Partida Rol por web

- "Si Frau Helene está de acuerdo con este trato, entonces yo también lo estoy. Pero quiero añadir una condición, Padre Danovich:

Desde ahora renunciáis a este templo y nos lo entregáis a nosotros. Haremos que este suelo vuelva a ser terreno consagrado y que este lugar sea de nuevo un refugio seguro." -

La pelea no duró mucho y se resolvió sin ningún inconveniente, tan solo algún golpe y empujón que no pareció afectar a ninguno de los implicados. Parecía que todo el asunto había terminado con una especie de empate técnico en el que la violencia no parecía una buena forma de resolverlo, lo que por otro lado alegró a Ivalic.

-¿El último Uthurian? ¿De verdad? ¡Cuentánoslo Doru! ¡Cuentánoslo! ¡Por favor!

El niño gritaba emocionado ante el posible secreto que Doru podía desvelarles, ni siquiera pensó en lo que Doru pedía a cambio, eso había quedado apartado en su mente infantil que solo dejaba sitio a la resolución de un misterio.

-¿Has oído Vjelkus? Si Doru nos dice quien es ya podremos buscar a tu padre y os podréis ir a casa.

Empezó la frase con mucho entusiasmo, pero a medida que se iba dando cuenta que eso significaría que su nuevo amigo se marcharía del pueblo para siempre fue perdiendo fuerza.

Helene escuchó la voz que emergía de entre la niebla y su proposición de trato. Algo que convenía a ambas partes, un trato donde el nombre de su esposo era mencionado. Su estómago se cerró, como si una mano gigante lo atrapara y estrujara, hasta el punto que se dobló de dolor. ¿Qué le importaba a ella el destino del último de los Uthurlan si lo comparaba con el destino de su marido? Y aun así, a sabiendas de que su deseo personal no era tan importante como el genérico, con el dolor de saber que fallaba a sus hijos por no pelear adecuadamente por aquello que la había llevado a aquel desolado lugar dejándolos atrás, asintió mudamente con la cabeza primero para, una vez puesta en pie, verbalizarlo.

-Sí, es un trato adecuado. No sé si justo, pero sí adecuado.

Dicho aquello se acercó a Doru y Danovich y los miró a ambos, a sus rostros, a las almas que anidaban en el fondo de sus pupilas.

-Buscabas resucitar a tu hijo y tienes su cuerpo alimentando el alma de otro. Confío en que en ello halles la paz que crees merecer. Pero si en mis viajes hallo alguna verdad acerca de tu hijo que me conduzca a su cabeza, espero dar contigo para hacértelo saber y quizá entonces halles la paz verdadera. En cuanto a ti, Guardián de los Secretos y los Rumores, no te conozco, no sé quién eres ni cual es tu propósito en este mundo. En virtud del trato propuesto, nada puedo pedirte, pero soy madre y esposa y me hallo en la obligación de recurrir a ti. Puedes no responderme pero por favor no me mientas. Si tienes a bien, por favor, y aunque es otra cosa la que quisiera formularte, me conformaré con saber si mi marido, su padre -y su mano envolvió el hombro de Vjelkus atrayéndolo hacia sí. Miró un instante al ingenuo Ivalic y ante las palabras dirigidas a Vjelkus, nada dijo- está vivo. No tengo derecho a pedírtelo y algo me han demostrado estas tierras. Que nada es gratuito. Si me das una respuesta, sea la que sea, estaré en deuda contigo y algo me dice que nuestros caminos se cruzarán en un futuro y podré saldar dicha deuda.

Mamá...

Vjelkus la siguió tras la niebla y cogió su mano, justo ante el umbral en el que la niebla dibujaba el contorno de Doru.

Por mi parte, acepto no volver a esta iglesia. Tengo algo de ropa en mi humilde celda, hacer un pequeño petate será mejor que salir apresuradamente con lo puesto. Vuelvo ahora-dijo la voz del párroco en la bruma.

Helene... lo que me pides puedes conocerlo en el mismo momento en el que volvamos a reencontrarnos. Tu pago y mi respuesta se podrán corresponder ese día. Pero te propongo algo... Puedes elegir cual de los dos secretos quieres conocer. O el paradero del último Uthurlan... o el paredero de tu marido, y si está vivo, muerto o no muerto. Uno de esos secretos os será revelado hoy a cambio de la marcha de un viejo sacerdote y un pobre cuerpo remendado. El otro te aguardará hasta que llegue la próxima vez que volvamos a vernos, a cambio de un pequeño trabajo para mí.

Y bien... ¿Qué es lo que más deseas, Helene? ¿Cuál será mi billete para la libertad? ¿Uthurlan o Maurgen?

- Parriwimple creer que Helene deber elegir. Lo que Helene elegir, Parriwimple de acuerdo.

Lo miró a los ojos, mientras su corazón lloraba.

-El bien de unos pocos o el bien de muchos. Parece fácil elegir pero no lo es. Me maldeciré durante mil noches solitarias, añorando su calor junto a mi cuerpo, pero elijo Uthurlan, aunque mi corazón se rompa con ello. Hasta nuestro reencuentro, Guardián -dijo Helene que no pudo contener un sollozo acongojado.
 

- "Ese ha sido un sacrificio muy noble, Frau Helene." - Me llevo la cruz de la espada al rostro y luego envaino el acero ténuemente encantado de la valerosa Dama Ashlyn.

Ivalic vivió con tensión aquellos momentos en los que Helene debía tomar una decisión tan difícil. Cogido de la mano de Vjelkus esperó las palabras de la mujer, aunque en el fondo estaba casi seguro de la respuesta de esta. No pudo evitar una expresión de absoluta sorpresa cuando Helene se decidió por el último Ulthurian en vez de por su marido.

-¡Halaaaaaa! -Intercambió la mirada con su amigo. Si estuviera en su lugar seguramente le habría fastidiado si su madre hubiera escogido saber de otro y no de su padre, aunque esto fuera en el fondo un acto de gran nobleza y sacrificio. Uno que debería quedar registrado sin lugar a dudas en su libro.- Lo siento Vjelkus. Pero no te preocupes, encontraremos a nuestros padres, ya verás.

Ahora solo faltaba que Doru cumpliera con su parte del trato y les dijera donde estaba y quien era aquel hombre por el que habían sacrificado al padre de su amigo.

- "Fiel Ivalic, creo que deberías de apuntar esto. El último Uthurlan, el descendiente del arquitecto que construyó el castillo de la familia Von Zarovich..." - Le indico a Ivalic en voz baja haciendo gesto con las manos de escribir en pergamino con pluma y tintero.

Ivalic asintió ante las palabras del paladín, además ¿Quien podía negarse ante aquella pose segura con su capa chula y guay ondeando a su alrededor y su boca llena de dientes blancos?

-Tiene razón Herr Urik. -Ivalic rebuscó en su mochila y enseguida tenía en la mano algo para anotar todo aquello.- El último Ulthurian, descendiente del arquitecto que... -Ivalic alzó la cabeza y miró a Herr Urik.- ¿Que más era? No puedo escribir tan rápido porque entonces me tuerzo y los renglones tienen que estar rectos, la maestra siempre nos riñe si nos torcemos mucho. ¿Como seguía?

Me acerco a Ivalic y le susurro:

- "Del arquitecto que construyó el castillo de la familia Von Zarovich. Es decir, el Castillo de Ravenloft." -

Con las nuevas indicaciones de Herr Urik que le repitió más despacio lo que tenía que apuntar el niño pudo completar por fin la frase.

-Construyó el castillo de la familia Von Zarovich. Es decir, el Castillo de Ravenloft. -Ivalic enseñó la hoja al paladín.- ¿Así? ¿Que le parece como quedó? Me he esforzado en poner buena letra.

- "Muy bien, Ivalic. Creo que vas a ser el mejor cronista que ha dado nunca Barovia." - Le sonrío con afecto y entonces vuelvo a centrar mi atención en Frau Helene, el Padre Danovich y el monstruo reconstruido a través del cuerpo de su hijo Doru.

En la bruma, Doru guardó silencio y su contorno se mantuvo inmóvil. No fue hasta que se escuchó el rechinar de la armadura de Danovich cuando ambos abandonaron la iglesia. La voz de Doru atravesó la niebla en un eco...

Seguid por el Camino Viejo de Svalich. A la izquierda al llegar a la Encrucijada.

Pasad de largo el desvío a la Colina de Lysaga. Trescientos pasos antes de

llegar al puente de la catarata, internaos en el bosque a vuestra izquierda.

Todo perpendicular al camino, hasta llegar a la cabaña en la que mora el último

descendiente de Uthurlan.

Las indicaciones no especificaban cuánto tiempo se tendrían que internar en el bosque. Puede que la cabaña estuviese a cien pies del camino, puede que a diez jornadas de viaje, aunque la proximidad de los montes Balinok cerrando el valle no permitía prolongarse al bosque tanto como eso.

Mamá...-dijo Vjelkus, abrazándose a la cintura de su madre-No llores. Yo también quiero ver a papá, pero hoy has hecho que me sienta muy orgulloso de ti. Otra vez. Y papá también estaría orgulloso si estuviese aquí. Pero el ataque de los lobos será esta noche. Debemos darnos prisa y tocar las campanas.

La bruma se deshizo, demostrando que efectivamente Danovich y el Guardián de los Secretos se habían marchado. La iglesia tenía la puerta intacta y la puerta al campanario no estaba cerrada con llave. Por contra, había un agujero en el suelo que necesitaría de la ayuda del adúltero Viktor, y no quedaba un solo banco en el púlpito, empleados todos para la construcción de la futura casa de los Litmunova.

Aún con la iglesia para resguardar a la gente, una treintena de lugareños se quedarían sin sitio.

Examino el agujero en el suelo, para ver si ahí se pueden resguardar personas. Inspecciono rápidamente todo el resto de la iglesia.

-Gracias, Vjelkus. No sabes cómo me reconfortan tus palabras, hijo mío -dijo secándose las lágrimas con un gesto rápido del dorso de su mano derecha-. Tienes razón. Hay un trabajo que hacer. Que Ivalic te acompañe en busca de Viktor Litmunova. Vamos a necesitarlo aquí. Que traiga sus aperos de carpintero. Y después, encargaos de tañer las campanas para llamar al pueblo. Urik, te acompaño para revisar el sótano y demás dependencias de la iglesia. Parriwimple, acompáñanos, por favor.

Asiento agradecido ante las palabras de Frau Helene al tiempo que enciendo una antorcha para ayudarnos a ver lo que hay bajo la iglesia.

Parriwimple asintió a las palabras de Helene.

- Parriwimple saber también carpintero- explicó para luego ponerse serio. Había pasado algo... importante. Casi olvidaba lo que era. El gigantó miró la expresión de Helena y de Vjelkus como si tratara de, viendo sus caras, recordarlo. Milagrosamente, funcionó- Parriwimple siente no encontrar marido y padre aun. Parriwimple rezará manos Guiseppe por encontrar ambos.-  les dijo mientras les acompañaba.