais indicarnos una posada decente en la que pudieramos reposar del viaje? También nos vendría bien saber las normal fundamentales de la ciudad y saber si tenemos que presentarnos a alguna autoridad o algo por el estilo.

La maga agarro la bolsa de componentes y la bolsa que utilizaba como mochila donde guardaba sus pocas pertenencias, aunque si algún ladrón se atrevía a robarla se llevaría un gran chasco, no apenas nada de valor.

Asintió a las palabras de Leiath y se mantuvo en una segunda posición, con las pintas que tenía no le extrañaría que la confundieran con una esclava, aún seguía con la túnica “blanca” con la cual había sido resucitada.

¡Uy qué bien! Aire dio un pequeño grito y se aventuró dentro. Casi pasó de largo de Mike y Joe, pero volvió a tiempo para hacer un seco movimiento de cabeza, como ellos y volver a entrar. Se giró, esperando que todos sus compañeros estuvieran también cuando las puertas se cerraron.

¿Y Ojito no entra? Me cae bien. ¡Oh, ya entiendo! se dio un leve golpe en la frente, como cuando se te ocurre una idea que era obvia Es el Gran Ojo, el Ojo Que Todo Lo Ve dijo estas últimas palabras con voz misteriosa, mientras agitaba los brazos por encima de su cabeza, como si quisiera imitar a un fantasma.

Miró a su alrededor y vio tanta gente que casi se marea. Pero vio puestos, y eso le gustó. ¿Podemos ir a ver los juguetes? dijo a nadie en particular, pero alargando el brazo hacia atrás y tirando de las ropas de alguien, que no se dignó a mirar. Seguro que tienen cosas superchulas.

Mike y Joe parecieron molestos con las preguntas de Leiath en un primer momento, pero al final accedieron a dar un par de indicaciones...

Aquel lugar se llamaba la Ciudadela de Galendure, en el centro de las ruinas de la ciudad de Vadrian. Estaba dirigida por Sherenvess el Sagaz, aunque no es costumbre dar audiencia a todo y cuanto viajero llega a la fortaleza. Tampoco era necesario presentarse ante ningún funcionario ni en ningún puesto de la guardia. Eran libres de moverse por la ciudad cuanto desearan, salvo por entrar en las casas ajenas y cuando algún guardia les diese el alto.

La posada que les recomendaron estaba a la izquierda, subiendo por las escaleras del rellano. Se llamaba el Trileón. Precios asequibles y hasta con habitaciones individuales. El "hasta con", vendido como un lujo, hacía pensar que el espacio era tan valioso en este lugar que las posadas solían recurrir a una única sala común para todos los viajeros.

En cuanto a los delitos más frecuentes que los recién llegados solían cometer, consistían en hurtos, asesinatos y la práctica de la necromancia. Joe recomendó que si había algún mago entre los presentes, pasasen de repasar conjuros de la escuela de nigromancia para no verse tentados a utilizarla.

Por lo demás, se permitía llevar armas por la calle, aunque se recomendaba que por urbanidad y convivencia, no se llevasen armas aparatosamente grandes por pasadizos estrechos (pasadizo estrecho son el 90% de las calles de Galendure), pero cualquier corte accidental que pudiese producir un gran hacha de batalla a la espalda al pasar pegado a otro viandante, ni siquiera se consideraba agresión. Solo eran meros accidentes (y realmente eran accidentes; la gente que realmente quería hacer daño a alguien se decantaba por las dagas, más fáciles de utilizar en zonas estrechas).

Y por supuesto, tampoco era delito que un mago poderoso remodelara la arquitectura de la ciudad a su antojo. Constantemente había pasadizos nuevos, y paredes que se deslizaban. Incluso casas y barrios enteros. Sin embargo, si moría gente aplastada por esos cambios, eso sí se consideraba delito (pero por ser asesinato).

Historias fascinantes de ciudades bulliciosas. Mientras no hubiera muertos vivientes ni estuviera plagada de demonios que podían comerte de un bocado, Onfale estaba contento. Sabía cuidarse en un entorno como aquel. Tras recibir la información de los guardianes de la puerta y alejarse un poco, el perfumista se dirigió a sus compañeros, concentrando su atención en quién era, sin duda alguna, la líder del peculiar grupo.

- Yo iría, antes incluso de buscar alojamiento, a deshacernos del pedrusco.- Ni se atrevía a llamarlo por lo que era por el miedo a que algún oído de un amigo de lo ajeno les escuchase en la atestada ciudad. Escribió raudo, y de cabeza, una lista de material que tenían con indicaciones de lo que podrían vender para sacar dinero, y se lo tendió a Leiath.- A ver qué os parece.- Aunque se lo tendía a Leitah, incluyó a los demás para que ninguno se sintiese excluido.

Tanta palabrería le sobraba a Aire. Ella quería recorrer el lugar, hacer amigos, jugar con la gente, comprar cosas... Pero noooo, había que escuchar las tonterías de esos dos guardias que habían dejado a Ojitos fuera, preparado para que cualquier muerto de esos asquerosos se lo comiese de un bocado.

Yo quiero ir a ver la ciudad susurró cuando Onfale habló, como si fuera la historia con ella.

La escena transcurrida a las puertas de la muralla había sido ciertamente peculiar. Llegados a un punto, Tybalt dudaba si los alguaciles realmente los dejarían entrar o simplemente estaban aprovechando la inesperada visita para reírse un poco y matar el aburrimiento. 

Por suerte y por desgracia, casi parecía una combinación de ambas. Leiath y Becky acabaron sus exámenes para ser duramente corregidos mientras que el resto se sometió a la primera prueba que la profeta y la maga rubia fallaron. Cuando el tiflin bebió el contenido del cuenco no consiguió entender el gesto de disgusto de alguno de los allí presentes al tomárselo. -Está un poco fuerte, pero no es para tanto.- Comentó casi para sí después de apurar un último sorbo. Quizás fuese la dieta de Li'Huriek la que preparó las papilas gustativas del semiinfernal para superar cualquier reto gastronómico o simplemente su condición de mestizo o que el realmente el brebaje no estaba tan mal. Pero finalmente habían entrado y eso ahora ya no importa.

Una vez dentro y tras recibir las indicaciones de los guardas, Onfale hace su proposición para moverse por la ciudad. -Me parece bien. Pero deberíamos reservar una cantidad para un posible guía y lo que nos recomiende comprar para sobrevivir ahí fuera.- Respondió aportando su opinión al respecto. Estaba claro que cargar con el pedrusco era exponerse a perderlo o ser robado y si podían venderlo cuanto antes podrían evitar que un simple tirón los dejase en la ruina. 

Flame se había mantenido en silencio durante todo aquel tiempo. Tras llegar a esa ciudad pudo observar lo que podría suponer uno oasis en su eterno calvario. Aquella ciudad era la representación de que dentro de aquel horrible plano existía un lugar donde pudiera quedarse a vivir. Hasta ahora no es que hubieran visto indicios no peligrosos sobre la ciudad, pero el hecho de que no dejaban pasar a los no muertos ya era algo.

La mujer estaba cansada del viaje, cansada de lo dura que había sido su vida desde que aquella desgraciada la había tirado por el agujero planario. Cansada de que cada día fuera una lucha, y llegar allí... ¡Llegar allí era la salvación y la solución a todos sus problemas! O eso pensaba. Primero habría que investigarlo todo y después llegar a una conclusión. Así que por el momento tomó la armadura completa que Onfale le invitó a ponerse y se la cambió por la coraza. Por favor, ¿alguien podría ayudarme a quitarme todos estos trastos y ponérmelos? Si me ayudais terminaré antes y no me partiré la espalda tratando de quitarme estas correas.

Vale, ya te ayudo yo. Dijo la maga pelirroja. Estoy de acuerdo contigo, Onfale, entre antes vendamos el pedrusco mejor. Dijo en voz baja, continuando la prudencia de eunuco, podrían encontrase con algún posible “Fosquito” intentando robarles la bolsa.  Tengo que comprar una túnica decente, esta se cae a pedazos.

A Joe y a Mike se les puso cara de emoción cuando vieron a la rubia quitarse protecciones, pero al final por debajo solo tenía la misma casta túnica que lucía Alice. ¡Menudo chasco! Era un poco raro ponerse a cambiar de armadura justo allí, pero también es cierto que esta antesala en la que los guardias vigilaban tenía mucha más amplitud e intimidad que la abarrotada plaza de más adelante.

Cuando la lagartona de Flame terminó unos minutos después de mudar su piel, se sintió bastante rara. Era una armadura muy pesada, y le frenaba los movimientos. Necesitaría entrenarse bien duro para luchar con semejantes protecciones. Entre lo de la armadura y lo de la espada larga, Flame iba a coger complejo por ser una incompetente total.

Quizás todo esto de cambiar de modelito haya sido una gran pérdida de tiempo. Deberíamos esperar a estar en una posada para hacer este tipo de cosas. De momento desagámonos del... "pedrusco", como dijo Onfale. Así Aire verá un poco de ciudad, y no se pondrá pesada. Ya iremos de compras después.

Flame miró a Onfale y negó con la cabeza. La verdad que me resulta muy incómoda y me aprieta y pesa demasiado. No soy la guerrera que todos queréis que sea. Pero visto lo visto, dijo dando muestras evidentes que sabía que ella era la más fuerte porque en el país de los ciegos el tuerto era el rey. Me temo que prefiero quedarme con el camisote de mithril, siempre y cuando a Tybalt no le importe, aunque no sé si me sentará mejor que mi propia coraza. Le dijo mientras pedía ayuda a sus compañeros para que le ayudaran de nuevo a probarse la otra armadura.

Onfale tachaba en la lista, corregía los errores, dejando pro escrito cada cambio. Después de todo era lo que hacía cuando gobernaba el harén. Ayudó a Flame a quitarse la pesada armadura.

- Si a nadie le sirve- Miró a Leiath como calculando si pudiera ver a la frágil Bruja de Hala embutida entre tanto metal.- pues podemos proceder a venderla también.- El tono del perfumista era totalmente neutro mientras anotaba en la lista. Para él Lord Sauvage y Heronius no significaban nada y menos aún muerto. Supuso que más adelante, en un futuro no muy lejano, la sombra del paladín les acosaría por haber vendido sus pertenencias pero ahora sólo se preocupaba del presente.- La armadura de mithil es mucho más ligera que la que llevas Flame. Te permitirá moverte mucho más rápido. Como tú veas.- Dejó que la mujerona se la probara y decidiera cuál quedarse antes de decidir si venderla o quedársela él mismo.

- Pues vayamos a pasear por la ciudad.- Dijo posando su mano en un delicado gesto sobre la espalda de Aire. Lo primero sería encontrar donde poder vender lo que habían logrado atesorar y después ver cuánto podría costarles un guía. Con lo que quedara podrían hacer algunas comprar para mejorar su supervivencia en aquel maldito plano. 

El ambiente en una ciudadela tan superpoblada era agobiante. Las personas tenían una crispación más exacervada que la gente de pueblo. Eran más maleducados, vestían colores más tristes y, por lo general, preferían rehuíros a hablar con vosotros.

Los callejones eran igual de retorcidos y esquivos que aquellos que los habitaban. Un triste ladrillo luminoso cada cierta distancia escupía suficiente melancolía como para hacer surgir sombras amenazadoras y confabuladoras. Tras cinco minutos caminando, todos tenían la sensación ya de ser observados, y que su llegada había sido comunicada una y mil veces hasta ser conocida por cada truhán, malhechor y vagabundo.

Las calles eran tan bajas y estrechas, que no había sitio para los carteles rígidos de madera, pues cualquiera podría darse contra él, y estorbarían aún más el paso. En lugar de ello, los negocios estaban identificados con banderolas, pendones y estandartes pequeños, cuya tela se tenía que apartar al avanzar. Era como cruzar por entre las alfombras colgadas de un bazar.

Preguntar no les dió respuesta verbal alguna, pero tras ser ignorado innumerables veces, y haber torcido en numerosas esquinas con olor a orín, la última de las figuras oscuras les señaló con el dedo un pendón cercano.

Pequeñas figuras simétricas, como diamantes o estrellas sobre fondo negro, la podían señalar tanto como una joyería como el local de un astrólogo, y ver el interior no les sacó de dudas. Una campanilla en lo alto sonó renqueante, casi oxidada, cuando abrieron la puerta. Sin los ladrillos de luz de las calles, las sombras lo copaban todo. Las estanterías estaban llenos de objetos extraños, herramientas de una mente enferma, o utensilios de matrona quizás, diseñados para la tortura o una arriesgada sanación. Tras el mostrador no había nadie, pero encima había un pequeño letrero en el que Tybalt, y solo Tybalt por su aguda vista, podía ver: "Otto Mangleflow".

El dependiente salió detrás suyo sin emitir ni un ruido, y les sobresaltó solo al interrumpir el silencio con su ronca voz.

¿Sí? ¿En qué puedo ayudarles, señoritas?

Aire dio un par de saltos de alegría cuando notó la mano de Onfale, invitándola a visitar la ciudad. Pero rápidamente se dio cuenta de que quizá las intenciones de su compañero no eran del todo honestas. ¿Y si pretendía hacerla algo? Algo como esas cosas de las que su madre jamás quería hablarla, pero la advertía constantemente que los hombres siempre buscaban algo más que ser amables. Se giró hacia él, con cara de enfado. Levantó el dedo y le apuntó... Pero Aristóteles le advirtió a tiempo, antes de que su genio pudiese salir a jugar.

Onfale, estoy casada con Aristóteles levantó el osito hasta el rostro del eunuco para dejar clara las cosas así que, aunque se que estás enamorado de mí, no puede ser. ¡No lo intentes! ¡No quiero romperte el corazón más! salió corriendo y se abrazó a Becky

Es mentira, no estoy casada, pero es que no me ha regalado flores ni nada

De la mano de Becky, recorrió la ciudad. Iba mirando por todos lados, y rápidamente notó que la ciudad no tenía color

¿Por qué todos están tan tristes? Becky, ¿crees que debo hacer un espectáculo y cantar? Yo creo que eso les gustaría .

Meditando qué canción le gustaría más al pueblo, llegaron a la tienda. Gritó cuando el hombre apareció de la nada, pero se repuso rápidamente y se acercó.

Si tuviese que subirle el ánimo, ¿qué canción preferirías que cantara?

Flame pasó todo el camino meditabunda y planteándose si algún día podría llamar a esa ciudad "su hogar". Era triste y oscura, algo que no tenía nada de malo, pero era demasiado estrecha y angustiosa y eso no le gustaba en absoluto a la chamán. Así que mientras andaba iba observándolo todo, curioseando y tratando de quedarse con cada detalle que pudiera escaparse si no estaba atenta. Había que analizar el lugar por si luego fuera necesario moverse rápidamente. Nunca sabía dónde y cuando le podía estar acechando el peligro, y mucho menos en ese plano.

Cuando escuchó toda la sarta de tonterías que dijo Aire, Flame le lanzó una mirada de desaprobación, se estaba cansando de todas las tonterías de aquella niña, especialmente cuando soltaba frases de ese estilo en lugares tan poco amigables como aquella tienda. Era mejor que estuviera callada, pero decidió no decirle nada, con su ceño fruncido ya era más que suficiente.

Qué ciudad tan triste. Pero en verdad es que no podría ser de otra manera en aquel abominable plano. Rezó en silencio mientras deambulaban por las calles por todos y cada uno de os habitantes atrapados en aquella ciudad, deseando para ellos una vida mejor.

Se estaba deprimiendo por momentos cuando la alocada Aire interactuó con el delgado perfumista. La escena le pareció tán cómica y enternecedora que no pudo contener la risa. Le vino de perlas ya que consiguió alzar el ánimo de la bruja.

Y aún seguía sonriendo cuando entraron en aquella tienda. No se diferenciaba mucho de la decoración de algunas adeptas a Hala, asi que no quedó tan impresionada como algunos de sus compañeros. Aún asi miró a Onfale animándole a que empezase él las negociaciones. A Leiath no se le daba nada bien eso de comerciar.

- Perdóname, no era mi intención.- Dijo exagerando en el rostro su expresión de consternación.- La verdad es que me acercaba a ti con la esperanza de llegar a Aristóteles.- Dijo con sorna, ya acostumbrado a las locuras de la niña. Peludo, blandito, con barriguita y más callado que las mujeres del grupo, Aristóteles podía pasar más fácilmente por el prototipo de Onfale que la joven Aire.

Aunque era pesado, Onfale no caminaba a disgusto por las calles de Vadrian. Quizá por haber sufrido tanto a la intemperie en los páramos helados y plagados de no-muertos, quizá pro que estaba acostumbrado a ello y le daba seguridad llevar una daga escondida entre los pliegues de sus ropas. Atento a las reacciones de la gente en las atestadas calles al final dieron con lo que parecía una estrambótica tienda.

- Buenos días.- Dijo al entrar una vez el sonido de la campanilla quedó mitigado. No sabía si las palabras del tendero eran una mofa o si su aspecto le hacía difícil diferenciar su sexo, no era la primera vez que le pasaba, ni sería la última. - Ejem.-Dio un paso al frente, carraspeó para fortalecer su voz y habló.- Venimos a comerciar. Creo que tendremos mercancía que le resulten interesantes.- El mago caminó alrededor de la tienda, observando qué tipo de mercancías se vendían allí.- ¿Qué se puede comprar aquí? Hay muchas cosas...interesantes...-Sus ojos se detuvieron pro unos instantes en los instrumentos de tortura que le eran algo familiares.

La ciudad era lúgubre y retorcida, pero que se podía esperar de una ciudad situada en mitad de aquel plano. Si la maga hubiera llegado a esa ciudad hace unos años, cuando aún era una joven divertida y jovial que no había sido golpeada por el frio puño de la realidad, se hubiera deprimido pero después de haber vivido situaciones peores la ciudad le parecía hasta acogedora.

Incluso en las peores situaciones siempre estaba Aire intentando sacar una sonrisa al grupo. La locura de la hechicera era divertida pero en situaciones como esta podía llegar hasta a ser peligrosa. No sabían cómo podía reaccionar la gente de esa ciudad.

Hola, dijo acercándose al mostrador junto al eunuco. Como mi compañero a dicho estamos interesados en comerciar, pero para ello querríamos saber que nos puede ofrecer.