Partida Rol por web

- "Navegando desde aquí se tardarían dos días, mi señor." -

Riqueza miró a Martillo Blanco, débil como un cachorrillo y su rostro se mantuvo firme ante lo que debía decir.

-Escuchad, pescadores de Entrecaminos. Tenemos asuntos que tratar en Arrozal Quince y que ya se han demorado bastante y que nos llevarán el resto del día. No obstante, mañana partiremos hacia vuestra aldea y a lo largo del tercer día a partir de hoy, si no hay problema alguno que nos demore, habremos alcanzado vuestro pueblo. Recordad, habéis tenido una gran suerte en dar con vuestro héroe. De no haberos tropezado con nosotros, habríais seguido el curso del Hu y en semanas no habríais dado con nadie capaz de ayudaros. No quiero malas caras, ni rostros compungidos, ni peticiones de prisa. Como veis, el Sangre de Dragón está herido e incluso él, en este estado, poco podría hacer por ayudaros. Debe sanar y no sé cuánto tiempo llevará eso -dijo a los pescadores-. Regresad a Entrecaminos, atrancad las puertas de vuestras casas por las noches y no salgáis. Es más, os aconsejo que saquéis vuestras barcas de pesca al río y ancleís en mitad de él y hagáis noche en ellos. Es de todos sabido que las pesadillas nocturnas odian el agua.

- "Gracias, Riqueza-san." -

Los pescadores se deshacen en reverencias y agradecimientos. Se despiden de todos y vuelven a su embarcación.

Desde el interior del sampan escucho como los pescadores son invitados para ingresar y conversar en el interior de este acerca de lo que probablemente será nuestro nuevo objetivo. Estoy un poco nervioso, pues no sé si esconderme o mantenerme en mi posición hasta que se vayan:

"Es cierto que aquí duermo y dudo que mis compañeros metan a esos hombres hasta acá, pues no es bueno que me vean así como estoy. Pero tengo una duda: ¿Siempre he de esconderme de los humanos, aun cuando les ayudo? Lo pregunto porque a las personas de Quince les ayudé, encontrando a los Yomas y luchando contra ellos. Estas personas me deben su gratitud. Además si me mantengo disfrazado como antes, no deberían asustarse de mi a una distancia prudente."

Escucho toda la conversación que mantienen mientras me visto con mi disfraz, el que aun no me acostumbro mucho a usar, pero cuya importancia comprendo a la perfección. Una vez termino de vestirme, me pongo el sombrero y me dirijo a cubierta, donde están hablando, manteniéndome a buena distancia, pero estando presente, para que las personas sepan que existo y que a pesar de mi apariencia, soy también un héroe.

TRANSCURRE TODO EL DIA.

El día había transcurrido demasiado rápidamente sin mayores obligaciones que la propias del sampang, atender a los heridos y descansar tras la larga noche en vela. Riqueza había estado dormitando, cuando despertó con los últimos rayos de sol acriciando su rostro. Bostezó, confuso y sin saber muy bien en qué momento del día se encontraba. Y se despejó de golpe recordando que aún no había hablado con los nobles locales.

-¡Mierda! -barbotó-. Patán, debo ir al pueblo y comunicar las nuevas. Cuida de ellos en mi ausencia. Volveré lo más rápido posible. Id preparando la cena también. Creo que sería capaz de comerme un buey.

Y dicho aquello, descendió rápidamente del sampang, andando apresurado hacia la casa del noble anciano Zhou.

-Uf, ¿cómo se me pudo haber olvidado? -se preguntó Patán.

Pero las incógnitas sobre Dulce Loto y Ojos Rojos y las heridas de este último y Martillo Blanco habían consumido su atención.

-No te preocupes, Riqueza. Si hubiera habido más desapariciones nos habríamos enterado. Así que estarán esperando una buena noticia.

Tras despedirse se dedicó a preparar una buena cena.

- Riqueza Efímera se dirige a la Casa del Anciano Zhou.

- "¡Riqueza-san! ¿Están todos bien? ¿Qué ha ocurrido? No, no me digáis, mejor os conduciré a la Casa del Anciano y convocaré a todos los nobles." -

UN RATO DESPUES:

- "¡Buenas noches, Riqueza-san!" - El Anciano hace una reverencia y todos los nobles hacen lo propio.

- "No hemos querido molestaros, nos dijeron que estaban descansando todos en el sampán." -

- "Han transcurrido muchos días sin más desapariciones. La gente del pueblo por fin comienza a respirar tranquila. Y todo os lo debemos a vos y a los héroes que trajisteis en vuestro sampán." -

- "Todas las víctimas eran milicianos. Mis hombres. Debo deciros que os estaré eternamente agradecido." -

Riqueza se inclinó correspondiendo a la reverencia que le dirigían.

-Anciano Zhou, he venido para comunicaros que los yomas han muerto. Nuestro Sangre de Dragón demostró una vez más la grandeza de su sangre, y si bien los demás procuramos ayudarle en la medida de lo posible, solo a él puede atribuírsele la victoria. Resultó herido. De gravedad y ahora mismo reposa en el sampang para sanar. Es por ello que soy yo quien se persona aquí para hacer llegar las nuevas -dijo con tono humilde-. Pero debo haceros llegar también otras malas. Hallaréis una pequeña granja -indicó dando su localización-. En su interior reposan varios cadáveres, víctimas de esos monstruos. Supongo que desearéis dar adecuado sepelio a los difuntos y sería conveniente que purgarais la granja y los cuerpos de los yoma con la bendición del fuego.

Aguradó unos instantes, ante las voces que murmuraban entre sí.

-Mañana partiremos hacia la aldea de Entrecaminos. Hoy llegaron unos pescadores afirmando que en su tierras también hay muertes horrendas. Supongo que este pequeño mercader se ha transformado en el transportista de un héroe, pero hay causas que exigen un sacrificio, por más que la economía y el comercio se resientan -comentó de forma casual. Ante sí habían varios nobles que habían solicitado su ayuda. Era hora de saber si la muerte de los yoma valía para ellos algo más que unas palabras de agradecimiento.

- "Habéis hecho mucho más que eso, Riqueza-san. Transmitidle, por favor, nuestro agradecimiento y el de todo el pueblo al Héroe Dragón.

No hay nada que pueda pagar la ayuda que nos habéis prestado, pero si podemos ayudaros en algo, por favor decidlo." -

Riqueza hizo una leve inclinación ante las palabras del anciano, si bien su media sonrisa, encerraba algo más sutil. No hay nada que pueda pagar la ayuda, pensó repitiendo mentalmente lo que acababa de oír.

-Bueno, no os quitaré razón, noble Zhou, pero bien es cierto que si bien las aves comen de lo que el campo y los bosques ofrecen, y lo speces de lo que el río les da, nosotros, pobres mortales, debemos ganarnos el pan. Y encomendados a estas labores, cuando no hay ingresos, solo hay pérdidas. Tal vez, y solo si podéis permitíroslo, agradecería que nos proporcionarais alimentos, así como vendas y medicinas para los heridos. Y quizás algo de incienso y flores frescas para poder hacer una ofrenda al buen Hu y que así vele por nosotros en nuestros viajes en estas tierras plagadas de demonios y otras crituras -señaló con un tono humilde y la mirada clavada a los pies del anciano. 

El día transcurre tranquilamente después de que los pescadores se marchan. Luego de eso Riqueza Efímera se va a la casa del Anciano Zhou para contar las buenas nuevas, pero no me dejó hablarle de lo que había averiguado, además ahora no sabré por qué esas jóvenes eran asesinas antes de ser Yomas. ¿Espías de alguien? ¿Pero de quién? No conozco la respuesta y quizás nunca la sepa.

Vuelvo a mi habitación y comienzo a dormir. Descansar es lo que mis heridas necesitan y el día es para mí un momento mucho mejor que la noche, pues en esta última me puedo mover con tranquilidad y más seguridad, mientras que durante el día los ojos de las personas están atentos y divisan con facilidad mi figura. Dormir de día es la mejor decisión, además, hasta el momento nuestras cacerías de Yomas siempre son por la noche, lo que me hace desear estar más despierto en ese momento que en cualquier otro.

Mientras estoy recostado, pienso en como a pesar de la revelación que Dulce Loto le hizo a Riqueza Efímera y Patán Sabio nada ha sonado de aquello. ¿Realmente esos dos son tan discretos? ¿Podré confiar mis secretos a ellos llegado el momento? Lo ocurrido con la muchacha habla muy bien de ellos y claramente necesito gente así a mi lado. No puedo desperdiciar esas clases de amistades, pues quien vive solo por el mundo, pronto encontrará una situación de la que no pueda salir. Viajar acompañado es siempre más seguro.

Intento dormir para cerrar mis heridas y estar bien despierto en la noche, para cumplir mi vigilancia autoimpuesta mientras el resto de mis compañeros duerme tranquilamente.

- Rápidamente todos los nobles y terratenientes de la sala hablan entre sí.

- "Riqueza-san, por supuesto vuestra barcaza será reaprovisionada por completo: cinco sacos de arroz, cuatro barriletes de sake, tres sacos de judías, doce botellas de shochu, seis cestas de fruta, dos cajones de carne ahumada, cinco barriles de pescado ahumado, dos cajas de vendas y medicinas, todas las flores que queráis, y una pequeña contribución especial del consejo, una bolsa con cincuenta óbolos para futuros gastos de viaje. ¿Os parece bien?" -

-Muy generoso de vuestra parte, nobles de Wu-Chia -dijo con una profunda reverencia-. Ahora, si me disculpáis, debo regresar a mi barcaza y prepararlo todo para nuestra partida. 

Y dicho aquello, y tras una breves despedidas protocolarias y varias inclinaciones más, Riqueza se dispuso a regresar al sampang.