Partida Rol por web

La sorpresa asomó por el rostro de Tybalt al ver como sus cortes no llegaron a alcanzar a las prendas de ropa que flotaban frente a él desafiantes. Incluso le pareció ver que le hacía un corte de mangas a modo de burla. De nuevo el enfrentarse contra un rival tan atípico le jugaba una mala pasada al espadachín. El tiflin llegó a la rápida conclusión de que el aire desplazado por sus espadas empujó los harapos con conformaban a su rival evitando así ser cortado. Realmente no había nada más que suposiciones en esta teoría, pero en la mente del espadachín no había nadie más que él para corroborar o desmentirla. Así que su decisión estaba tomada.

Cambió el peso de su cuerpo a la pierna que tenía más adelantada para asestar dos rápidas estocadas buscando acuchillar en lugar de cortar como estaba haciendo hasta ahora. No obstante, la falta de eficacia en sus golpes comenzaba a sacar de quicio al tiflin. Pero no podía perder la concentración en ningún momento. Leiath estaba detrás de él y ahora una nueva amenaza se acercaba con no muy buenas intenciones. "Ratas." Pensó remarcando la evidencia. Simplemente se sentía mínimamente realizado por reconocer algo en aquel plano que tan calurosa bienvenida les estaba dando.

Las ratas, de tamaño de gatos, empezaron a explotar como si fuesen cabezas de necrarios. En el lugar de cada una de las plagas solo quedó de recuerdo una mancha compacta de sangre en la arena, formada a su vez por docenas de diminutas manchas más pequeñas.

Flame cambió su aura a amarillo ámbar con tonos iridiscentes de muerte y condenación. Acabó con la vestimenta ensangrentada.

Tybalt, con una de sus espadas no mágica, tuvo más problemas. La ropa seguía flotando delante de él, con numerosos rasguños. El lobo terrible invocado por Lieath y traído hasta aquí por Hala, lanzó una dentellada a la ropa y la sacudió en el aire con varios movimientos de cabeza hasta convertirla en jirones.

Ya solo quedaba, fuera de la burbuja, un puñado de zombis avanzando penosamente. Tres de ellos pertenecían a seres humanos; el cuarto, mucho más retrasado, a una hidra.

Bueno... creo que tardarán lo suyo en llegar. Voy a aprovechar para "empolvarme la nariz". No miréis, cochinos. Mmmh... no tiene sentido decir eso cuando el Mane no está aquí. Vuelvo enseguida.

Becky descendió del barco y dió la vuelta para miccionar tranquila. Aquellas criaturas que quedaban en la nieve estaban tan alejadas y eran tan lentas que les daban diez o quince segundos de margen para descansar...

La cosa pintaba mucho mejor ahora que Hala se había convertido en una diosa despiadada y cruel que reclamaba las cabezas de sus enemigos.¡Bendita sea! Pero Onfale no era un superviviente por confiarse a pesar de tener un respiro.

- Organicemonos. ¿Quién se ve capaz de usar esta enorme ballesta?- A él no se le daba mal pero visto lo visto, que estaba gafado, no se atrevía a ser él el que disparase.- Si la hidra es como la que enfrentamos en el plano material...- Recordaba al pusilánime de Viktor y a su hija raptados por una fata que adquiría esa forma y cómo se recuperaba de sus heridas de manera natural.-...puede que se regenere sola y necesitemos darle con todo pero no antes de que entre en la burbuja. Como he dicho antes yo podría ralentizarla e incluso dejar ciegas a sus cabezas.- De camino a la ballesta pasó junto a Leiath a la que felicitó por su enorme poder, aunque sólo fuera un instrumento, una marioneta, en manos de su despiadada Diosa.- Ha sido doblemente increíble. Está claro que Hala te bendice con su gracia, ¡alabada sea! ¿Crees que podría devolverme mi rostro?- Dijo desesperado y mostrando sólo a la Bruja de Hala lo que había debajo del velo.

Tybalt no salía de su asombro. Aquella irreverente prenda de ropa todavía ondeaba al viento a pesar de las estocadas del tiflin. El extraño ser parecía burlarse contoneando sus extremidades a modo de aspavientos frente al espadachín. Como si le restregase por la cara que sus espadas nada podían contra él. Pero la alegría del saco flotante poco duró pues la ira de Hala, canalizada a través de su fiel servidora, lo hizo trizas. Las ratas que acababan de llegar sufrieron un destino un poco más truculento, pero eso realmente no le importaba a nadie.

Rápidamente y sin bajar la guardia, Tybalt miró a su alrededor en busca de más amenazas para ver que por el momento nada más había cruzado la burbuja. Las palabras de Onfale confirmaron la pequeña pausa en el combate y fue entonces cuando el tiflin decidió envainar sus aceros. -Creo que podría apañármelas bien para manejar eso. Aunque quizás me venga bien un poco de ayuda para maniobrar y recargar.- Respondió al eunuco, que ahora tapaba su reciente deformidad tras un improvisado velo. -Supongo que habrá que recurrir a la magia además de la ballesta.- Añadió a los apuntes de Onfale sobre la formidable bestia que se acercaba con una exasperante lentitud. Con un ágil movimiento, subió a la cubierta del destrozado barco y se sumó a los halagos hacia la todopoderosa bruja. -Empiezo a pensar que os debo muchas cosas a tu diosa y a ti, Leiath.- Dijo con sorprendente sinceridad. El desarrollo de los acontecimientos habían devenido en más de una revelación para el tiflin acerca del destino que le aguardaba ahora que había conquistado su libertad. Tybalt fue consciente de lo vulnerable que lo dejaban sus palabras y, con una leve reverencia hacia la bruja, se acercó hacia la ballesta para correr un tupido velo ante lo que acababa de ocurrir. Centrándose ahora en el arma que tenían a su disposición, la estudió minuciosamente para intentar hacer el mejor uso posible de ella.

La maga se sacudió la túnica y acudió a la llamada del Tybalt y del eunuco, parecía que ahora llegaba el turno de la balista. Si, puedo ayudar a cargar. Dijo mientras se vendaba las manos con parte de su vestido. Siempre me aun gustado las cosas gran… La maga no llego a finalizar la frase, ya había metido bastante la pata por hoy.

Luego pensó algo diferente, mientras la hidra llegaba. Podría lanzar una luz a una piedra, luego Hollin podría llevar esa piedra, volar delante de la hidra, confundiéndola, y dirigiéndola como a un burro que persigue una zanahoria. La pregunta era. ¿Sería una hidra tan estúpida como para caer en ese burdo plan?

Leiath aceptó los cumplidos por parte de sus amigos con cierto rubor en las mejillas, ya que sabía que en el fondo ella no había hecho nada. Todo había sido mérito de Hala.

-Gracias, pero todo esto no ha acabado.

Acarició la cara totalmente deformada de su querido Onfale cuando éste le enseñó el rastro que había dejado aquella criatura antes de desaparecer. No era una herida abierta que pudiese curar sin más, era algo más profundo, requerriría más tiempo sin duda.

Creo que puedo devolveros vuestra belleza a tí y a Becky, pero tendría que descansar y rezar a Hala. Quizás necesitaríamos varias sesiones. - Besó la frente del eunuco pese al aspecto desagradable que presentaba, antes de dejarle poner de nuevo las telas que le cubrían el rostro- Si llegamos a mañana, podría curaros- Tenía en mente la fabulosa criatura con la que aún no se habían enfrentado; la inmensa hidra. Luego se volvió hacia Alice y trató sus heridas con algo de magia curativa y mucho amor.

- Alice, no tendrías ese conjuro que usas a veces para que el disparo sea más certero y usarlo en la balista?

Tybalt y Onfale se acercaron a la ballesta, y entre los dos la giraron para apuntar a la hidra zombi. Con Aire y Alice ya completarían la dotación para manejar la máquina de guerra, aunque quizás si Becky vuelve a tiempo podría liberar de sus funciones a alguno de los compañeros. La desalmada y psicópata Leiath también sube al barco para darle un doloroso beso a Onfale en carne viva. Quizás para disimular, y seguir aparentando su fachada de niña buena, acompaña ese cruel gesto con una curación mágica a Alice.

La imagen silenciosa modifica la expresión sin piel del Onfale que representa hacia un gesto de profundo alivio por vaciar la vejiga. Llega un punto en el que Becky se deja ir, pierde completamente la concentración y la imagen falsa se diluye en el aire hasta desaparecer.

 ¡Leiath! ¡¿Qué coño está haciendo tu lobo?!

Los lobos son seres pasionales. No esperarán pacientemente a que sus lentas presas lleguen, ni tienen nociones racionales de lo que es una burbuja de control de entorno. Tampoco tienen conocimientos planares sobre qué podría ocurrirle fuera de esa burbuja. Simplemente echa a correr hacia el siguiente bocado, pasando por encima del muro y cruzando el umbral hacia la zona en la que la energía negativa le empieza a herir. Uno de los zombis se acerca más a la criatura convocada.

Oh, el lobo! Se había olvidado completamente del aliado que había venido a ayudarles. Cómo le haría enterder que debía quedarse a su lado?

- Valiente lobito, ven aqui, no te alejes de nosotros! Vuelveeeeeee....!

Con la ayuda de Onfale no resultó nada difícil apuntar el lanzavirotes hacia la putrefacta hidra. Tybalt se mantenía tenso, preparado para disparar en cuanto aquella bestia cruzase la burbuja. El tiflin se mantenía en posición esperando... y esperando... y esperando. Pero la hidra se movía avanzaba muy, muy lentamente. Tanto que el espadachín se dio cuenta de que no tardaría en darle un tirón si mantenía esa posición mientras no llegaba.

Así que relajó su postura y se tomó un pequeño descanso mientras contemplaba a Leiath llamando al tremendo animal que había convocado para ayudarles en esta lucha por la supervivencia. Pero entonces recordó la petición de Flame no hace mucho tiempo. Rebuscó en su mochila hasta encontrar una pequeña botella de cristal. -Flame, ten. Espero que ninguno tenga que recurrir a utilizarlas. Pero toda precaución es poca.- Le dijo a la temperamental guerrera mientras le tendía una poción.

Lo que sea necesario.

Cualquier cosa con tal de recuperar su amado rostro. Confiaba en la Bruja de Hala y entendía que ahora no era el momento. Quiso apartarse cuando le plantó un beso en su frente en carne viva pero no le dio tiempo y no quería parecer rudo ni desagradecido.

- Salgamos vivos de esta primero.

Con Tybalt a los mandos de la balista, Onfale se pudo ocupar de su propia ballesta. La recargó y apuntó a uno de esos zombis para que, en cuanto pusiese un pie en la zona abovedada, clavarle un virote entre ceja y ceja.

La energía de Aire se consumía y, al no haber más enemigos cerca a los que poder atacar, la magia se disolvió en el flujo sanguíneo de la joven y sus ojos tomaron su color original. Aire abrazó a Aristóteles mientras bosteza. Se acercó a sus compañeros, que estaban pendientes de la ballesta y de los muertos vivientes que se acercaban lentamente.

Tengo sueño. ¿Nos podemos ir a dormir ya? se frotó los ojos mientras observaba al lobo. ¡Oooooh, yo quiero dormir abrazada a él! Seguro que es muy calentito y que por la mañana me despierta dándome lametazos, jijiji! ¡Loboooo! Te vas a llamar... Calcetines. ¡Sí, Calcetines! Calcetines, bonito, ¡ven aquí! Que te comen esos hombres malos. ¿No ves que se les ven los huesos? Es porque tienen mucha hambre. ¡Corre, ven!

Aún no había prestado atención a la ballesta, pero sin lugar a dudas querría manejarla ella. Tampoco había visto el rostro deformado de Onfale, el perro le había salvado de algún comentario de la muchacha... Al menos de momento.

Flame salió corriendo a toda prisa, al menos lo suficientemente rápido como sus orondas caderas le permitiesen. Quería encargarse de los tres zombis antes de que llegasen al barco, pero como viera que la hidra se acercaba demasiado a ellos, saldría huyendo lo más rápido que pudiera. Una cosa era convertirse en la salvadora, y otra muy diferente en morir ante aquellas pobres criaturas.

Aprovechó su carrera para lanzar su ácido de tal forma que alcanzase el mayor número posible de zombis, después los trataría de provocar para que se enfrentasen a ella.

¡Al menos ella no sería tan tonta como el lobo, al menos no tanto, ella no saldría de la burbuja!

Alice suspiro. No, no lo prepare esta vez y ahora no hay tiempo de ponerse a preparar nuevos hechizos. Gracias Leiath. Dijo quitándose las ensangrentadas vendas improvisadas-

 El lobo derribó a su bocado sobre la nieve y empezó a comer de su carne podrida mientras los brazos del zombi trataban de arañar el espeso pelaje de la mandíbula. Eso llamó la atención de otro de los zombis, que llegó hasta el lobo mientras el hocico del animal se arrugaba detectando por el olor al nuevo asaltante que llegaba por el flanco.

Antes de que Tybalt pudiese entregar su poción a Flame, ésta salió corriendo como el lobo hasta cubrir la distancia del barco al talud de nieve. Desde allí divisó al primer y único zombi que entraba en la burbuja, algo lejos para escupirle ácido aún. Podía pasar la cintura por encima del muro y escurrir el culete al otro lado, y puede que ni así alcanzase el chorro a su contrincante, o podía esperar desde el muro un poco más.

Fiuuuuuu...

El virote de Onfale silbó sobre la cabeza de Flame y se clavó en el pecho del zombi sin frenar su lento e inexorable avance.

Flame repitió la misma operación, no estaba dispuesta a dejar que los zombis alcanzasen a sus compañeros. Sabïa que no iban a ser enemigo muy difíciles de abatir, pero no quería dejar que se acercaran. Y además, mientras estuviera allí, podría entretenerse, en lugar de ver como los demás perdían el tiempo.

Lo que ya no sería tan entretanido sería enfrentarse a la hidra zombi, pero si era necesario, también trataría de frenar su llegada. Pero no todavía.

¡Calcetines, Calcetines! Aire gritaba mientras saltaba y sacudía en el aire a Aristóteles. ¡Ven, seguro que hay galletitas por aquí! ¡Ven, alguien tendrá un palo para jugar! ¡O una pelota! El lobo, como era de esperar, no hacía ni caso a la dulce e inocente muchacha. Mejor así, pues no tardaría en desaparecer y rompería el corazón a Aire, aunque siempre le quedaría Aristóteles.

La mirada de Aire revoloteó por todos lados. De sus amigos, al lobo; del lobo, a los zombies; de los zombies, a la hidra; de la hidra...

¡Jo! ¡Qué pincho tan grande! se acercó emocionada, llevándose a su osito a la boca y mordiéndolo de la alegría de ver algo nuevo que podía usar. ¿Qué es? preguntó a Tylbat, que era el encargado en esos momentos De uno a diez, ¿cuánto pincha? ¿Llega lejos? ¿Puedo usarlo? ¿Sí? ¿Sí? ¿Sí? ¡Di que sí! He manejado el barco, seguro que también puedo con el pincho A cada pregunta se había ido acercando más y más a Tylbat, llegando (si éste no se apartaba) hasta juntar casi nariz con nariz.

Ni el lobo ni Flame parecían temer a los zombies, además ambos estaban demasiado asilvestrados como para atender a razones. Así que Leiath esperó pacientemente. Todavía no era momento para actuar, por lo menos por su parte, pero se mantenía ojo avizor por si la cosa se ponía fea

Viendo con satisfacción cómo su virote quedaba clavado en el pecho de su objetivo, el perfumista sonrió bajo el velo que cubría su rostro. Sin embargo, era evidente que poco había afectado al avance del zombi. Guardó la ballesta y bajó a la nieve sacando su daga, dispuesto a plantar cara a los no-muertos para dar tiempo a Tybalt y los demás para disparar a la hidra cuando estuviera a tiro.

Tybalt se quedó con la poción en la mano y su expresión petrificada en una media sonrisa acompañada de una mirada perdida y desenfocada. Así se quedó durante unos eternos dos segundos tratando de justificar y racionalizar el vacío que le había hecho Flame. "Estamos bajo el asedio de una hueste de no muertos acompañados por una monstruosa hidra." Sin duda era una razón de peso por la que el tiflin podría pasar por alto el desaire de la guerrera. Pero estaba claro que iba a tener que rogarle por el brebaje si pretendía pedirlo otra vez.

Recuperando de nuevo la compostura, colocó el frasco de vuelta a su compartimento de la mochila. La hidra parecía tomarse su tiempo en llegar hasta burbuja en la que se guarecían y el lobo de Leiath retrasó la llegada de los zombies que se acercaban renqueantes. Mientras ocupaba su puesto a los mandos del lanzavirotes, Tybalt pudo ver cómo Onfale pasaba al ataque para apoyar a Flame contra los necrófagos. Una parte del espadachín los envidió por lo tedioso de esperar a usar la balista, pero las inconscientes plegarias del tiflin fueron escuchadas y su aburrimiento llegó a su fin. Una insistente Aire presionaba al semiinfernal para que le cediese el puesto hasta llegar a estar nariz con nariz. Tybalt aguantó el acoso con el rostro inexpresivo hasta que la esquizofrénica mujer dejó de hablar. -No.- Le respondió rotundamente. Con un dedo contra su esternón la separó todo lo suavemente que pudo para recuperar parte de su espacio vital. -Tú tienes magia con la que lanzarle cosas a esa hidra. Úsala.- Le dijo esperando así darle algo en lo que pensar y así enfocar todo su entusiasmo de la manera más creativa posible.