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La Ciudad del Aire

La Ciudad del Aire no es como la gente puede pensar una ciudad hecha de aire, ¿a quién se le puede ocurrir a hacer casas de aire? ¿De verdad has pensado qué...? Joder. Bueno, a lo que íbamos, la Ciudad del Aire es una ciudad que se encuentra en la cima de unas de las montañas más altas de la Creación. Su fauna se compone más que nada de animales voladores y los mejores maestros del Aire se encuentran en el Consejo de esta ciudad. Además, los vientos que soplan en la misma y en sus alrededores son terriblemente poderosos, pero los Maestros del Aire pueden controlarlos y los utilizan para mantener la defensa de la ciudad. La gente de esta ciudad es bastante cosmopolita y accesible, además, bastante simpática.

-Número máximo de ocupantes: 15
-Número actual de Ocupantes: 0 / 15
-Seguridad: 6
-Recursos A: 6
-Recursos B: 7

DÍA 1

"La noche de los Gigantes Ciegos"

Los Bardos de las Ciudades cantan canciones sobre los Gigantes Ciegos, pero últimamente, las canciones se han vuelto un poco más... como decirlo... más cruentas. Los Gigantes Ciegos, una raza de gigantes que habitan las Tierras Sombrías, están saliendo de sus zonas de caza para adentrarse en los poblados y en algunas ciudades. Por eso los Bardos cantan canciones sobre ellos. Pero por ahora, no se han dado casos de hombres, enanos o cualquier otra criatura que hayan sido atacadas por los Gigantes. Lo que si se sabe es que están nerviosos. Nunca habían salido de su zona, pero hay algo que los asusta, o en su defecto, los espolea para que se internen en los bosques para cazas los animales. Se han recibido informes contradictorios sobre bestias que habitan en los bosques que están haciendo que la fauna del lugar busque otro lugar más tranquilo para vivir. Así como también, se han detectado ataques de seres que nunca se habían acercado a las personas, como si algo los animase a atacar, o como si algo les haya cambiado su forma normal de ser.

Algo está pasando en el Reino, y no es algo sobre lo que la gente desee hablar abiertamente. Aunque se escuchan rumores, cuchicheos, diálogos en voz baja sobre que un mal asola las tierras. Algunos hablan de que las viejas leyendas están tomando forma nuevamente y que el Mal Supremo está cobrando cada vez más fuerza mediante un acúmulo de seguidores... y aunque por ahora no se han recibido informes o escuchado noticias de ello, más vale estar preparado. Las Ciudades importantes han comenzado a levantar defensas por si la Noche Eterna se acerca...

Aunque la gente sabe que eso no será suficiente, se aferra al pensamiento que una simple barrera mágica o un muro de piedra podrá detener al Mal si este hace su aparición en el Reino.

Pero, ¡que diablos! esas son leyendas. Habladurías de viejas que pasaron de oreja a oreja hace ya mucho tiempo. Simples y meras historias para asustar a los niños.

Aquí estáis, en esta zona. Vuestros viajes os han traído a la Ciudad del Aire y por supuesto, aquí empieza vuestra aventura. Los bardos cantan por las calles y la gente va de un lado al otro sin percatarse de que vosotros estáis allí. A unos pocos metros de dónde os encontráis, que es la plaza de la ciudad, existe un gran mercado con mercaderes que gritan a mil voces cosas sobre sus productos.

Pero por ahora, vosotros no estáis allí de compras.

Tampoco el Mal Supremo.

El joven humano recorría la plaza de la ciudad con lentitud, observando tanto los tenderetes del mercado como a los viandantes que por él transitaban.

De porte distinguido y apuesto, adoptaba una pose casi altanera, aunque en ningún momento mostró malos modales ni dedicó una palabra desagradable a ninguna de las personas con las que habló. Simplemente era un paladín de la Orden de la Luz, y eso se notaba a la legua.

Las expresiones de su cara, no obstante, eran completamente transparentes. El paladín buscaba algo, preguntaba directamente, y no recibía ninguna respuesta satisfactoria. En cierto punto se le notó casi cansado, pero tan sólo fue un instante, un segundo, antes de respirar hondo y volver a la carga.

Disculpe  se acercó a otro recién llegado al mercado  Busco a alguien que pueda informarme sobre lo que está acaeciendo en las Tierras Sombrías. ¿No? Bien, gracias...   perdone señora... ¿sabría decirme ...?

Riora, caminaba sucia y nerviosa por  la ciudad. Se hacía evidente que la incómodaban los altos muros, la hacían sentir enjaulada. Y toda esa gente llenando las calles y voceando no le gustaba nada, pero no tenía otra opción. No almenos hasta que quedara resuelto todo el tema de los colgantes. No había llegado sola a la ciudad, había llegado siguiendo a un tipo, de mala gana, y aunque estaba claro que no le profesaba simpatía alguna no se separaba de él.

Avanzaba lentamente por las calles con la mano zurda sobre la empuñadura de su espada, instando a su acompañante para evitar las calles más concurridas.

- Acabemos con esto cuanto antes, quiero largarme de aquí. Busquemos a alguien que pueda decir que clase de brujerías esconden los amuletos y cada uno por su lado.

Riora aparte de buscar una tienda de artefactos exóticos va buscando también ropa y comida, según los rumores no era seguro tratar de cazar en los bosques y las montañas, y suerte había tenido hasta entonces al no encontrar un gigante luchando por la misma presa, y tenía el convencimiento que había compartido con uno de ellos el coto de caza.

Los lugareños hablaban sobre un tipo que no dejaba de preguntar sobre las Tierras Sombrías, quizá sería buena idea encontrarle para charlar con él, pero antes tenía que ocuparse de otros asuntos.

Los bosques ahora ya no eran seguros, y desde que se había encontrado con aquella orco todos sus movimientos iban ligados a ella, así que me dirigí a uno de los lugares más seguros y probablemente con mayor información sobre aquellos colgantes. La ciudad del aire.

Apenas había estado mucho tiempo en aquella ciudad posteriormente pero no había cambiado apenas, se respiraba tranquilidad y pureza, observaba que mi acompañante no estaba muy cómoda allí, pero que podía esperar de una orco.

Será mejor que no hagas ninguna tontería en esta ciudad, no quiero problemas.

Me había puesto aquel medallón mágico con el símbolo del águila, y esta ciudad era ideal para preguntar por él.

El mercado estaba lleno de gente y no sería muy buena idea que todo el mundo nos viera, podrían pensar mal, me puse mi capucha para no mostrar mi rostro y tape mi espada para no suscitar ningún tipo de rumor.

Debemos ir a ver al consejo, ellos podrán ayudarnos.  Le dije a la orca, 

Pia había abandonado la última ciudad hacía 3 días con la única compañía de sus enseres, que tampoco eran precisamente abundantes. Después de una larga caminata, había llegado a la ciudad del aire, caracterizada por tener un buen mercado y bastante población. Sin embargo, no eran las compras las que le traían hasta aquí, sino la cantidad de gente y por lo tanto de información que manejan.

Ya había preguntado en 2 posadas distintas acerca de un alojamiento para unos pocos días, pero ambos estaban repletos por lo que había decidido hacer una parada para tomar un leve refrigerio. Mientras permanecía sentada sobre uno de los muretes de una fuente, observando a la población y tras haber comido un bollo, comenzó a entrarle cierto sopor por el viaje realizado, y antes de continuar en busca de una posada, decidió recostarse unos minutos y relajarse con el sonido de la fuente.

Sin embargo, una conversación sobre brujerías y amuletos captó su interés. Dos extraños, uno de ellos encapuchado y sospechoso, hacían viaje juntos comentando la posibilidad de hablar con el consejo, que a Pia no se le había ocurrido. Valorándolo, quizás no fuera una mala idea, por lo quedisimuladamente, decidió seguir a la pareja en pos de algo más de saber.

- ¿El consejo? Eso suena a gente importante. No, a mi no verás rodeada de esos buitres holgazanes, apuesto a que no recibirían de buen grado a alguien como yo. Iré a por comida y ropa, a mi se me están acabando los víveres, de paso aprovecharé para preguntar por mi cuenta.

Abrió un fardo y lo sostuvo en alto para que Z metiera uno de los colgantes, no tenía ningún interés en tocarlo antes de saber que males guardaba, de la brujería nada bueno sale. Además, tenía la impresión de estar vigilada, si tenía que defenderse, sería mucho más fácil hacerlo en un callejón oscuro que en medio de una gran vía.

- Mete uno de los colgantes aquí, no comparto tu locura por mucho que digan. A saber que tipo de mal te... - Abrió los ojos de par en par y dejó la frase en el aire antes de avalanzarse sobre su compañero. Forcejeaba para arrancarle el colgante del cuello. - ¡Sácate eso del cuello inmediatamente, y no vuelvas a hacer nada así, recuerda que no eres el único que sufrirá las consecuencias! ¡Si quieres matarte tu mismo, pero a mi no me involucres!

Su rugido llamó la atención a varios transeúntes, pero Riora estaba fuera de sí, no le importaba un pelo ahora mismo llamar la atención, lo primero era lo primero. Sus ojos inyectados en sangre eran el silencioso testigo de los niveles de ira y miedo que había alcanzado.

Riora ya podría colgarse del colgante con ambas manos, apoyar sus pies en el pecho de Z y tirar con toda la fuerza que pueda tener, que el colgante no parecía ceder. Aún así, Z si se inclinaba por la fuerza que ejercía la orca, pero sin resultado. El colgante seguía puesto en su cuello como si de un tatuaje se tratara.

Mientras tanto, la gente se agolpaba a ver que sucedía, o por lo menos, para observar que eran esos gritos. En la Ciudad del Aire nadie levanta la voz y todos hablan como susurrando por lo que al escuchar una voz elevada todos se sorprenden y comienzan a prestar atención.

Mientras tanto, un Bardo con un laud, caminaba cerca del grupo, cantando una Canción sobre las Tierras Sombrías...

Gigantes ciegos, gigantes ciegos,
hacen lo que un Gigante Ciego hace,
pueden matar, pueden destripar,
y desde las Tierras Sombrías saldrán.

Detuvo su canción cuando pasó cerca de los que estaban discutiendo y se quedó allí mirando la situación.

Aparte con un golpe a la orca, y aunque era muy testaruda conseguí mi propósito.

Estas loca, ¿No ves que estas llamando la atención?, si no me quieres acompañar lo comprendo, pero quiero descubrir el poder del colgante, ahora me voy antes de que alguien más muestre curiosidad por lo que esta pasando. 

Me estire mis ropas, descompuestas por los zarandeos de la orca y antes de marcharme de la zona le dije: No te metas en ningún lío con este numerito ya ha sido suficiente.

No tardasteis mucho en fijaros que en el suelo, había una especie de arma algo desgastada. Al parecer, toda la gente pasaba por su lado y nadie la cogía. Parece ser que no era de nadie o que nadie le prestaba atención. En todo caso, nadie iba a deciros nada si os la quedabais.

Encontrasteis lo siguiente:

-Hacha (ATAQUE +2 DAÑO +1) x1

Aún estaba disimulando, atenta a la conversación sobre los amuletos cuando un brillo en el suelo llamó mi atención. Parecía un arma... pero un arma sin dueño. Bueno, lo cierto es que no vendría mal tener algo para defenderse si las cosas se ponían feas... y si alguien preguntaba, siempre podría afirmar que había estado ayudando a la recolección de leña. Poco a poco, se encaminó hasta el objeto, fingiendo despreocupación y sin agacharse hasta que estuvo prácticamente encima. No tenía muy buena pinta, la verdad. En algunos puntos la hoja parecía mellada... y en otros simplemente oxidada. Pero para qué engañarnos, un arma gratuita, por muy vieja que fuera, siempre defendería más que ningún arma.

Adaeric se encontraba algo cansado. Nadie parecía saber nada acerca de esos supuestos gigantes que iban a surgir de las Tierras Sombrías, y se hallaba ambriento y entumecido.

Sin embargo, la Luz quiso premiar su esfuerzo con la presencia de un bardo que cantaba acerca, precisamente, ¡del objeto de su interés! Renovadas sus esperanzas, el paladín se acercó a toda prisa hacia el juglar, tanta que casi tropezó con una joven que se agachaba sobre una vieja hacha que había en el suelo.

¡Perdón! exclamó el joven humano, sonriendo a la mujer Permitidme que os ayude se ofreció agachándose a toda prisa, aferrando el hacha, y ofreciéndosela a la dama como gesto de disculpa. Tened, mi señora. Os ruego que disculpeis mi torpeza...

Tomo el hacha de sus manos, lenta pero no demasiado confiadamente. Sin embargo, algo envuelve al joven y lo hace digno de confianza a mis ojos.

- Gracias, buen señor. Os pido también disculpas por la mía, no querría haberos entorpecido el camino, por el que tan apresurado íbais. ¿Huís pues de alguien? ¿Necesitáis ayuda quizás? - Pregunto con interés - Podéis contar con mi mano, ya que vos me prestasteis tan amablemente la vuestra.

¿qué? respondió sorprendido el joven paladín ¡Oh, no,no, en absoluto! exclamó sonriendo. En realidad, intentaba alcanzar al trovador dijo señalando al juglar que se alejaba calle arriba. Aparentemente hay algún problema con unos gigantes que surgen de las tierras sombrías y esperaba poder echar una mano, pero nadie parecía saber nada. O querer hablar de ello. Es muy frustrante.

Si lo deseais, acompañadme, veamos qué puede decirnos el trovador urgió a la joven mientras comenzaban a caminar.

Por cierto, mi nombre es Adaeric, Adaeric Evert, Paladín de la Orden de la Luz, a vuestro servicio, milady.

- Está bien - Contesto mientras comienzo a caminar también - Quizás él pueda decirme luego dónde encontrar una posada, puesto que aún tengo que encontrar dónde pasar la noche. Mi nombre es Pia Lianis. Y no tengo un título tan rimbombante como el vuestro, señor. Lamento, pues, no poder ofreceros uno. Termino con una sonrisa.

-¿Qué información buscáis exactamente?

En el corto trecho que la pareja recorrió hasta el trovador, Adaeric aprovechó para poner al día a la joven.

Según he podido oír al llegar a esta urbe, ha habido avistamientos de Gigantes Ciegos acercándose a territorios civilizados. comenzó a explicar No son una raza belicosa en sí, pero me preocupa que algo los esté haciendo moverse. Según me fue enseñado, los gigantes son enemigos formidables si se les enfurece, de modo que... ¿qué podría provocar una migración masiva semejante?

Pero por ahora no he logrado hablar ocn nadie que los haya visto de primera mano, e intentaba recabar información antes de hablar con las autoridades.

Sin embargo, su paso rápido les llevó ante el trovador, que parecía afanado en encontrar más o mejor público.

¡Amigo Bardo! exclamó el Paladín  ¿Podría robaros algo de vuestro tiempo? Desearía saber más acerca de esos gigantes ciegos...

Mientras seguía mi camino, me fije en una situación algo fuera de lugar en aquella ciudad dos tipos, una mujer oculta con capucha y un paladín entregándole un hacha, y sin haber pasado mucho tiempo el había levantado la voz preguntando a un bardo que cantaba en el mercado acerca de los gigantes.

Tendré que tener cuidado con esos dos, no parecen habitantes de esta ciudad.

- ¿A mi me dices loca? -  Rugió la Orco. - ¿Que te parecería si me atiborrara de setas venenosas? Te advierto que como vuelvas a jugart con brujerías sin saber que demonios son o hagas alguna otra estupidez te amordazaré y te encerraré en un sotano hasta el fin de tus días. Mas te vale tener esto en mente de ahora en adelante.

Riora se alejó dando grandes zancadas y empujando para apartar a los que se metían en su camino. No tenía un rumbo fijo, simplemente quería alejar el impulso de darle una paliza a semejante estúpido.

A los pocos metros se detuvo y dió media vuelta, y volvió a abrir el zurrón frente a Z.

- Mete uno de esos aquí, buscaremos por separado, como permanezcas más tiempo delante de mi es probable que acabemos realmente mal. Vamos, aprisa.

Las manos le temblaban mientras sostenía el zurrón abierto y se mordía el labio inferior, respiraba agitadamente.

DÍA 1

Turno de noche

La noche parece tornarse tranquila... ¿eh? ¡No! ¡Nada de eso! En la ciudad irrumpe un... ¡No puede ser! ¿Realmente los gigantes ciegos han llegado hasta aquí? Y, menuda fortuna la vuestra, os ha pillado en medio de todo, mientras la gente huye despavorida.