Partida Rol por web

Historias del Dominio

Gobernando Aguasfrías

Cargando editor
09/02/2020, 16:33
Helaena Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Lo había hecho, lo había soltado todo. Tras meses callándose, al fin era capaz de verbalizar todo aquello que había vivido. Pensaba que, en el momento en el que la primera persona se enterara, sentiría un pánico terrible, pues un secreto compartido dejaba de ser un secreto. Sin embargo, se sintió liberada. Avergonzada, sí, pero su carga era mucho menor en ese momento. Sobre todo, tras la respuesta de su hermana.

A Aquilegia la había temido casi más que a sus propios padres. Siempre era tan comedida, tan perfecta, tan recta. Aunque más de una vez le había dicho que admiraba su carácter libre, una cosa era rebelarse un poco, abandonar pequeñas responsabilidades de vez en cuando, y otra haber tirado desperdiciar lo que, según aquella sociedad, era el mayor valor de una joven casadera.

Yo también se lo agradezco, créeme —respondió sobre la prostituta—. ¿Sabes que tenía pensado hablar al día siguiente con Padre sobre esa relación? Me daba igual tener que renunciar a títulos o a cualquier herencia con tal de que me dejara casarme con él —suspiró, al tiempo que se llevaba las manos a la cara, cubriéndose de vergüenza, durante un par de segundos. Luego continuó:— Así que esa decepción, ese dolor, me hizo abrir los ojos, descubrir no sólo cómo era él, sino como funcionaba el mundo en general —A pesar de que la primogénita anteponía el deber sobre todo, no dejaba de ser, en el fondo, una persona romántica. No había más que ver cómo se había ilusionado con la idea de que Ser Tyros pudiera estar enamorado de ella. Y era cierto que Helaena así lo creía, pero al mismo tiempo se mantenía escéptica y sentía que tenía que prevenirla para que el futuro no le diera una terrible sorpresa:— El amor romántico es una lacra, hermana, algo que debemos evitar. Puede parecer bonito, pero no dura eternamente y al final solo nos hará daño. El único amor que merece la pena es el que comparten personas de la misma sangre. Esa es la conclusión a la que llegué y por eso nunca me enamoraré. En mi matrimonio solo busco respeto mutuo y beneficio político. Y por eso odio pensar en mi futuro con Lord Mullendore, porque no habrá ni lo uno ni lo otro, para mí al menos —El rencor en su voz por aquel pacto matrimonial era claro. Aquel hombre nunca la vería como a una igual, sino como a un premio de consolación. Lord Everam sacaría mucho de él, pero ella... Ella sería una desdichada el resto de su vida—. Además, he aceptado la posibilidad de que mi futuro marido busque placer en otras mujeres. Y lo único que me libre del daño será no amarlo. Eso y esperar que él sea lo bastante discreto como para que sus flaquezas no salgan a la luz.

Helaena giró la cabeza al contacto con la mano de su hermana y mostró una leve sonrisa.

Estoy bien. De verdad —le aseguró—. Y estaré incluso mejor cuando Todric desaparezca definitivamente de mi vida. Ahora lo único que me preocupa es que alguien más pueda enterarse de todo esto. Nadie juzga a un hombre por no llegar puro al matrimonio. Pero ¿a una mujer? —resopló, ante tal injusticia. Y eso que ella ni siquiera lo había hecho voluntariamente o por lujuria, sino forzada y con la convicción de que aquel sería el hombre con el que pasaría el resto de su vida—. Si Padre se enfureció porque Aldern te dio un simple beso, cómo se pondría si se enterara de esto… Aunque, si te soy sincera, entre toda la humillación que pasaría si todo se descubre, habría algo bueno: Tal vez no me vería obligada a casarme con ese hombre —acabó, con un tono casi suplicante ante la perspectiva del horrible matrimonio.

Cargando editor
09/02/2020, 18:36
Helaena Stronghorse

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Helaena había llegado a una conclusión. Tenía que enfrentarse a su mayor temor, a aquello que más daño podría hacerle, o nunca sería capaz de vivir tranquila. Odiaba tener que enfrentarse a él. Si simplemente pasar a su lado y notar su mirada era intolerable, tener que hablar con Todric le hacía hervir la sangre, sentir repugnancia. Pero tenía que acabar con todo eso; con la incertidumbre, con la amenaza que suponía, con el miedo y la furia que sentía cada vez que lo veía.

Pero no iría sola. Eso nunca, no podía quedar desprotegida ante tal monstruo. Ser Dunan estaría con ella o, al menos, estaría vigilándola desde una distancia prudencial; lo bastante cerca como para asistirla en caso de que Todric intentara hacerle daño (aunque Helaena dudaba mucho que se atreviera), pero lo bastante lejos como para no escuchar aquello de lo que hablaban. El caballero era leal y silencioso; dudaba que le interesaran aquellos cotilleos. Pero, aun así, prefería que aquella información no se extendiera más. Se lo había contado a su hermana simplemente porque sabía que, si iba a estar por Aguasfrías, podía enterarse en cualquier momento; y era mejor que lo supiera por la propia Helaena antes que por las miradas insinuantes de Todric.

El día después de llegar a Aguasfrías, se dirigió hacia las cuadras, repasando en su mente todo lo que quería decir, nerviosa. Y tales eran sus nervios que, en lugar de ir directamente, decidió dar vueltas por la ciudad para calmarse, pues no quería mostrarse débil ante Todric; quería mostrar autoridad, frialdad, igual que había hecho el día en el que había roto su relación. No sabía lo que estaría pensando Ser Dunan de ella, vagando como una loca por Aguasfrías sin rumbo fijo aparente. Aunque, en aquel momento, era lo que menos le importaba.

Cuando al fin dejaron de temblarle las piernas, Helaena entró al fin en las cuadras.

¡TODRIC! —bramó, llamándolo. Bien, su grito había sonado potente, seguro. Aunque, cuando se acercó, a la joven le costó la ayuda de los Siete para mirarlo a la cara—. Me temo que la familia no está contenta con tu rendimiento. Vamos a hablar en privado, a ver si podemos solucionarlo —Su odio y su frialdad eran palpables en cada palabra. Se giró nada más terminar, sin darle tiempo a responder, esperando que Todric la siguiera, y buscó un lugar donde pudieran hablar sin que nadie los escuchara.

Notas de juego

Bueno, pues ya que el otro día me diste permiso para hacer algo en Aguasfrías, voy a ahondar un poco en el drama.

Cargando editor
09/02/2020, 18:36
Aquilegia Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Lejos de reprocharla por lo irresponsable que habría sido de renunciar a todo por ese mozo, Aquilegia miró a su hermana con profunda empatía. La primogénita jamás habría tomado una decisión así, porque siempre había tenido perfectamente claro cuanto estaba dispuesta a arriesgar por amor y eso era bastante poco, pero no podía recriminarle a Helaena que tomara una decisión distinta. Además, a pesar del enorme peso de lo que había hecho, nada era irreparable. Su padre tenía contactos, su virtud no sería un problema, mucho menos con un viudo que debería estar agradecido de la bendición que sería Helaena a alguien como él. 

Hel, no digas eso... - dijo con algo de tristeza al escuchar a su hermana renegar del amor - Quizás llegues a amar a tu esposo, y él a ti. Lord Mullendore es un hombre bueno, yo misma he tenido la oportunidad de conversar con él y comprobarlo. - a pesar de que su juicio, ahora mismo, podría estar un poco en tela considerando de quien se había enamorado - Como mínimo, te respetará, incluso si no llegan a amarse. Y respecto a que te sea fiel... No sé si algún hombre alguna vez lo es. - suspiró. No hablaba solo de tiempos de guerra, sino del día a día. Por las historias que había escuchado, parecía en la naturaleza de los hombres esparcir su semilla donde se les permitiera, regando de bastardos la tierra. Si tan solo Lord Mathis hubiese sabido guardársela en vez de aportar a la misma causa...

Al ver que Hel le sonreía, Aquilegia sintió un profundo alivio en su pecho. Ojalá hubiese estado ahí para defenderla, para convencerla de que no hiciera nada... 

Nadie sabrá nada, Hel. Y si llegan a hacerte alguna prueba para confirmar tu virtud, se me ocurren trucos para fingirla. - no era una experta ni nada similar, pero leyendo los libros del maestre había aprendido una cosa o dos sobre el cuerpo y medicina - Ahora, lo que tienes que descifrar, es qué quieres tú que pase. - apretó los labios un momento, respirando profundo en una pausa antes de hablar - Quizás esté de más decirte esto, Hel, pero luego del arrebato de nuestro padre el otro día, quiero que lo sepas - la miró a los ojos con determinación, pues era importante para Aquilegia que entendiera a cabalidad el peso de estas palabras - Tú siempre serás mi hermana. Lleves el apellido que lleves, elijas la vida que elijas. Siempre serás mi hermana, sin importar las decisiones que tomes. Y si algún día decides dejar esta vida y buscar una distinta, aunque me costará aceptarlo y seguramente me cause algún problema, estaré feliz si tú lo estás. Hel, hija de Lord o panadera, tú siempre tendrás una silla en mi mesa y una habitación con tu nombre donde yo esté. Siempre, siempre, serás mi hermana.

Cargando editor
09/02/2020, 20:07
Todric

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Cuando Todric acudió a su encuentro, tenía el ceño fruncido, extrañado de aquel grito.

Hablemos.—Respondió con total tranquilidad, incluso prepotencia. Desvió la mirada hacia Ser Dunan como si no entendiese su presencia. 

¿Un espectador, milady?— Torció la boca en media sonrisa. Luego se quedó mirándola, esperando a que hablara o le condujese a algún lugar. ¿Estaría pensando en el pajar tras aquella mirada que la recorría de arriba a abajo?

Dunan permanecía a unos metros como si la cosa no fuese con él, acostumbrado a ignorar, (dentro de lo posible), conversaciones de sus protegidos. Su gesto rígido, imperturbable. Con cara de perro guardián. Jugueteando incluso con una hierba seca entre sus dientes.

 

Cargando editor
09/02/2020, 21:09
Helaena Stronghorse

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Si Helaena había esperado que su tono y la presencia de Dunan podrían amedrentar a Todric, o al menos hacer que fingiera respeto, se había equivocado. El mozo, como de costumbre, seguía comportándose como si fuera él quien tuviera el mando y mirándola como si ella fuera algo que pudiera poseer cuando lo deseara. Si había alguien a quien odiaba más que a Carellyn y a Aldern era a aquel ser despreciable. Le costaba horrores mantener la calma y tuvo que recordarse a sí misma que ella era mejor que él; que su posición le daba poder para destrozar a aquel hombre. Cuando escuchó su pregunta, asqueada, sintió un impulso casi incontrolable de darle una paliza… Si hubiera tenido la fuerza suficiente como para hacerlo, claro.

Miró de reojo a Dunan. No parecía prestar más que la atención necesaria para garantizar su seguridad. Aun así, no podía poner la mano en el fuego por que aquel hombre no sintiera un mínimo de curiosidad por saber qué quería la hija de Lord Stronghorse con un vulgar mozo de cuadras. Así que bajó ligeramente el volumen cuando se dirigió hacia Todric, con furia en su rostro, soltándole todo lo que había deseado soltarle desde el momento en el que pisó Aguasfrías.

¿Qué haces aquí? Te mandé a la guardia montada de Riverside, ¿por qué estás en Aguasfrías? ¿Acaso no fui lo suficientemente clara en su momento? —preguntó. Realmente, no es como si Todric hubiera podido saber que ella iba a ser enviada a Aguasfrías. Pero en la mente de Helaena no había claridad, solo rabia por haber tenido que cruzarse de nuevo con él. Incluso había evitado ir a Riverside desde entonces, sus excursiones eran escasas. Y, cuando lo hacía, evitaba pasear cerca de los barracones para no tener que encontrárselo. Y resulta que ahí estaba—. Has estado semanas intimidándome y te advierto que no pienso tolerarlo más. No tienes ningún poder, imagino que incluso tu minúsculo cerebro será consciente de ello. Si buscas un escándalo, no acabarás bien. Si buscas meterme miedo, no acabarás bien. Si intentas hacerme daño, no acabarás bien. ¿Entiendes lo que te digo?

Cargando editor
09/02/2020, 21:36
Todric

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Y así hice— Dijo elevando el tono conscientemente para ser oído por el escolta, al darse cuenta que ella lo bajaba. Dunan sin embargo no parecía inmutarse. —Pero unos cuantos caballos de la Guardia montada....poca cosa. Aquí Ser Dwain buscaba a alguien. Caballería, su guardia montada, atender la Gran Posada..— Era evidente que sería más productivo. —Así que aquí estoy.— Entrecerró los ojos pensativo un momento. —Porque la esclavitud en Poniente. Aún no, ¿verdad milady?—

Tras sus siguientes palabras, abrió mucho los ojos, con gesto ofendido.

¿Intimidaros, milady?. Al contrario. Halagaros.— Ahora sí bajó un poco el tono. —Os habéis convertido en una mujer muy hermosa. Qué hombre no posaría sus ojos en vos.— Sonrió.

Nada de eso busco, por favor...sois la hija de Lord Everam. Cómo osaría hacer algo así. Quién quiere un desastre. ¿Qué sería de mí si se supiese de los buenos momentos que pasamos juntos?. ¿Y de vos?, ¿qué sería de vos?. No quiero ni pensarlo.— Dijo como si aquello fuese una locura.

No comprendo vuestro recelo. Ni por qué no podemos seguir siendo amigos, sólo por un malentendido en el pasado. Y bueno, este de ahora.— Volvió a sonreír.

Cargando editor
10/02/2020, 08:38
Helaena Stronghorse

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Helaena no apartaba la mirada de Todric, con unos ojos que emanaban rencor.

Si tan poca cosa te parecía la Guardia, podrías cruzado el mar y haberte unido a los Dothraki. Tenéis mucho en común: los caballos, el salvajismo —respondió, con ironía, aunque había parte de deseo real en ello. Que Todric hubiera cruzado el mar a otro continente habría sido la mejor noticia que hubiera podido recibir. Después de la de su muerte, por supuesto.

El mozo no se tomaba nada de eso en serio. Sus gestos y sus palabras no dejaban duda de aquello. ¿Acaso se pensaba que ella tendría piedad de él o que aún estaba bajo su influencia? Apretó los puños con rabia al escuchar aquel falso cumplido, pensado únicamente para desestabilizarla. Pues no lo conseguiría.

Oh, no lo sé… Quizá el hombre que se arriesga a que se los arranquen —respondió con una mezcla de ironía y amenaza.

Las siguientes palabras Helaena se las tomó como una amenaza velada. ¿Estaba intentando asustarla con las consecuencias que le traería si todo aquello saliera a la luz? El vuelco en el estómago que notó le anunció que, en parte, lo estaba consiguiendo. ¿Qué sería de ella? Visto cómo se había tomado su padre sus pretensiones con Willas, que siempre fueron eso, pretensiones, no quería imaginar cómo se tomaría aquello. De nuevo desterrada, sin futuro, y esta vez para siempre. Por no hablar de su reputación… En realidad, su reputación no le importaba tanto como la de la casa. Los Stronghorse estaban en mejor posición que nunca, creciendo poco a poco. Y un escándalo como ese podría hacer bastante daño a su nombre, aunque su padre decidiera quitarle el apellido.

Pero tuvo que recordarse que él era quien más tenía que perder, pues de la muerte no hay vuelta atrás.

¿Buenos momentos? Habla por ti, hijo de puta —le respondió, elevando la voz un instante de forma inconsciente. Miró de reojo a Dunan y la bajó de nuevo—. Daño ya me hiciste, miedo ya me metiste. Saliste indemne de ambos, pero la próxima vez no tendrás tanta suerte. Lo único que por ahora no has hecho es montar un escándalo. Que yo sepa. Pero yo puedo responderte qué sería de ti en ese caso: estarías muerto —Y ella se aseguraría de que aquella muerte no fuera rápida e indolora.

Helaena aborrecía esa sonrisa. Con ella Todric la convenció de que la amaba, de que todo estaba bien. Qué asco de sonrisa, deseaba borrársela de un plumazo. O, al menos, hacerle saltar los dientes para que no fuera tan atractiva y no pudiera embaucar a otra pobre tonta, como ella.

Lo comprendes perfectamente, así que deja ya de vacilarme, porque te estoy hablando seriamente. ¿Llamas malentendido a que estuvieras follando a una prostituta en los establos? ¿Creías que no te iba a pillar? Fuiste tan imbécil, que ni a Riverside te fuiste, para intentar ocultarte al menos —Nunca le había dicho el motivo por el cual decidió acabar con aquella locura, que ella lo había visto todo. Él tampoco preguntó, claramente le había importado poco la ruptura. Aunque era posible que lo hubiera intuido si justo ocurrió al día siguiente de aquello. O no, quién sabía la frecuencia con la que recibía a otras mujeres en su establo—. ¿O tal vez te refieres a otro malentendido? ¿A cuando yo te dije que no y tú entendiste que sí? —Intentó mantener la gelidez tanto en su mirada como en sus palabras, pero simplemente recordar aquello le hizo temblar la voz. Tampoco lo había confrontado con aquello, temerosa de que la relación se acabara. Aunque él debía saber perfectamente lo terrible de sus actos. El maldito amor. Aquilegia no tenía razón, amar era inútil.

Ahora contesta. ¿Has contado algo a alguien? Y más te vale que me digas la verdad.

Cargando editor
10/02/2020, 15:19
Todric

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

La ironía de Helaena pareció surtir poco efecto en un alma tan corrupta. Según se sucedían sus palabras, sintió un poco de frustración por ello. Verlo tan seguro provocaba ese efecto.

No quise hacerte daño, pero los hombres somos hombres. Eso no quiere decir que no te amase.— Sí, ciertamente había comprendido por qué se le había expulsado de Riverside.

Ya sé que estaría muerto si hablase. Y tú condenada a como mucho ingresar en las hermanas silenciosas, porque ningún noble iba  a querer estar contigo. No sería bueno para ninguno de los dos. Eso es lo que trato de decirte.—

Pero cuando habló del otro malentendido negó frunciendo el ceño.

Eso no fue así. ¿Esta es tu venganza por unos celos?. Tú querías hacerlo tanto como yo. Tu no era por miedo a las consecuencias, no por falta de deseo. Disfrutaste tanto como yo y muchas veces. Y ni te pegué ni te forcé a nada.—

Y por primera vez, vio como a él también se le escapó un tic, un pequeño temblor de voz. Acababa de sacudir toda esa prepotencia y seguridad. No se había desmoronado, ni mucho menos. Y tal vez a ojos de otros estuviese entero. Pero Helaena lo supo, supo cual era su miedo.

Y tú...¿tú has contado algo?. Porque de haberlo hecho me da que son historias muy diferentes—

Qué bien mantenía la compostura el hombre. Qué bien disimulaba. Eso se lo tenía que conceder. Pero qué dulce resultaba el aroma del miedo que desprendía. Notó más inquietud, un tragar saliva disimulado, cambios de postura más continuos, como si no estuviese cómodo, un tono más enfadado, indignado. Ese cruzar de brazos...

¿Comenzaba a ver las orejas al lobo?

Cargando editor
10/02/2020, 20:43
Helaena Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Helaena negó con la cabeza. La decisión ya estaba tomada, había puesto una muralla en torno a su corazón, dentro del cual se encontraba únicamente su familia. Y aunque podía llegar gente que se acercara a las puertas de aquella muralla, nadie conseguiría atravesarla. Nadie. Por muy bueno que fuera Lord Mullendore, el riesgo de sufrir era demasiado grande como para arriesgarse a dejarlo entrar.

Claro que no lo será. Ningún hombre lo es, por norma general. ¿Por qué te crees que hay tantos bastardos en este mundo? —Hablaba con convicción, resignada pero no conforme. Una cosa es que aceptara que las cosas eran así y otra que le pareciera bien que su futuro marido le fuera infiel. Pero, por eso, la muralla—. Tal vez, si están muy prendados, lo sean al principio. Pero llegará un momento en el que se aburran y busquen algo diferente, en el que tengan que ausentarse de su casa durante meses o cualquier otra excusa que se les ocurra.

Helaena miró a su hermana con curiosidad al escuchar que conocía trucos para fingir la virtud. ¿De dónde los había sacado, exactamente? O, mejor dicho, ¿por qué?

No me digas que pensabas usarlos tú alguna vez, porque eso sí que no me lo creo —A menos que guardara alguna sorpresa, el único hombre al que su hermana había amado había sido Aldern. Y no veía a Aquilegia el tipo de mujer que iba buscando hombres por pura diversión.

Tras lo que dijo a continuación, Helaena la miró agradecida, aunque no le quitó del todo la preocupación. Por supuesto, era un alivio saber que su hermana siempre la apoyaría en todo, que al menos alguien recordaría siempre los lazos que las unían, a pesar de que su padre hubiera intentado cortarlos.

Ya, esa es la cuestión. No sé qué hacer —respondió dubitativa—. No puedo darle la espalda a la familia, sería una deshonra para todos, no solo para mí. Este es mi deber y no puedo ser egoísta. El daño que puede haceros mi conducta no me lo perdonaría nunca. Y, desde lo de Todric, me he hecho a la idea de que este es el camino correcto para mí, casarme con un importante noble y dejar en buen lugar mi apellido. Se acabaron las fantasías, los sueños infantiles. Y no me importaba, porque Padre me había asegurado que elegiríamos a ese hombre juntos —Y las dos sabían cómo había acabado esa historia—. Pero ahora… Lord Mullendore —pronunció su nombre como si fuera lo peor que podía pasarle—. ¿Tantas mujeres necesita él en su vida que no podía haber buscado, en su lugar, un matrimonio para su hijo? No me habría importado casarme con Harys Mullendore cuando fuera ordenado caballero, habría aceptado sin dudarlo. Pero su padre… No sé si quiero una vida en la que solo seré una segundona para todos.

Helaena suspiró. Desde hacía un año, al fin los planes de su padre y los suyos coincidían. Ya no parecía que la joven fuera a darle problemas en aceptar el futuro que le esperaba a cualquier mujer noble. Pero aquel error de su padre rompía la concordia. Claro que no era lo único.

Además, hay algo otra cosa. Últimamente he tenido muy presente la ilusión que tenía de niña, ¿recuerdas? Aprender a dominar un arma. No había pensado en ello desde los once o doce años, creo. Pero Dwain estuvo hablando conmigo antes de ir a la guerra. Me dijo que yo no había nacido para hacer bordados —Al pronunciar esta última frase, no pudo evitar sonreír. Y era una sonrisa pura, llena de felicidad, acompañada de unos ojos brillantes. Sin duda, aquello era lo mejor que Helaena había escuchado en mucho tiempo—. Me animó a que aprendiera a luchar de alguna forma. Y, cuando llegué aquí, no solo no había nadie que me lo impidiera, sino que a todo el mundo le parecía normal aquella idea. Así que le pedí a Terrence que me enseñara arquería. No tienes ni idea de cuánto he disfrutado. Es agotador y por ahora no noto que haya mejorado nada desde el primer día pero… ¡Qué sensación, Aqui! —Helaena suspiró. Sentía que podía estar con el arco en la mano el día entero. Y ese era uno de los motivos por los que tanto le había molestado que Terrence hubiera marchado con Dwain. Helaena podría haber aprovechado aquellos días para aliviar su frustración a base de flechazos.

— ¿Crees que es compatible con el matrimonio? —preguntó, de repente—. ¿Que un hombre puede querer casarse con una mujer que dedique su tiempo a esto en lugar de a administrar su casa? —Por supuesto, en Dorne sí. Pero en el resto de Poniente a las mujeres se les atribuía otro tipo de tareas, en absoluto bélicas—. Aunque tal vez a Lord Mullendore le importe tan poco mi presencia que ni se dé cuenta de lo que hago o dejo de hacer...

Cargando editor
10/02/2020, 21:17
Helaena Stronghorse

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

A aquel hombre parecía darle todo igual. Estaba tan seguro de tener poder sobre ella que sus amenazas las descartaba de un plumazo. Lo peor es que, en parte, tenía razón. El poder que ejercía sobre ella no era el mismo que hacía un año; pero igualmente le afectaba estar en su presencia, escucharlo. Había algo en él que le hacía hervir la sangre, que le hacía tener miedo, sentirse indefensa, alterarse más que ante cualquier otra persona. Los asesinos a los que había condenado le habían dicho de todo, sin embargo, Helaena había sido capaz de controlarse. Con Todric le costaba más.

Ahí te doy la razón. Los hombres sois hombres. A esa conclusión ya había llegado —coincidió. Era justo lo que había hablado el día anterior con su hermana. Ninguno podía aguantar con los pantalones puestos—. Pero, por favor, Todric, ese juego ya no funciona conmigo. No intentes fingir que alguna vez tú sintieras algo más que una calentura.

Cuando el mozo intentó meterle miedo por cómo sería su futuro que aquello saliera a la luz, por primera vez en aquella conversación, Helaena sonrió. Un segundo después, puso un falso gesto de congoja, de terror, y se llevó la mano al pecho:

“Oh, no… Nadie va a querer casarse conmigo. Qué tragedia” —ironizó, con tono de burla, imitando a una de las miles de chicas deseando desposarse cuanto antes. Luego puso los ojos en blanco. Desde que supo el nombre de su prometido, contraer matrimonio había supuesto más una carga para ella que una liberación, así que no era eso en absoluto lo que le preocupaba de si revelaba todo. Pero, por supuesto, no sería Todric con quien compartiera su verdadero temor—. Si mi mayor castigo será ese, repito: Tú sales perdiendo. Así que no te preocupes por mí. Siempre me quedará algún dorniense a quien no le importe con quién haya estado.

Helaena lo miró como si quisiera fulminarlo con los ojos cuando la acusó de haber montado todo aquello por celos.

No sé si te sigues burlando de mí o te engañas a ti mismo para sentirte mejor —respondió. No podía creer que intentara justificarse así. ¿Qué más daría por qué no había querido? Obviamente lo había amado y, por tanto, lo había deseado. Pero no en ese momento, no hasta no haber estado preparada—. ¿Se te ha ocurrido que da igual por qué dijera yo que no? Obviamente no me pegaste, si volviera del establo magullada, habría sido tu último día en la tierra. Si yo hubiera tenido más coraje y no hubiera perdido la cabeza por un salvaje, habría ido a contárselo todo tras la primera vez. Cuando prácticamente me tuviste que inmovilizar. ¿Y te atreves a decir que no me forzaste? Si tantas ganas tenías, ¿por qué no te fuiste al burdel y me dejaste a mí en paz? —dijo con rabia. Aquello era lo que más le molestaba. Cuando pensaba que él la quería, la joven tenía en la cabeza que la poseía por amor, porque no podía aguantar hasta haber formalizado su relación. No es que fuera excusa, pero en la mente de Helaena aquello entonces tenía sentido. Pero él nunca la amó, de eso Helaena no tenía duda. Así que ¿por qué le hizo todo aquello cuando había cientos de mujeres dispuestas a acostarse con él voluntariamente? Probablemente porque se sentía mucho más hombre tras pasar una noche con una noble que con una mujerzuela vulgar.

Y no me digas que te creías que yo disfruté alguna vez. ¿Qué te lo hacía pensar? ¿La tensión en todo mi cuerpo, los nervios, la incomodidad? Ni a la segunda, ni a la quinta, ni a la décima vez se fueron. Si realmente lo crees, me atrevo a decir que no son muchas a las que has dejado satisfechas —le espetó, con ganas de herir su orgullo masculino—. Lo único que tú veías era lo ciega que yo estaba, que podías seguir tratándome como quisieras porque yo no iba a rechistar.

Y, como un milagro, lo notó. El miedo. Era muy sutil, pero al fin había conseguido romper esa aura de prepotencia y vislumbrar su interior. Al fin ella tenía algo con lo que hacérselo pasar tan mal como él se lo había hecho pasar a ella.

Claro que son dos historias muy diferentes. La tuya será la del héroe que consiguió que la hija del Lord se abriera de piernas, bien dispuesta. Y la mía es la cierta. Puede que se lo haya contado a alguien. O puede que no —Se encogió de hombros, con una sonrisa maliciosa—. Pero soy yo quien te ha hecho primero la pregunta. ¿A quién se lo has contado?

Cargando editor
10/02/2020, 21:40
Ser Dunan

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

A nadie. No se lo ha contado a nadie. Y por eso es ahora cuando empezará a cagarse en los pantalones...— Pudieron escuchar ambos a unos metros de boca del caballero, el cual seguía lo suyo con el mismo gesto ausente de aquello, normal, tranquilo, serio. Tan  sólo unos segundos sus ojos se habían desviado en aquella dirección, aún jugueteando con la hierba seca en su boca.

El rostro de Todric se volvió blanco como la sal. Negó un par de veces.

Todric

No...no..no sé que crees haber escuchado. Pero no es cierto. Ella quería. Yo no la ...¡no es cierto!— 

Helaena no supo identificar si aquel olor era del contacto continuado de los caballos o si, como había augurado el caballero, estaba empezando a cagarse encima. En cual quier caso el caballero ni prestó atención a las palabras del asustado Todric. Su expresión volvía a ser como el retrato de un cuadro.

Todric miró entonces a Helaena y alzó el índice en dirección a ella.

No,no, no...está no me la vais a endosar. Desde luego que no. Te aseg...— Bajó entonces el dedo al cruzar la mirada con el caballero que lo observaba quieto pero como un perro de presa a punto de correr hacia la perdiz. Y como él, sólo necesitaba la autorización de su amo.

No, no. Tú sabes que no fue así. Sí, quizás fue, no debía. ¡Pero nos amábamos!, qué importaba si antes o después. Y...y...— Tartamudeó.

 

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Bueno, he tirado percepción por Dunan. La dificultad es la segunda más alta que hay. La primera es épica, pero me pareció que quizás esa sería más para por ejemplo si hubiese además murmullos o ruidos alrededor. Aún así, la habría sacado. 

Cargando editor
11/02/2020, 00:34
Helaena Stronghorse

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Helaena esperó ansiosa la respuesta. Confiaba en que, con el miedo que le había provocado, contara la verdad. A ella no le había llegado ningún rumor y eso, unido a los problemas que podría tener el mozo de difundirse aquello demasiado, le hacía pensar a Helaena que no había salido nada de su boca. Pero estaba harta de ese pavor que la dominaba cada vez que lo veía, preguntándose si aquella bravuconería le habría hecho hablar más de lo debido o si en algún momento decidiría extorsionarla.

Aquella respuesta nunca llegó. Al menos, no de Todric. Al escuchar la voz de Dunan, no solo el rostro del mozo se quedó pálido, sino también el de ella. Había esperado que el escolta intuyera que aquella conversación no era amistosa, pero no que llegara a escuchar cada palabra de lo que habían hablado. Por un lado, se alegraba de que su presencia al fin hiciera efecto en aquel bastardo. Por otro lado, aunque no creía que Dunan fuera hablando de la vida privada de Helaena ante otros soldados, servía a Lord Everam, no a ella; y tal vez entre sus obligaciones estuviera la de informarle a su señor de todo lo relativo a su hija.

Pero ese tema ya lo trataría más adelante. Si algo no se perdonaría Helaena a sí misma era no disfrutar del momento en el que Todric acabó al fin derrotado y, con él, el poder que había ejercido sobre la dama hasta ese momento. Al fin era él quien sufría y temía, no ella. Por supuesto habría sido más satisfactorio si lo hubiera conseguido sola, se habría sentido más poderosa, pero uno no podía tenerlo todo.

La voz temblorosa del mozo era la melodía más bella para sus oídos. Y por los Siete que la recordaría el resto de su vida. El olor no era el mejor del mundo, si era sincera, pero el simbolismo a victoria estaba igualmente presente en él. Pero, curiosamente, no fue aquello lo que le hizo poner cara de asco, sino su insistencia, esperando que colara, en que el amor había sido mutuo. ¿De verdad creía que aquella mentira tan obvia le iba a ayudar en algo?

Tú no has amado a nadie en tu vida. Deja de lloriquear, que ya te he dicho que esa mentira a ti no te va a funcionar. Y escúchame porque no pienso repetirlo —Visto que Dunan tenía un oído fino, ahora hablaba sin preocuparse de su volumen. Pronunciaba lentamente, para que Todric fuera consciente de cada palabra que decía. Su voz, fría y ahora sin alteración, se coordinaba con el resto de su rostro, impasible—. Se acabaron las burlas. No me vuelvas a mirar; no me vuelvas a sonreír; y mucho menos lo hagas con esa puta superioridad tuya. Cuando tengas que dirigirte a mí, lo harás con respeto. Y, por supuesto, mantén tu boca cerrada. Sigue mis normas y vivirás una vida tranquila rodeado de caballos. Incumple una sola de ellas y a lo mejor decido pedirle a Ser Dunan que te corte los huevos —Con el dedo pulgar, señaló hacia atrás, hacia donde se encontraba el caballero vigilante—. ¿Lo has entendido?

- Tiradas (1)

Notas de juego

+2 /+1B por equipo.

Cargando editor
11/02/2020, 01:40
Todric

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

El labio inferior de Todric temblaba como un flan y sus pupilas se movía con rapidez como si no supiese donde posar la mirada, tras las palabras de Helaena. De nuevo la voz del caballero se escuchó a su espalda.

Ser Dunan

Con gusto, mi señora.

Todric negaba con rapidez. Estuvo así un momento.

Lolololo....lo juro.— Titubeó. —Co, co, como ordenéis.— Se quedó allí quieto casi como una estatua y blanco como una sábana de lino. Tuvo como una convulsión un gesto extraño  que desembocó en un vómito que le hizo doblar el torso hacia un lado y soltar los restos de toda la comida en una escena un tanto grotesca.

 

Notas de juego

Que conste que ha sido Helaena. Al haber sacado la tirada de percepción pues se me ocurrió que así quedaba interpretada más o menos bien una maniobra de apoyo. No hacía falta en realidad tirada, pues Helaena intimidaría con estatus (5). Y con su pasivo ya lo funde. Lo de Dunan sería un +2. Pero me parecía molón que fuese la gota que colmase el vaso antes de que se cagara del todo. Pero vamos, se caga por ella. Aguantó lo que pudo, pero se caga por ella.

Ah, y acabo de recordar que omo le saca 3 de estatus tiene +1D, así que sería una tirada guardando 6. 3 minutillos, 4, antes de hacerse popó, me parecían lo suyo...

Cargando editor
11/02/2020, 09:34
Helaena Stronghorse

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Lo había conseguido. Es cierto que sin el apoyo de Ser Dunan tal vez sus palabras no habrían tenido tanta fuerza o que ella hubiera acabado amedrentada antes que Todric, pero al fin había podido plantarle cara y lo había vencido. La frustración, el odio, el miedo que había sentido durante meses se aliviaban al ver a aquel desgraciado temblar y vomitar ante ella. Helaena cerró los ojos durante un segundo, con cara de asco, al escuchar cómo la comida hacía el trayecto inverso en el cuerpo de Todric. Se alejó un paso de él para evitar que le salpicara el vestido.

Me alegra saber que al fin nos ponemos de acuerdo. Vuelve a tu trabajo —le ordenó, pues, por muy placentero que fuera presenciar su debilidad, ya lo había soportado bastante por un día. Imaginaba que él también estaba deseando marcharse de allí.

Cuando se alejó, Helaena se llevó la mano al pecho y notó cómo la euforia le había acelerado el corazón. Ahora ella temblaba, pero de la emoción, de felicidad. Una amplia sonrisa se formó en su rostro hasta convertirse en una pequeña carcajada. Sentía que, si se había enfrentado a su mayor temor, podía enfrentarse a cualquier cosa. Se notaba liviana, después del peso que se había quitado de encima; poderosa, comprobando lo que su posición podía hacer incluso con alguien que conocía su mayor secreto; y orgullosa de sí misma, por haber tomado el valor necesario para hacerlo.

Se giró, aún con la sonrisa y el alivio en su rostro. Pero estos desaparecieron lentamente cuando sus ojos encontraron a Ser Dunan. Se quedó quieta mirándolo. Había varias cosas que quería hablar con él y no sabía cómo tratarlas. Así que comenzó por la más fácil.

¿Cómo estás seguro de que no se lo ha contado a nadie? —preguntó. El caballero había respondido con bastante certeza de que Todric no había soltado prenda. Pero quién sabía lo que una noche en la taberna, lleno de vino, podía hacer en un hombre que solo buscara alardear ante el resto del pueblo.

Cargando editor
11/02/2020, 16:36
Ser Dunan

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Todric no tardó en desaparecer de allí en cuanto Helaena se lo indicó. Huyó como si un ejército de cien mil dornienses atacaran Aguasfrías.

Cuando Helaena se acercó a Dunan, éste se quitó la pajita de la boca y la tiró. Aquello debió parecerle un entretenimiento durante la espera, pero no algo para hacer si se dirigía a él.

No lo estaba. Lo estoy ahora.— Respondió tranquilo, como siempre. —Pero lo intuía. Los rumores son como el fuego. Se extienden con rapidez. Y más esos. — Dijo convencido. De haberlo hecho ya sería la comidilla del pueblo, debió deducir el caballero.

Y de nuevo guardó silencio con el rostro imperturbable. Paseó los ojos los por los alrededores como hacía cada poco tiempo sin apenas un movimiento. Pendiente de todo sin parecer que lo estaba.

Cargando editor
11/02/2020, 18:31
Helaena Stronghorse

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Tras la respuesta de Ser Dunan, Helaena asintió al tiempo que bajaba la mirada al suelo. Al igual que se había sentido avergonzada ante Aquilegia, le ocurría ahora. Como si fuera ella quien hubiera cometido un terrible pecado por el que tuviera que pedir perdón o dar explicaciones. Por supuesto, no hizo ni lo uno ni lo otro; al fin y al cabo, él no era más que un simple caballero, no alguien de su familia. Pero la turbación no la podía evitar. Sentía que todo el mundo pensaría que era una estúpida por haberse enamorado de aquel ser tan despreciable y, sobre todo, por no haberle plantado cara, como noble que es, en el momento en el que le puso un dedo encima.

Helaena supuso, por aquella contestación, que Ser Dunan no había escuchado nada, lo cual la alivió. Obviamente los rumores tardan en llegar a la persona protagonista de ellos; sobre todo si es un rumor sobre una noble que se esparce entre la plebe. El panadero de turno no se arriesgaría a acercarse a ella para echárselo a la cara, obviamente. Pero al caballero sí le llegarían más fácilmente noticias de todo lo que el pueblo comentaba, ya fuera en la taberna o entre sus compañeros.

La joven suspiró, alzando al fin la mirada del suelo.

Ser Dunan… —comenzó de nuevo a hablar. Se sentía ridícula intentando siquiera conversar con él, cuando aquella era la primera vez que el caballero había dicho más de dos frases seguidas en el tiempo que lo conocía. Probablemente el hombre pensaba que abrir la boca fuera una pérdida de tiempo, pero aquello era sumamente importante—. Sé que a ti te da igual todo lo que has escuchado, pero… a lo mejor piensas que mi padre debería… —No sabía cómo explicarse, así que titubeó varias veces hasta encontrar la forma—. Es decir, no sé si tendrás órdenes de informar a mi padre de… bueno, de todo lo que me pasa o de entrar en detalles. De ser así, sé que tu lealtad está con él, pero te pido por favor que no le hables de nada de esto.

Tragó saliva, mirándolo fijamente. Aunque aquello podía librarla de un matrimonio infeliz, no por eso quería destrozar a la familia. Si al final decidía, como había sugerido su hermana, tomar otro camino, lo haría de otra forma, sin manchar el nombre de los Stronghorse.

Cargando editor
11/02/2020, 19:11
Ser Dunan

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Hablar de qué, Lady Helaena. Disculpad, no sé a qué os referís.— Respondió en el mismo tono.

Cargando editor
11/02/2020, 21:11
Helaena Stronghorse

Primer día de la Vieja. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

La tensión en la cara de Helaena se transformó en una sonrisa cuando escuchó la respuesta de su escolta. No sabía de dónde había sacado Ser Dwain a aquel hombre (a aquellos hombres, en realidad, pues tenía la sensación de que Ser Badorc era igual), pero elegirlos como sus escoltas debía de haber sido la última decisión sensata que había tomado el antiguo caballero hacendado antes de volverse irremediablemente loco. Miró a Ser Dunan con agradecimiento, aunque no dijo nada más al respecto.

Comenzó a caminar de vuelta a la taberna, pero a los dos pasos se detuvo y volvió a girarse hacia el caballero. Pensar en Dwain le había hecho recordar algo.

Una última cosa. Probablemente tú no sepas nada, porque has estado conmigo los últimos meses. Pero conoces mejor que yo a Ser Dwain. ¿Tienes alguna idea de dónde puede haber marchado? ¿Y por qué se ha llevado a Terrence y a Cley con él? ¿Te dijo algo, antes de partir a la guerra, sobre si tenía algún plan concreto a su vuelta?

Temía volver a escuchar más fantasías sobre criaturas monstruosas al otro lado del muro, pero tenía que hacer la pregunta. Dwain no podía haber marchado al otro lado del Muro aún, no con el administrador, no tenía sentido. La idea inicial de la joven era que había ido en busca de Carellyn; de ser así, Dunan no sabría absolutamente nada, porque habría sido un viaje improvisado. Pero ¿por qué Cley y Terrence habrían aceptado rescatar a una joven que no significaba nada para ellos, dejando atrás sus obligaciones para con su lord? No, tenía que haber algo más.

Cargando editor
11/02/2020, 20:24
Aquilegia Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

A pesar de la dureza en las palabras de Helaena, la primogénita no podía negar que tenía razón. Le encantaría pensar que Ser Tyros sería diferente, que le sería fiel, pero la verdad era que no se podía esperar eso de ningún hombre a menos que dicho hombre no tuviera medio alguno para ser infiel. Caballeros como Ser Tyros, por los que todas las mujeres se derretían con una sola mirada... tenían medios de sobra. 

Supongo que lo serán tarde o temprano, es verdad. - sonrió con la comisura de los labios - Tendremos que conformarnos con que no dejen bastardos que nos causen problemas más tarde. - añadió tan pragmática como siempre. Si su esposo se iba a acostar con otras, lo haría quisiera ella o no. Lo máximo que podía hacer era hacer frente a la situación y controlar los daños que causara. 

El comentario de su hermana sobre los trucos le sacó una sonrisa, negando con la cabeza - Curiosidad sana. Es más fácil aprender sobre tu propio cuerpo que sobre otro. - contestó, aunque en realidad, si había pensado en alguna forma era justamente por Helaena, motivada por la ocasión en que la encontró escabulléndose de regreso a casa llena de paja. Sabía que era cosa de tiempo antes de que fueran necesarios. Claro, no le iba a decir eso cuando su hermana acababa de confiarle la horrible experiencia que había tenido. 

Entradas en el tema del futuro de Helaena, se sorprendió por su sumisión a lo que se esperaba de ella, aunque últimamente su hermana se mostraba bastante más adepta a la idea de una vida tradicional. 

Lord Mullendore es un hombre joven aún, Helaena. Casarte con su hijo habría sido un desperdicio estratégicamente, porque habrías llegado a gobernar en varias décadas más - así que la influencia simplemente no tenía comparación - Nuestros matrimonios no son malos pactos bajo ningún punto de vista. Ambos son jóvenes, influyentes, inteligentes, compasivos... - enumeró - Lord Mullendore tiene el corazón roto por un amor perdido, sí, pero si eso fuese impedimento para casarse, yo tampoco debería contraer matrimonio. - respiró profundo. Aldern no estaba muerto, no, pero su corazón no estaba más entero por ello. Al menos Lord Mullendore tendría el consuelo de que su mujer lo había amado - No te niegues a la oportunidad de una vida feliz, Helaena. No tienes que amarlo, pero parece ser un buen hombre, y no porque una bruja lo diga... - apretó los labios - Solo mantén una mente abierta. Sé crítica, sé desconfiada, sé todo lo que quieras, pero no te cierres absolutamente. Quizás, con algo de suerte, podría sorprenderte. Y si no, siempre puedes venirte a vivir conmigo. - sonrió con cariño. 

Lo siguiente, sin duda le llamó la atención, pero para bien. Una sonrisa divertida se dibujó en su rostro al escuchar la frase de Ser Dwain, pero esta se transformó en una de sincera alegría al escuchar que por fin Helaena había podido hacer realidad su deseo. Se merecía cumplirlos todos. 

Cualquier hombre que desprecie a una mujer porque sepa defenderse es un hombre que alberga algún miedo fundado de que tenga que defenderse de él. - así que, en sus libros, dicho hombre no valía la pena - Cualquier hombre de valor, sabrá apreciar esa fuerza en la mujer que tenga a su lado. Además, Lord Mullendore viene de tierras pacíficas, pero nadie conserva la paz sin saber defenderse. Estoy segura de que ahí también habrán arqueros expertos que puedan ayudarte a mejorar, y estoy convencida de que él querrá concederte esa oportunidad - después de todo, tenía que empezar a ganarse a su esposa de una u otra forma, y ese era un costo muy bajo. Dejar que se entretuviera aprendiendo arquería no le haría daño a nadie - Y si no lo hace, puedes invitarme y yo lo convenceré por ti. - sonrió con cariño - Ya has visto lo persuasiva que puedo ser cuando los hombres se ponen tercos - su sonrisa creció con complicidad. 

Cargando editor
12/02/2020, 08:16
Helaena Stronghorse

Primer día del Guerrero. Mes del Guerrero. Año 289 A.C.

Tras la vaga explicación a aquellos trucos, Helaena la miró incrédula, pero no hizo más comentarios al respecto. Tal vez fuera pura curiosidad o tal vez había esperado algo más que un beso cuando entró en la habitación de Aldern… En cualquier caso, su motivación tampoco era importante.

Aquilegia, por favor, tu prometido es casi quince años menor que el mío, por cómo hablas, parece que son de la misma edad —rechistó, cuando su hermana enunció las características que supuestamente ambos compartían—. El mío no es TAN joven, es mayor incluso que padre —respondió al primer comentario, como si aquello ya lo dijera todo—. Además, no sabemos qué nos depara el futuro. Quizá haya otra guerra y Lord Mullendore tenga que luchar y… muera —Aquello último lo dijo con una mueca, casi con disculpa, como si se hubiera dado cuenta a mitad de frase de lo macabro de sus palabras—. Que no es que lo desee, obviamente, pero… Que nunca se sabe. Además, me da igual cuánto tarde en gobernar. Al menos, cuando lo haga, gobernaré con plenos derechos. Pero así, los hijos de Lord Mullendore serán más que yo. Tal vez no en teoría, pero sí en la práctica —añadió, frunciendo el ceño. Eso era lo peor, ser una extraña dentro de una familia ya formada y unida por el dolor de la pérdida de aquella a la que Helaena sustituiría.

Cuando Aquilegia comparó su situación con la de aquel hombre, su hermana pequeña negó con la cabeza.

No es lo mismo, tú no has estado casada con Aldern ni has tenido sus hijos. Gracias a los Siete, por otra parte —añadió, bajando el volumen, pero con intención de que se escuchara. Helaena suspiró. Creer a una vieja vidente era una tontería. Pero había tantas cosas en las que había acertado… Aunque eso no era importante, pues de ser cierta la profecía, daba igual con quien se casara, el resultado sería el mismo—. Supongo… —contestó simplemente, encogiéndose de hombros. Desde luego no parecía que le convenciera la vida que le esperaba.

Escuchó a su hermana defender su derecho a seguir practicando con el arco. 

Está muy bien todo lo que dices. Pero, dime, ¿cuántas mujeres se entrenan en Poniente? Seriamente, me refiero. Muy pocas. Y las que lo hacen son observadas generalmente con recelo y burla. ¿Y cuántas de ellas acaban casadas? —No respondió a esta última pregunta, pero miró a su hermana como si no mereciera la pena dar ese número de lo pequeño que era. Además, por supuesto, por muy hábiles que fueran, nunca eran consideradas al mismo nivel que un hombre—. Tal vez le pida a Padre que interceda por mí en este caso. Quiero decir, ya que no me tuvo en cuenta para elegir a mi marido, al menos que me conceda esto. No sé si él podrá convencer a Lord Mullendore, pero probablemente este se lo tome con más seriedad viniendo de él que de mí —Intuía que pidiéndolo ella parecería un simple capricho de una cría. Con respecto al último comentario de Aquilegia, respondió—: Te diría que guardases tu persuasión para tu propio esposo, pero creo que sería un gran desperdicio. Probablemente haga todo lo que tú le digas sin necesidad de muchos argumentos —dijo, con una sonrisa pícara.