Partida Rol por web

Me giro hacia Sabu y Robert, con mi sonrisa habitual.

- ¿Quereis que intentemos dar con ella o preferis ir a tomar unas copas? -

Me apetece emborracharme... dejemos a Carrie y vayamos a por unas copas

Sabu sonreía maliciosamente, parecia un tanto extraño.

- Hombre, seguro que la chica está asustada... allí arriba parecía al borde de un ataque de nervios

Miro alrededor del jeep.

- Creo que lo mínimo sería dar una vuelta para intentar dar con ella, ¿no? 

Me quedo pensativo un momento.

- ¿A qué se refiere Billy con eso de que si tiene un accidente volverá con nosotros? Y... ¡que diablos!, ¿no habrá whisky escocés en el sitio al que nos dirigimos, no?

Creo que lo que Billy dijo es que si muere, reaparecerá en alguna zona cercana, quizás tengan un depósito de cuerpos humanos o algo asi...

¿Pero eso a quién le importa? ¡vamos a beber!

Sabu le hecho un brazo por encima del hombro a Banks como signo de confianza

Después de dejar atrás a mis perseguidores, me tomo un momento para volver a ubicarme. Los edificios a lo lejos me ayudan a orientarme y retomar el rumbo que vislumbré desde el aire. Aún tengo una hora de viaje, según estimo, lo que me da tiempo más que suficiente para pensar en la situación.

Al principio sólo puedo centrarme en el extraño hombre que me condujo a la hondonada. Si no fuera por él, ya me habrían capturado. Por otra parte, no pudo haber desaparecido como lo hizo. Sin entender qué es lo que ocurrió minutos antes reparo en otro hecho que, dada la prisa, no me llamó la atención hasta recién. Los soldados.

Dos tipos idénticos, los mire por donde los mire... ¿cómo es posible? Esto se vuelve cada vez más raro... ¿estaré alucinando? primero no puedo morir, ahora esto... Ja, me siento como en Matrix... ahora lo único que falta es que aparezca el conejo blanco y me de a elegir si la píldora roja o la píldora azul...

Pensar en medicinas me trae un vago malestar, pero no puedo asociarlo a nada, así que lo dejo. Vuelvo a darle vueltas al asunto de los soldados, pero nuevamente no llego a nada que no sea sacado de una película de ciencia ficción. Se me ocurre que el gobierno ha estado jugando con Dolly mucho más de lo que los diarios informaban, pero no tengo manera de probarme a mi misma nada de ello. Cuando vuelvo a la realidad me doy cuenta que ya casi he llegado a la ciudad.

Tengo sed, el sol ya está bien alto y se deja sentir. También comienzo a sentir un leve cosquilleo en el estómago. No tengo recuerdos acerca de cuando fue la última vez que comí. Por suerte, ya estoy en las primeras calles afaltadas de la ciudad.

Avanzo cautamente. El silencio reinante me atemoriza un poco. No es normal. No hay rastros de vida por ningún lado, a pesar de que la ciudad se encuentra casi en estado de suspensión. Es como si la gente se hubiera esfumado a mitad de sus acciones, casi como el hombre rubio. Si no fuera por los incendios y los destrozos parecería un pueblo fantasma.

-¿Qué coño ocurre aquí? ¿Dónde está todo el mundo

Mi sed me atenaza. Aunque me siento reacia a adentrarme en una de las tantas casas vacías, el cuerpo lo pide, no podré continuar si no me hidrato.

Me asomo al umbral y una enorme mancha de sangre seca me sobresalta. Más su dueño no está allí. Tampoco hay rastros que pudieran indicar hacia dónde fue llevado el cuerpo. El temor se transforma en miedo.

Debo esforzarme por no gritar, por no correr y salir de allí y volver a los brazos de los soldados-clones.

Cruzo la puerta de la típica casa suburbana. Nadie está allí, ni humano ni animal. Rápidamente voy hasta la cocina. Sobre la mesada hay un vaso vacío. ¡Bingo! Abro la canilla pero no sale nada. El agua está cortada.

Miro dentro de la heladera. Encuentro una lata de Coca caliente, unas Bud también calientes, leche que ya huele mal y una especie de jugo que según su etiqueta, proviene de una mezcla de vegetales y leche de soja. Me quedo con la Coca, algo es algo.

Miro alrededor para ver si puedo llevarme algo de comer, pero otra mancha de sangre, esta vez sobre una pared, me quita el apetito. Esto es demasiado, hasta para mí.

Corro al exterior, con la Coca en la mano a medio tomar e inspiro fuertemente. Luego tomo otro trago de la gaseosa que parece jarabe y arrojo la lata. Mejor seguir.

El paisaje es el mismo a lo largo de la ciudad. Me voy acercando al centro y lo único que varía es el grado de destrucción. Las constantes son siempre las mismas: silencio, sangre, ausencia de cuerpos, ausencia de vida... ¿Qué carajo hicieron estos cabronazos? Si fueron los chinos se les fue un poco la mano... aunque más bien parece un trabajo interno...

Paso por una tienda de ropa informal, con los vidrios de los escaparates destruidos y me quedo mirando el maniquí, escuchando a lo lejos ruido de motores. ¿Quiénes se van? ¿o son los jeeps de los clones corporativos? ¿el puto Tom será el soldado a cargo? Juro que si vuelvo a tenerlo enfrente le borraré su estúpida sonrisa de un golpe.

No sé por qué me enfado contra la gente del avión. Algo en mi fuero íntimo me sacude a gritos, acusándolos a ellos de ser los responsables de lo que aquí ha ocurrido, de que yo no pueda morir y  vague como una loca con tan sólo una túnica en una ciudad masacrada pero vacía.

¡La túnica! Qué mierda... ahora puedo ponerme ropa decente.

Sin dudarlo, salto los vidrios y entro a la tienda. Todo se ve muy pulcro, muy contrastante con la destrucción y los incendios que se ven en la calle.

Busco unos jeans y una playera*, tomo un sweter para cuando baje el sol y visto mis pies con zapatillas de lona. Listo, ya puedo partir.

Tomo unas gafas de sol que alguien dejó sobre el mostrador y salgo del local con un plan en mente. Voy a ir hasta la costa y desde allí, pienso seguirla, rumbo a México. No sé cuanto me puede llevar el viaje, pero sí sé que necesito provisiones.

Recorro el centro comercial hasta dar con una casa de camping y me hago con una mochila grande y una cantimplora, un cuchillo de caza ¿y si mejor me corto las venas y acabo todo aquí?, una linterna y una bolsa de dormir. Si el resto del camino está igual de habitado que esta parte, no tendré problema en conseguir lo que vaya necesitando a medida que pase el tiempo.

¡Tiempo! Necesito un reloj. Busco entre los artículos algún reloj de montañista, más todos los que hallo no funcionan. Qué extraño... Bueno, no es que me sirva de mucho saber la hora tampoco... Hora de seguir amiga.

Sigo recorriendo el lugar, nada se ha alterado. Estimo que ya llevo un par de horas deambulando. Paro en un super y recojo algunas latas y agua mineral para el viaje, y algunas frutas que devoro con avidez.

Ya sin otro motivo para seguir demorando mi partida, busco el sonido del mar y hacia allá me dirijo.

- Si, Carrie es algo... imprevisible - rió ligeramente - Creo que tenemos de todo esperandonos en el mueble bar - 

El soldado hace unas suposiciones sobre los métodos de búsqueda de Billy, nada desencaminadas. Creía que me darían gente mas verde en el tema.

- Si, lo que dice Sabu... - quedo mirándolos y luego miro a Billy- Vamos a lo nuestro, ya aparecerá - o mas bien... ya la encontrareis... -

Mientras Billy os lleva por los bosques Californianos seguís charlando. Os acerca hasta una mansión lujosa, con una amplia terraza, donde hay preparado un impresionante mueble bar, una mesa y varias sillas. Billy escucha informes de un Talkie y se dirige a Tom.

- Carrie ha entrado en la ciudad. No nos costaría mucho encontrarla pero... Quizá será más divertido que vea las cosas por sí misma... ¿Qué te parece? Podríamos asustarla un poco con helicópteros y formaciones militares para guiarla hacia donde queremos que vaya.

Esa sonrisa sádica y enferma que ya habéis visto en alguna ocasión vuelve a aflorar en los labios de Billy, mientras se sirve un gin tonic.

Deambulas por la ciudad, siempre con rumbo hacia el sur. La ausencia de personas es impresionante... te deja la sangre helada en las venas. Ves por las paredes marcas de balas... recientes. Pasas junto a una tienda de electrodomésticos. En el escaparate, varios televisores sintonizan las noticias. Entras para verlo con más detalle... Los noticiarios de la costa oeste parecen ignorar flagrantemente el hecho de que no hay nadie en Los Angeles. Sintonizas un televisor, buscando respuestas... no encuentras por ningún lado el canal local de Los Angeles... ni el de Seattle. Lo demás, todo funciona perfectamente.

Distraida, not e das cuenta de que algo sucede en la calle. Cuando un ruido te alerta, te escondes tras una pila de microondas, mirando hacia fuera. Un pequeño batallón, en perfecta formación, recorre la avenida, mirando hacia todas partes a la vez. Serán unas 20 personas... todas ellas iguales. Morenos, con la piel muy blanca, altos y de extremidades largas. Aisladamente, escuchas disparos. Tres de ellos miran hacia la tienda en la que estás refugiada, apuntan con sus fusiles... te agachas rápidamente, a tiempo de evitar ser acribillada por una lluvia de balas que destroza los televisores, los microondas, las lavadoras... saltan chispas a tu alrededor. Los tres soldados pegan unas carcajadas y siguen su camino.

Tímidamente, te asomas al exterior. Puedes ver, a unos treinta metros, las espaldas de los soldadoes idénticos. Cerca, escuchas el rugir de un helicóptero que patrulla por encima de tu cabeza. Uno de los soldados se gira hacia un callejón, pega un grito y señala. A su indicación, los otros corren hacia ahí. Escuchas gritos y sonidos de pelea. Sólo uno ssegundos, y puedes ver a cuatro soldados arrastrando a una niña que apenas tendrá doce años. Está aterrorizada. Uno de los soldados saca un walkie talkie y murmura unas palabras. En muy poco tiempo, un camión dobla la esquina y se junta con el batallón. Meten a empujones a la niña dentro. En el interior, a larga distancia, puedes ver gente apilada. Apenas se mueven. Están vivos, pero parecen drogados o heridos.

El camión está parado junto al batallón de soldados. El helicóptero sobrevuela la calle. Estás asomada por la puerta de la tienda de electrodomésticos.

Caes. Irremediablemente. El paracaídas no tiene voluntad de abrirse. A lo lejos, ves las ruinas de Los Ángeles. Antes de morir, de despertar en el avión, y todo lo demás, tu ciudad era la de siempre, un sitio que conocías bien. Lo que ves durante tu interminable caída te pone los pelos de punta.

Pero no te da mucho tiempo a pensarlo. El golpe del aire, el frío contra tu piel... el suelo acercándose a gran velocidad... Sabes que vas a morir, y no tienes muy claro si eso te parece bien o no. El suelo llega, irremediablemente. Sientes cómo tu cuerpo se desmigaja, cómo se desmonta, proyectando tus extremidades lejos. Tu conciencia dura menos de un segundo más... luego viene el túnel de luz, la desaparición... la muerte. Tu último pensamiento es para Rachel, deseando a ciegas que se encuentre bien, que haya podido escapar a todo esto.

Despiertas tumbado en una cama. A tu lado, el mismo tipo que te disparó en un callejón te ofrece un vaso de agua.

- ¿Te encuentras bien, Ryan? Toma, bebe. Los demás están esperándote en el balcón. Creo que te debemos unas cuantas explicaciones.

Con aire conspiratorio, acerca mucho su cara a la tuya.

- Hice lo que me pediste. Rachel está más o menos a salvo... ahora depende de ella. Por favor, no digas nada a nadie de esto... ni siquiera a mi. Podría no ser yo mismo... esto puede sonarte un poco confuso. Sólo haz lo que te digo... los tres nos estamos jugando el tipo con todo esto. Si sé algo más de ella, te lo haré saber.

Se aleja de vuelta y pone otra vez esa cara inquietante que ya le viste anteriormente.

- Muy bien, señor Ryan... Vamos con los otros antes de que se impacienten.

Te encuentras bien, en plena forma. Te levantas y acompañas a Billy por un pasillo. Te conduce hasta un balcón, donde están Tom, Robert Banks, Sabu... y un tipo que podría perfectamente ser el hermano gemelo de Billy... es idéntico. Hasta visten igual, con ropa militar.

La puerta que comunica la terraza con el resto de la mansión se abre. De dentro, sale el que podría ser el hermano gemelo de Billy... un hombre exactamente igual, con el mismo vestuario... le acompaña Ryan, que tiene un aire confuso.

Me acerco al mueble bar.

- Hacerlo, a ver con que nos sorprende - 

Empiezo a sacar botellas. 

- Bueno ¿que tomáis? - Giro mi cabeza hacia Ryan, que vuelve de entre los muertos, otra vez - Perdona. Mira que revise los putos paracaídas... - me lamento - ¿Tomas algo? - digo volviendo a recuperar la sonrisa en el rostro, moviendo las botellas delante de sus ojos. 

 Casi de forma automática adopto una pose de relajación calculada, ladeo la cabeza 12º a la izquierda y pongo una radiante sonrisa.

- Whisky con hielo. El hielo que esté frío

Me río sin mucho convencimiento.

¿Cuántas veces habré dicho la misma tontería?

Sirvo la copa de Robert y se la acerco, luego me sirvo otra igual para mi. 

- Iba a explicaros un poco de que va todo esto... pero bueno... no me gusta mucho repetir las cosas, así que esperaremos a que Carrie este con nosotros - comento mientras muevo mi copa - ¿Nos sentamos? - pregunto casi iniciando el movimiento hacia las sillas, aunque esperando su contestación para ello. 

Avanzo por las calles buscando la costa y la inquietud cada vez va echando más raíces en mi psique. No he cruzado un alma desde que me interné en la ciudad. Una suave brisa, que porta el olor del mar, llega hasta mí, agitando mi cabello. La sensación de soledad me da escalofríos.

Alcanzo una tienda de electrodomésticos. ¡Vaya, aquí todavía tienen luz! Intrigada por saber qué ocurre en la ciudad, comienzo a sintonizar los canales de noticias.

Nada... ¡no hay nada! cómo es posible que en ningún lado se esté hablando de la destrucción de Los Ángeles? El canal local no funciona... no me extraña, ¿pero el de Seattle tampoco? ¿Qué ocurrió allí? ¿Por qué siento que Seattle es más que una ciudad de la costa oeste? No recuerdo haber estado allí... ¿o sí?

Sigo avanzando los canales pero la respuesta a mis interrogantes no aparece. En eso, un ruido me distrae. Justo a tiempo, alcanzo a ver un uniforme de reojo, y sin dudarlo me oculto tras los electrodomésticos y asomo un ojo para ver que pasa.

Me están buscando... los muy cabrones aún me buscan...

Mi corazón comienza a acelerarse. Casi puedo oír sus latidos.

Distingo toda una compañía completa. Veinte soldados, todos iguales, como los que me perseguían en el campo abierto. Mis ojos se abren más y más de la incredulidad. ¡Mierda! ¿Qué es esto?

Cuando tres de ellos se giran me siento perdida. ¡Me vieron!

Aterrorizada me tiro al suelo, justo a tiempo para sentir las balas pasar por encima de mi cabeza. Instintivamente, mis brazos cubren mis oídos y mi nuca, mis piernas se repliegan sobre mi abdomen, adoptando una posición fetal que proteja mis órganos internos.

Por primera vez en mi vida ¿mi vida? ¿qué hay de ella? siento miedo de morir.

Los tiros tiros cesan y ahí puedo escuchar las carcajadas de los soldados que siguen su camino. ¡Los muy hijos de puta se están riendo! Me resulta casi inconcebible que puedan disfrutar de algo tan macabro.

Despacio, intentando no hacer algo que llame nuevamente su atención y los haga volver, me asomo nuevamente. Otra vez, justo a tiempo.

Uno de ellos divisa algo y todos corren tras el. Se escuchan gritos y forcejeos que no duran mucho. Puedo ver cómo arrastran a una niña, una pequeña niña y la meten en un camión salido de no se donde. Alguien habla por radio, por encima nuestro se oye el motor de un helicóptero.

Dentro del camión hay más gente, más ganado.

No... comprendo... ¿qué es lo que están haciendo? ¿por qué? ¿y qué tengo que ver yo aquí?

Por fin caigo en la cuenta que mi presencia allí no es circunstancial. Yo estaba en el avión con los que estoy segura, son los responsables de las muertes, desapariciones y toda la destrucción reinante. Comienzo a preguntarme cómo es que no puedo recordar nada... ¿quiénes son ellos? ¿por qué están aquí? ¿por qué estoy yo con ellos? Cuanto más pienso en ello mayores son las dudas y más desesperante es no poder recordar.

Me agacho por un momento. Necesito aclarar mis ideas antes de mi siguiente movimiento. Puedo intentar alcanzar la costa y desde allí hacer auto-stop hasta llegar a San Diego u luego decidir si sigo a México o no. O puedo intentar alcanzar la carretera que bordea la costa y conseguir llegar a San Francisco, que allí parece no haber ocurrido nada. Pero cualquiera de las dos alternativas me alejan de las respuestas y de saber quién soy y qué hago aquí y si tengo algún valor para esta organización. Además... ¿huir para qué? toda mi vida ¿toda mi vida? he intentado alcanzar la muerte, ¿por qué habría de querer vivir ahora?

Resuelta por fin, me dispongo a salir. Pero no quiero que me cojan. Si caigo en mano de los soldados nuevamente, perderé cualquier posibilidad de averiguar algo. Estoy segura que de buen grado no nos dirán nada.

Observo desde el suelo la tienda hasta localizar la puerta trasera. Seguramente de a algún callejón secundario. Será más fácil intentar huir por allí que por la calle principal.

Agachada, con la mochila al hombro, comienzo a caminar despacio. El camión vuelve a emprender la marcha, no miro atrás para ver si los soldados siguen allí o no. El helicóptero sigue sobrevolando la zona, pero al parecer lo hace en círculos grandes. Tendré que esperar a oírlo más lejos antes de salir. Salvo que la suerte esté de mi lado y la puerta esté bajo un toldo, soy un blanco muy fácil desde el aire.

Me siento sin decir ni mu y tomo una botella, Whiskey, ya no encontraba esta mierda por ningun lado

Bebo de la botella prolongadamente y la bebida me recorre la cara hasta la camiseta, parezco un poco guarro bebiendo, pero bebo feliz!

¿Entonces no puedo participar en el despliegue militar?

- De momento no, quizás en otro mas importante, si tanto te interesa - lo miro interrogante ¿tengo ya su papel en el gran plan? 

 Me siento probando un sorbo de mi copa.

- Me encanta Escocia, joder - murmuro

¿Despliegue militar?

Miro al techo, distraído, e intento recordar algunas pelis bélicas.

Necesito violencia, esta serenidad me agobia

No estoy acostumbrado a sentarme y beber solo, necesito sangre!! sangre de personas!!