Partida Rol por web

En la expresión del joven pudo verse cómo la pregunta inocente de Sun-yun tocaba algo doloroso. Su mirada se ensombreció un tanto haciendo que la melancolía de sus ojos aumentase y su sonrisa se volvió algo triste. Respondió, sin embargo, con la misma cortesía.

- Lo fabricó mi madre. Así que supongo que es de la casa Carstairs, si es que se puede decir que esa casa existe. -Hizo una pequeña mueca de circunstancias con los labios, pero no añadió nada más.

Tras la explicación giró su rostro hacia Émille y asintió. - De acuerdo, en quince minutos en el taller de Amber. 

Jo había sonreído al ver a Andrea entrar por la puerta, pero al escuchar la gravedad de sus palabras el saludo que parecía estar a punto de darle se había desvanecido. Una vez más, se mantenía completamente quieta y silenciosa, con uno de los videojuegos en la mano y sus enormes ojos azules clavados en los dos chicos, como si con su inmovilidad pudiese hacerse invisible y así poder enterarse de cosas que normalmente no le contarían por ser "de mayores".

Di por hecho que la conversación entre aquellos dos había finalizado por varios motivos. El primero que era un puto coñazo. El segundo, que teníamos otras cosas que hacer. Y el tercero, que la china pirada había puesto triste a Milton. Y cuando alguien se ponía triste, lo mejor era pirarse o hacerle pelear, y no teníamos tiempo para lo segundo.

De modo que con un gesto de despedida salí de la habitación y me dirigí a la biblioteca esperando ser seguido.

Escuché a Andrea en silencio con expresión neutra y controlando la respiración. Aquel chico pretendía colármela. A mí. Podría percibir sus mentiras a kilómetros, al fin y al cabo me dedicaba en cierta forma a eso. Fue casi como un insulto para mí. Cuando terminó de hablar lo miré con cierta dureza, que e relajó al darme cuenta de que Jo estaba presente.

Me habría cuestionado aceptar esas disculpas de haber sido sinceras. Dije, manteniendo la compostura por la presencia de la niña. No habría aceptado las disculpas ni aunque fueras sinceras, claro. No al menos así de primeras. Tendría que haberme demostrado con acciones que había dejado de ser un puto inmaduro. Ni siquiera te arrepientes de lo que hiciste. Sentencié, de forma bastante cortante. 

Tienes mucha cara de venir aquí y soltarme esa parrafada preparada de antemano y esperar a que yo me la trague. Me volví para encender la play. Y no deberías disculparte solo conmigo. Deberías disculparte de toda la gente del reparto que echarán a la calle por tu culpa y de Ashlyn, a la que le rompiste el tobillo y probablemente le jodiste la carrera. Y con Mitch por lo que le hiciste.

Hay dos mandos más, por si queréis uniros. Dije, aún así. No iba a rechazarles la invitación aún así. Además, era el primo de Jo y ella no tenía culpa de nada.

Me olvidé pronto de ese violín, de su acústica y de que probablemente me ganara la admiración de toda mi familia y de la familia de mis familiares si tocaba con un instrumento igual la noche de año nuevo, en cuanto pasé a ser un "ella", una extensión admitida de lanzaman. Ni me pregunté, ni me importaba, si estaba implícita en ese "nos vemos" posterior, pues con ese "con ella" ya no era la nueva, ya no se me paseaba, ya me había instalado en ese castillo dijera lo que dijese Herondale.

- Mientras ese violín siga sonando, existirá. - me despedí con una menuda inclinación - Encantada. Hasta dentro de poco.  - dije saliendo tras el chico de la lanza. 

El edificio seguía mostrando la misma decoración a vuestro paso, los motivos de espadas, rosas, soles y ángeles eran la tónica general. En algunas de las puertas de madera que dejabais atrás podíais ver inscripciones como esas extrañas runas que se podían ver en la entrada de la iglesia. 

Tras descender un piso y recorrer algunos pasillos os detuvisteis delante de una puerta doble, con motivos de ángeles y espadas tallados en la madera y una inscripción de runas sobre ella. Émille empujó ambas puertas, desvelando un espacio más amplio de lo que parecía desde fuera.

Por doquier hileras e hileras de estanterías llenas de libros os rodeaban, con escaleras para alcanzar los más altos e incluso un segundo piso con más volúmenes. Había por lo menos tres salas que vuestros ojos pudieran percibir, una grande y central, presidida en su fondo por un ventanal delante del que se recortaba una estatua de un ángel portando una espada y una copa, la mayor que habíais visto desde que entrasteis en el Instituto. Majestuoso, de alguna forma benévolo pero al mismo tiempo temible, como si fuese un gran guerrero. 

A los dos lados de la sala central se abrían bajo un pequeño arco otras salas más pequeñas y quizá hubiese alguna más allá. Entre los libros había varias mesas con sillas, algunas individuales, otras preparadas para varias personas, y en algunos rincones se podían ver sillones de apariencia tan cómoda como antigua. En una de las mesas, sobre un atril, un libro con apariencia de incunable descansaba apacible, como esperando ser abierto.

Al terminar de hablar Ethan, eché los ojos hacia atrás en un gesto rápido antes de volver a mirarle. Menuda chapa me había echado y eso que iba de buenas, en mi opinión estaba resentido a más no poder. Exageraciones probablemente, pero si para él eran importantes trataría de entenderlas un poco. Aunque solo fuera por acabar con ese resquemor.

Entré más en la habitación y después asentí. - Que no se diga que no lo he intentado, de todas formas la oferta sigue en pie - comenté encogiéndome de hombros. - Y si, echaré una partidita rápida antes de ir a entrenar, me ayudará a matar el tiempo...

Fui hasta Jo y eché un vistazo más de cerca al juego que sostenía entre en la mano. - ¿Los mandos? - pregunté mientras los buscaba con la mirada. - Os aviso que soy la ostia de bueno, pero intentaré daros un poco de ventaja - comenté con una sonrisa fingida en los labios. Después de aquello eché un vistazo a mi prima pequeña mostrando un rostro más dulce y simpático con ella.

- Oye Jo, ¿no te preocupa tu hermana? Te lo has tomado demasiado bien - le pregunté una vez me senté al borde de la cama.

Jo permaneció en silencio, alternando su mirada entre los dos chicos y escuchando atentamente todo lo que decían, hasta que Andrea se dirigió directamente a ella. Entonces abandonó su postura de invisibilidad y se acercó al chico, para sentarse en el suelo cruzando las piernas a lo indio. 

- Pues yo no he jugado nunca, así que seguro que pierdo. ¿Cómo funcionan todos estos botones? -pregunta, mirando al mando con una sonrisa ilusionada.

Sin embargo, su rostro refleja extrañeza cuando escucha la pregunta de Andrea y se gira hacia él para mirarlo con curiosidad.

- ¿Por qué me tengo que preocupar? Émille ha dicho que no es nada grave y que los Hermanos Silenciosos ya la han curado, ¿no?  -La niña se encogió de hombros. - Alice siempre está haciéndose daño. Es una bruta. Y Émille también. 

Tenía cojones que el tipo siguiera intentando colármela. Le tendí un mando, flipando porque hubiera decidido quedarse después de todo. Toma. Le dije, dejando otro sobre la cama por si venía alguien más.

Las palabras de Jo consiguieron sacarme una sonrisa. Lo cierto es que esos dos estaban completamente locos y me alegraba de no ser el único que lo pensase. Programé el juego y lo preparé para tres personas. Es muy fácil.

Se salta con la X. Para protegerte se usa el cuadrado. El ataque normal es con el redondel y el ataque poderoso con el triángulo.  Le iba enseñando los controles con el mando. Este es el joystick y sirve para mover al personaje. Y estos-le indiqué los botones de dirección- sirven para hacer distintos ataques. Si pulsas arriba y redondel hace un ataque, abajo al redondel otro, a los lados igual... El objetivo es echar al otro del campo de batalla.

Ahora puede parecer difícil, pero en dos partidas ya le habrá cogido el truco. ¿Listos? Dije, mientra escogía a mi personaje. Se trataba de un chico joven y rubio, el personaje que más se parecía a mí.

Mientras siga sonando, existirá. Tuve que contenerme para no reírme al oír aquello, o para no burlarme de esas palabras al instante. Había oído cursiladas, palabras envueltas en nubes rosas y pastel, y muchas cosas más. Pero nunca algo como aquello. Había que ser moñas. Me sentí con suerte de no estar en la piel de Milton. Si después de contarle a alguien que mi familia estaba muerta - vale, él no lo había dicho tal cual, pero eso era lo de menos - me decían algo así probablemente mandaría a la mierda a quien se estaba riendo de mí en mi cara.

De modo que en silencio para no hacer ningún comentario desafortunado puse rumbo a la biblioteca, y lo hice con paso ágil. Al abrir di por hecho que la pirada se quedaría embobada con la sala, como si nunca hubieran visto un sitio con más de tres libros, tal y como les había pasado semanas atrás a los otros. Aproveché ese posible momento, dándolo por hecho, para avanzar hasta donde estaban los códices antes de que la china japonesa se instalase en un sillón.

- Esto es un códice. - Le dije entonces, mostrándole un libro un poco desgastado, pero en condiciones de ser leído. - Es como una introducción al mundo nephilim para los humanos que ascienden. - Expuse antes de hacer un gesto hacia la puerta. - Pero si lo quieres antes hay algo que tienes que hacer. - Anuncié, dispuesto a guiar nuestros pasos hacia la calle para comprobar si podía abrir las puertas del Instituto.

De camino a la biblioteca necesité correr alguna que otra vez para poder seguir el ritmo acelerado de ese maldito culoprieto.

No fue hasta que las puertas se abrieron que caí en la cuenta que aquel lugar no era la guarida de la gótica. - woo...- suspiré por dentro recorriendo con los ojos todo el lugar hasta detenerme en la estatua de delante el ventanal. Abandoné el lado del macizo para avanzar unos pasos hacia el ángel, elevando poco a poco la mirada, me sorprendió que cargara copa y espada como si necesitara estar borracho para pelear. - Así que tu eres Raziel - le bauticé con el único nombre que me sabía al llegar a él - sí, está claro que nos pariste a todos.

Negué ligeramente con la cabeza con media risa presa en mis labios -Ridículo.- pensé reacia a cambiar todo lo que daba por cierto.

Entonces busqué aquél cuerpo envuelto para regalo sin demasiado esmero, si le encontraba: bien para mis ojos; si no: mejor para mi cerebro.

Fuese como fuere el universo quiso que acabara acomodada en un sillón cuando él apareció con un libro viejo de esos que guardan más gérmenes que palabras.

- Joder tío, los humanos que ascienden, ni que la hubiese palmado. - tragué saliva contemplando aquella posibilidad por primera vez, y descartándola tras un segundo dedicado a tomar consciencia de mi cuerpo.

Llevé los ojos a la puerta cuando la señaló y apenas tuve tiempo de horrorizarme con la prisa por abandonar ese lugar -y explicar con ello que no supiera ni vestirse- que sus siguientes palabras sumaron a mi expresión indignación. Ladeé un poco la cabeza para mirarle con ojos críticos - No pienso chupártela, ya lo encontraré yo misma, gracias.-¿Qué?- dije seca con un tono que parecía más una advertencia que una pregunta.

Jo escuchó atentamente las explicaciones de Ethan, apretando los botones cuando él los mencionaba y con los ojos muy abiertos. 

Le costó un poco conseguir seleccionar el personaje, el cursor se le movía más casillas de las que ella quería y tenía que retroceder mientras su rostro expresaba una gran concentración. Pero finalmente logró escoger a una chica jovencita con rasgos orientales. 

- Yo me cojo a Sungun. - Dijo entonces, mirando hacia los chicos con ojos ilusionados y evidentemente emocionada por estar a punto de jugar a un videojuego por primera vez en su vida.

- Si, si que son un par de brutos... - comenté despacio mirando algo escéptico a la niña. Si a Carlo le hubiera pasado algo así estaría a su lado, aunque los mejores médicos se hicieran cargo de él, daba igual. Era como mi hermano después de todo. - Bueno, tu la conoces mejor que nadie. ¿Puedes creer que no la caigo nada bien? Me odia de aquí a Roma - le expliqué ligeramente sorprendido. 

Volví la mirada a los mandos y tras hacerme con uno empecé a seleccionar los personajes, de fondo escuchaba como el rubito iba explicando los movimientos.

No podía perder contra aquel par. Si en algo era bueno era en temas mundanos, ¡tenía que destacar en eso al menos! - Venga, yo me cojo a Chun-Lee - comenté con una sonrisa mientras seleccionaba a la luchadora. - Está tirado ya lo verás, soy bueno en estas cosas - dije mirando a Jo y después girándome hasta Ethan. - Verás quien apuñala a quien ahora.

- Sí, sí que me lo creo. - Afirmó la niña asintiendo con la cabeza muy convencida. - A Alice todo el mundo le cae mal. Milton dice que tiene aires de supe... Superioridad.

Cuando el juego comenzó, Jo se concentró en la pantalla, aunque cada poco tenía que bajar la mirada para revisar el mando que tenía en las manos. - Equis, equis, cuadrado... - Murmuraba entre dientes para sí misma.

Sin embargo, el que tomó enseguida la delantera fue Andrea, que demostraba una pericia inigualable manejando a su personaje. Ethan no conseguía levantar cabeza y cuando la partida terminó, el personaje de Andrea empezó a dar saltos de victoria en la pantalla en la que se podía leer con letras doradas "Perfect, Congrats!!"

Mientras tanto, la niña miraba a Ethan -que había perdido estrepitosamente- con una enorme sonrisa eufórica.

- Buaaaaaahhhhhhhh, ¡esto es genial! Me encanta, ¿podemos repetir otra? Creo que le estaba cogiendo el truco.

Como era de esperar, la pirada ya estaba instalada en un sillón. Al ver cómo me miraba no tuve muy claro si esa era su cara y normalmente se esforzaba por tener los ojos más abiertos, o es que se estaba quedando dormida. O algo así. Y ante su escueta pregunta ni siquiera me quedó claro si es que me preguntaba sobre lo que tenía que hacer o es que no había entendido lo que le había dicho. A ver, seguro que se había quedado frita.

- No voy a darte esto a no ser que seas una nephilim de verdad. - Expliqué entonces, haciendo un gesto con el libro y luego haciendo otro hacia la puerta. - Así que vamos. Sólo un nephilim puede abrir las puertas del Instituto, así que vamos, salimos un momento, y si eres capaz de hacerlo te lo quedas. - Resumí de manera seca. Esperaba que al menos supiera leer nuestro idioma. - Vamos, date prisa. Aún tenemos que ir a la sala de entrenamiento para ver qué sabes hacer.

Pusé los ojos en blanco cansada de todo ese rollo de las pruebas de la nueva fraternidad. Imaginé que no era más que una novatada y que luego ese libro no serviría para nada. ¿quién no sabía abrir una puerta?

- Pues vamos.- dije levantándome de un bote con una sonrisa de girlscout que ocultaba una ligera decepción por esa gran prueba. - No intentes librarte de mí.- bromeé de camino a la salida de la biblioteca - O le partirás el corazón a Herondale.- reí un poco para hacer más patente que bromeaba.

- Oye, -como te llames ¿y si nos dejamos de chorradas y vamos directamente a entrenar?-¿Dará tiempo? A entrenar, digo. - le miró de mejillas a cintura - cinco minutos son pocos, pero bastaran.

De nuevo recorristeis los pasillos hasta llegar una vez más al vestíbulo y de él, al exterior. Era aún más extraño contemplar las ruinas de la iglesia quemada después de haber estado en el interior de aquel castillo. De nuevo las zarzas se enredaban entre tus piernas y podías incluso oler el polvo acumulado durante años sobre la piedra.

Sin embargo, te daba la sensación de que podrías volver a vislumbrarlo con un pequeño esfuerzo como antes.

De nuevo recorristeis los pasillos hasta llegar una vez más al vestíbulo y de él, al exterior. El día continuaba soleado, con un cielo azul surcado en ocasiones por pequeñas nubes blancas de algodón. La gente que pasaba por la calle, esquivaba las ruinas de la iglesia con su mirada y con su paso, cruzando incluso de acera para evitarla, movidos por la sensación de incomodidad que el glamour inspiraba en ellos.

Alcé una ceja al escuchar el comentario de la china, sin decidir si era una graciosa sin gracia o una vulgar sabionda. Bueno, podría ser peor. Podría ser como Andrea. Su risa posterior reveló que se trataba de la primera opción, pero mi rostro no la acompañó en aquella alegría. - Si quisiera librarme de ti ya estarías muerta. - Bromeé yo también, aunque en mi cara no se podía leer que aquello no fuese en serio. De inmediato me encaminé hacia abajo, y al escuchar su pregunta apreté más el paso. - Eso depende de lo lenta que seas. - Enuncié bajando con rapidez las escaleras.

Una vez fuera sólo dediqué una mirada al cielo, frunciendo el ceño, mientras daba tiempo a la loca a salir. Luego me di la vuelta, aún libro en mano, y cerré la puerta antes de hacer un gesto hacia ella.

- Venga, dale. - La apremié. - Demuestra que eres una nephilim para que podamos hacer cosas de verdad.