Partida Rol por web

Alice comenzó a cargar la armadura la pesada y engorrosa coraza, mientras echaba miradas de refilón a los ojos rojos  Venga más rápido,  ya está casi aquí…

Los ojos avanzaban rápidos entre la niebla, y parecía que la iban a alcanzar en cualquier momento.  Joder, no debería de haber perdido el tiempo subiendo esa baratija, una coraza no vale tanto como mi pellejo.

Satisfecho por haber hecho sangre, el enano lanza otro cadenazo sobre aquella inmensa bestia. No obstante, esta vez el animal esquiva el duro golpe.

-¡Maldita seas! ¡Shhh, shhh, shhh! ¡Aquí, eh, aquí! ¡Ven a medirte con gente de tu tamaño, escoria!--trata de provocar el anciano a la criatura para alejarla del resto del grupo.

Finalmente está lo suficientemente cerca como para distinguirlo entre las brumas. Se trata de un felino grande como un caballo; pero consumido, en los huesos, que tiene en común con los aventureros el hambre que le corroe en estas brumas escasas de alimentos. Caminando sobre sus seis patas, agita dos largos tentáculos en su espalda a modo de látigos. Y esos ojos rojos... que escudriñan el alma.

Alice carga el espadón y se monta tras la desnuda Flame. En ese momento, la fiera ya casi está encima. El caballo relincha de nerviosismo, y en un rápido movimiento de muñeca, la maga agita las riendas. Antes de pegar el acelerón inicial, la grupa es golpeada con fuerza por uno de los tentáculos del horrible ser.

La maga pico espuelas, y tiro de las riendas del caballo, noto como el pobre animal famélico era azuzado por otra mano además de la suya, concretamente uno de los tentáculos del monstruo. Alice no sabía que podía ser, puede que la tensión y el miedo no le dejaran pensar con claridad.

Se irguió de nuevo sobre los estribos mientras le pedía a su caballo un nuevo esfuerzo, Vega, venga… no se atrevía a mirar atrás para comprobar si el monstruo la seguía o no.

Desplazandome lateralmene, rodeando a la. criatura saco otra de mis dagas y la lanzo contra el animal.

Onfale recuperó rápidamente el odre de agua. Por un momento se agobió por el hecho de que Nikeras se lo quedara. La niña estaba incosciente lo cual era una carga, nunca mejor dicho. Pero lo peor estaba por venir. De repente se escucharon unos ruidos, a cada cual más inquietante.  El gruñido felino hizo que le recorriera un escalofrío por la espalda.  No le dio tiempo a reaccionar y Nikeras salió , seguido por su can, hacia la voz de hombre. Miró al mediano que le estaba esperando.

- Esto no me gusta. -Nada le gustaba nunca a Onfale, pero esto iba en serio.- Debemos permanecer juntos o esta niebla nos engullirá a todos.¡Vamos!- Onfale seguía al mediano, que seguía a Nikeras.Vio el filo de un cuchillo en las manos de Fosco, y la niña en los brazos del humano. En sus brazos, Onfale llevaba ahora a su ballesta, cargada con un virote.

La criatura se encuentra ya muy cerca de ellos y Azaron no lo duda. Deja caer su arco y se dirige hacia la bestia descolgando su espadón de su espalda. El objetivo era bien sencillo: que la bestia no avanzase mas y acabar con ella. Descarga un golpe con furia pero la criatura se mueve con rapidez y no logra impactarla. 

Otra flecha rápido, caerá...Aunque todos están uniendo fuerzas la Bestia no da signos de desfallecimiento. ¡Vamos!.

Un nuevo proyectil de la mujer golpea, esta vez, una de las seis patas de la criatura. Un golpe lejano a los puntos vitales y que no logra desestabilizar al sextúpedo.

La daga del mediano parece que da... parece que da... pero inexplicablemente atraviesa a la bestia como si su parte sólida se concentrase en el centro, y la superficie de su piel fuese solo vacío.

Entonces llega el momento del heroico Azaron. Arroja su arco al suelo para desenfundar su espadón. El monstruo, en un atisbo de inteligencia, acepta el desafío. Ambos contendientes se enzarzan en una ráfaga de golpes y esquivas en las que prevalece la agilidad del humano.

El caballo galopaba de nuevo a través de la niebla, lo cual no dejaba de conllevar un riesgo. En cualquier momento podría revelarse en la trayectoria un árbol... un gran risco... o incluso una pared de roca maciza. Pero no había otra opción. La desconocida rubia estaba en condiciones deplorables, y no habría posibilidades de atender su salud hasta que despistar al monstruo.

De pronto se escuchó una voz masculina en la lejanía...

¡LOV! ¡LOOOOOOOV! ¡LOOOOV!

Aquella palabra no tenía significado en los idiomas que Flame y Alice hablaban. Dirigirse a la voz, sin saber si era amigo o enemigo, también conllevaba riesgos. También había posibilidades de que el encuentro terminase con un nuevo arroyamiento por parte de la pelirroja y su caballo. Otra opción era alejarse de la voz: no correr un riesgo del que no se había valorado sus consecuencias. Sería lo mismo que confiar su destino a la suerte.

Corrieron de manera desordenada. Nikeras, a pesar de la ventaja tomada por ser el primero en dirigirse hacia los gritos, fue rápidamente alcanzado por sus compañeros. La niña en brazos era demasiado pesada para que Nikeras pudiese mantener el ritmo. Rufus estaba nervioso, y Fosco tenía que zigzaguear para controlar a su montura.

Entre unas cosas y otras, hubo momentos en los que se perdían de vista los unos a los otros. Como temía Onfale, el riesgo de perderse era real. Pero ahora no podía permitirse el lujo de separarse del otro humano, aquel que era capaz de crear agua con su magia y de encontrar comida en todo este océano blanco.

Todos salieron de las Brumas casi a la vez. Al fin podían ver dónde estaban: una ladera empinada de tierra, quizás la falda de la montaña y el principio de un valle, con altos pinos que casi ocultaban la luz del sol. El sol... de nuevo el sol.

¡Entrégamela!-exclamó un hombre apuntando con el extremo de su estoque a Nikeras-Ahora...

El hombre habla en común. Puede que Nikeras tuviese razón, y Lov sea el nombre de la niña. Pero aquel que llama por ella no tiene porqué ser su padre. Hasta puede que la pequeña se metiera en la niebla huyendo de este tipo. Y lo peor de todo es que con la niña inconsciente no hay manera de saberlo.

La maga decidió dirigirse hacia la voz. Si es amigo nos ayudara… pero si es enemigo… puede que sirva como cebo para el monstruo…. o yo seré su cena

Miro hacia atrás temerosa de ver dos ojos rojos en la niebla, al no ver rastro de ello, aflojo un poco el paso del caballo mientras se dirigía hacia la voz. Con un poco más de calma pero con la tensión de que el monstruo aparecería en cualquier momento, busco un pergamino en su estuche y lo dejo a mano dentro de un de las bolsas del cinto.

Al salir de las brumas, fosco se reencontró con el sol. Sin duda seguir a Nikeras había sido todo un regalo, pero no era el único regalo que tendría. Un hombre armado daba demasiadas órdenes. Fosco se puso a rodearlo Es su hija?. Su naturaleza solía ser confiado, pero alguien que pierde a su hija por que se comportaría así, a menos que la buscase en nombre del padre. Fosco no dejaba de observarle y tomar posición ventajosa por si la cosa se ponía fea. Por suerte iba con Nikeras que sin duda su buen hacer y sus buenas formas garantizarían que el hombre se tranquilizara.

La bestia era rápida pero también lo era el... los sucesivos ataques de la criatura solo encontraron el aire. Claro que no podría mantener este ritmo eternamente. Volvió a lanzar un nuevo golpe pero de nuevo erró en el golpe. Maldijo en silencio por su mala lucha.

El avezado enano aprovechó que la bestia había centrado su atención en el maleante que quería robarle para rodearla entre las brumas,  alcanzando así una posición ventajosa para el grupo.

-¡Vamos, ya es nuestra! Esta noche cenaremos bien. ¡Ja, ja, ja!

Con otros aventureros ya en combate cuerpo a cuerpo con la criatura era el momento de acercase. Sacando de nuevo otra daga cargo contra la criatura pero de nuevo la difusa forma de la criatura y la espesa niebla evitan que el arma pruebe la carne de la bestia.

Por un momento creyó que se quedaría sin guardaspladas, pero parecía que su madre había tenido buen ojo para encontrar al guerrero. ¡Con qué maestría había esquivado esos golpes! Aún así parecía que era díficil acertar a la bestia, debía poner su granito de arena para detenerla.

Sacó de nuevo otro pergamino.