Partida Rol por web

Avanzó sumida en un mutismo absoluto, pegada a sus dos hijos, y con su corazón en la sala en la que descansaba Jeff. Cuando la puerta se abrió con un quejido capaz de poner los pelos de punta a cualquiera y se hizo evidente la presencia de un gato y otros potenciales animales que no llegaban a verse, miró a sus hijos, y mudamente les conminó a seguir avanzando haciendo caso omiso de lo que allí pudiera verse o moverse. La inocencia o la irresponsabilidad ya les había jugado una mala pasada, y la muerte de su primogénito era el pago sufrido. 

Poniendo una mano en la espalda de Vjelkus y Firan, siguió caminando, alerta a cualquier cosa, tras los pasos de Gennifer. 

La habitación es pequeña, y la luz de la Espada Solar no ilumina más de lo que ya hacía la antorcha de la gemela de vanguardia, pero aporta más seguridad y transmite al resto cierta sensación de calma. Cuando Gennifer, Helene, Vjelkus y Firan llegan a la altura de la siguiente puerta, la antorcha también puede iluminar desde otro ángulo la zona sobre la que el sofá proyectaba su sombra. En ese rincón descubren una forma agazapada, un anciano no más alto que Firan. El viejo lleva un gorro rojo en la cabeza, y sujeta una guadaña usando la intersección roma de la madera con la cuchilla para presionar en el suelo a un pequeño lagarto azul del tamaño de un perro terrier, que sigue dejando escapar el mismo gorgojeo lastimero que escucharon al llegar.

¿Eh? ¿Qué?-dijo el anciano, al verse deslumbrado por la antorcha.

Ese momento de desconcierto lo aprovecha el lagarto para escurrirse de debajo de la guadaña. Corretea, y zigzaguea, tratando de huir.

Iiiiiiiiih...

En un momento dado, se trastabilla, y se materializa a su lado un segundo gato blanco, con una zarpa extendida como si acabase de hacerle la zancadilla al lagarto azul. El reptil recupera el equilibrio durante su carrera, y pega un salto a los brazos de Ivalic. No pesa mucho más que una gallina. Tiembla asustado en los brazos del joven escritor. En un momento dado, las manos de Ivalic sienten un calambrazo, como si fuese uno de esos lagartos electrizantes de los que cuentan las leyendas, pero luego se pasa.

Malditas pilinguis-dijo a Gennifer y a Helene, con cierto acento montañés que recordaba al de Varikov sin ser el viejo de raza enana-. Entráis a hurtadillas pa surprinderme a traición, ¡ho!-dijo, como si las conversaciones del grupo y el chirriar de la puerta no hubiesen puesto en alerta a su mal oído-. Teníais que haber venío con algún guardaspaldas, porque dos mujerzuelas y dos cachorros no son rival pa mí. ¡Sus mataré a los cuatro!

El gorro rojo levantó la guadaña y avanzó hacia los cuatro intrusos. Al revasar la esquina que hacía el sofá, el pequeño anciano miró hacia su izquierda, dándose cuenta de la presencia del resto del séquito.

Ay, mi madre... En la que me he metío...

El primer gato blanco salta a lo alto del respaldo de un sillón y mira fíjamente a Herr Malik Bauer. Entonces, los ojos del gato se vuelven verdes, y empieza a hablar con voz grave...

Todos tus compañeros han caído bajo el influjo de los vampiros. ¡Están controlados mentalmente! Si me permites la sugerencia-dijo el gato, lanzando una sugestión-, opino que deberías matarlos a todos antes de que te maten ellos a ti.

Malik no se doblegó ante ese insidioso comentario, y le arrojó un cojín del suelo, que el gato esquivó saltando al reposabrazos del mismo sillón.

La escena que se encontraron era ciertamente extraña, por un lado el gato feo y que no le acababa de dar buena espina a Ivalic.

Por fortuna es blanco, si fuera negro seguro que nos traería mala suerte y desgracias.

Por otro lado aquel viejo de un tamaño reducido que parecía un enano, aunque Ivalic juraría que no era tal, si no más bien una persona muy pequeña. Eso sí, por la forma de hablar le recordaba al fallecido Señor Varikov, puede que fueran de la misma zona. Y por último aquel extraño lagarto azul que estaba intentado aplastar y que pudo escapar cuando el anciano se despistó al ver parte de los recién llegados.
Sin saber muy bien cómo el lagarto acabó en sus brazos y le dio un pequeño calambre, aunque reprimió el deseo de soltarlo pues no quería que cayera en manos de aquel viejo amenazador y sus gatos malvados, sobre todo cuando el primer gato había intentado hechizar a Malik de alguna forma.

-¡Malditos gatos! ¡A por ellos! ¡Y a por el viejo! ¡Demosles una lección!

Claro que una cosa era decirlo y otra bien distinta hacer algo. ¿Que se hacía contra dos gatos que hablaban y hechizaban y un viejo malhablado sobre todo cuando se tenía un lagarto azul grande entre los brazos? Supuso que sería mejor ver que decidía el resto del grupo.

¡Es que tenía que quererla! De acuerdo, él no habría llamado a su amigo Urik pomposo egoista. Entre otras cosas porque no tenía muy claro qué era exactamente ser egoista y, desde luego, no tenía ni idea de lo que era ser pomposo. Para Parriwimple Urik era un amigo, una persona sabia y que combatía muy bien contra el mal, aunque a veces, pensaba Parriwimple, no se daba cuenta que decía cosas que hacían daño a los demás. Y a veces era muy rápido para decidir matar. Pero era bueno, Parriwimple estaba seguro.

De hecho él también pensaba decir que debían seguir, pero al final no había necesitado intervenir, lo cual era bueno porque... bueno, ya se sabía por qué.

Y entonces pasó lo del gato. Y aclaremos que a Parriwimple le gustaban los gatos. Lo que no impidió que no dudase ni un instante, y cargara contra el gato y tratara de aplastarlo con su clava.

Porque una cosa era ser bueno, y otra ser tonto. Y aunque Parriwimple era ambas cosas, estaba ya un poco escarmentado. Así que cargó contra el gato que había tratado de hechizar a Malik (o contra el otro, o contra el que había amenazado de muerte a sus amigos si no había otro objetivo posible) y le arrea un poderoso golpe con su arma.

Preparo mi espada para defenderme al tiempo que exclamo:

- "¿Por qué nos atacas? ¿Sirves a Stradh?" -
 

Helene frunció el ceño ante el comentario de aquel enano.

-¿Pilingui? ¿Mujerzuela? -si Jeff siguiera vivo en vez de estar su cuerpo enfriándose uno smetros más atrás, posiblemente Helene se hubiera echado a reír-. ¿Acabo de ver morir a mi hijo y lo primero que escucho es que me llamen ramera? -estiró la lanza para pinchar a aquel extraño ser, más para incomodarlo que para herirlo. Le recordaba vagamente a Varikov y se preguntó si tendría alguna relación con él-. Eres tan maleducado como lo era Varikov.

¿Quién carajos es Estrá, ho?-respondió a Urik.

La lanza de Helene pasó de largo, pero su ástil golpeó la cabeza del gorro rojo causando un leve chichón.

Ay, ay, ay, ay... La pilingui me hizo pupa.

El anciano retrocedió un poco sobre los cojines y entre los sillones, tembloroso y estremecido de miedo, a la zona más irregular para caminar. Levantó un poco su gorro rojo y se frotó el chichón.

Vjelkus siguió al herido, y le propinó un fuerte tajo de espada. Aunque Vjelkus había bloqueado con su corpulencia el paso entre la pared y los muebles, Helene aún podía aprovechar la longitud de su lanza para empalar al gorro rojo moviendo el arma por encima del respaldo del sofá.

Miaaaaaau...-trató de disimular el gato parlante, como si él no hubiese dicho nada antes.

El garrotazo de Parriwimple lo dejó bastante tocado, pero el Burgomaestre encontró resistencia, como si los gatos blancos fuesen de ese tipo de criaturas que para herirlos necesitas de algún material especial, como plata o adamantina. Además, y quizás lo más sorprendente de todo, la herida empezó a cerrarse lentamente. Malik trató de ayudar a Parriwimple, pero la espada de Ivalic no llegó a clavarse en el esquivo animalejo.

El segundo gato, el que había hecho la zancadilla al lagarto azul, lo persiguió hasta Ivalic. Mordió al joven en el tobillo para que soltara al lagarto. Un mordisco algo extraño... Ivalic notó cierto malestar, como si los dientes del gato le acabasen de transmitir algún veneno. Salieron en defensa de Ivalic tanto Tasia como el lagarto azul. El reptil apuntó con su cola y lanzó una descarga eléctrica de la que el gato blanco logró ponerse a salvo, y que solo le alcanzó de refilón. Tasia, más contundente, le pegó una patada al gato para alejarlo un par de pies de Ivalic.

Un tercer gato blanco se hizo visible a los pies Urik, mordisqueándole inocentemente la bota.

El resto del grupo seguía en las escaleras, sin sitio para entrar en la habitación. En cuanto a Gennifer, algo invisible chocó con ella cuando desenvainaba su daga. El pomo de la puerta se giró solo, y la hoja se abrió a una nueva habitación, que si no era el laboratorio de alquimia que estaban buscando, se le parecía mucho...

¿Quién...?-dijo la voz de un hombre, que por el ángulo estaba fuera de la vista.

Como siempre ocurría, la situación comenzó a desmadrarse a un ritmo vertiginoso y mientras Vjelkus y la Señora Helene atacaban al anciano los gatos comenzaron a atacar y defenderse según el caso. Uno de ellos mordió la pierna de Ivalic que no fue capaz de hacer nada.

-¡Ay! ¡Maldito gato! -Sentía el dolor de la mordedura, pero además comenzó a notar un malestar extraño, como si aquella criatura lo hubiera envenenado, cosa difícil si era un gato, pero no estaban tratando con gatos normales por otro lado. El lagarto azul disparó una descarga que dio de refilón al felino y Tasia una patada que lo alejó del muchacho.- ¡Gracias Tasia! ¡Gracias nuevo amigo! -Ivalic acarició al lagarto como agradecimiento.- ¡Tened cuidado, creo que estos gatos tienen veneno!

Ivalic intentó mantenerse firme, esperando que al gato no le hubiera dado tiempo a inocularle demasiado veneno y que su cuerpo y el amuleto de salud que llevaba hicieran el resto. Se mantuvo alerta dispuesto a dar una patada a cualquier gato que se acercara.

Generalmente me gustan los gatos, producto de mi infancia en las callejuelas de Teudeldorf, pero diría que esto no son gatos, sino alguna clase de impostores extraplanares.

-Dale fuerte mientras lo mantengo distraído, Vjelkus -dijo Helene que azuzó al enano con su lanza sin llegar a tocarlo, parapetado como estaba tras el sillón. Parecía ignorara quien era Stradh dada la extrañeza de su tono, pero su presencia allí era signo evidente de su relación con el mismo. Eran muchas las criaturas que habitaban el castillo y hasta aquel momento, buena, ninguna. Jeff, su Jeff era clara víctima de ello. Y su solo pensamiento hizo que Helene sintiera crecer la furia en ella y su deseo de hacer daño al enano se impuso de forma desmesurada.

Parriwimple volvió a intentar golpear al gato al que ya había golpeado anteriormente. Aprovechando la presencia de Malik el burgomaestre trata de flanquear entre ambos al pequeño animal para facilitar el poder golpearlo. Lanza contra el bicho un poderoso golpe, decidido a no ver más muertos como el pobre Jeff entre sus amigos si él puede evitarlo.

El mango de la espada de Urik vibró al notar la carne del gato, como otras ocasiones en las que Urik atacaba a criaturas malignas. El golpe no fue lo suficientemente fuerte como para matar al gato que el Caballero del Cuervo tenía a sus pies.

Parriwimple también tenía problemas para conectar un buen golpe, ya que en aquel lugar tan reducido, con todos los muebles desperdigados, era imposible flanquear a ninguna de esas pequeñas alimañas.

La lanza de Helene, clavada con furia, dejó al pequeño gorro rojo incapacitado, apoyando su espalda contra la pared para no caer al suelo. Obediente, Vjelkus alzó el espadón sobre su cabeza, y...

¡ALTO! ¡¿Se puede saber qué está pasando aquí?!-exclamó una figura desde el laboratorio al asomarse por la puerta.

Los gatos se volvieron invisibles todos al unísono. Incluso Vjelkus o Tasia contuvieron sus golpes, como chiquillos ante una voz más autoritaria de aquel humano.

Mi nombre es Cristofor. Les ruego que disculpen a las mascotas de la familia. Los extraños les alteran, y se vuelven juguetones. Por favor, pasen al laboratorio. Es un lugar más tranquilo para hablar. Y que el último no olvide cerrar la puerta. Si los gatos se escapan de esta torre, podría ser un quebradero de cabeza.

Se aparta cinco pasos hacia atrás, para no dificultar la entrada a los desconocidos al laboratorio, si es que desean dejar el combate contra los gatos en tablas...

- "Alto, amigos. Dejemos de combatir. Es demasiado extraño lo que está pasando aquí y necesitamos información." -

Me dispongo a entrar al laboratorio de alquimia si el resto de mis compañeros también deciden dejar la lucha.

La interrupción de Cristofor y su estentórea exigencia de detenerse hicieron que Helene volviera la cabeza. La sangre le ardía y el recuerdo del cuerpo de Jeff tendido en el suelo, parecía ocupar cada neurona de su cerebro. Aun así, y ante la petición no sin sentido de Urik, se conformó con lanzar un grito de rabia y frustración y patear el cercano sillón en vez de seguir lanceando al enano del extraño sombrero. Si se arrepentiría o no de aquella decisión, era algo que correspondía al futuro. En aquel momento, la urgencia era quitarlo de su vista de modo que, presurosa, avanzó en dirección a la puerta del laboratorio y cruzó su umbral con rapidez.

-Vjelkus, Firan, venid -pidió. Si alguien podía calmar su fuego eran ellos con su presencia.

Ivalic apuntó con la cola de su lagarto azul hacia uno de los gatos con la intención de darle un buen calambrazo, aunque de repente el combate se detuvo con la llegada de un tal Cristofor que provenía del laboratorio y ante el que los gatos se volvieron invisibles.

-Ahora que les íbamos a dar su merecido. Tu no te preocupes amiguito, no te harán daño, Tasia y yo te protegeremos. ¿Sabes hablar también?

Quizás aquel lagarto también podía comunicarse, por intentarlo no perdían nada.
Ivalic dio un pequeño paso hacia delante pero soltó el pie en forma de pequeña patada para asegurarse que si uno de los gatos estaba cerca obtuviera su merecido.

-Yo me llamo Ivalic y ellos son mis amigos. -El muchacho presentó a todos los que no lo habían hecho y después se interesó por quien era aquel personaje.- ¿Y usted quien es, Señor Cristofor? ¿Y que hace en el castillo de Strahd? Y sus mascotas no son juguetonas, son peligrosas, si vuelven a atacarnos recibirán su merecido, estaban haciendo daño a este lagarto.

Si estaba allí seguramente era uno de los esbirros del Conde y por lo tanto debían andar con cuidado, no quería caer en otra trampa.

Vjelkus se abrazó a la cintura de su madre; Firan, más desapegado, la agarró de la mano. Los sentimientos de furia y frustración se fueron disipando, y Helene no tardó en serenarse. Por el contrario, el lagarto azul seguía nervioso en los brazos de Ivalic, mientras lanzaba quejidos esporádicos. Tasia acarició al reptil en la cabeza.

Tal vez deberías ponerle nombre a tu nuevo amigo, Ivalic...

Escucharon el sonido de la puerta chirriante cuando Laurie volvió a cerrarla. Con cuidado de no pisar la cola de ningún gato blanco invisible, fueron pasando al laboratorio de alquimia. De nuevo Laurie, cerrando la expedición, cerró la nueva puerta, la que separaba el laboratorio de la salita.

Había ventanas al exterior de la torre, que mostraban aún la oscuridad de la noche. Al pasar cerca del caldero, lleno de un líquido verde transparente, vieron en el fondo la llave que habían venido a buscar. La leña bajo el caldero estaba apagada. Zigzagueron entre varias mesas de laboratorio, con probetas, alambiques y velas encendidas, cuya luz palidecía y se solapaba con las antorchas de las gemelas y la luz de la Espada Solar. El lagarto eléctrico volvió a temblar cuando vió a un congénere muerto en un tarro con formol, en lo alto de una estantería.

El lagarto eléctrico puedes quedártelo si quieres, Ivalic. Son el alimento de nuestras mascotas. Puedo cazar más en el bosque, así que no es necesario que me lo devuelvas.

Vamos a ver... Imagino que coincidí con alguno de ustedes durante el baile de máscaras de hace dos años. En su momento ya comuniqué a mi pareja de baile que represento a un poder que está interesado en derrotar a Strahd. Por simplificar la explicación, Strahd y mi representada han llegado a un acuerdo temporal, así que el Conde nos permite ocupar ciertas plantas de esta torre. De ese modo podemos dedicarnos a nuestras investigaciones, en un laboratorio bien equipado.

Pero el deseo de mi representada es romper ese acuerdo unilateralmente, así que desea colaborar con ustedes en la destrucción de Strahd.

Un sudor frío cayó por la frente de Ivalic. No se encontraba bien, o por lo menos no estaba tan vivaracho como de costumbre.

Antes de continuar... Nuestros gatos son un poco ponzoñosos. ¿Alguien que haya sido mordido quiere tomarse un contraveneno?-agitó un tubo de ensayo, tendiendo la boca del recipiente hacia los recién llegados por si alguno quería probarlo.

Frunzo el ceño con desconfianza y miro por un momento a Frau Helene. Es cierto, hace dos años ya nos habló de esta situación tras el baile.

El problema es que la aliada de Stradh que ahora busca traicionarle es una diablesa, y aliarse con una criatura infernal y sus adláteres es una muy mala idea...