Partida Rol por web

La maga pelirroja reía a carcajadas manchada de sangre, acaba de hacer saltar por los aires al horrible monstruo, cuando noto el golpe cortante y volvió a la realidad. Lo que había reventado por los aires manchando todo no era la criatura si no Tropezón. Alice se sentía confusa, ¿que había fallado? Rápidamente dio un paso hacia atrás para colocarse fuera del alcance del monstruo, esto significaba ponerse detrás de Aire. ¿Qué había salido mal? No lo entendía. El hechizo era perfecto, era la quinta esencia de la magia concentrada, hasta los componentes del hechizo era de la mejor calidad. Entonces miro al cuervo, una de sus plumas había sido uno de los componentes del hechizo. ¡Ha sido por tu culpa! Dijo señalando a Hollín. Tenías envidia de Tropezón ¿verdad? No soportabas que tuviera otro compañero en mi vida, y tu envidia e inquina pasaron a la pluma haciendo que el hechizo se desviara hacia el pobre e indefenso caballo. 

Dos de los Nashrou murieron, deshaciéndose en pequeñas astillas con su frágil cuerpo. Uno de ellos murió por Ayash... El otro por el trabajo en equipo de Tremens, Fosco y Kaevhas.

En cuanto al otro, tras recibir un proyectil mágico de Leiath y un corte de la cuchilla helada de Aire, decide olvidarse de la potencia mágica de Alice y centrarse en la peligrosa muchacha del osito. Con una cornada y un zarpazo, el Nashrou hace a Aire sangrar...

Tras las salpicaduras de sangre ácida, Becky decide rematar el trabajo. Ataca daga en mano... y falla estrepitosamente.

¡Mecachis!

Dos de las bestias habían caído lo que envalentonó al perfumista a seguir luchando a pesar del dolor, a pesar de la herida. Esta vez sí clavó la daga en la estructura huesuda buscando, eso sí, partes blandas como los ojos.

La oscuridad de Aire pareció escaparse por la herida recién abierta por el bicho. Con los ojos muy abiertos, miró la herida y tocó con la mano libre la sangre.

¡AAAAAAAH! gritó, sin saber muy bien si era un grito de dolor o de rabia. Alzó la mano en la que tenía a Aristóteles y empezó a hacerlo girar, cada vez más rápido. Intentó golpear a la criatura cuando el oso ya sólo era una mancha marrón.

En cuanto Ayash se ponía firme, y sus compañeros obedecían las órdenes de Flame, estaba claro que podían formar un buen grupo. Quizá mucho más organizado que cualquiera con el que había estado anteriormente la guerrera.

Sus dotes de liderazgo a veces brillaban por su ausencia, pero otras surtían efecto y terminaban por dotar a los encuentros un final satisfactorio y sin casi heridos. Esta vez parecía que no iban a tener que lamentar pérdida ninguna, salvo el nuevo Trompicón. Pero esos eran azares del destino, o azares de la tirria que tenía el máster a los animales, y contra ello no se podía luchar.

Flame sonrió al comprobar que habían logrado acabar con dos de las tres criaturas contra las que se estaban en frentando, y que solo una quedaba en pie. Observó si sus compañeros iban a ser suficientemente hábiles para acabar con el rival, para después ver si intervenía o no.
 

La puñalada de Onfale, por la espalda y con alevosía, dió fin a la amenaza de los Nashrou.

¡El sol! ¡El sol!-interrumpió Hollín.

Un par de brasas incandescentes pasan junto al ala del cuervo en pleno vuelo, pero Hollín consigue esquivarlo. Llamadlo tormenta solar, o lluvia de fuego, pero el color extraño del sol predecía que esto iba a pasar. El sol entró en erupción y empezó a soltar brasas que cayeron por toda la Llanura de los Portales Infinitos.

¡Tenemos que cubrir los alrededores para encontrar refugio! Aaaaaah-se quejó, al recibir de lleno el daño de una de las brasas en el hombro.

Becky salió corriendo en dirección sureste (Zona 2sureste), perdiéndose entre las brumas.

Fosco corría de lado a lado sin saber a donde ir... Quería hablar con Becky, pero tenía que pasar esto. Justo ahora...

Disfrutó al ver caer al demonio. Echaba de menos a su estoque Perezoso pero no se defendía mal con una simple daga. No le dio mucho tiempo a regodearse cuando el cielo en llamas comenzó a caerles sobre la cabeza.

Onfale, ¿no habías dicho que te gustaba el calor?

Logró esquivar la mayor parte pero las ascuas y partículas ardientes que rebotaban al caer eran imposibles de predecir. Perezoso se revolvía nervioso entre sus ropas, trepando lo más rápido que podía hacia la abertura de su cuello.

Aún no pequeño o te quemarás.

Vio como Becky y Fosco salían corriendo al sur entre las brumas. Si se separaban demasiado estarían perdidos.

- ¡No os separéis demasiado!- No dijo más y salió corriendo también en esa dirección.

Tras la muerte del demonio al que atacara, y viendo como Onfale daba cuenta del último de los emboscadores, Tremens sacudió sus armas para liberarlas de los efluvios malignos, las limpió sobre el cuerpo de la criatura y las guardó para ir al encuentro de se sombrilla y el arco... cuando de repente, el cielo estalló en fuego! Con razón ese páramo mostraba aquel aspecto.

Escuchando las palabras y viendo la reacción de Becky, un superviviente nato como Tremens no perdió tiempo y echó a correr hacia el este... Justo por donde cayó un torrente de cuerpos incandescentes, no con toda su pericia, ni la sombrilla pudo evitar las quemaduras, sufriendo de lleno las caídas de aquellas cosas encima suyo.

-¡Mierda!

Como un castigo de un dios maligno al ver a sus criaturas caer, comenzó a llover fuego.

No iba a ser posible encontrar refugio para todos en un mismo punto, cómo iba a poder curarles si salían en direcciones opuestas? La situación se le escapaba de las manos. Lo que sí podría hacer es ayudar a los demás a encontrar refugio y darles algo más de tiempo. Luego tendría que buscar un refugio para ella misma.

Miró alrededor por si encontraba alguno cercano, pero no parecía haber nada. Gracias a Hala consigió apratarse a tiempo de un enorme pedrusco llameante que cayó a sus pies. Tendría que seguir buscando por otro lado.

Gracias al trabajo en equipo, Kaevhas, Tremens y Fosco habían derrotado a la criatura sin recibir más castigo durante el enfrentamiento. El mago enseguida giró sobre sí mismo para tratar de localizar cualquier otra amenaza. La niebla era espesa, pero sus compañeros estaban cerca y pudo contemplar como el otro monstruo caía a manos del resto de sus compañeros.

Pero los problemas no habían hecho más que empezar. El dicharachero cuervo de una de los caídos del cielo los alertó de un nuevo peligro. Llovía fuego. Aquello sorprendió sin duda a Kaevhas, quien contempló el extraño suceso más tiempo de lo que cualquiera hubiese considerado necesario. Demasiado tiempo. Tanto que no vio que el fuego caía por todas partes hasta que ya era tarde. Pero la determinación del mago era superior a la fuerza de las llamas, al menos de momento. Así que Kaevhas corrió al igual que sus compañeros en busca de un refugio  en el que protegerse.

Aire se quedó sorprendida cuando el cielo empezó a escupir fuego. Movió la mano, como quien comprobaba que llovía. Y se quemó.

¡Aristóteles, hay que ponerse a cubierto! dijo, mientras intentaba moverse rápido, como una histérica, intentando evitar los puños de fuego que sentía en la espalda. ¡Que me quemo! gritaba mientras buscaba un hueco donde esconderse

La coraza de Flame dificultaba ampliamente los movimientos de la mujer. La lluvia de fuego había comenzado, y el sol parecía cernirse sobre sus cabezas. La mujer vio como todos sus compañeros buscaban un lugar para resguardarse, pero también podía ver como se movían a gran velocidad para encontrar uno.

Ella, al contrario que los demás, necesitaba un poco más de tiempo para moverse, la armadura era demasiado pesada y no le permitía ni esquivar las bolas de fuego, ni encontrar un sitio donde resguardarse.

Flame termina limpiamente el trabajo y el insecto cae abruptamente en medio de los dos, y aun cuando en medio de la niebla es difícil el visualizar a sus compañeros los enormes insectos son mucho más visibles, por lo que alcanza ver caer al último de ellos, pese a lo cual escucha algunos gritos y risas estéricas y no termina de comprender si celebran la victoria o festejan un lúgubre destino. Algo contrariado, esta por dar un paso hacia el grupo, cuando el rojo sol descarga una repentina lluvia de fuego rojizo cual si estuviera mezclado con sangre, dibujando prodigios en el cielo en fuego y columnas de humo, la erupción hacia parecer que el sol fuese un enorme lago de fuego donde una enorme montaña cayese en él salpicando su contenido sobre todo el páramo, o cual si un dragón volase sobre ellos dando a luz su fuego sobre sus cabezas.

De inmediato se movió lo más veloz que la niebla lo permitía en busca de alguna zona donde el fuego no besase su piel cual amante furiosa, pese a todo las llamaradas le quemaban cual queriendo destruir su alma aborrecida por los dioses, la tormenta de violento fuego iba tras cada uno de sus compañeros y poco había que hacer excepto huir separados al contrario de lo dicho por Becky, el sino del mal les forzaba a separarse y quedar expuestos al tenue hilo de protección que proporcionaba la soledad de refugiarse en un oasis en medio de un infierno de fuego, la lluvia torrencial dejaba su marca en los cuerpos pestilentes de los asesinos, todos ellos, marcados de antemano por los pecados de sus antepasados. 

Alice correo como una posesa tal como le había advertido el cuervo. ¿La lluvia de fuego sería una consecuencia de su poderoso hechizo de frio? Necesitaría el plano equilibrarse tras su poderoso hechizo. Tan preocupada estaba en pensar esto que no presto demasiada atención a la búsqueda de un refugio.

Kaevhas sigue a Becky por las Brumas. La joven tiene un golpe de suerte, y encuentra una roca con un lado inclinado de modo que alguien podría poner su espalda contra la pared y evitar la lluvia de fuego, pero solo hay espacio para una persona.

Mientras Leiath busca un refugio parecido, ve a Alice sacar un pergamino de la mochila y empezar a leerlo en voz alta. Un guijarro en llamas agujerea la lámina y le prende fuego.

Aire y Onfale están juntos, a cierta distancia, pero quizás opten por seguir corriendo.

El resto de viajeros corren como pollos sin cabeza... Ni siquiera se han puesto todavía a buscar refugio.

Aire parecía correr en círculos. No conseguía encontrar refugio y el fuego la seguía quemando. Su pelo soltaba humo a cada golpe, como si poco a poco el cabello de Aire fuera a prenderse.

¡Aristóteles, corre! ¡Que te quemas! gritaba la muchacha a su oso. Abrazó a su peluche y encogió los hombros, como si con eso la lluvia de fuego la diera menos. Se planteó quedarse quieta, pero no sabía si así se quemaría menos. Sin otra idea en la cabeza, continuó su camino en busca del refugio.

Onfale daba gracias por que su familiar no fuera tan parlanchín como el de Aire. No se las arreglaba mal esquivando la lluvia de fuego pero necesitaba ayuda para buscar un refugio. Perezoso lo supo inmediatamente y trepó por el cuello de Onfale hasta sacar la cabecita por entre el pelo azabache del perfumista. Su piel había tornado del mismo color negro brillante y sus ojos amarillos escrutaban los alrededores. Pero Onfale se distrajo con la chica ruidosa deseando que un mal rayo la fulminase, a ella y a su oso de peluche.