Partida Rol por web

Las Tierras Heladas

Al norte se encuentra esta desértica zona donde el frío es el único y absoluto emperador. No es habitual ver muchas formas de vida en estas tierras pero los pocos que las habitan son conocidos por su legendaria resistencia.

Cuentan las viejas historias que bajo estas tierras habitan los enanos, los mayores inventores de todos los tiempos, y que ellos podrían tener la clave para derrotar al Mal. Otra cosa es que les interese colaborar...

-Número máximo de ocupantes: 10
-Seguridad: 8
-Recursos A: 4
-Recursos B: 4

De repente, sentistéis como lentamente, volviais a tener forma física... justo antes de que un portal se abriera en el espacio-tiempo y así como caíais, golpeastéis el suelo helado de un paraje completamente frío y nevado.

Por suerte la nieve amortiguo la caída.

Todo era blanco.

Ah...hogar dulce hogar. pensó el orco para sí mismo tras recobrar el sentido y sentir la nieve bajo sí. El suceso del portal había sido rotundamente escalofriante para el orco, incluso aterrador aunque nunca lo fuese a reconocer y obviamente no mostrase ningún miedo al saber en qué zona del mundo se encontraba. A la vez que se sintió reconfortado por volver a las estepas y montañas heladas sintió nostalgia y tristeza al recordar a su perdido clan. El orco se alzó, orgulloso, pero con los hombros decaídos mientras dejaba pasar la nieve que había agarrado con la diestra a través de sus gordos dedos. -En algún lugar de estas heladas tierras, en las faldas de una gran montaña, se hallan los restos de mi hogar y de mi clan...Ahora solo quedo yo. ¡Y por todas las victorias que los vengaré! ¡¿Me oís?! ¡OS VENGARÉ! -el orco rugió con fuerza hacia el cielo como no lo había hecho desde hacía tiempo.

El orco se dio un instante a sí mismo y con la presteza y resolución que lo caracterizan reaccionó. -Debemos investigar la zona. No es del todo mi estilo, así que si hay alguien que se preste a llevar la voz cantante en esto que se ponga manos a la obra, intentaré ayudar.

-¡¡¡VAYA!!! Menudo viaje.-Salte a un lado al ver que estaba de una pieza y me gire al resto sonriendo.

-¡EI! ¿Donde estamos? ¿Es esto la guarida de los malos?-Puse mi mano a modo de visera y entonces un escalofrió recorrió mi cuerpo. -Bufff... que frio...

Práctico como siempre, Adaeric comprobó minuciosamente todos y cada uno de los entresijos de su armadura, amén de las armas y el resto del equipo que portaba. Flexionando las manos para combatir el frío, cuando estuvo satisfecho se incorporó para interesarse por el resto de los presentes.

¿Os encontrais todos bien? preguntó en voz alta, lo que le dejo un poco aturdido, pues el silencio por lo demás en aquel lugar parecía ensordecedor.

En ese instante, el orco comenzó a gritar, visiblemente furioso. Con tanta nieve y tanta montaña, corrían serio peligro de una avalancha, pero entendía cómo se sentía. Adaeric avanzó hasta Braka, y le posó una mano en el hombro en gesto de camaradería.

¿Qué le ocurrió a tu clan, amigo? preguntó con voz más calmada, intentando llevar al guerrero a ese tono más tranquilo de conversación Ayudaremos en lo que podamos, pero recuerda que nuestra prioridad es detener el adveninimiento del Señor del Mal. ¿Conoces bien este lugar? ¿qué puedes decirnos sobre él?

Estaba cayendo dentro del portal, no había mucho que pensar, sí esta era la ultima vez que estaría entre los vivos al menos moriría con una sonrisa - Wiiiiiii - digo divertida mientras observo que alrededor mía esta mi grupo.

Una vez aterrice y recobre conciencia todo fue algo más frío, al principio pensé que era duro volver a la realidad física, luego me dí cuenta que era el clima... no hubo contratiempos, caí perfectamente de pie y apenas sí se me hundieron un poco mis botas.

Yo compartía el sentimiento de Mano Larga, el viaje había sido de pelos. Enseguida pude observar que no todos experimentaban igual, y  a la pregunta general de Evert le mire y le sonreí asintiendo con la cabeza. Todo esta bien

- Venga, no hagas un ruido enorme  y llames a los problemas, tenemos suerte de estar vivos y no considero tus pasadas acciones como algo inteligente, pero entiendo porque lo hiciste igual... podrías haber muerto... - Lo mire con rabia porque me preocupaba y no parecía darse cuenta de eso. Estupido Orco nose porque me molesto en ayudarte...

Cuando pude recobrar algo de compostura les dije a todos - Les informo que estamos en "Las Tierras Heladas", aunque no se mucho más de estas -

Lo cierto es que no tenía nada claro qué nos iba a deparar aquel portal. Cabía la posibilidad de morir o la de aparecer en algún lugar. He de decir que pensaba que probablemente el grupo se disgregaría, pero no ha sido así...

Tras la experiencia que supuso sentirme dentro de ese portal en la cual no parecía que mi cuerpo me perteneciese, caí al suelo. Un suelo helado hasta doler. No sólo me dolía el golpe, me dolía el frío. Centré mi cabeza como pude. Comprobé que estaba ilesa y que llevaba encima todas mis cosas. Miré a mi alrededor para comprobar quién estaba conmigo y los vi a todos. Cada uno había caído en un lugar, pero estábamos todos próximos.

De repente Braka comienza a gritar como un loco. Parece que este lugar le trae recuerdos de su pasado. No son buenos recuerdos. Yo no conozco exactamente su historia, sólo lo poco que he ido hilvanando a raiz de lo que le he ido oyendo contar, y no es excesivamente hablador.

Me pongo en pie y observo de nuevo detenidamente el lugar, intentando averiguar dónde podemos estar...

Las Tierras Heladas eran eso.

Tierras y Heladas.

Pero como en todo lugar, siempre tiene que haber habitantes, o por lo menos, fauna. Y esta zona no era distinta a las demás. Los aventureros se apresuraron a mirar a su alrrededor, a ver que podían ver, más que nada para ubicarse, y continuar en una dirección.

Lo primero que vieron, y eso pudo asustar un poco a algunos, es que no había portal de regreso. Eso, principalmente, les impediría regresar tal como habían llegado. Y mientras a Adaeric pareció metersele algo de tierra y nieve dentro de los ojos, Maxra y Ela, con algo de ayuda de Mano Larga, divisaron tras la sutil neblina, un camino que ascendía en la ladera de una montaña.

Ese camino, al parecer, teminaba en la entrada de una especie de Ciudad, la cual estaba enterrada en lo más profundo de las montañas. Si las historias y leyendas eran ciertas, lo más probable que allí habite una extraña raza de enanos. Unos enanos que pocos han visto y que seguramente, no hayan tenido contacto con el exterior durante eones.

O tal vez las Leyendas estaban equivocadas.

Solo cuando la pequeña y vivaracha gnoma le llamó la atención sobre ella, fue adaeric capaz de vislumbrar la ciudad en lo alto de la montaña. O más bien, surgiendo de la propia montaña.

Si es un perro me muerde se recriminó el paladín Ultimamente no doy una a derechas, pero estas buenas gentes confían en mí. No puedo hundirme.

Asegurándose una vez más de que todo el grupo se encontraba en condiciones de continuar, Adaeric recuperó su pose gallarda, e incluso altiva, aquella con la que había conocido a Pía ya Maxra, y comenzó a guiar a la expedición en dirección a la ciudad.

Esperemos que no sean hostiles, pero por si acaso, no os separeis ni os entretengais. Que todo el mundo controle a su compañero de la izquierda y de la derecha, no sea que alguno caigamos en alguna grieta o pozo oculto por la nieve y no nos percatemos.

Poco después de saltar hacia el portal estoy a punto de arrepentirme. La sensación de caída y de vacío se apodera de mí, y apenas soy consciente de si estoy de pie o tumbada... o quizás cabeza abajo. Resulta ser que en realidad, iba de pie, pues pocos instantes después mis pies golpean con fuerza el suelo, y resbalo con uno de mis pies, trastabillando pero sin llegar a caer. Levanto mi cabeza y miro a mi alrededor. El frío y la nieve nos rodean por completo, y solamente el ulular del viento nos acompaña. Levanto mi capucha y la deposito sobre mi cabeza, encogiéndome dentro de mi abrigo para soportar mejor el frío que invade mi cuerpo poco a poco. Parece ser que la zona es conocida por alguno de los miembros del grupo, que reconoce la zona donde se encontraba su antiguo hogar. Cuanto menos interesante.

Adaeric toma el mando. Sonrío, al tiempo que pienso en lo esperable que era esta medida. Era evidente que él intentaría hacerse cargo de todos, y en cierto modo es de agradecer que alguien tome la iniciativa, así que miro a los compañeros que tengo a izquierda y a derecha, asiento y empiezo a andar:

- Hacia la ciudad por el camino, ¿cierto?

El grupo comenzó a ascender por el camino que llevaba a la Ciudad que habían visto desde abajo, justo dónde el portal les había dejado. Estaba claro que no era un camino fácil, un camino de montaña, nevado, empinado, sin embargo, todos hicieron lo posible por no desbarrancarse ladera abajo y con mucho cuidado, ascendieron casi sin ningún problema.

Al llegar a la mitad del camino, algo os llamó la atención.

Parecía que justo frente a vosotros, había una especie de barrera de hielo, que os impedía continuar ascendiendo. Era una barrera larga, de la cual no podiáis ver el fin y supusistéis que era una especie de barrera que evitaba que la gente se acercara hasta la ciudad. Seguramente la cubría por completo en toda su extensión.

Os acercastéis un poco más para ver de que se trataba y os distéis cuenta que era una pared de hielo. Parecía muy fina, ya que se podía ver a través de ella, sin embargo, también os podiáis ver reflejados en ella, ya que estaba lo bastante pulida para que con el sol, fuera como un simple espejo.

Pude ver un camino de ascenso a una nevada cumbre, coronada con lo que parecía una ciudad. Y era el único camino que parecía llevar a una zona en la que pudiese haber civilización.

Adaeric decide entonces tomar el control de la situación y guiarnos en el ascenso -¿por qué no me sorprende? -Siempre le ha gustado presumir de pose y autoridad, además de gustarle ser el centro de atención y el caballero galante e imprescindible para todos. Diría que encarna a la perfección el concepto de paladín. Sin embargo sabe que no me gusta que me den órdenes y tanto él como yo somos del mismo rango en la Orden. Por otro lado, le he notado raro desde que nos hemos vuelto a encontrar, prácticamente me ha evitado y prefiere la compañía de esa mujer de la que desconfío después de cómo se ha comportado. Me gustaría tener la oportunidad de comentar con él algunas cosas pero hasta ahora no he tenido la ocasión, las circunstancias no han estado de nuestro lado y hemos tenido otras prioridades, como escapar con vida.

Prefiero no decirle nada por el momento y seguir en camino. Dejaré que sea quien nos guíe, alguien debe hacerlo y puede ser tan bueno como cualquiera, además no me siento ahora mismo con fuerzas para intentar poner de acuerdo a todo el grupo, por lo que he podido comprobar hasta el momento esa es una tarea complicada, somos todos bastante tozudos.

Ascendemos el camino mientras estoy absorta en esos pensamientos, cuando de repente algo nos impede continuar. Parecía como si una especie de barrera de hielo recorriese todo el lugar. La miré en su totalidad y me acerqué un poco para ver de qué se trataba. La toqué con un dedo y pude comprobar que era fina pero resistente. Entonces la golpeé con el puño como cuando llamas a una puerta. Tres golpes secos... Toc toc toc...

Me giré entonces hacia mis compañeros -¿Y ahora qué?

Ela se acercó a la barrera para mirarla mejor, y se vió reflejada en el hielo. Después, la tocó con su dedo... y su reflejo hizo lo mismo, pero con una sonrisa pícara en la cara.

Súbitamente, los reflejos de todos los aventureros aparecieron en el hielo. Eran idénticos a los que allí estaban y lentamente, salieron del hielo para colocarse delante de los que allí estaban. Uno de ellos habló primero.

- Esta es una zona restringida, aventureros. - Dijo el reflejo de Ela con una sonrisa. - Habéis entrado en una zona en la que no podéis estar, así que, deberéis volver por dónde habéis venido. -

Su voz sonaba helada, sin sentimientos.

Me quedo helada ante lo que comienza a suceder. Nunca habría imaginado semejantes acontecimientos pero no podía parecer asustada. Me quedé allí de pie, firme mientras la figura que era igualita a mí se dirigía a nosotros.

Yo había provocado eso y tenía que intentar hacer algo para solucionarlo. El primer paso era razonar, aunque no pensaba que eso fuese a funcionar, pero al menos tenía que intentarlo. Con voz segura y serena me dirijo a mi copia -Necesitamos ayuda, no tenemos a donde ir. ¿No podríais ayudarnos?