Partida Rol por web

Historias del Dominio

Gobernando Aguasfrías

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03/11/2019, 15:20
Ser Dunan

Terrence siguió dirección al agua y negó como si las explicaciones de Helaena no le sirviesen. Seguramente porque era Terrence, no un completo desconocido, y porque había que ser muy bobo para intentar algo así con un cuchillo para fruta y delante de sus guardias. Pero se limitó a continuar y zambullirse de nuevo.

La pregunta que dirigió a Ser Dunan le distrajo de mirar a su alrededor. La observó un instante en silencio. Quizás no esperaba conversación alguna.

No.— Tan simple como tajante. Carente de más explicaciones. Tan monosílabo que dibujaba una verdad como un templo. No le importaba lo más mínimo. Helaena lo vio más claro que el agua. 

Quizás tuvo suerte de dar con alguien tan mundano como Terrence. Puede que de tratarse de alguien más aprensivo hubiese tenido consecuencias. Pero le dio la sensación que ni por esas, el mismísimo Rey Robert se hubiese librado de una reacción similar.

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03/11/2019, 15:59
Helaena Stronghorse

A los caballeros de Aguasfrías los cortaban todos por el mismo patrón, eso le había quedado claro a Helaena cuando escuchó la respuesta monosilábica de Ser Dunan, quien le recordó durante un instante a Ser Dwain. Pero aquella poca locuacidad no le importó lo más mínimo. Lo único que le importaba era que estaba segura de aquel hombre detendría por la fuerza a cualquiera que pudiera suponerle un peligro. Algo que sabía que Ser Dwain haría también, pero este no estaba siempre con ella ni estaba a su completo servicio, sino al de su padre.

— Cuando vuelva a Riverside, imagino que os quedaréis aquí los dos, ¿cierto? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

Nunca se había visto en la situación de necesitar un guardaespaldas y ahora que lo tenía se sentía poderosa. Y realmente lamentaba que aquellos hombres solo fueran a acompañarla mientras regentaba Aguasfrías. Sabía que ambos estaban ahí para protegerla, pero no tenía ni idea de los extremos a los que llegarían. Si Ser Dunan había reaccionado así ante Terrence, ¿qué no haría en caso de que Todric se acercara a ella con actitud amenazante? Obviamente no creí que el mozo fuera tan estúpido como para intentar algo así, pero habría sido una imagen para recordar, ver cómo ese caballero podría abatirlo de un suspiro.

Y un suspiro exhaló la joven, sonriente, que esperaba a que Terrence saliera del agua, mientras dirigía miradas de fascinación a su escolta.

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04/11/2019, 19:24
Ser Dunan

Ser Dunan miró a su compañero, como si la pregunta de la joven le hubiese provocado una incógnita que aún no se había planteado.

Si no hay nuevas órdenes...— Respondió dando por hecho que eso sería lo más seguro a no ser que hubiese nuevas indicaciones por parte ahora de la casa. La última orden de Ser Dwain fue esa, que se encargaran de la seguridad de Helaena, aunque ahora las órdenes vendrían de Riverside.

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04/11/2019, 20:27
Helaena Stronghorse

Ella también se preguntaba si habría o no nuevas órdenes. ¿Qué decidiría su padre una vez volviera de la guerra? ¿Quién gobernaría Aguasfrías? Esperaba que no tuviera un ataque de conciencia, como Ser Dwain, y decidiera dársela a Aldern. Helaena frunció el ceño; aquello sería espantoso. Aunque no estaba segura de querer seguir para siempre en esa ciudad, no dejaba de ser propiedad de los Stronghorse y un orgullo de botín de la última guerra. 

Claro que ocurriera lo que ocurriera, ella necesitaba protección. O, mejor dicho, quería aquella protección. Y no solo para intimidar y sentirse poderosa, aunque eso era un añadido bastante atractivo. Sino porque la joven estaba segura de que toda su familia estaba en peligro; sobre todo si recordaba aquella profecía de hacía años. Alguien había acabado con la vida de Lady Stronghorse, y quizá no se detuvieran allí. Y aquellos dos hombres eran leales hasta el extremo. Creía que entendía a Willas y su molestia por llevar siempre dos sombras a su espalda; pero ahora que había comprobado su validez, se preguntaba cómo el joven heredero no lo valoraba más. Tal vez  Helaena pudiera convencer a su padre de que se quedaran junto a ella.

Pero aún quedaba mucho para que llegara ese momento. Por ahora, la muchacha se limitó a disfrutar de lo que quedaba de día, mientras miraba al lago sonriente, reproduciendo en su cabeza una y otra vez el rostro de sorpresa e indignación de Terrence tras ser detenido a la fuerza por Ser Dunan.

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08/11/2019, 00:35
Director

Un rato más estuvieron allí, pero antes de que la noche cerrase por completo, regresaron a la posada. Ser Dunan se retiró y tomó el relevo Ser Badorc. Si Dunan parecía hecho a semejanza de Ser Dwain, Badorc no era una excepción. Ambos serios y con ese aire que hacía presentir que tonterías las justas con ellos.

Los caballos fueron recogidos por un joven mozo. Seguramente el turno de Todric había acabado por lo que no tuvo que cruzarse esta vez con él, aunque sí lo hizo en la taberna subiendo a sus aposentos. Este le dedicó una mirada y una mueca en forma de sonrisa a la joven. 

El que se fue directo también a sus aposentos sin parar por la taberna, fue Terrence, con ojos brillantes de cansancio. Su desplome sobre el lecho debió escucharse hasta en Essos.


 

Los días se sucedieron en Aguasfrías sin mucho más destacable en su día a día. Helaena pudo presenciar la ejecución de los malechores. Una imagen poco agradable ver morir a un hombre ahorcado. Grotesca incluso. Los capitanes concedieron permiso al mayor de los hijos de la familia afectada para presenciar la ejecución. Éste agradeció a Helaena en nombre su familia la justicia servida, aunque pudo comprobar que aquello no había mejorado en nada su ánimo y el joven aún seguía cabizbajo y apenado.

Lo que más intrigó a Helaena es que el más joven, con la soga al cuello y a punto de perder la vida, la miró y sonrió. Incluso la guiñó un ojo y articuló unas palabras en silencio, sin emitir sonido alguno. Helaena creyó leer en sus labios "volveré a por ti".


 

Fianalmente llegaron noticias a Aguasfrías de que los barcos ya estaban remontando el cauce del río. Llegaban las tropas de la guerra. Que Aguasfrías no dispusiese de cuervos, habría retrasado la llegada de la buena nueva y probablemente ella llegaría un poco después. Ser Badorc y Ser Dunan, la acompañarían también durante el trayecto, así como el resto de la compañía de caballeros. Pronto volvería a estar en Riverside.

Notas de juego

Perdona, pero ayer y antes de ayer estuve un poco liado. Hoy ya me pongo al día. 

Mañana, te meto en River :)

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08/11/2019, 18:24
Helaena Stronghorse

A pesar de la tranquilidad que siguió al resto de los días, Helaena no pudo evitar pensar en aquella ejecución. Nunca se había considerado una persona miedosa, pero aquel hombre le ponía los pelos de punta. Por eso, por mucho que su mirada le helara la sangre, no apartó los ojos en ningún momento. Quería cerciorarse de que su vida acababa. Incluso dejó de parpadear, mientras los cuerpos agonizantes se balanceaban ante ella, para no perderse ni un instante. Ahora esas imágenes la perseguían por las noches, pero al menos ya estaba segura de que la última amenaza de aquel criminal no podría cumplirse nunca.

Comprendía por qué el hermano de la joven asesinada seguía con aquel ánimo. Tal vez se había hecho justicia, pero eso no había devuelto a la vida a la víctima. Helaena no supo qué hacer por él, más que consolarlo y desearle lo mejor a él y a su familia. Esperaba que sus padres pudieran recuperarse cuanto antes, así como su granja, y que todos volvieran a la normalidad.

El respiro para la hija del Lord llegó con las misivas informándole de la victoria de sus fuerzas contra los Greyjoy y de la llegada de las tropas al río. Su estancia en Aguasfrías había sido provechosa y se había sentido totalmente realizada. Pero también deseaba regresar a su casa, volver a ver a su familia y recibir a su Padre, a quien tanto había echado de menos y por quien había rezado a diario para que el Guerrero lo asistiera en batalla.

Se alegró de comprobar que su escolta la acompañaría de vuelta, pues no es que se hubiera acostumbrado a su presencia continua, sino que sentía que la requería. Cuando llegó el momento de partir, Helaena deseaba que aquel mensaje no hubiera llegado demasiado tarde y estuviera a tiempo de aparecer para recibir a las tropas. Aunque, conociendo los retrasos que podía haber ante la falta de una torre de cuervos, tampoco tenía grandes esperanzas en ello.

Notas de juego

No sabía si tenía o no que responder. Pero, bueno, por si acaso ya lo dejo todo cerrado aquí.

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05/12/2019, 15:37
Director

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Como habían acordado con su padre, a la mañana siguiente partieron rumbo a Aguasfrías ambas hermanas. El trayecto fue tranquilo, y el clima acompañó refrescando ligeramente por las noches. Fueron escoltadas no sólo por la escolta que trajo Helaena en su vuelta, si no por todas las tropas del pueblo que regresaban. Más de trescientos hombres, suficiente para disuadir a cualquiera de intentar cualquier asalto. Ser Dwain no apareció en todo el día. Ni para la cena ni para dormir. Tampoco a la mañana siguiente, por lo que Lord Everam decidió que las tropas regresaran con ellas, dada la lógica impaciencia de por volver a sus casas de todos ellos.

El ambiente fue similar al de Riverside, con cientos de personas esperando su regreso. Muchos eran familiares y amigos, esposas, hijos... Incluso entre los Redimidos hubo gente que deseó su regreso. Una mujer casi anciana y otra más joven aguardaban la llegada del más temido de ellos; El capitán Ross. Antes de formar parte de la compañía, Ross fue condenado por bandidaje* y robo. Ahora era el capitán de una compañía de criminales que había servido a su señor y a su rey, y según se decía con valor, siempre en primera línea, y con mucho éxito, devolviendo la confianza que Ser Dwain había depositado en ellos.

Precisamente sobre el caballero supieron que llegó a Aguasfrías y partió de inmediato junto a Cley** y Terrence. De eso hacía ya dos días y no habían regresado aún. Estaban pensando que de no regresar durante ese día, mandar algunas patrullas a preguntar por las granjas cercanas a ver si habían visto qué dirección tomaban, y en definitiva, buscarlos.

Ambas se instalaron en la Gran Posada del Ahorcado. Para Helaena ya era conocida, pero Aquilegia era la primera vez que la veía. Desde luego no era como tal vez había imaginado. La posada poseía su propia guardia que se encargaba de velar por el orden y la seguridad de los huéspedes. Su taberna era quizás algo más común aunque con muy buen gusto y muy limpia. Allí se reunían principalmente aquellos que podían permitirse pagar los precios algo más elevados que una taberna de pueblo, como capitanes, oficiales y los comerciantes que más prosperaban, así como los nobles que se hospedasen en su posada. Las habitaciones poco tenían que envidiar a los aposentos de los que disfrutaban en el castillo, pudiendo albergar a nobles y gente de alta cuna. 

Tras instalarse pronto pudieron comprobar que como dos perros guardianes, Ser Badorc, con Aquilegia y Ser Dunan con Helaena, junto a otros soldados, no se despegarían de ellas y serían sus escoltas.

Ser Badorc   Ser Dunan   Ross Duhan

                                                           Ser Badorc        Ser Dunan         Cpt. Ross

Notas de juego

*No pensemos en bandidaje, en sus sentido romántico en plan Robin Hood. Bandidaje es Un robo que suele acabar con muertes.

** Cley Errol: Administrador de Aguasfrías.

Si queréis comentar alguna cosita entre vosotras, adelante. Si no, me decís y en cualquier caso cuando terminéis me decís.

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08/12/2019, 03:31
Aquilegia Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Aquilegia agradeció montar a caballo lejos de ese castillo que ahora la hacía sentir más insegura que nunca y que aún así, al ser su hogar, extrañaría. Sin embargo, ya que era apenas una semana lejos de allí, estaba mucho más entusiasmada que nostálgica por el viaje. Podría pasar tiempo con su hermana, libre de cualquier responsabilidad más allá de la determinada por la última reunión de su padre, y quizás hasta habría un momento o dos en que pudieran divertirse y olvidar el permanente sentimiento de traición que ocupaba su pecho y su mente constantemente. 

Algo que definitivamente la hizo sonreír fue ver las familias reuniéndose con sus seres queridos, un evento que disfrutó sinceramente y se alegró de poder presenciar. Si de ella dependiera ningún soldado dejaría su pueblo y su familia, pero entendía la necesidad en ello tan bien como entendía la de casarse con alguien por conveniencia. A ojos de la primogénita, incluso la gente como el capitán Ross merecía estar rodeado de seres queridos. Podía entender sus crímenes, incluso si no coincidía con sus formas, y no lo juzgaba por haberlos cometido en pos de cuidar a su familia. Antes juzgaría a los nobles de casas ricas que se bañaban en oro y llenaban de regalos a sus cortes mientras su propio pueblo se moría de hambre. Eso sí podía hacerlo con muchísima facilidad. Además, bastante había probado el hombre en el campo de batalla para no concederle esa necesaria felicidad. 

La información que consiguieron sobre Ser Dwain le preocupó. No solo porque no tenía idea de qué pretendía llevándose al administrador de Aguasfrías, sino porque también se había llevado a Terrence, y lo que menos le interesaba ahora mismo era tensar relaciones con la única familia en todo Poniente en quienes podían confiar como amigos leales y sinceros. Ya ni hablar de que justamente con el hermano mayor del arquero era con quien se casaría dentro de no mucho. Pero, aunque quiso tomar medidas más inmediatas, se recordó lo que su padre les había dicho sobre el caballero y como ponía las manos al fuego por su lealtad. No quería fiarse de nadie más que su propia familia, pero ahora mismo lo mejor que podía hacer era confiar. Cualquier alerta innecesaria podría ser igual o más problemática que no hacer nada. 

La posada fue una agradable sorpresa. Había esperado encontrarse habitaciones mucho más rústicas, bastante menos cuidadas, pero sin duda tenía una calidad incuestionable y una seguridad aún mejor. La taberna también era de su agrado. Un poco cara para su gusto, pero entendía el ambiente que intentaban mantener ahí dentro, aunque ella preferiría que no hubiesen tales separaciones. A veces, para recibir a ciertos individuos tan arrogantes como indispensables, podía ser necesario. 

Una vez se hubo acomodado en su habitación, fue hacia la de Helaena y le pidió a ambas escoltas que las dejaran a solas dentro. No tendría problema si se quedaban con la espalda pegada a la puerta por el lado de afuera, pero quería algo de privacidad, y suponía que tras el largo viaje agradecerían el poder reducir el número de guardianes necesarios. 

Cuando se quedaron solas, lo primero que hizo la primogénita fue a abrazar con muchísima fuerza a su hermana y quedarse así con ella durante largos segundos. No había podido abrazarla como era debido desde hacía bastante tiempo, y se lo debía. Se lo debía por el funeral de su madre y por la traición de Carellyn. Sabía que Aldern a ella no le importaría tanto como para sentir verdadero dolor, aunque le enojara con justa razón. Y, para ser sincera, también la abrazó porque ella misma lo necesitaba, por su propio dolor por tantos motivos y porque el día anterior había temido perderla por causa de su padre. 

Quiero que hablemos, Hel, que hablemos de verdad - respiró profundo, aún estrechándola en sus brazos. Separándose mientras la miraba con una sonrisa en el rostro - Sin temores, sin prudencia, sin nada. Quiero que hablemos como cuando éramos niñas. - o quizás aún con más honestidad - Y quiero que me digas todo lo que debería saber como tu hermana, quiero que confíes en mí. No quiero que volvamos a encontrarnos en una conversación en la que una no tenga idea de lo que estaba haciendo la otra, o encontrarme de golpe con consecuencias de algo que ni sabía ocurría. Prefiero saber que andas en malos pasos y poder aconsejarte y cubrirte de ser necesario a que luego enfrentes las consecuencias tú sola. No quiero que alguna de las dos vuelva a sentirse sola. 

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09/12/2019, 17:26
Helaena Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Hacía unos días, Helaena había deseado volver cuanto antes a Riverside, con su familia, con sus amigos, donde todo podría ser como antes y ella podría seguir soñando con un futuro utópico. Pero la realidad la había golpeado con fuerza. Ni Riverside ni sus gentes representaban para ella lo mismo de antes, así que se alegró de poder realizar ese viaje con su hermana y pasar unos días asimilando todo.

Ser Dwain no se lo puso sencillo. Cuando escuchó la noticia, Helaena se sintió visiblemente ofendida por la actuación del caballero. ¿A santo de qué se pensaba aquel hombre que tenía aún potestad para dictar órdenes y llevarse al administrador y a Terrence? Él ya no gobernaba la ciudad, así que cualquier locura que tuviera pensado hacer debía hacerla sola y no involucrar a hombres al servicio de su señor. Pero más le ofendió saber que tanto Cley como Terrence habían aceptado aquella propuesta sin el siquiera permiso de los Stronghorse. Y así se lo hizo saber a su hermana en cuanto les informaron de todo aquello.

Al menos, el reencuentro de los soldados con sus familiares logró calmar su ánimo. Era siempre agradable, tras tantos meses y el temor a perder la vida en tierras extrañas, volver a casa. Ese sentimiento no cambiaba nunca. Aunque el resto del mundo se hubiera vuelto loco, uno podía confiar en que la propia sangre estará siempre allí para recibirte, para abrazarte, para echarte de menos.

Nada más llegar a su habitación, Helaena se sentó en la cama, agotada. No físicamente, sino emocionalmente. Desde que hablaran con su padre, había tenido que pasar cada minuto fingiendo ante todo el mundo que todo estaba bien y, por miedo a que alguna otra doncella fuera tan traidora como la bastarda, había mantenido la tranquilidad incluso en su propia habitación. Ahora estaba lejos de casa y esperaba que la influencia de Aldern no hubiera llegado tan lejos, así que cuando su hermana entró y la abrazó, todos los males que había estado reprimiendo le cayeron de golpe.

Escuchó la petición de Aquilegia. Una petición lógica y necesaria a la luz de lo que había sucedido. Miró por la ventana, mordiéndose el labio inferior por dentro. Asintió lentamente, sin apartar la vista del exterior.

Siento no haberte contado lo que pretendía con Willas —comenzó—. Y habérselo contado a ellos en su lugar. Pensé que tú no lo entenderías o que te enfadarías conmigo por pretender un matrimonio por encima del tuyo —Negó con la cabeza, se reprochaba a sí misma esa falta de confianza hacia su hermana. La miró al fin, apartando sus ojos de la ventana—. Hace años que las diferencias entre ambas son visibles, cada vez más. Tanto Aldern como Carellyn se han mostrado cercanos y comprensibles y… Obviamente parte de su plan. El orgullo me duele tanto como la traición. Yo sabía que no podía fiarme de nadie que no fuera de mi sangre directa, lo sabía. Me lo prometí a mí misma en su momento y no pude cumplirlo. Si hubiera hecho caso a mi instinto, ahora todo sería muy diferente. Porque puedo confiar en ti, ¿verdad? —preguntó, con cierta desazón en su voz. Tal vez porque temía la reacción de Aquilegia ante esa pregunta, que podía sentirse ofendida; o tal vez por las circunstancias que la habían llevado a hacer tal pregunta a su propia hermana.

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09/12/2019, 17:26
Helaena Stronghorse
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

Una se vuelve tan paranoica, que quería investigar hasta a mi hermana. Pero me parece que con la mierda de tirada que he sacado, no voy a hacer na' de na'. U.U

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11/12/2019, 02:45
Aquilegia Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Tranquila, observó como Helaena apartaba la mirada para contestarle. Suponía que no sería fácil, que reconocer sus pensamientos frente a ella podía darle cierto temor, cierto nerviosismo, e incluso sintió algo de lástima al escuchar que su hermana sinceramente creía que ella antepondría un título a su familia. Sin embargo, en otras cosas sí tenía razón. Se habían distanciado muchísimo, y ambas eran tan distintas que probablemente en su situación, Aquilegia también habría guardado el secreto. De hecho, de cierta forma, lo había hecho, aunque en su caso no fuera de forma tan deliberada.

Claro que puedes confiar en mí, Hel. Si en algún momento lo has dudado, ha sido error mío por no demostrarte que antes que primogénita, antes que noble, antes que cualquier cosa, que hija incluso, soy tu hermana. Asumí, incorrectamente, que sabías que era así. - y realmente estaba arrepentida de haber pensado que no había dudas sobre aquello - A mi no me interesa un matrimonio con un Tyrell. Yo quiero quedarme aquí, en Riverside o sus cercanías, y para eso los Dragnos son mi mejor opción. Tampoco me importaría que te casaras con un Tyrell tú, o con un Lannister, o con un Baratheon si te diera la gana y tuvieras la posibilidad. Si eso te hiciera feliz, yo sería feliz. Jamás podría enfadarme contigo por algo tan absurdo como el apellido de nuestros esposos, no cuando el que me importa sobre cualquier otro es el que portamos tú y yo. - sonrió con cariño - Lo distintas que seamos jamás me hará quererte menos, Hel. - su sonrisa se amplió, casi como una risa - Tu diferencia de mi es justamente lo que admiro de ti. Tu valor, tu osadía, tu terquedad. La forma que tienes de seguir tu corazón, de enfrentarte a la vida sin miedo a nada. Y quizás, en una de las pocas cosas en que nos parecemos, fue de lo que esos dos supieron sacar provecho. Cuando queremos a alguien, lo damos todo por esa persona, lo convertimos en nuestra familia. No es culpa tuya caer en su vil juego, son ellos quienes deberían avergonzarse por hacernos dudar de una cualidad tan noble como esa, una que puede ayudar a tanta gente que nos necesita. Gente como la de Riverside, por ejemplo. - un pueblo por el que vivía y respiraba, a quienes les dedicaba todos los recursos que conseguía. 

Y si te hace sentir menos culpable por guardarme el secreto de Willas... - suspiró, sin perder la sonrisa, aunque ahora sería su turno de confesar algo respecto a bodas - Ser Tyros y yo ya habíamos hablado de matrimonio. No quiso pedir mi mano antes de la guerra por si regresaba tullido, pero hablamos de nuestras expectativas, de nuestras prioridades, de que pensábamos el uno del otro. Lo hablamos sin tapujos, y pactamos el matrimonio entre nosotros antes de que partieran a la guerra. 

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11/12/2019, 18:22
Helaena Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

¿En quién podía confiar? Según sus vivencias, en prácticamente nadie. Ni siquiera en su padre. Al fin y al cabo, por muchos que reconociera que Lord Everam había tenido razón al enfadarse tanto con ella y por mucho que admirara a su progenitor, él no le había dado la oportunidad de decidir entre ambos su matrimonio, como le había prometido. Willas estaba fuera de la lista, lo sabía, pero había muchos otros que Helaena prefería a Lord Mullendore y que no se había atrevido a mencionar tras la discusión. ¿Y en su hermana podía confiar? Quería pensar que sí. Era su hermana, al fin y al cabo.

Escuchó a Aquilegia, sonriéndole con ternura mientras hablaba de algo que en ese momento a Helaena le parecía absurdo, como eran los matrimonios. Al fin y al cabo, ¿qué importaba todo eso cuando ahora debían preocuparse de su propia casa? Pero hacía mucho que no conversaban sobre ese tema y le alegraba ver la buena disposición que tenía al respecto.

Su rostro se ensombreció al escuchar la mención a aquellos que tanto daño les habían hecho.

Ellos deben avergonzarse, pero somos nosotras quienes sufrimos por sus acciones —dijo, impregnando cada palabra de odio puro. Luego suspiró y continuó—. Si dudo no es error tuyo, Aquilegia. Es mío, que nunca he sabido en quién depositar esa confianza —respondió, frunciendo el ceño—. Me he fiado siempre en las personas equivocadas y he apartado a quienes me pueden hacer bien. Haré un último esfuerzo contigo, porque creo que, por nuestras diferencias, nunca me he abierto totalmente a ti y lo mereces porque esas diferencias no son nada en comparación con lo que nos une —La tomó de la mano y calló unos segundos antes de añadir una última cosa—. Pero debo advertirte algo. No quiero que te lo tomes como algo personal o como una amenaza, es simplemente lo que es. Tu confianza es lo último que me queda y si de algún modo me dañas o traicionas… No sé qué pasaría ni qué haría.

Lo último que quería era sonar dramática o exagerada, puesto que necesitaba que su hermana la tomara en serio. Pero quería ser sincera con ella y realmente no sabía cómo reaccionaría tras una traición más.

Abrió los ojos al escuchar la confesión de Aquilegia, sorprendida. Nunca habría imaginado que su hermana pudiera tomar ese tipo de decisiones a espaldas de su padre. Es decir, nunca habría imaginado que se comportara como ella.

¿En serio? La verdad es que suponía que él habría hecho lo posible por cerrar ese acuerdo antes de partir, pero ¿tú? -respondió, estupefacta y en parte también aliviada al comprobar que Aquilegia era tan capaz como ella de actuar de esa forma. Tal vez aquel pacto de matrimonio era mucho más seguro que el que Helaena planeaba para ella, pero igualmente se había hecho sin consentimiento de Lord Everam. Lo cual la llevó a la siguiente pregunta—. Aunque os arriesgasteis mucho los dos, ya viste que Padre estuvo a punto de casarlo conmigo. ¿Qué habríais hecho si todo hubiera seguido como estaba planeado?

Helaena sabría lo que había hecho ella: gritar tanto como con la propuesta de Lord Mullendore. De hecho, no sabía cuál de las dos opciones era peor.

Y yo lo sabía —confesó—. Que Padre quería casarme con Ser Tyros. Me lo sugirió en dos ocasiones, que sería la mejor opción, aunque no me lo confirmó —Ni a la luz de lo acontecido le parecía a Helaena una buena opción. ¿Casarla con alguien enamorado de su hermana? Ese matrimonio estaría tan condenado como el que finalmente tendría, con un hombre obsesionado con su difunta mujer—. Otro motivo por el que no quería hablar de estos temas contigo. Notaba que, aunque no estuvieras enamorada de él, era un matrimonio que te hacía ilusión o, al menos, que aprobabas. Si te hubiera hablado de mi preocupación y mi angustia sobre esa posibilidad, habría tenido que contártelo todo y temía que te sintieras mal por ello.

Y Carellyn había pensado exactamente lo mismo, por lo que había escrito en su carta. Había esperado que los acuerdos acabaran de esa forma y que Aquilegia acabara odiando a su familia por no poder casarse con Ser Tyros. Parecía que Helaena conocía tan poco a su hermana como la bastarda que los había traicionado a todos.

Pero no solo no quería casarme con Ser Tyros por ti —continuó—. No confiaba ni en él ni en su familia. No los veía dignos de nosotros y temía que quisieran tomar nuestro poder y hacernos desaparecer. Qué tonta fui… —exhaló un suspiro cubriéndose la cara con las manos—. Tenía al enemigo a dos metros y yo buscándolo en otra ciudad. Ni siquiera tenía pruebas, tanto Joanna como Terrence han sido realmente amables conmigo y sinceros, pero me costaba creerlos.

Tras una breve pausa añadió:

Bueno y… ¿qué piensas entonces de Tyros? —preguntó, con tono confidencial y media sonrisa llena de curiosidad—. ¿Qué os contasteis? ¿Fue todo antes o después de... el beso con... ya sabes? —No le apetecía nada mencionar a Aldern ni hablar de él cuando ambas al fin comenzaban una conversación más animada, pero no habían tenido ocasión de hablar de aquello que le había pillado totalmente por sorpresa. Si se hubiera enterado antes de sabe de la traición de Aldern, la habría acribillado a preguntas. Ahora lo hacía con más cautela, pero lo hacía igualmente.

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16/12/2019, 22:37
Aquilegia Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Entendía el odio de su hermana, y por una vez, no le pediría que se replanteara animadversiones hacia alguien más. Simplemente no podía ni quería hacerlo, no cuando dentro de su propio pecho sentía esa llama de furia y odio inextinguible por la escoria humana que alguna vez había considerado parte de su propia familia. No podía recriminarle a Helaena tampoco que hubiese confiado en la gente equivocada justo por esa misma razón, porque ella lo había hecho también. En su mente, hasta el momento, no había cabido la posibilidad de que personas a quien le entregaran todo su cariño y con quienes convivieran día a día pudiesen tener tanta maldad albergada en sus corazones para ser capaces de algo tan vil. 

Aquilegia sonrió suavemente al sentir la mano de Helaena tomar la suya, y ese gesto no se borró al oír su advertencia - No te culpo por creer necesaria ese aviso, pero es innecesario. Yo sería incapaz de dañarte deliberadamente, ya ni hablar de traicionarte, aunque entiendo que necesites comprobarlo en acciones antes que en palabras que ya has oído alguna vez de gente que te ha defraudado. Nadie podría entenderlo mejor que yo, que he sufrido tu misma decepción. - acarició su mano con el pulgar, esperando hacerle saber que todo estaba bien, que no la quería ni un poco menos por inevitablemente estar a la defensiva. 

La reacción de su hermana le hizo sonreír divertida, pues no era muy seguido que viera a Helaena sorprendida o estupefacta por algo que ella hiciera. - Soy una Stronghorse, Hel, igual que tú. Padre puede decir lo que quiera, pero por nuestra sangre corre la misma voluntad férrea de un caballo salvaje, una parte irrevocable de nuestro carácter y que aprendimos de él. No somos del tipo que observa como las cosas pasan, somos de las que hacemos las cosas pasar. - no podría jamás ser un mero testigo de su propia vida, ceder su destino a alguien más. Entendía que tenía deberes y responsabilidades, y las cumplía, pero también tenía ambiciones y opiniones, y no se quedaría en silencio y sonriendo esperando la aprobación y órdenes del hombre de turno sin siquiera considerar sus propios deseos. 

Si Padre lo hubiese casado contigo, él habría honrado ese matrimonio. Es un hombre noble en sentimientos, un hombre justo. Sé que de haber ocurrido eso, él habría tomado como responsabilidad propia el no haber pedido mi mano antes de la guerra y se habría sometido a los deseos de su padre. - habría sido estúpido no hacerlo sin tener prueba alguna de la conversación que habían tenido. Además, de quejarse un poco, acabaría quedándose sin la una ni la otra por malagradecido. Ser Tyros era mucho más inteligente que eso. 

La confesión de Helaena tampoco le tomó por sorpresa, pues ya lo habían discutido en la conversación con su padre. - Probablemente me habría desilusionado un poco, porque no iría acorde a mis planes y aunque no lo ame aún, sí creo que podría vivir feliz a su lado, pero que me lo dijeras con antelación me habría permitido pensar en otras opciones. Prefiero decepcionarme en privado y tener tiempo a evaluar mis opciones a que me pille por sorpresa. - se encogió ligeramente de hombros - Además, me hubiese gustado estar ahí para calmar tus preocupaciones y angustias. - añadió con cariño. 

Entiendo tu recelo, pero no he percibido lo mismo con los Dragnos. Los siento como amigos genuinos, con una sincera preocupación y cariño por nosotras. En realidad, si no fuera por la poca disposición que tengo a confiar en alguien más que tú y nuestro padre ahora mismo, pondría las manos al fuego por ellos. - y esa era otra razón por la que casarse ella, o en su defecto su hermana, con Ser Tyros, era algo bueno. Creía, a su parecer no injustificadamente, que eran gente buena de la cual rodearse - Pude hablar con Lord Dragnos y Joanna en el funeral, y me brindaron una calidez tan familiar y auténtica que simplemente me faltaron las palabras para agradecerselo. 

La siguiente pregunta de la chica le hizo reír un poco, aunque su gesto se torció casi imperceptiblemente al oír sobre ese beso. Sabía que Helaena querría saber más, así que supuso que sería mejor pasar el trago amargo de una vez.

Fue antes de ese beso, aunque realmente no fue un beso como te imaginas. Te lo contaré todo, y me puedes hacer las preguntas que quieras o recriminarme lo que desees, pero no quiero alargar demasiado este tema así que prefiero hablarlo ya. - y dejar a Ser Tyros como la bocanada de aire fresco que era, la que necesitaría cuando el estómago se le hiciera un nudo y no pudiera respirar - Fui a visitar al dorniense - se refirió a él casi con desprecio, pues aunque su voz sonaba igual que siempre Aquilegia jamás lo llamaba por algo más que su nombre - el día antes de que partiera a la guerra. Quería decirle lo que sentía por él, así que le llevé un regalo de partida. Un pañuelo con la letra A bordada en hilo plateado. Pensé que sería un regalo astuto, porque además de ser fácil de ocultar, podría decir que era la inicial de su propio nombre con uno de los colores de su propia casa. - suspiró. Si pudiera ponerse los ojos blancos a sí misma ahora, lo haría - Se lo entregué, y le dije que oraría por él. Él me lo agradeció y me dijo que esperaba que también rezara por mi padre y Ser Tyros, porque no querría quitarles su espacio en mis pensamientos. Y yo, aunque me extrañó que mencionara a Ser Tyros y como idiota enamorada que era, le dije que no podía hacer eso, porque el suyo era permanente. - volvió a suspirar, agotada de sí misma. Aún así no se arrepentía. Al menos se lo había sacado del pecho, le había dejado la consciencia tranquila por un tiempo - Así que él me dio las gracias y me dijo que no quería meterse en problemas con mi padre, que luego tendríamos más tiempo cuando el regresara... así que que buenas noches. Asumiendo lo obvio, que él no sentía nada por mí, le dije que tenía razón, me despedí de buenas noches, y me fui... Pero me detuvo. - frunció el ceño, aún molesta por ello - Me detuvo y me dio un beso en la comisura de los labios mientras me tomaba la mano, y cuando se separó me sonrió, bajando la mirada con lo que en el momento pensé era una timidez adorable. - apretó una de sus manos en un puño y volvió a soltarla - No fue un beso real, y ese ahora es mi consuelo, pero en ese momento se sintió como si el mundo se detuviera y solo existieramos nosotros dos. Me dejó sin aire. - sonrió con amargura y un reproche constante hacia su imposible ingenuidad.

Tras una efímera pausa, intentando no detenerse en lo que le había hecho sentir o no ese beso, continuó.

Si no especifiqué frente a nuestro padre fue porque quería que se concentrara en su odio a él, que dejara de enfadarse con nosotras. Quería darle razones extra para cazar a ese traidor, una que sintiera como bofetada, que le ofendiera personalmente por descaro para que se ensañara con él, pero no quería mentirle. - así que había dicho del beso, que era lo poco que tenía - Además... Justo después de ese beso, le pedí al dorniense darle uno antes de verlo partir, y se negó. Dijo que no quería mentirle a nuestro padre, que pasaría mucho tiempo con él, así que le dije que entendía y nos despedimos. - resopló, furiosa -  Que no quería mentirle. - repitió - Solo por eso se merecería que le arrancara la lengua y se la diera de comer a los cerdos.

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17/12/2019, 18:10
Helaena Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Helaena sonrió, al tiempo que bajaba la mirada hacia el suelo, cuando escuchó cuánto comprendía su hermana la advertencia que le había dado. Se sentía aliviada, claro; pero, al mismo tiempo, sentía también que tenía que volver a lanzarse al vacío. Pues Aquilegia tenía razón, las palabras en ese momento no significaban nada. Solo que había algo en lo que su hermana se equivocaba.

No sé siquiera si las acciones me servirían —respondió—. Todo el que me ha acabado traicionando me había demostrado su cariño y amistad. O eso creía yo. Las acciones también pueden guardar mentiras —Si los traidores únicamente pudieran mentir con las palabras, sería muy sencillo localizarlos. Sonrió de nuevo y miró a Aquilegia—. Pero eres mi hermana y, si no confío en ti, no me quedará nadie —sentenció, dejando de un lado ese tema.

Efectivamente, Aquilegia era una Stronghorse. Pero siempre se había mostrado más sumisa que indomable, al menos por fuera. Asintió con la cabeza al escuchar la comparación de su familia con aquel animal tan noble—. Por mucho que Padre se haya enfadado conmigo por haber buscado un matrimonio con Willas y por mucho que este haya decidido romper nuestra amistad, nunca me arrepentiré de lo que hice. Prefiero actuar para lograr lo que quiero y que salga mal a ni siquiera intentarlo —Luego sonrió y alzó una ceja—. Pero no hace falta que te diga esto. Tú y todo el mundo ya sabe cómo soy.

Por supuesto, la versión que escuchaba de las consecuencias de un matrimonio entre Helaena y Ser Tyros era la opinión de Aquilegia. Quién sabía cómo habría reaccionado realmente aquel hombre. Aunque una cosa sí era cierta: desde luego él no parecía tener el espíritu de un caballo salvaje. Así que era muy probable que su hermana tuviera toda la razón.

Supongo que no le habría quedado otra opción ante una orden de su Señor —concedió, tras lo cual torció el gesto—. Pero ni él ni yo habríamos sido felices. Probablemente él menos que yo. Al fin y al cabo, se habría tenido que casar con la hermana de su amada, ni más ni menos. ¡Qué destino tan trágico! —exclamó con una mezcla de ironía y tristeza real—. Sobre todo, porque sé de primera mano que una de las cosas que más le agradan de ti es tu responsabilidad y que eres una gran dama… Claramente se habría llevado una tremenda decepción conmigo —añadió en tono de broma.

Obviamente Helaena esperaba que Aquilegia pudiera ser feliz con el hombre con el que se casara. Enamorada o no, lo importante es que ella estuviera cómoda y que sintiera el respeto de su esposo, así como la admiración del pueblo sobre el que acabara gobernando. Ese era el destino que ella quería para ambas, en términos generales. Claro que, en su mente, los detalles eran muy diferentes a lo que al final había ocurrido.

No te dije nada porque yo estaba segura de que no iba a ocurrir. Me había opuesto rotundamente a ese matrimonio ante Padre y él me había hecho creer que respetaría mis deseos, que no me haría casarme con nadie con quien yo no quisiera —dijo con decepción y un toque de rencor en su voz—. Así que ¿para qué preocuparte?

Respecto a los Dragnos y su lealtad, Helaena asintió al escuchar a su hermana.

Yo también notaba que eran sinceros. Pero pensé que tal vez mentían demasiado bien —Bajó la cabeza, reprochándose a sí misma—. Lo noté de Terrence y Joanna, en realidad. Y de quien desconfiaba era de Lord Dragnos, así que pensé que sus hijos tal vez no conocían sus verdaderos planes —suspiró y se encogió de hombros; de poco importaba lamentarse por el pasado, en realidad. Lo único que podía hacer era solucionar el futuro—. Ojalá estuviera aquí Terrence. Él notó mi aprensión, me aseguró la lealtad y el cariño de su familia por nosotros y me rogó que confiara en ellos. Me habría gustado decirle que, al fin, la tendrá. O, si no es confianza, lo más similar que pueda darle.

En aquel momento, recordó la conversación que mantuvo con Joanna Dragnos tras el funeral de su madre y una sonrisa entre divertida y pícara asomó su rostro.

Yo hablé con Joanna, para intentar entrever si realmente Ser Tyros estaba enamorado de ti o si los Dragnos nos tenían verdadero aprecio. Como te dije, todo sonó sincero. Pero, en mi defensa, te diré que parte de la culpa de que no la creyera la tiene ella —añadió, conteniendo una risita, que pasó a explicar a continuación—. Yo la tenía por una mujer libre, sin intención de querer atarse a nada ni a nadie. Que esto no salga de aquí, es un secreto —le advirtió a su hermana, señalándola con el dedo índice—. Resulta que está locamente enamorada de Ser Dwain. Oh, Aquilegia… si hubieras estado escuchándola habrías acabado agotada mentalmente —dijo, exhalando un suspiro, desesperada por las cosas de las adolescentes enamoradas. De nuevo, una risita mientras recordaba la conversación tan íntima que había mantenido con aquella joven, prácticamente una desconocida—. Le prometí que hablaría con el caballero en su favor. Y, aunque en su momento no pensaba cumplirlo, ahora creo que debo honrar esa promesa. Si Ser Dwain aparece, claro…

Fue horrible escuchar la historia sobre aquel beso. En condiciones normales, Helaena se habría interesado, se habría mostrado curiosa y divertida al escuchar a su hermana hablar de aquella experiencia. Pero, sabiendo lo que sabía sobre Aldern, no pudo por menos que sentirse indignada, cabreada por cómo el dorniense había jugado con los sentimientos de su hermana. Había sabido perfectamente cómo manipularla. No le había dicho nada concreto, para mantenerla en vilo. Si le hubiera dado un no rotundo, se habría arriesgado a perder su confianza, a que se enfadara o, incluso, a que Aquilegia lo odiara y quisiera vengarse. Algunas personas reaccionaban así. Si le hubiera jurado amor eterno, sabía que ella, en su emoción, podría habérselo contado a alguien. Pero con ese tímido beso, esas vagas palabras y un par de caricias, la dejaba con la duda, con cierta esperanza no confirmada. Aldern había sido tan desalmado como inteligente.

Aquilegia, no te reproches por haber sentido lo que sentiste en aquel momento ni por haber tenido ilusión —le dijo con seriedad—. Sabía cómo jugar contigo y lo aprovechó. Aunque inocente, estaba claramente pensado para hacerte daño a ti y a Padre. No eres la primera que has sido engañada ni serás la última —le aseguró, con tristeza, llevando una mano a la mejilla de su hermana y acariciándosela.

Tras una breve pausa, suspiró y continuó:

— ¿Sabes lo que me contó a mí Aldern cuando hablé con él tras la reunión con Padre? La noche anterior a partir, no sé si antes o después de que tú lo visitaras, le pidió a Carellyn que se casara con él —Aquella noticia era algo que habían intuido ambas por la carta de la bastarda, pero, aunque la noticia no le había pillado por sorpresa, sí le sorprendió a Helaena que Aldern se lo hubiera confesado—. Fue una conversación muy extraña. No comprendo por qué me lo ha contado. Se suponía que era un secreto entre ellos dos, al parecer han estado juntos meses o quizá años, no lo sé. Y, de repente, me cuenta a mí algo así —Era algo que no alcanzaba a comprender, por más que le daba vueltas—. Supongo que quiso aprovechar para hacerme su confidente, en ese momento en que yo me mostraba tan enfadada contigo y con Padre, y, así, intentar sacarme a mí algo. Aunque parecía realmente afectado por el accidente de Carellyn y enamorado de ella. Lo cual hace incluso más extraño que me contara algo así, porque era ponerse en una situación de vulnerabilidad ante su enemiga —Se encogió de hombros. Probablemente nunca llegara a saber por qué Aldern le había confesado algo así. Quizá había estado desesperado por hablar con alguien y solo la tenía a ella.

De repente, una sonrisa surcó su rostro y los ojos se impregnaron de un brillo malicioso. Claramente estaba disfrutando con esa parte de la conversación.

Ojalá pueda ver su cara cuando se entere de que Carellyn prefería casarse con un Lord desconocido antes que con él. ¿Sabes lo que me contó también? Ella le había dicho que sí, aunque quería hablar antes con su familia, y habían pensado formas de huir a Dorne en caso de que los Rowan se opusieran a tal matrimonio —Alzó una ceja, haciendo notar la ironía del cazador cazado, el traidor traicionado—. Carellyn lo ha estado engañando tan bien como él a ti… Por eso también me cuesta creer la teoría de Padre de que él la corrompió a ella. Estaba claro que ella tenía sus propios planes y su propia voluntad, no era una indefensa que se dejó manipular por su amante.

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17/12/2019, 19:22
Director

No es que piense que Helaena la está mintiendo ni mucho menos. La ve más bien afectada, dramática, emocional. Por ejemplo, cuando afirma que su padre ha decidido romper su amistad con Willas, le parece exagerado recordando que dijo que no podía elegir a quien amaban pero sí con quien se casaban. Como si solamente estuviese en contra de proponerla como esposa del heredero de Altojardín, por lo que había explicado, no de que hubiese una amistad. O que cuando su padre aseguró que hablarían de su matrimonio, quizás no significase que ella iba a elegirlo.

Notas de juego

Esta información te la doy porque tienes un pasivo de percepción+empatía mu alto.  

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08/01/2020, 04:14
Aquilegia Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

No culpaba a su hermana por desconfiar incluso de sí misma, por sentirse tan herida que hasta a ella le era imposible dilucidar si algún día sanaría de las cicatrices que había dejado el paso de Carellyn por sus vidas. Sabía que a ella no le afectaba tanto Aldern, después de todo, jamás habían sido cercanos, pero también entendía que siendo parte del círculo de su rutina diaria era imposible que fuera totalmente indiferente a su desprecio y traición. De todas formas, su conclusión le pareció satisfactoria, y sonrió. Efectivamente, si no se tenían la una a la otra, no tenían a nadie. 

Yo y el mundo lo sabemos, pero jamás me cansaré de oírlo. Es uno de los rasgos tuyos que más admiro, y me alegra oír que no encuentras arrepentimiento alguno en tus acciones. Willas pierde más que tú de rechazar aquella amistad, no me cabe duda alguna. - porque hombres con influencia había muchos, pero Helaena no era una dama cualquiera, era una en un millón, y tan orgullosa como se sentía de tenerla de hermana sabía que nadie más brillaba con tanta fuerza y pasión como lo hacía la menor. Solo por eso le tenía la paciencia que le tenía - Pero harías bien en recordar que Padre solo te prohibio seguir pensando en la posibilidad de ser su esposa, no de ser su amiga. Así que quizás si buscaras solucionar las cosas con él durante algún torneo... Esa amistad aún podría salvarse. Estoy segura de que nuestra tía estaría encantada de fomentar las buenas relaciones entre ambas casas. 

No, no creo que me ame - sonrió divertida con la conclusión a la que había saltado Helaena - Me estima, y ve futuro en nosotros, pero dudo que me ame aún. Llegará con el tiempo, supongo. - dijo conservando la sonrisa, aunque ahora con un tono más cariñoso. Sinceramente, le hacía ilusión un futuro al lado de Ser Tyros. Amor o no, lo admiraba, y eso para ella era suficiente. Fue entonces cuando cayó en cuenta del resto de las palabras de su hermana menor - ¿De primera mano? ¿Él te dijo eso? - preguntó extrañada, en primer lugar porque no sabía que hubiese hablado con él de ella, y en segundo porque no tenía idea de que se tuvieran tanta confianza. Además, no iba a negarlo, le interesaba lo que el caballero pensara de ella. 

Solo encárgate de preocuparme la próxima vez. Aunque sea gratuitamente. - le rebatió en voz cálida, pues sin duda agradecía el intento de su hermana por quitarle preocupaciones, pero aquella hubiese sido una que le hubiese gustado tener en cuenta. No porque no pensara que su padre podía casar a Ser Tyros con quien le diera la gana mientras tuviera el beneplacito de Lord Dragnos, sino porque cosa distinta era que fuera a hacerlo con su hermana. 

Al hablar de la familia de los Dragnos, no le pasó por alto como su hermana encontraba una razón para reprocharse. - Aunque no se lo digas, lo sabrá. Personalmente me aseguraré de que los Dragnos se sientan recompensados por su lealtad, como merecen. - aunque su matrimonio ya debía servir bastante para eso - Quiero que sepan que no serán familia solo por ley y boda, sino porque los queremos a nuestro lado. - así que no dudaría en hacer lo que estuviera en sus manos para demostrarles el aprecio que les tenía - Y la próxima vez que veas a Terrence, si aún necesitas ponerlo en palabras, podrás decírselo. - procuró ofrecerle al menos ese nimio consuelo. Llegados a la conversación de Joanna, se aclaró a sí misma las preguntas que antes había hecho a su hermana, y pensar en Ser Tyros hablándole a Joanna de ella le llenó el pecho de un sentimiento cálido que invadió sus labios para formar una sonrisa que llegó hasta sus ojos, incluso sonrojándose un poco. Quizás no estaba enamorada, pero Ser Tyros no dejaba de ser un hombre atractivo, imponente y carismático, por lo que habría sido una tarea hercúlea no sentirse halagada y feliz ante tal noticia. 

¿De verdad? - preguntó asombrada por los sentimientos de la menor de los Dragnos, pues al haber crecido con Ser Dwain le costaba un poco verlo como un hombre deseable que le hiciera latir el corazón a alguien. Era un buen hombre, no cabía duda, pero estaba tan acostumbrada a su apariencia que en algún momento había dejado de apreciarla - En ese caso deberíamos cumplir con tu palabra, ciertamente. Me encantaría ver a Ser Dwain casado, y más si es con Joanna. Se merece aquel reconocimiento, más aún tras salvarle la vida a nuestro padre. - porque eso era lo que había hecho, no menos. De no ser por él, estarían llorando un segundo funeral. 

Dado el momento, le habló a Helaena sobre el beso con el dorniense, y al escuchar sus palabras de consuelo sonrió con cariño, pues realmente no esperaba que eso fuera lo primero que Helaena pensara en decir. Había esperado preguntas, comentarios, lo que fuera, pero no esas cariñosas palabras que buscaban aportarle algo de paz a su corazón. Con suavidad, llevó una mano a la que le acariciaba la mejilla, posándola sobre esta en un gesto afectuoso. Recibir una caricia así de Helaena era inusual, pero no recordaba haber necesitado tanto esos mimos de su parte alguna vez, por lo que ahora valían más que mil caricias de día a día. Por un momento, sin embargo, pensó con cierta amargura que la última en consolar su llanto había sido justamente Carellyn, la única frente a la cual había roto su compostura tras la muerte de su madre. Que equivocada había estado al quedarse dormida a su lado. 

Atenta escuchó sobre la reunión de Aldern y Helaena, frunciendo el ceño ligeramente extrañada ante su confesión. No entendía ella tampoco por qué el dorniense le habría confesado algo así, pero ciertamente dudaba que fuera a partir de buenas intenciones o descuido. 

Si te lo contó fue por algo. Quizás quiere ver si me lo cuentas a mí, o quizás medir tus reacciones para ver cuanto te esperabas esa noticia. Definitivamente no fue por vulnerabilidad ni porque necesitara un confidente. - eso no se lo creía ni por un momento - Y estoy de acuerdo contigo. Padre no sabe de lo que habla. Por lo que nos leyó en las cartas debería tener claro que quien movía los hilos no era Aldern, que aunque traidor y despreciable era un idiota enamorado, sino que Carellyn. Y más que corromper uno a otro, diría que se juntaron dos almas pérfidas que se potenciaron - de eso no tenía duda alguna, aunque sí cabía agregar... - Así que me alegro de que le pagaran con su propia moneda. Se merece mucho más, pero es un detalle agradable. - dijo con una sonrisa bastante menos amable y dulce de las que solía mostrar. Sinceramente, el odio que albergaba ahora en su corazón por Aldern tenía comparación solo con el que sentía por Carellyn. Sin embargo, al menos a la doncella podía admirarle su astucia. A Aldern ni eso, aunque sabía bien que distaba muchísimo de tonto. 

Yo también me reuní con Aldern tras hablar contigo y Padre - comentó a su hermana - Primero me preguntó si ya no lo consideraba mi amigo, pues no le hablaba de cosas importantes que hasta el servicio sabía, hasta que le hablé de la desaparición de Carellyn. - que ahora suponía lo había escuchado de parte de Helaena - Le dije que había sido mi culpa, porque ella me había preguntado si podía marchar, y bueno... Sinceramente, ahora desearía haberle dicho que no podía. Es responsabilidad mía que se escapara, y no puedo perdonarme eso. Pero le hablé de culpa, porque no puedo evitar sentirla, de responsabilidad por lo que había pasado... Y en vez de enfadarse, se dedicó a consolarme, a decirme que no era más mi culpa que la del maestre, o la de mi Padre, o incluso del Rey. Que habían sido las circunstancias. Me dijo de que estaba seguro de que estaba viva, pero me dio la impresión de que en realidad solo hablaba desde la esperanza, que no sabía nada. Que más que convencerme a mi, quería convencerse a él mismo - y esperaba que lo hiciera, para que luego le doliera más perderla. Porque si bien Aquilegia esperaba que estuviera viva también, no la dejaría sobrevivir demasiado si llegaba a recuperarla. - Luego de hablar de eso, y de que estaba haciendo lo posible por encontrarla, dejamos el tema. De hecho, lo último que dijo al respecto fue reconfirmarme que no era mi culpa. - y se le hacía raro, porque si tanto la odiaba debería haberla dejado ahogarse en la culpa, pero también era cierto que quería mantener su confianza y para eso necesitaba que lo creyera su amigo. 

Y bueno, luego... Hablamos de esa noche - suspiró - Me dijo que apreciaba mucho mi amistad, y que era una mujer hermosa, inteligente y amable - puso los ojos en blanco por un efímero momento - Pero que por mucho que le encantaría corresponderme, amaba a otra. Se disculpó una y otra vez, llamándose a sí mismo cretino, diciendo que había sido tan buena con él, que él había obrado mal, que no había querido aprovecharse de mí, y aunque en eso último me pareció que había sido sincero, casi todo lo que dijo me sonó a palabras vacías. Incluso cuando me dijo que había pensado muchísimo en mi durante la batalla, aunque fuera como amiga que lo esperaba en Riverside - debía pensar que era idiota. Estaba convencida de ello, pues si no, no habría sido capaz de mentirle tan descaradamente mirándola a los ojos - Luego se dedicó a insistir en que le diera una bofetada. Me lo pidió más de una vez. - lo que le había hecho pensar que quizás contaba con que alguien estuviera mirando, esperando sacar un escándalo de ello - A la tercera vez que me sugirió golpearle dijo que se lo merecía, que su miedo no era excusa para portarse mal conmigo cuando yo siempre lo había tratado bien, y que no era solo lo de esa noche... - respiró profundo - Que hacía tiempo que los dos sabíamos que las cosas podrían ir en esa dirección, y que él no había hecho nada por detenerlo. Que tendría que habérmelo dicho hacía mucho tiempo. - aunque con eso podía coincidir plenamente, lo hubiese dicho de forma sincera o no. - Cuando me dijo eso último... - se humedeció los labios - Estuve pensando en tantas otras conversaciones que habíamos tenido antes. Recordé que hacía no tanto me había hablado de buscar que nuestros pueblos hicieran una alianza, de trabajar juntos para ello, de formar una ruta comercial incluso. Me dijo que Padre estaba considerando invitar a Lady Allyria a Riverside. Y en el momento pensé que lo decía por la bondad de su corazón, por desear algo bueno para su gente como yo hacía con la mía, por evitar más muertes... Pero ahora entiendo que solo buscaba sacar provecho de mi, de mi ingenuidad y de la confianza que depositaba en él. Si lo hubiese escuchado realmente, si hubiese seguido sus intenciones... Esto podría haber sido mucho más desastroso que un corazón roto. - y por eso, por haber esquivado aquello aunque en el momento no lo supiera, le agradecía a los Siete. 

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17/01/2020, 20:53
Helaena Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Helaena sonrió levemente ante el cumplido de su hermana y, cuando mencionó a Willas, bajó la mirada al suelo, entre avergonzada y resignada.

Creo que es todo culpa de Carellyn —Había tenido esa sospecha desde la reunión con Lord Everam y, cuanto más lo pensaba, más segura se sentía de que así había ocurrido todo—. Willas me contó que estaba harto de que todas las mujeres se acercaran a él con el mismo objetivo, conquistarlo. Así que yo me esforcé mucho en convencerlo de lo contrario. No lo hice con mala intención, solo quería que me diera la oportunidad de conocernos. Se lo conté todo a Carellyn porque… pues porque soy tonta y ella me ayudó a conseguir esa cita con él. Imagino que ella fue corriendo a contarle mis verdaderas intenciones y, por eso, no respondió a la carta que le envié mientras estuve aquí —Debería haberse limitado a decirle que todo había ido perfecto y punto. Pero ¿qué sabía ella lo que la bastarda pensaba hacer con aquella información?—. De ser ciertas mis sospechas, sé que Willas tendría motivos para estar molesto conmigo, porque le mentí. Pero más me molesta a mí que, si una doncella va con ese cuento después de haber pasado una tarda maravillosa conmigo, no me haya dado oportunidad de explicarme o me haya preguntado nada, ni que haya dudado un segundo de su palabra.

Helaena negó con la cabeza ante la curiosidad de Aquilegia por saber de dónde había sacado ella esa información sobre el heredero de Lord Dragnos.

Con Tyros no he hablado en privado en mi vida. Además, dudo que él me confesara a mí tal cosa. Pero sus hermanos son más habladores… —añadió, guiñándole el ojo—. De Joanna saqué esas palabras, aunque Terrence también me aseguró que está prendado. Y yo misma pude comprobar cómo te miraba cuando cenó con nosotros. Claro, que de mi ojo no te puedes fiar demasiado. No sería la primera vez que me equivoco valorando sentimientos ajenos.

Seguidamente, asintió cuando Aquilegia habló de cómo los Dranos serían recompensados por su lealtad. Realmente, no sabía qué más podían hacer que no hubieran hecho ya, entre el matrimonio y toda la confianza depositada en ellos. Lo único que quedaba era que la familia sintiera que también la pequeña de Lord Everam los apreciaba.

Si Ser Dwain aceptara tal cosa, claro… —respondió al poco probable matrimonio entre Joanna y el caballero—. Y Lord Dragnos. Según Joanna, quiere casarla con algún Lord importante y no hace mucho caso a los deseos de su hija —Helaena arqueó las cejas al tiempo que suspiró, como si aquella situación le resultara espantosamente familiar.

Helaena imaginaba lo mucho que le habría costado a su hermana aquella conversación con Aldern. A ella misma le habría resultado difícil mantener la compostura, así que seguramente para su hermana, que había sentido algo mucho más profundo que la amistad, había sido una tortura. Negó con vehemencia cuando escuchó de su boca culparse por que la bastarda hubiera escapado.

Aquilegia, es que no es tu culpa que huyera de aquí. Piénsalo de este modo. Los Hightower vinieron a nuestra casa no solo para devolvernos a nuestra madre, sino para comprobar lo “mal” que tratábamos a la pobre de Carellyn —respondió, impregnando sus palabras de todo el sarcasmo que pudo—. Si no le hubieras dado permiso para marcharse, habríamos tenido un problema más grande aún con ellos. Además, tú no sabías nada sobre su traición y, aunque hubieras tenido dudas, no habrías podido demostrarlo. Así que, en cualquier caso, no tenías ningún motivo para impedirle marcharse —le aseguró. Había sido algo inevitable.

Helaena se levantó de la cama y caminó por la habitación, con los brazos cruzados y mirando a través de la ventana cada vez que pasaba por ella. Continuó escuchando las tonterías que Aldern estaba dispuesto a hacer con tal de mantener su farsa. Imitó a su hermana, poniendo también los ojos en blanco, aunque en su caso duró varios segundos. Incluso se permitió resoplar cuando escuchó lo mucho que el dorniense había pensado en Aquilegia durante la batalla. En realidad, estaba segura de que así había sido; imaginaba perfectamente a Aldern pensando en Aquilegia y, más concretamente, en cómo destrozar su futuro, su casa, en cómo humillarla. Por suerte, los Siete habían sonreído a los Stronghorse a tiempo.

Te quedaste sin bofetada, pero ya te quedarás a gusto cuando tu prometido invada Ermita Alta mientras nosotras vemos cómo él y su querida prima reciben su merecido ­—le aseguró sonriente, como si aquel desenlace fuera un suculento trozo de tarta que ambas ansiaban devorar, pero para lo cual debían esperar pacientemente hasta el final de la comida.

Llevaban ya un buen rato hablando. Y Helaena había evitado por todos los medios un tema concreto, aunque, estando en Aguasfrías, sabía que su hermana tendría que saberlo; mejor por su boca que por la de un tercero. Las probabilidades de que se enterara en esos días o de que sospechara algo eran bastante altas. Volvió a mirar por la ventana, esta vez quedándose fija en el exterior unos segundos.

Me pediste antes que te contar todo lo que debes saber, cuyas consecuencias pudieras encontrarte de golpe. Hay algo… —comenzó dubitativa para luego fruncir el ceño de repente—. En realidad, si todo hubiera salido como tenía que haber salido, no tendría por qué contarte nada, pues las consecuencias serían inexistentes. Pero, visto lo visto, creo que hay algo que sí tienes que saber. Pues me encuentro tan confusa al respecto, que no sé si podrá afectarme y, en caso de que así sea, de qué manera.

Miró a su hermana. Como había declarado, era la última y única persona en la que podía confiar. Y, si se equivocaba al contarle eso…

Sobre esto no sabe nada nadie. Ni Carellyn, ni Meredith, ni Aldern, Padre muchísimo menos, claro. Y esperaba poder llevarme el secreto a la tumba, poder olvidarlo incluso, hacer como si nunca hubiera pasado. Lo estaba consiguiendo, de hecho. Pero, cuando vine aquí… —Suspiró, mordiéndose el labio, como si lamentara el día en que pisó Aguasfrías por primera vez—. Aquilegia, ¿recuerdas al antiguo mozo de cuadras del castillo? ¿Todric? Se suponía que debía estar viviendo con la Guarda Montada, pero está aquí, en Aguasfrías —No sabía cómo explicar la situación, así que la joven comenzó a soltar frases incoherentes, llena de nervios y furia a partes iguales—. Él y yo… Fui estúpida, Aquilegia, muy estúpida. Y él me engañó. Y… Y yo le creí. Y luego… luego me obligó… Y no sé qué hacer, Aquilegia. En su momento le amenacé y lo mandé fuera del castillo y parecía que se lo había tomado en serio, que tenía miedo de lo que yo o Padre pudiéramos hacerle. Pero ahora me lo encuentro aquí y... No ha dicho ni hecho nada concreto en este tiempo, pero… no sé. Me mira con burla, como si quisiera meterme miedo o hacerme sentir incómoda. O tal vez pretenda algo más, no lo sé. Y no se molesta por disimularlo, cualquiera que se fije en él verá sus gestos hacia mí.

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31/01/2020, 01:25
Aquilegia Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Es probable que lo sea, hermana - asintió, convencida ella también de que la bastarda debía haber metido mano en eso también con tal de sacar provecho - Pero el daño no es irreparable, y esta falta solo se suma a una larga lista que Carellyn tendrá que pagar, en esta vida o en los Siete infiernos. Recuerda, "La muerte nunca ronda lejos de este mundo, y los siete infiernos aguardan a los pecadores que no se arrepintieron de sus pecados." - enunció citando el texto sagrado de la Fe de los Siete, La estrella de siete puntas. - Si con algo podemos contar, es con que Carellyn no se arrepentirá de sus acciones ni de su aberrante traición, llegue el castigo por nuestra mano o no. Acabará en los siete infiernos, y pagará, tarde o temprano. - aunque siendo sincera, prefería ser ella quien le diera el castigo en tierra. Solo tenía que esperar a encontrarla, porque las futuras torturas de esa traidora abundaban en su mente en tal número que podría tenerla años sufriendo sin repetir método. - Sea como sea, nos encontraremos con Willas eventualmente. Ya sea en torneo, o visitando a nuestra tía, que ha sido muy amable y me ha invitado a pasar con ella unos días. Quizás no fuera demasiado pedirle que extendiera esa invitación a ti. - sonrió con cariño - Mereces una oportunidad para disculparte, para darle explicaciones, y para hacer las paces con ese matrimonio que jamás ocurrirá - posó una mano en su brazo, de forma cariñosa. No apuntaba a ser severa con esas últimas palabras, solo sincera, para que Helaena entendiera que debía cerrar ese capítulo.

El tema de los Tyros, por otra parte, le hizo sonreír un poco. Nunca se había imaginado siendo el objeto de afecto de nadie, no antes de casarse y cultivar a las largas un amor de compañeros. Lo había deseado, sí, con Aldern. Había querido que la quisiera. Pero realmente, nunca lo había contemplado como una posibilidad real, menos cuando ella no sentía haber hecho nada para ganarlo. 

En ese caso, probablemente sea Lord Dragnos el mayor problema. - suspiró, frunciendo ligeramente los labios. Entendía cual sería la dificultad del hombre para aceptar, después de todo, Aquilegia era de las que creía que uno no se casaba por amor, pero Joanna y Ser Dwain eran buenas personas que merecían un final de cuento de hadas. Claro, si el caballero estaba medio loco, quizás tampoco sería tal. 

Ya entrando en el tema de Aldern, encontró en las palabras de Helaena un consuelo inesperado. No porque no creyera que su hermana intentaría todo para animarla, sino porque le dijo algo tan lógico que incluso se avergonzó de no haberlo pensado antes. Efectivamente, no haberla dejado marchar podría haber sido catastrófico, y fue esto lo que hizo que Aquilegia sintiera un peso levantándose de sus hombros. 

Tienes razón - sonrió con la comisura de los labios. Le quedaba el arrepentimiento de no haber mandado espías tras ella, pero cuando aún no sabía nada no había tenido razones para hacerlo. Ahora, pensando en su huida, ya le quedaba la consciencia absolutamente limpia y tranquila.

También la alivió, y la alegró, ver las reacciones de Helaena a Aldern. Su hermana menor nunca había querido mucho al dorniense, pero ahora la primogénita disfrutaba de sus expresiones en vez de buscar justificar a ese traidor que no merecía siquiera la saliva que gastaba en hablar de él. 

Muy a gusto - asintió sonriendo, con una mirada de determinación y sed de venganza imposible de disimular frente a quien sabía poseía la misma ansiedad que ella por verlo sufrir como merecía. Sin embargo, tras mucho rato hablando, la conversación fue muriendo y su hermana se abstrajo un segundo en la ventana. Aquilegia la observó en silencio, intrigada por sus pensamientos, hasta que la benjamina se decidió a hablar. 

Al oír el nombre de Todric, Aquilegia frunció ligeramente el ceño. Lo recordaba, sí, y cuando la siguiente frase partió por "Él y yo" la memoria de Aquilegia fue directo al día en que se había encontrado con su hermana escabulléndose a su habitación con restos de paja en el vestido. 

¿Te obligó? ¿Te obligó a hacer exactamente qué, Hel? - preguntó, más por temor que por falta de deducción. El estómago se le hizo un nudo al pensar que un simplón con atribuciones que no le correspondían podría haber siquiera tocado a su hermana, mucho más abusado de ella. En su propia casa, ni más ni menos. Y ahora, además, ¿tenía el descaro de burlarse de ella, de intimidarla? 

Acercándose a ella, se paró a su lado para buscar su mirada. Necesitaba ver sus ojos, leer su mirada, saber si necesitaba espacio o un abrazo - ¿Estás bien? - preguntó con una mirada amable y un tono suave, sinceramente preocupada, mientras sus dedos rozaban los de una de sus manos, pidiendo permiso para tocarla.

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31/01/2020, 23:44
Helaena Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Helaena asintió a lo que dijo su hermana sobre Carellyn, dispuesta a dejar ese tema cuando algo que había dicho Aquilegia se quedó clavado en su mente, como un alfiler molesto, aunque no sabía muy bien por qué. Era aquella cita sagrada. Sentía que le quería decir algo o que algo relacionado con ella era importante, pero no estaba segura de qué exactamente.

­— “Dos esmeraldas velaran por ti desde la sombra. La muerte que conceda será la que te abrirá el camino para obtener tu venganza. Las siete puntas serán el instrumento—recitó, de repente, cayendo al fin en la cuenta de por qué había encontrado la frase de su hermana interesante. Era del texto sagrado de la Fe de los Siete—. Las siete puntas. Es parte de mi profecía —explicó a su hermana—. La bastarda pensó que esa última parte hacía referencia a algo religioso y yo no le encontré otra explicación. Aunque, sinceramente, no sé qué tienen que ver los Siete con mi venganza o con Luna. Pero todo eso da igual ahora —añadió, sacudiendo la cabeza, como si intentara quitarse por el momento aquel tema de la cabeza—. Sí, supongo que veré a Willas en algún momento, aunque no será de visita a Altojardín. Lo último que quiero es que piense que estoy obsesionada con él y que lo persigo a todas partes. A menos que reciba una invitación personal, sin intervención tuya, no pisaré la ciudad —sentenció.

Helaena se alegraba de que Aquilegia fuera a casarse con un hombre que, si bien no era el que ella habría elegido para su hermana, al menos parecía amarla. Y, quién sabía, quizá su padre tuviera razón y los Dragnos acabaran siendo una casa de verdad importante. Y bastante había sufrido la pobre con todo el tema de Aldern, merecía a alguien que la tratara con respeto y se diera cuenta de lo magnífica que era.

Claro que Helaena había sufrido lo suyo también en su día. Y los Siete no parecían recompensarla con un futuro de ensueño. Aunque, pensándolo bien, quizá no lo merecía. Ella no era como su hermana, quien siempre se había comportado según las normas, con decencia y mesura. No, Helaena había cometido un error gravísimo. Y, al notar el rostro y el tono de Aquilegia cuando empezó a hablar, la joven pensó que estaban dirigidos a ella, a su comportamiento. De hecho, tan mortificada se sentía que no escuchó la última pregunta ni notó la mano de su hermana buscando la suya.

Yo no quería. No en aquel momento, te lo prometo —juró, temerosa por la reacción que obtendría. Lo que pensara su hermana de ella, justo tras todo lo que había pasado con su padre, le importaba más de lo que habría admitido en cualquier otro momento—. Mi pecado fue ser una cría ilusa, incluso más que ahora, que se enamoró de un malnacido aprovechado y que, con toda su ingenuidad, pensó que Padre aprobaría esa relación. Pero yo quería esperar a que nos diera permiso para casarnos —cerró los ojos, abochornada, al pronunciar la última frase. Nunca había dicho aquello en voz alta y hacerlo le hizo sentirse ridícula. ¿Lord Everam dándole permiso para casarse con un vulgar mozo de cuadras? Claro que sí—. Él no estaba de acuerdo con esperar. Me dijo que, si nos amábamos e íbamos a estar siempre juntos, ¿qué importaba? —suspiró. Importaba todo. Especialmente viendo cómo acabó aquello—. Yo me negué una y otra vez, pero él no paró —Aún recordaba la poca delicadeza con la que le arrebató la inocencia. Y casi mayor fue la brutalidad que la joven ejerció sobre sí misma al obligarse a pensar que, en el fondo, no había estado tan mal.

No fue la única vez. Nunca me sentí realmente cómoda o de acuerdo, al final simplemente me dejaba llevar. Pero llegué a pensar, ciega como estaba, que yo también lo deseaba, aunque nunca fue así, e incluso me sentía feliz tras aquellos horribles momentos —Negó con la cabeza. ¿Cómo podía haberse sentido ilusionada tras hacer algo que odiaba, obligada por aquel que decía amarla?—. Tampoco dudé de sus sentimientos. A pesar de forzarme a hacer algo que yo no quería, de hacerme incluso daño, no dudé de él. Tuve que ver con mis propios ojos la mentira hasta creerla —Y, por mucho que sufrió cuando la vio, daba gracias a los Siete por haberle permitido comprobar a tiempo la clase de persona a la que se entregaba—. Lo encontré con otra mujer en las cuadras, creo que era una prostituta. Él nunca se enteró de que yo lo vi, estaba demasiado ocupado. Simplemente me marché en silencio y al día siguiente le obligué a marcharse de aquí, sin darle más explicaciones.

Había sido una experiencia espantosa, pero necesaria. Le había abierto los ojos, le había permitido ver cómo era el mundo en realidad. Sola lamentaba que no hubiera sido totalmente efectiva como para ver la traición también en los supuestos amigos, no solamente en los amantes. A estas alturas, Helaena casi no podía ni mirar a su hermana a los ojos.

¿Sigues pensando que tú fuiste tonta simplemente por pedirle un simple beso al dorniense? —preguntó, con cierta ironía.

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09/02/2020, 06:20
Aquilegia Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Aquilegia sonrió conforme con la decisión de su hermana, aceptando no intervenir a menos que ella así se lo pidiera. No quería herir su orgullo, que sabía que iba mucho más allá de mero ego y vanidad. También sabía que, cuando Helaena quisiera resolverlo, le pediría ayuda o tomaría cartas en el asunto. Confiaba plenamente en el juicio de su hermana, al menos cuando de pelear por lo que amaba se trataba. 

De todas formas, no ahondó en ese asunto. Quiso concentrarse en lo que su hermana tenía que decir, y para ello la escuchó con suma atención, preocupada por ella. Más le preocupó que evitara la pregunta más importante, si se encontraba bien, así que viendo que la chica no respondía a sus intentos de contacto, le tomó la mano con firmeza para anclarla a tierra. A ella le servía encontrar un ancla cuando todo se derrumbaba a su alrededor, un mínimo contacto a la realidad que te impidiera dejarte llevar por los recuerdos o la angustia. 

La vergüenza de su hermana le dolió en el alma, porque no tenía razón para sentirse avergonzada. Ella se había enamorado de un traidor, de alguien que la odiaba a ella y a su familia, ¿que culpa podría echarle a Hel por enamorarse de un mozo de cuadras? Aunque al final fuera un cerdo, ella no tenía como saberlo. 

Conteniendo sus ganas de matar lenta y dolorosamente a Todric, escuchó de los labios de su hermana todo lo que quiso decirle. Sobre las circunstancias, sobre sus sentimientos, sobre como se lo había justificado. Aquilegia no se imaginaba en esa situación, pero sí había escuchado muchas veces a mujeres justificar maltratos de sus esposos, y suponía que sería algo similar. El amor te dejaba más ciego de lo que era sano para cualquier humano medianamente cuerdo. 

Lo que pienso ahora es que agradezco a esa prostituta por cruzarse en el camino del bastardo que te robó tu virtud a la fuerza, porque sin ella seguirías atrapada bajo su control. - dijo con honestidad - Pero quizás tengas razón y no deba pensar que fui una tonta en pedir ese beso, porque no creo que por un momento tú lo fueras. Tú amaste a la persona equivocada, y quisiste creer lo mejor de él. Le perdonaste más de lo que debías porque pensabas que te amaba también. Eso no es ser tonta, es amar de verdad, es tener valentía suficiente para arriesgarte a lanzarte a los brazos de alguien - algo que Aquilegia nunca había llegado a hacer - Fue él quien tuvo la culpa, quien te hizo daño, quien fue cruel y no apreció tu sacrificio.

Con cuidado y dulzura, llevó su otra mano al rostro de su hermana para girarlo suavemente hacia ella, esperando que la mirara. Lo primero que hizo fue darle una sonrisa reconfortante, mirándola a los ojos, asegurándose de que no viera en ellos ni reproche ni prejuicio. 

Vas a estar bien, Hel. Te vas a recuperar, y yo estaré a tu lado para lo que necesites hasta entonces. Y si algún día quieres vengarte, estaré ahí para hacerlo contigo también - incluso si ella misma debía ensuciarse las manos con el merecido castigo - No hay nada ni nadie más importante en este mundo para mí que tu, Hel. No hay nada que puedas hacer que me haga quererte menos, y no quiero que me ocultes tu mirada por vergüenza nunca más. Eres una Stronghorse, como yo. Pisamos fuerte. - le recordó, mirándola a los ojos.