Partida Rol por web

La Nación de los Magos

Magos, magos por doquier. La Nación de los Magos es una de las más temidas de toda la creación. Tal vez sus construcciones no sean las mas grandes y majestuosas ( a decir verdad la mayoría de las casas son hechas de piedra y madera o de materiales naturales ), pero sus habitantes hacen valer su poder gracias a que son capaces de realizar proezas mágicas de esas que pueden dejar a la gente con la boca abierta o a todo un ejército atacante con pocas ganas de entrar a la ciudad. El Consejo de Magos Elementales, que es su consejo de gobierno, se encargan de todos los temas y sobretodo de la justicia con mano de hierro. No son muy abiertos a los extranjeros y mucho menos a los que no tienen magia.

-Número máximo de ocupantes: 10
-Número actual de Ocupantes: 0 / 10
-Seguridad: 5
-Recursos A: 2
-Recursos B: 9

DÍA 1

"La noche de los Gigantes Ciegos"

Los Bardos de las Ciudades cantan canciones sobre los Gigantes Ciegos, pero últimamente, las canciones se han vuelto un poco más... como decirlo... más cruentas. Los Gigantes Ciegos, una raza de gigantes que habitan las Tierras Sombrías, están saliendo de sus zonas de caza para adentrarse en los poblados y en algunas ciudades. Por eso los Bardos cantan canciones sobre ellos. Pero por ahora, no se han dado casos de hombres, enanos o cualquier otra criatura que hayan sido atacadas por los Gigantes. Lo que si se sabe es que están nerviosos. Nunca habían salido de su zona, pero hay algo que los asusta, o en su defecto, los espolea para que se internen en los bosques para cazas los animales. Se han recibido informes contradictorios sobre bestias que habitan en los bosques que están haciendo que la fauna del lugar busque otro lugar más tranquilo para vivir. Así como también, se han detectado ataques de seres que nunca se habían acercado a las personas, como si algo los animase a atacar, o como si algo les haya cambiado su forma normal de ser.

Algo está pasando en el Reino, y no es algo sobre lo que la gente desee hablar abiertamente. Aunque se escuchan rumores, cuchicheos, diálogos en voz baja sobre que un mal asola las tierras. Algunos hablan de que las viejas leyendas están tomando forma nuevamente y que el Mal Supremo está cobrando cada vez más fuerza mediante un acúmulo de seguidores... y aunque por ahora no se han recibido informes o escuchado noticias de ello, más vale estar preparado. Las Ciudades importantes han comenzado a levantar defensas por si la Noche Eterna se acerca...

Aunque la gente sabe que eso no será suficiente, se aferra al pensamiento que una simple barrera mágica o un muro de piedra podrá detener al Mal si este hace su aparición en el Reino.

Pero, ¡que diablos! esas son leyendas. Habladurías de viejas que pasaron de oreja a oreja hace ya mucho tiempo. Simples y meras historias para asustar a los niños... ¿Seguro?

Cuatro extranjeros, recién llegados, en la nación de los magos, justo cuando empieza a correrse la voz de que el Mal va a volver a resurgir en la tierra...

Los magos están muy alterados por todos esos rumores que cada vez parecen mas reales y han sellado la zona con una barrera mágica. Hasta nuevo aviso nadie podrá entrar ni salir. Y esto nos lleva a vosotros, no le habéis dado buena espina a los magos pero tampoco se puede decir que hayan sido desagradables con vosotros. Simplemente os han pedido que permanezcáis en la posada hasta nuevo aviso. Aceptasteis, aunque tampoco es que tuvierais otra opción. Y junto con vosotros se encuentra Julius, un nativo del lugar. Le han enviado para que os vigile haga mas amena la espera.

Todo esto es muy raro, pero al menos hay buena bebida.

Mientras permanezco atento a las miradas de los parroquianos, paladeo mi copa de vino especiado y me giro hacia Julius. Con una mirada serena, trato de iniciar una conversación:- Y decidme señor ¿qué hay de cierto en esos rumores que circulan? ¿Tanto os preocupa la seguridad de unos extranjeros que los manteneis "protegidos" en una de vuestras mejores posadas? ¿Qué deberiamos de temer?.- Comento con un deje de ironía en la voz.

Observo a los presentes mientras pienso - soy Baesa, una curandera de gran prestigio, muchos dicen que bendecida por el mismísimo Bien Supremo, vivi y me crie en la Ciudad del Agua y fui entrenada por los mejores sanadores y ahora al hablarse de la posibilidad del resurgimiento del Mal, estoy al fin en la Nación de los Magos... con el fin de recopilar mas información acerca de ese hechicero del que todos hablan... -

Justo en este lugar, me topo con 3 extranjeros como yo, y justo cuando empiezan a correr rumores sobre que el Mal va a resurgir...

- Estoy preocupada y debo averiguar todo lo que pueda sobre lo que esta pasando, por eso, estoy aqui. Los magos no nos dejaran salir, estamos encerrados pero seguros, ni nos quieren demasiado pero tampoco nos desprecian, asi que me quedare aqui, en esta posada hasta que nos den permiso los Magos, no nos queda otra.-

Me siento, y observo a cada uno de los que como yo se han sentado a mi lado buscando respuestas y un tipo que no estaba con nosotros al entrar en la taberna, Julius, que se sienta a nuestro lado tambien, lo estudio, mi mirada penetrante le observa con mezcla de recelo y duda, pero sin malicia. 

Entonces, uno de los que me encontre aqui, se dirige a Julius y escucho, - parece como yo no saber que ocurre, por que tanta seguridad... - las mismas preguntas rondan por mi mente, asi que callo a ver cual es la respuesta del que nos vigila.

-Grrrrrr. -Aprieto los dientes. Encerrado en una cantina, una triste posaducha de mala puerte, en vez de tener la libertad para hacer lo que había venido a hacer aquí. La situación me tensa, así que aprieto los dientes. Unos hablan, otros observan expectantes, y lo único que yo hago es beber ese agua sucia que aquí llaman cerveza. Quería un mago de nivel, y lo único que me han enviado es ese tapón barbudo. Y tampoco es que los otros estirados parezcan mucho mejores. -Grrrrrr. -Sigo apretando los dientes. Parece que por el día de hoy, es lo único que voy a poder hacer a gusto.

Julius caminaba de un lugar a otro de la posada, mientras se atusaba el bigote, inquieto. Le gustaba tan poco estar allí como al resto de los presentes.

Mmmmm... Ciertamente esto es un inconveniente poco beneficioso para todos. Si, señores, si, señores. Pero no se preocupen estarán, mmmmmm, poco retenidos aquí. Si, si, poco tiempo, poco tiempo.

Julius no paraba quieto.

Esos rumores, señor de rojo - dijo mirando a Plandir - parecen bastante ciertos. Es posible que siervos del Mal ronden por, ya saben, ronden por la zona. Aquí estarán mas, mmmmmm, seguros, mas seguros, si. Es por su bien. Pero es rutinario, rutinario rutinarioso. A la noche les dejarán irse, seguro que no hay ningún problema. Ningún problema, no.

Observo con cautela a mis "compañeros foraneos": la mujer parece resignada a su situación, pero el orco está claramente tenso. No se lo reprocho, esta situación no es muy usual y pondría nervioso a cualquiera. Me recuesto en la silla mientras dejo caer la capucha, liberando una espesa mata color caoba. Trato de aparentar tranquilidad, pero mi mano siempre está cerca de la empuñadura carmesí de mi espada. Dando otro trago de vino, dirijo la mirada a los otros extranjeros:- Bueno, parece entonces que vamos a compartir este lugar durante un tiempo. A no ser que el señor Julius desee compartir alguno más de esos rumores, no queda sino aburrirse y esperar.

Pido al tabernero una jarra de agua, y me siento dejando enfrente al extraño hombre verde - no me apetece zumo de uva - miro al hombre de rojo, que tiene ante el un vaso de vino - ni me apetece zumo de cebada - miro al otro, el de los largos colmillos - no me gustaria encontrarmelo en una callejuela oscura, no señor.

Asi que cuando Plandir habla, el unico que parece mas cercano a mi, y se dirige a nosotros, le miro con gesto amable sin coquetear ni nada de eso, mi orden me obliga a la castidad, y a la pobreza, pues soy una cleriga.

Y, aprovecho la ocasion para conversar, al ver que los demas permanecen callados, miro al hombre de rojo y le respondo, mi voz suena dulce y clara - si, eso parece, creo que Julius - miro de reojo al barbas blancas - no parece querer contar nada que nos vaya a ayudar a solucionar el problema que esta asustando hasta a los mismisimos magos... - acto seguido me sirvo agua echando de la jarra un poco en un vaso.

No tardasteis mucho en fijaros que en un armario de la posada, se encontraban ciertos recursos que podrían seros de utilidad y que no daban la sensación de pertenecer a nadie. Ni siquiera a Julius no parecía importarle demasiado que os los quedarais.

Encontrasteis lo siguiente:

-Espada de aventurero (ATAQUE +1 DAÑO +1) x1

-Poción de fuerza (+1 a fuerza durante un turno) x1

-Poción de destreza (+1 a destreza durante un turno) x1

Aburrido y cansado de beber mala agua, me levanto agitando los músculos y contemplando la posada. Sillas, mesas, lo suficiente y necesario para derribar a alguien y hacer una buena pelea de taberna. Pero no hay gente suficiente como para una. Y tampoco ganas, aunque animase el ambiente. Al final, acabo mirando un armario, donde algo resplandece. Me acerco hasta el borde, sin que nadie opine nada, y contemplo los tres objetos que hay dentro, observándolos entrecerrando los ojos.

Luego, con las botellas en una mano y la espada en la otra, me acerco al resto. -Si hay algún combate, estad preparados. -Y dejo sobre la mesa la espada y la poción de destreza, quedándome la de fuerza. -La ciudad no tiene buen aspecto, ni siquiera los magos están seguros.

Estaba sentado en una silla lo mas cercano a las idas y venidas del mago, ¡Un mago autentico! aunque algo raro, ya me habían avisado de lo extraños que pueden llegar al hablar o comportarse, aunque seguramente este este mas nervioso que estudioso y por eso se movía tanto... Sea como fuere, estaba delante de un mago y poderoso o no sabia de ¡MAGIA! Por un momento que duro todo lo que durase mi entusiasmo olvide el simple echo que estaba atrapado en un taberna llena de desconocidos. Quería hablar con el o preguntarle cosas pero no tenia ni idea por donde empezar y cuando por fin tuve una buena pregunta. Ese otro verde, ese orco gigante abrió el baúl de la ¡MAGIA!

-¡WOW!-Sin decir una sola palabra mas, me acerque al armario mágico de los deseos de magos, pero volví en mis pasos al ver como el orco se llevaba todo su contenido. Apoye la cabeza en la mesa observando los objetos y solo uno parecía de mago, así que me hice con el, tras asentir al gigante verde.

-Destreza+...-Ley en la etiqueta que colgaba del tapón.-Vaya esto parece útil y mágico.-Dije al fin algo entendible al oído humano y no quise parar.-Oye mago, ¿Julius verdad?-Le dedique mi mejor sonrisa.-¿Estas pociones son mágicas verdad? Que hacen exactamente ¿Como es su durabilidad y a que saben?-Estaba tentado a probar la cocina de los magos y sus licores con etiquetas colgando del tapón.

¿Tiene los documentos a la vista o con él Julius? Hecho un ojete a sus pertenencias.

Tras una lenta mirada a los objetos que ha traído el orco, poso mi ojos oscuros sobre la poción de Fuerza.- Disculpa guerrero.- digo a Ragkrul en tono sereno.- Pero tú ya pareces fuerte como dos hombres. Esa poción me vendría bastante bien en caso de que hubiera problemas. Como verás, aunque diestro en las armas no tengo tu corpulencia ¿Me la cederías?.- Y concluyo con un gesto al guerrero orco mostrando mi palma abierta hacia arriba.

Julius miró a Mano Larga como si le hubiese preguntado una tremenda obviedad.

Pues, mmmmm, son pociones, pociones, si. A veces, cuando uno no entiende de magia, lo mejor que puede hacer es, mmmm, beberlas sin mas. Sin mas, si. Aunque a veces eso puede provocar la muerte, si. Es lo malo...

-¿La muerte eh?-Mire la botella un segundo antes de abrir el tapon y bebermela de un trago.-¿A que sabe la muerte?

Me vuelvo hacia el hombre de rojo.

-Cuanto más fuerte sea, más poderoso será el golpe. Mejor es acabar con los enemigos de una sola vez, y no de varios tajos débiles. El arma te servirá igual para causar daño, y alejará a tus enemigos. A mí no me sirve, ya tengo mi hacha.

Dicho eso, vuelvo a sentarme. Si insiste, se la acabará llevando. O un hachazo, quizá. Depende de cómo acabe la situación.