Partida Rol por web

Roerkas da un paso atrás y deja a sus compañeros llevar el combate cuerpo a cuerpo con aquella masa enfurecida. El Mago Rojo prefiere conservar la distancia con ese aberrante avatar del Múltiple.

Con un gesto y una palabra arcana, uno de los puñales llevados por Merlivert resplandece.

Después, tanteando al enemigo, el mago conjura cinco orbes de fuerza que salen de todos los dedos de su mano derecha. Sonríe de forma macabra cuando las esferas de energía queman visiblemente la piel del monstruo. Lograr infringir aunque fueran heridas leves a un avatar divino es un logro, y ahora Roerkas sabe que es vulnerable a su magia.

Hagen reacciona rápido, y entendiéndose con Bohemond, con el que ha compartido mil batallas, monta en el diablo de aspecto de dragón cornudo que el redentor acaba de convocar. El comandante de Berfôska no demuestra miedo ni escrúpulo por combatir junto a un infernal para combatir a otro; la larga amistad con Bohemond sin duda le ha influido, y está claro que la situación es desesperada.

Montado en el aterrador diablo al fin Hagen puede empuñar su larga lanza de caballería, y aún sin su armadura dorada ni su escudo pavés, la estampa del caballero resulta más impresionante que nunca.

Sangrando de varias heridas pero sin parecer notarlo, el avatar ruge y babea, agitando sus colmillos y aferrando con fuerza la maza de piedra. Crece aún unas pulgadas más hasta quedar a la altura de Daern, como si controlara su tamaño a voluntad.

Su tamaño y presencia son aterradores, pero aún es más preocupante la forma en la que balancea la maza en un arco, dándole fuerza hasta golpear a Daern con ella. El bárbaro detiene el arma como puede entre sus manos y con su musculoso pecho, pero el impacto rompe varias costillas y la inercia le arrastra varios pies hacia atrás. Aunque se ha ganado el apodo de Matadragones a pulso y se ha encontrado también con toda clase de infernales, Daern nunca había experimentado un golpe como ese.

El valor de Daern era poderoso, y ni siquiera aquel terrible golpe le arredó, aunque supo que era un rival que le superaba ampliamente. Volvió a cargar contra él, pero la falta de fe le pasó factura, y sus gopes no fueron demasiado duros.

- Será mejor que penséis algo, no podré contenerlo mucho tiempo -informó a sus compañeros.

Sentí el aullido de la maza del díos, pero apenas me sonó como un silbido. Sabía que aquel gemido tenía cualidades para enloquecer a cualquiera, pero la mosntruosa divinidad no contaba con un as que me guardaba en la manga para este tipo de cosas.

Que yo ya estaba loco.

El avatar de El Múltiple se habia lanzado en combate físico contra Daern y este había aceptado el reto con el valor del que sabe que es distintivo de su naturaleza. El intercambio de golpes resultó titánico, saliendo Daern mastante malparado, pero no menos aquel engendro que era El Múltiple. Sus heridas habían sido causadas por un mortal y eso debería escocerle al díos más aun que cualquier golpe físico. Por ahí había que empezar. Mermando su confianza. Por ahí, y por anular sus puntos fuertes. Como en cualquier combate, el éxito se basaba en aprovecharse de sus puntos flacos y anular los fuertes. Así unas hormigas podían vencer a un león. Así unos simples mortales podían vencer a un díos.

- ¡Lo contrendrás Daern! ¡Eso y mucho más! -animé a mi amigo con una sonrisa salvaje en el rostro y el brillo de la determinación en los ojos- ¡Simplemente hagamos lo que siempre hemos hecho! ¡Luchemos juntos! -bien posicionado, empecé a mover mis pequeñas amantes haciendolas danzar como si fueran pajarillos afilados y mortales que revoloteaban a mi alrededor. Entonces, tal como muchas veces había hecho, de manera no oficial, lancé una serie de directrices a mis compañeros. Ellos confiaban en mi y sabían que siempre tenía ideas locas y arriesgadas, pero pero que podía ser táctico y planificador cuando quería- ¡Daern, trata de apresarlo y retenerlo! ¡Usa su fuerza contra él! ¡Roerkas, refuerza con magia a Daern para que sus presas sean más seguras! ¡El resto, usad magia sobre Daern, que se está dejando el culo para que ese castrado no os alcance! ¡Preferentemente curativa, pero cualquier cosa que le sirva! ¡Si no os queda magia, haced lo que yo! ¡Atacad a su entrepierna! ¡Imaginad que tuviera pelotas y desgarrárselas! ¡Aunque de tenerlas, deberiamos buscarlas en su gartanta! ¡HAHAHAHA!

Y mi carcajada salvaje fue la afilada puya que le lancé antes de buscar sus higados con mis pequeñas amantes en una lluvia de afilados ataques... Una tras otra, las nueve, volaron hacia el dios, dando razón de ser a mi apodo... Minué y Aleteo, Sajamales y Bumerang, Tajaviles y Rompemarionetas, Cortahilos y Perrofiel, y la cálida y siempre luminosa Chispita... Mis nueve puñales; mis nueve amantes, amigas y compañeras. Que con mi afilada lengua componían la decena y el todo.

...Merlivert el de los 9 Puñales...

Un hombre loco, con sus amigos, enfrentándose a un dios.

Mientras dos dagas siguen volando por sí mismas y azotando al avatar, el resto de puñales vuelan desde las manos de Merlivert. El pícaro lanza dos filos negros que se clavan en la piel del infernal y parecen seguir escarbando e hiriendo por sí mismas después de haber impactado. Apenas terminado el arco del primer lanzamiento, Merlivert ha desenfundado otras dos armas y las lanza de nuevo. Se acerca un paso para combatir de cerca al enorme ser y logra clavar muy profundamente otro de sus puñales, a la vez que lanza a quemarropa varias más. Parece haberse quedado sin armas, pero dos de los puñales han volado de vuelta a sus manos y otro par está de camino. Atacando con la velocidad del rayo, con sus cuchillos constantemente en órbita en torno a él, Merlivert parece un malabarista que en lugar de usar pelotas está en el centro de una tormenta de acero.

Roerkas farfulla palabras incomprensibles tras escuchar los gritos de Merlivert.

Debe estar aún más loco de lo que dice estar. Agarrar a un avatar de Erythnull es tan viable como detener una avalancha con las manos.

Y sin embargo el mago rojo puede ver cierta sabiduría tras toda esa locura. Mantener el combate en igualdad de condiciones acabará con sus muertes, sin duda. Un poco de juego sucio y trabajo en equipo hará mucho bien. Y aún así, una deidad tiene tan pocos puntos débiles...

Reuniendo uno de sus mayores poderes, Roerkas concentra toda la fuerza de su magia en ayudar a un único intento de algo desesperado. De improviso, el mago alza su mano, conjurando en un instante una fuerza telekinética invisible que golpea por sopresa al avatar en las piernas y... ¡consigue hacerle perder el equilibrio!

Hagen no ha perdido tiempo, y ya azuzaba a su montura demoniaca mientras Roerkas conjuraba. Cuando el hechizo se desencadena el comandante está con la lanza de caballería preparada, en plena carga voladora hacia el avatar y a poca distancia de él. En ese momento Bohemond recita un salmo y la lanza de caballería luce con energía brillante. Justo cuando la fuerza mágica consigue desequilibrar al infernal, Hagen aprovecha el instante y cae en picado con su montura de alas dracónicas y la lanza sagrada.

Antes de que el avatar caiga al suelo Hagen ya ha clavado la lanza en su cuerpo. El caballero invierte toda su fuerza y deposita todas sus esperanzas en este único ataque a la carga. Sabe que en un cuerpo a cuerpo sostenido, sin la inercia de su montura, apenas será capaz de dañar al ser.

Y posiblemente no viva para hacer un segundo ataque.

Daern rugió al ver la carga del comandante, de puro gozo, si no moría en el intento llegaría a ser poderoso aquel soldado, muy poderoso.

Escuchar un rugido de Daern era enfrentarse al miedo.

En la enorme bestia incluso la gran lanza de caballería parece poco más que un aguijón clavado, y aún así ese aguijón se ha clavado muy profundo. Casi simultáneamente al recibir el golpe de Hagen, el avatar impacta contra el suelo, derribado por la magia de Roerkas. A su alrededor hay toda una furia de poderes desatados: magia, lo que parecen un millar de dagas volando y la figura imponente del hombre-oso en el que se ha convertido Daern. Aún así, la aberración no tarda en levantarse, rugiendo y estirando los brazos con sus músculos hinchados, haciendo a todo enemigo retroceder un paso y alzándose terrible, como ignorando todo poder ajeno al suyo.

Hagen no ha podido mantener la lanza en sus manos, que ahora cuelga inerte del pecho del monstruo. El comandante, encima de su montura diabólica, debería desenfundar su espada, pero parece saber que lo único importante ahora es el inminente ataque de la representación del Múltiple.

Aún esperando el golpe, la maza de piedra baja a la velocidad del rayo, y resulta imposible esquivarla del todo. El impacto descendente del arma enorme rompe el escudo pavés, destroza huesos del caballero y lo descabalga violentamente. El diablo draconiano llamado por Bohemond para servir de montura extiende un poco sus alas, mirando a la bestia, y retrocede. Haría falta una magia mucho más poderosa de la que obra sobre el diablo para obligarle a enfrentarse a lo que tiene delante.

Aunque Daern y Merlivert han aprovechado el derribo y la distracción para encajar algunos golpes, nada parece detener al avatar. Por algún milagro, Hagen sigue vivo y logra incorporarse con una rodilla en tierra, sacar la espada, y entonces levantarse del todo con gran esfuerzo. Aunque el combate le quede tan grande como el enemigo, el comandante seguirá hasta el final.

Daern calibra en un instante el golpe de su rival, sin duda es mucho más fuerte que él mismo, la estrategia de la presa le parece imposible. Y aguantarle otro golpe, dos a lo sumo, es todo lo que podrá hacer. Así que prefiere consumir lo poco que le queda de vida en castigar a aquella bestia del múltiple. Sus músculos se tensan hasta casi resquebrajar el acero de su armadura, y una y otra vez golpea el avatar del dios maligno sin piedad, consiguiendo incluso meterle una dentellada, menos poderosa que los golpes de su terrible martillo, pero quizás incluso más dolorosa. De ser cualquier otro enemigo habría muerto al instante, incluso una gran sierpe sucumbiría probablemente a los últimos golpes recibidos, pero es un dios, en su propio plano, y poco más se puede hacer contra él.

Daern parece ahora completamente desatado, con su actual tamaño parece más que nunca un enorme oso del tamaño de un gigante, su boca parece ahora capaz de despedazar un caballo de un solo mordisco, su martillo ha crecido con él y con cada golpe ambos gritan como condenados en el infierno de un dios maligno ¿acaso son ahora otra cosa? poniendo toda su rabia en cada golpe desencadenado contra aquella cosa que no merece vivir.

Y sin embargo, a pesar de su inminente muerte, a pesar de su inminente fracaso, si alguien pudiese leer su expresión podría ver que es feliz. Morirá golpeando con toda su saña al más poderoso enemigo que podría imaginar, una forma mucho más digna de morir que atrapado en un plano creado para torturarle por toda una eternidad. La lucha es su medio y su fin.

Hagen ha sido derribado. Herido. Posiblemente de muerte. Pero ha conseguido algo muy grande.

Su determinación ha herido a un dios. Un simple mortal, grande en poder y corazón, pero no un heroe legendario, no un titan. Ese corazón duro y fuerte que ha herido a la bestia es el que le ha causado más daño al Múltiple. y tengo intenciones serias de echar toda la sal que pueda a la herida. Hay que seguir dando golpes. Incansables. Infatigables. Hasta que llegue el golpe de gracia.

Afilo mis armas. Todas ellas.

- ¡Hagen te ha herido, divinidad de pacotilla! -el desprecio golpeaba físicamente al dios, como saetas dirigidas a un testaferro de paja, mientras mis pequeñas danzaban en mis manos, zahiriendo su cuerpo tanto como mi lengua zahería su orgullo. Yo era el limón y la sal que se vertían en la herida, y se me daba bien- ¡Un simple mortal te ha derribado como a una moza de pueblo un triste vino barato! ¡¿Ahora que vas a hacer?! ¡¿Llorarás, nerviosa, entre balbuceos y aspiraciones, suplicando para que no te follen?! ¡Porque aunque nos elimines, ahora ya todo el plano celestial sabe de tu debilidad y tu vergüenza! ¡Saben de la ignominia que supone que un dios de la matanza haya sido derribado, en su propia casa! ¡Por simples mortales acorralado y por un simple mortal derribado! ¡Que ironía! ¡Que gran ironía! ¡Orcus debe estar carcajeándose en su trono! ¡Lolth sentirá por ti el frío desprecio de las mujeres por los impotentes! ¡Hasta a ese advenedizo de Vecna, un antiguo mortal, se le desencajará la mandíbula de la risa! ¡Y no hablemos de los dioses del Bien! ¡Todos se reirán unidos a tu costa, alrededor de unas cerbezas, con los dioses del mal! ¡Solo tu serás excluido de tales risas porque serás el objeto de la burla y la más absoluta ignominia! ¡Pero si ni siquiera le has podido matar de un golpe, torpe de los cojones! ¡¿Es ese tu plan para eliminar a todos los demás dioses?! ¡¿Hacer que mueran a carcajadas a tu costa?! ¡Se va a recordar más a Hagen, este valeroso paladín que plantó el culo de Erythnull en el suelo de su propia casa, que al mismísimo Erythnull! ¡Porque tenlo presente, desde ahora ya no se te conocerá por "Erythnull, el Múltiple"! ¡Pasarás a ser Erythnull, el Flojeras! ¡Los dioses dirán, "te acuerdas de aquel patan que se dejó derribar por un ratón, ¿como se llamaba? ¿Erythnull el Flojeras? ¿No fue ese quien se jiñó cuando unos ratones entraron en su casa y le hicieron morder el polvo?"! ¡Pero no sufras, porque en breve te vamos a inflar entre todos a lindas hostias en tu propia casa y el mérito de Hagen será compartido! ¡Mejor sería que huyeras! ¡Huye Erythnull! ¡Huye a llorar como una zorra tras una bofetada de su chulo!

Entre mi retahila desquiciada, entre golpe o golpe, vi sonreir, a Daern, feliz de hacer lo que mejor y más le gustaba en esta vida. También a Roerkas, cuyo intelecto acerado y privilegiado le permitió sacar el mejor partido a su magia contra el dios. Sabía que Camus, desde la roca, aun me podría oír, y entre espasmos de dolor, reiría ante el traje que le estaba confencianando a aquella bestia. Y me alegré de estar junto a ellos. Incluso con esos extraños compañeros, como Hagen, cuyos corazones eran tan o más valientes que los nuestros. Aplaudí mentalmente al caballero y mis pensamientos volaron hasta él, en un rezo silencioso por su alma, en medio de aquel caos de sangre, acero dolor y orgullo.

- Esta va por ti, caballero sagrado... Te has ganado la consagración... Disfrútala junto a tus padres, pues ellos te esperan...

Quizás fuera un cínico y más ateo que un ajo, pero sabía ver cuando un simple hombre se consagraba por encima de un dios.

Y al final, el respeto, es una de las pocas cosas verdaderamente inmortales...

Roerkas sonreiría de no ser la esencia desbocada de un dios lo que tenían delante. El poder bruto de la criatura, y también de sus contrincantes, es suficiente para hacer temblar los cimientos del plano...

Y aún así, la bestia no muere. Ni tampoco Daern. Tan cabezota uno como inmortal el otro.

El Mago Rojo decide que ya es hora de empezar a usar su poder, o de lo contrario lo tendría intacto cuando llegara al Infierno. Abriendo su boca, el mago emite un grito mudo, imposible de percibir por el oído humano pero con una fuerza que quiebra el suelo en líneas zigzagueantes que se abren, partiendo desde sus pies hasta unos sesenta pies de distancia. La onda sonora choca en el avatar, hiriéndolo y enfadándolo aún más, pero alguna hechicería hace que los compañeros del mago resulten indemnes.

Sin perder tiempo, Roerkas hace un gesto con su mago, conjurando magia sencilla en tan solo un parpadeo, y luego señala hacia el enemigo. El conjuro apresurado ha hecho infalible la puntería del conjurador, y una energía sónica vuelve a astillar el suelo hasta llegar al avatar. El sonido de huesos divinos crujir resulta de lo más dulce...