Partida Rol por web

-Sí, puede que si, déjame pensar algo.

En realidad no había pensado quedárselo, pero al ver que a Tasia le gustaba aquel pequeño lagarto azul y que además dejarlo allí suponía casi sentenciarlo a muerte quizás no era tan mala idea quedárselo.

¡Y puede lanzar rayos!

Cuando lo viera Ludovico y sus amigos del pueblo iban a alucinar, así que decidió quedarse con aquel extraño animal mientras todos pasaban al interior del laboratorio. Allí Cristofor le aseguró que podía quedárselo, así que eso reforzó su determinación sobre el asunto.

-Creo que lo llamaré Pitufín. Una vez leí una historia sobre unos pequeños seres que vivían en unas setas dentro del bosque y que eran azules como él, claro que ellos eran más pequeños y además llevaban unos gorros blancos y tenían un archienemigo que se llamaba Gargamel y...

Ivalic dejó de contar la historia de los pitufos pues parecía que Cristofor tenía algo interesante que decir, para ser más exactos una propuesta como la que años atrás les habían ofrecido, parecía que la actual aliada de Strahd quería desesperadamente ayuda para librarse de su pacto y había visto en su grupo una forma de hacerlo, claro que por otro lado era un demonio...

Pero si no aceptamos Strahd seguirá siendo fuerte y nos tendremos que enfrentar a ambos grupos, quizás podamos sacar algo de todo este pacto.

Iva a dar su opinión cuando comenzó a sentir un sudor frío, parecía que el veneno del gato que le había mordido era más fuerte de lo que había pensado y volvía a sentirse mal. Por fortuna parecía que Cristofor tenía un contraveneno y el muchacho poco que perder si lo probaba, o al menos eso pensaba él, no quería morirse por la mordedura de un gato, los libros que escribieran su final serían terriblemente crueles y la gente se reiría.

-¡A mi me mordieron! ¡Yo lo tomaré!

Aceptó el tubo del ensayo lo miró al trasluz y lo olisqueó un poco antes de tomarlo, si era algo malo quizás estuviera a tiempo de no hacerlo, pero parecía todo correcto y no quería seguir sintiéndose mal.
El resultado no fue nada positivo, casi de inmediato Ivalic comenzó a sentir náuseas, incluso llegó a escupir gran parte del tónico pues le sabía fatal. El veneno había ido rápidamente apoderándose de su cuerpo y ahora se sentía muy torpe.

-Toma Tasia, agarra tu a Pitufín, necesito sentarme un rato, no me encuentro nada bien.

Ivalic buscó un lugar donde sentarse esperando que aquella sensación desapareciera y haciendo un esfuerzo por prestar atención a lo que decía Cristofor.

-¿Y que tipo de colaboración nos ofrece?

Khyristrix, pensó Helene al tiempo que recordaba cómo la corrigió en su pronunciación. 

-Khyristrix -dijo ya para todos-. Fue conmigo con quien habló y a quien mencionó que la capacidad de los vampiros de andar bajo el sol sin resultar dañados era gracias a una nueva alianza mantenida entre ambas partes. La suya y la de Stradh. Pero dígame o díganos, ¿qué lleva a su representada a desear acabar con su acuerdo? 

Miró en dirección a Ivalic. Algo en su balbuceo la alertó. Parecía que la poción de Cristofor no había surtido efecto en el joven. El veneno inoculado por el gato corría por sus venas y seguía afectándolo. Por un instante, pareció vivir una lucha interna que acabó muy pronto y que fue evidente en la resolutivo de la mirada de la clérigo. Dio unos pasos en dirección a Ivalic y se puso a su altura. En aquellos dos años había crecido, algo de lo que no había sido consciente hasta aquel momento. Un ligero bozo cubría su labio superior, los huesos de su cara estaban perdiendo la suavidad característica de los niños y rasgos más marcados empezaban a perfilarse en su mandíbula y pómulos. Le recordó dolorosamente a Jeff.

-Ivalic, mírame -por unos segundos Helene permaneció quieta y seria, la mirada serena. De pronto, sonrió, como una madre a su cachorro. Alargó una mano que posó en la nuca de Ivalic y lo atrajo hacia ella, abrazándolo con suavidad, mientras murmuraba unas pocas palabras, ininteligibles para los demás-. Espero que esto te ayude -declaró sin mayores explicaciones tras separarse de él. 

Eeeeeeeeek...

Pitufín aceptó gustoso pasar a los brazos de Tasia. Era como si Ivalic le repeliese. ¿No aprobaba que Ivalic aceptase un regalo del hombre que asesinó a toda su familia? Desde luego, que Ivalic fuese amigo de su enemigo lo convertía en enemigo del propio Pitufín. ¿O puede que notase algo en Ivalic que había cambiado? ¿Algo maligno?

Gennifer reparó en una puerta cerrada en el otro extremo de la habitación.

Por favor, no te acerques ahí. Es el dormitorio. Mis compañeras Trina y Afina han dejado a reposar un extracto de malassar muy inestable que deben volver a mezclar al amanecer, así que mejor que sigan durmiendo-señaló un matraz de la mesa con un líquido amarillento que podría ser extracto de malassar o cualquier otra sustancia extraña.

Después de decir eso, Cristofor se acercó a Ivalic, como haciendo tiempo para responder a la pregunta de Helene.

¿Seguro que estás bien, niño?-el alquimista acercó mucho la cara, para ver a Ivalic sus ojos de cerca-Mmmh... Parece que el contraveneno tiene algunos efectos secundarios. Déjame anotarlo.

¡¿Efectos secundarios?! Vaya, la había pifiado pero bien. ¿Qué efectos secundarios? Un escalofrío recorrió la espalda del joven Yannof. ¡¿Era el escalofrío un efecto secundario?! Cristofor escribió algo en un pergamino. Por encima del hombro, alguno de los presentes pudo ver que el alquimista estaba utilizando un alfabeto desconocido. Los que miraron a Ivalic, en busca de ese efecto secundario, se dieron cuenta de que la pupila de uno de sus ojos se había transformado, tomando un aspecto a ojo de reptil.

Aún es pronto para saber si será permanente. Ven a verme dentro de veinticuatro horas, para ver cómo ha evolucionado tu ojo, y veremos si se puede hacer algo.

Volvamos a lo importante. Creo que me habían preguntado por las motivaciones de mi representada...

Las Brumas que rodean Barovia tienen ciertos efectos. Uno de esos efectos es que las invocaciones, ya sea las hechas por un ritual o por un conjuro de convocar monstruo, son permanentes. Normalmente, si convocas algo, al cabo de un rato la magia que lo ha traído hasta ti se disipa, y la criatura vuelve a su plano de origen. Las Brumas impiden a las criaturas invocadas volver a su plano.

Eso le ocurrió a Khyristrix. Strahd la convocó, y eso la mantiene retenida en Barovia. Sin embargo, las Brumas se alimentan de las penas de Strahd. Es una relación parasitaria. Strahd es torturado, con la ilusión de que alguna vez podrá conseguir a su amada, y las Brumas absorven ese dolor. Khyristrix desea la muerte de Strahd, porque eso eliminaría las Brumas y le permitiría volver a su hogar, a su plano natal.

Eso significaría que si Strahd es destruído, Helene y sus hijos podrían volver a la cabaña, en sus tierras de Nova Vaasa.

Ivalic obedeció y miró a la Señora Helene en silencio, después sintió el abrazo y una agradable sensación que lo devolvió a su estado habitual... o casi.

-Gracias Señora Helene, creo que ya estoy mejor, ha debido ser ese contraveneno, creo que no funciona muy bien.

Se encogió de hombros ante la pregunta de Cristofor, no sabría decir si estaba peor o mejor, se seguía sintiendo raro y cuando el hombre comentó lo de los efectos secundarios cualquier cosa que sentía le parecía uno de aquellos efectos secundarios.

-¡Efectos secundarios! ¿Qué efectos secundarios? Creí que la poción funcionaba, no que era un experimento. ¿Qué me va a pasar ahora? ¿Mi ojo? ¿Que le pasa a mi ojo? Sigo viendo todo bien... ¡Eh! ¡Lo mío también es importante!

Estaba cuanto menos confundido con todo aquello. ¿Se iba a morir? ¿Que le pasaba a su ojo? Él no sentía nada raro, bueno había sentido un escalofrío, pero... ¿Era parte de los efectos secundarios o simplemente una reacción normal de su cuerpo?
Escuchó por encima las explicaciones de Cristofor sobre Khyristrix y queriendo resumir la situación para volver a su problema preguntó.

-Entonces... ¿Si la ayudamos a vecer a Strahd, Khyristrix se marchará a donde vino y dejará nuestra tierra?

Eso parecía muy conveniente, si vencían al Conde y además la diablesa se marchaba era perfecto para todos, la alianza le parecía algo que debería aceptar ya, así que podían pasar a otras cosas.

-Oye ¿Me veis raro? ¿Que le pasa a mi ojo?

No paraba de mirarse las manos y otras partes del cuerpo para comprobar que todo seguía igual.

¿Ese lunar? ¿Estaba ahí antes? Sí, creo que si... Uff que susto.

- "Tranquilo, Ivalic, es posible que el efecto sea temporal..." -

En realidad no me siento nada tranquilo. La posibilidad de que el grupo quiera aliarse con una diablesa, aunque sea por una buena causa, me parece una pésima idea.

-Permanece quieto un instante -dijo mientras intentaba curar al inquieto Ivalic. Sus labios volvieron a moverse formulando su conjuro al tiempo que las manos se mantenían en el rostro del muchacho-. Por ahora no puedo hacer más -comentó levemente cansada-. Mañana veremos cómo te encuentras. 

Ante las palabras de Cristofor, se volvió. La promesa de la desaparición de las nieblas era una promesa a poder regresar a su casa con sus hijos y marido una vez lo hallaran. Y por primera vez tenían conocimiento de que las nieblas se alimentaban del dolor de Stradh. Un dolor que desaparecería matando a aquel monstruo genocida o entregándole en mano su sueño. A su amada. En cualquier caso, aquel hombre no le inspiraba confianza. Y tampoco le había pasado por alto la presencia de aquel caldero con la llave al fondo, su objetivo. Tendría que hallar la forma de recuperarla. Discretamente, retrocedió lo justo para estar al alcance de su lanza. En cuanto tuviera ocasión, y de forma descuidada, intentaría volcar el caldero, vertiendo su contenido y dejando la llave a mano. 

Parriwimple, como era costumbre cuando se hablaba tanto, se liaba. Sin embargo tuvo el suficiente juicio para no combatir, y del mismo modo, prefirió abstenerse de hablar. Ello no obstante... no era un hombre astuto. Más bien al contrario. Y por eso no podía dejar de mirar al caldero. Allí estaba la llave que necesitaban.

La llave que necesitaban como paso previo para recuperar el alma de su hijo.

El amarillo en el ojo de Ivalic empezó a menguar, pasando de ser todo su ojo, a una pequeña peca gualda en el iris. Con Ivalic siendo el centro de atención, Helene pudo volcar el caldero sin impedimento.

¡¿Qué haces, insensata?!

El contenido se desperdigó no tan líquido como cabría esperar. Era más una gelatina densa, un flan que se desmoronaba. Y como si estuviese a mucha presión dentro del recipiente, fuera se expandió con libertad hasta ocupar un cubo de quince pies de lado, en cuyo centro flotaba la ansiada llave.

Al avanzar por la estancia, en el interior del cubo se formaron unos moldes, unos sombreados de dos criaturas que también estaban en la habitación, invisibles, y que pronto fueron absorvidos por la masa informe. Pero pronto los héroes también se vieron acosados por el cubo gelatinoso.

Rápidamente salto a un lado, evitando así ser engullido por el cubo gelatinoso.

Su preocupación al menos había servido de distracción para que la Señora Helene intentara recuperar la llave que habían ido a buscar, aunque las cosas no habían salido como esperaban. Ivalic supuso que eso anulaba su intento de llegar a un acuerdo con Cristofor negociando una tregua contra Strahd donde la entrega de la llave sería parte fundamental, pero a veces las cosas se desmadraban. En aquellos momentos solo tenía que preocuparse de no ser engullido por aquel cubo de aspecto gelatinoso. Saltó hacia un lado mientras intentaba parar todo aquello.

-¡Un momento Cristofor, dile a esa cosa que no trate de atacarnos! ¡Ha sido un accidente!

Parriwimple intentó esquivar el cubo pero... falló. Y ojalá eso hubiera sido lo único...

Helene murmuró un "lo siento" que estaba muy lejos de experimentar. Al menos en cuanto a Cristofor. Su mirada siguió sorprendida las evoluciones de aquella masa gelatinosa que seguía creciendo y absorbiendo en derredor suyo cuanto se hallara, empezando por aquel par de mujeres de aspecto demoníaco, invisibles hasta aquel momento a sus ojos.

Los ojos de Helene se entrecerraron, evaluando sus posibles identidades. De un lado, su invisibilidad las hacía parejas a los dos gatos de la sala anterior y la clérigo sospechó que tanto gatos como hembras se correspondían a una misma identidad, es decir, que aquellas diablesas eran capaces de metamorfosearse en gato, simulando una inocencia inexistente como bien podía comprobarse por el ataque a Ivalic y que la gelatina las había revelado físicamente en su verdadera naturaleza. Obviamente, no eran sino elucubraciones de una madre cuya mente seguía afectada por la muerte de su hijo y que, posiblemente, carecieran de sentido.

De otra parte, la mención del alquimista en relación a Trina y Afina le hacía pensar que esos eran los nombres de las dos mujeres. Además,...

Cualquier otro pensamiento o reflexión desapareció cuando vio cómo Parriwimple, a diferencia de Ivalic o Urik, era engullido por la gelatina en contra de sus intenciones.

-¿Cómo podemos hacer para deshacer esa masa informe? -preguntó con urgencia a Cristofor en la consciencia de que él sabría como disolverla.

¡¿Deshacer?!-preguntó, indignado-¡¿Tienes sal cáustica de la fosa de Accarpe?! ¡¿Tienes esporas de hongo chillón norteño?! ¡¿Tienes babas de gric albino?! ¡¿No?! ¡Pues usamos todos esos exóticos componentes solo para retener al cubo de gelatina en el caldero! ¡Limitaos a atacar hasta reducirlo a puré!

Intentó serenarse y atacar a la criatura, pero estaba demasiado alterado como para invocar su magia correctamente. Un rayo salió del dedo de Cristofor, explotando a un palmo del brujo, que acabo con la mano llena de dolorosas quemaduras.

Entonces... ¿Está hecho de gelatina?

Sin dudarlo, Vjelkus se adentró en el cubo gelatinoso con la boca abierta, tratando de comer cuanto más masilla mejor. El cubo se siguió extendiendo por el laboratorio, o más bien había llegado a sus límites, y empezaba a reptar para conseguir más comida. Ida se alejó a tiempo, pero la armadura de Malik no permitió al Guardián de la Pluma Negra apartarse, y Herr Bauer fue absorvido al interior, junto a Parriwimple y Vjelkus.

A su vez, el volumen ocupado por un demonio de cuerpo femenino se rellenó de golpe, como si se hubiese teletransportado fuera del cubo. También se zafó la otra criatura invisible, la que tenía el tamaño de un perro grande, y la forma de un caracol con trompetillas y tentáculos. En esta ocasión no se teletransportó, sino que la hoquedad en la gelatina se alargó a medida que la criatura avanzaba hasta una de las caras del cubo. Aquella cueva se cerró cuando la gelatina se derrumbó sobre ella. Fuese lo que fuese, también había salido al exterior, y seguía siendo invisible.

Tasia atacó, golpeando con los nunchakus por temor a ser también engullida si le daba un puñetazo con la mano desnuda, y fue su arma la que acabó siendo absorvida. Las gemelas (una de ellas con una daga y otra con un estoque) lograron hacer surcos, como cicatrices, en la pared del cubo gelatinoso.

Mientras, en el interior del cubo, Parriwimple sentía los ácidos gástricos del cieno empezando a devorarle. Le costaba moverse en aquella masa. Estaba paralizado más por lo confuso de aquella situación que por las toxinas paralizantes de la enorme criatura que custodiaba la llave.

Acabo de esquivar por pura suerte el cubo para evitar ser engullido, pero veo como mis amigos no han tenido tanta fortuna. Alzo la espada con fuerza y la descargo contra los bordes del cubo gelatinoso, lejos de mis compañeros y esperando cortar grandes cachos de la blanda materia pestilente.

Helene se movió rápida y hundió la lanza en la gelatina como un cuchillo caliente en mantequilla. Confiaba en que su golpe no afectaría a ninguno de los engullidos, hiriéndolos en el proceso y a un tiempo confiaba en que aquella masa viscosa que su hijo había intentado comerse no lo hiriera.

Parriwimple notó el entumecimiento de su cuerpo... pero se las arregló para desplazarse dentro de la masa informe, saliendo fuera de la misma. Mientras sale intenta (aprovechando que está en el interior de la masa del ser) salir con la llave bien agarrada.

Después de todo al ser tragado ha terminado cerca de la misma, y es lo que están buscando en este lugar.

Ivalic negó con la cabeza ante las preguntas de Cristofor, no tenía ninguna de esas cosas ni tan siquiera había escuchado nombrarlas nunca. Como atacar parecía la única solución sacó su trabuco y apuntó a la gelatina.

Espero que la gelatina no deje pasar los balines y le de a alguno de los que hay dentro. O que Vjelkus se la coma desde dentro...

Su amigo era capaz de comerse toda aquella gelatina, pero no sabía si tenían el tiempo suficiente para que no muriesen antes ahogados en ella, ni siquiera si sabía bien. Apuntó con cuidado y disparó manteniendo una distancia prudencial. Y por si eso no fuera suficiente gritó a su nueva mascota por ayuda.

-¡Vamos Pitufín! ¡Dispara a la gelatina!

No sabía si el lagarto azul le entendería, pero por intentarlo no pasaba nada.

¡Electricidad! ¡Sí! Los electrolitos alterarán su consistencia... Un momento. ¡NO! ¡No lo hagas!