Partida Rol por web

Maybelle asintió a la vehemente afirmación del hombre de que protegería a la señorita Powell. - Eso espero. - Fue lo único que dijo al respecto. 

Escuchó el resto del discurso y pareció convencerla, así que cuando el hombre preguntó, ella negó con la cabeza. - No. Eso es todo. - Hizo una pequeña pausa y añadió algo más. - Puede estar tranquilo por mi parte. No tengo intención de hacer saber a los demás las necedades del señor Prescott. No le doy ninguna validez a las palabras de ese hombre y no creo que aporten nada. Confío en Susie y quiero confiar en usted.

Sin más, abrió la puerta y salió por ella, dejando solo al fotógrafo en la habitación.

Al escuchar el alboroto, Susie salió corriendo afuera y vio la que se estaba liando. Entornó los ojos y distinguió la figura de Rosalind, provocando una mueca de alivio en el rostro de la camarera. Pero de repente vio cómo Ella se dirigía hacia ella con la pala.

¡NO! gritó con todas las fuerzas que pudo reunir mientras echaba a correr hacia ellas. ¡Detente! ¡No es lo que te crees, Rosalind está viva!

La desesperación de la camarera se plasmó en su voz mientras intentaba evitar lo que iba a suceder.

Susie asintió ante las palabras de Maybelle.

Aún puedo envenenar. Y últimamente estoy volviéndome loca, no sé de quién fiarme y quién no. Wyatt es completamente inocente, y no lo digo porque tengamos una.. eh... relación especial. Por las noches se dedica a protegernos a todos. De ti también me fío. Antes dudaba de Ella, pero ya no sé qué pensar. Solo sé que tenemos que acabar con esto lo antes posible.

La camarera suspiró y se rascó un poco la frente.

He decidido usar el maletín de Emily y traer a uno de los inocentes de vuelta. Y he elegido a mi querida Rosalind. Ella sabía muchos secretos de todos, y además no se merecía el final que tuvo.

Susie sonrió al escuchar su risa, y por una vez en mucho tiempo, se sintió relajada. Parecía que nada malo podía ocurrir en aquella habitación. Se sentía tranquila con la presencia del fotógrafo a su lado. Posó los ojos ante la parafernalia que tenía organizada en el dormitorio y esbozó una sonrisa de culpabilidad.

La agente de Pinkerton también me dejó un regalito. Es un libro muy antiguo donde se explican rituales de magia negra para devolver a la vida a una persona. Pero no como los monstruos que hemos visto antes, no... La persona volvería igual que cuando su corazón dejó de latir.

La mujer señaló las velas.

He completado el ritual y he elegido a Rosalind para que vuelva con nosotros. Era inocente. Era mi amiga. Y no merecía el final que tuvo. No sé si esto funcionará o no, porque nunca antes he hecho algo semejante. Pero espero de todo corazón que Emily estuviera en lo cierto y esto nos sea útil.

En cuanto se quedaron a solas Adam Strong se sentó en la cama y se llevó una mano al hombro dolorido. Acto seguido movió un poco el brazo, tanteando su estado.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro del reverendo al escuchar cómo le llamaba la mujer y alzó una ceja, mostrando escepticismo. - Han pasado muchas cosas. - Enunció, en un tono que dejaba claro que las había buenas y malas. - Hubo una buena limpieza ayer. Lástima que no estuviera usted para verla. - Comentó antes de fruncir el ceño.

- ¿A qué se refiere con que no está aquí por completo? - Preguntó echándose hacia adelante para mirarla directamente a los ojos. - ¿Está colocada?

Maybelle asintió ante lo que Susie le revelaba. - Rosalind podría ser una buena elección, sí. La indígena sabe mucho y ellas dos se veían en secreto, así que tal vez se lo contase. Su espíritu no ha querido desvelar nada, pero teniendo a Lila al lado podría ser ese el motivo. 

Dio una nueva calada, lenta y profunda, meditando un poco sobre todo lo sucedido y después dejó salir el humo despacio antes de empezar a enumerar. - Confío en el reverendo. Hablé bastante con él antes de mi secuestro y me pareció que trataba de desvelar a los asesinos con todas sus fuerzas. Gracias a él hemos acabado con unos cuantos. - Hizo una pausa y señaló a la mujer con el cigarro.

- Confío en ti, lo poco que le sonsaqué al reverendo sobre ti encaja con lo que te escuché contar en el pozo. Y confío en el señor Stolesouls. Aunque no comprendo por qué parece tener tanto interés en defender al coronel. - Maybelle se encogió de hombros.

- No sé nada a ciencia cierta de la señorita Watson, salvo que lo que ha dicho encaja con lo que me dijo el irlandés en el otro lado. Y si confiamos en el borracho... Él parece tener muy claro que el coronel no debe seguir con vida. No sé si con eso será suficiente para que todo termine ahora que los cadáveres están levantándose, pero lo que tengo claro es que no puedo confiar en la palabra de un hombre que nos quiere ver a todos muertos, se haya manchado las manos él mismo o no.

Apuró el cigarro y lo dejó caer para pisarlo después. - Tengo que contarte algo más, Susie. El señor Prescott dijo algo antes. Que eras tú la que faltaba porque eras mexicana y algunas otras sandeces de las suyas. No le doy ningún crédito a las palabras de ese hombre. Ni siquiera creo que merezca la pena comentarlo con los demás. Creo que está celoso porque él tuvo un romance con Wyatt antes que tú, aunque no sé cómo podría haber descubierto lo vuestro. - Hizo una breve pausa. - No creo que debas preocuparte por eso. Pero pensé que debías saberlo. 

Tras sus últimas palabras, la mujer esbozó una sonrisa. - Te dejaré entonces que hagas ese ritual con calma. Si quieres que nos encontremos después, sólo dímelo. - Se puso en pie y se dispuso a salir de la habitación. 

Adam Strong estaba de camino al Saloon de nuevo con los niños, más tranquilo al ver que se encontraban a salvo, cuando vio a Rosalind caminar por la calle principal. En sus venas la sangre se heló y no tardó en empezar a preparar el rifle para búfalos, dispuesto a defender a los chavales con su vida si fuera necesario.

- Id dentro. - Les dijo mientras apuntaba a la mujer. Las advertencias que Stolesouls le estaba dedicando le hacían saber que no estaba solo, pero aún así también estaba seguro de que aquel revólver no tenía potencia suficiente para dejar a Rosalind en donde debía estar para siempre.

Sin embargo de pronto vio salir a Ella con una pala, y asestar tal golpe a la antigua cantante que su cabeza acabaría separada de su cuerpo. Boquiabierto, Strong bajó el arma y empezó a acercarse despacio, con el ceño fruncido y totalmente dubitativo.

- Pero qué... - Empezó a decir, aunque no llegó a terminar la frase. No solía ser un hombre que se negase a sí mismo respuestas, pero aquella no quería conocerla.

Acto seguido entró en el local, aún estupefacto, y se aseguró de que los críos no hubieran visto nada.

- Susie. - Dijo entonces, haciendo un gesto hacia los chavales. - ¿Te importa que te coja algunas cosas para prepararles algo? También me gustaría hablar en privado contigo cuando tengas un momento.

Maybelle sonrió y se dejó examinar. Realmente tenía las pupilas dilatadas por el peyote de los Hippitaka y la mente algo confusa por esa pequeña cuestión de sentirse dividida entre dos lugares al mismo tiempo. Pero el cerebro le seguía funcionando. O eso creía ella. 

- Vi la limpieza, desde otro lugar. No paraba de llegar gente a la fiesta. - Respondió, dando una nueva calada. - A eso me refiero, Adam. Desde que Emily me secuestró, al mismo tiempo que estoy aquí, también estoy a diez kilómetros, en el cementerio, junto a los muertos. Algo salió mal en ese ritual o lo que fuese y me he quedado atrapada. A Emily le parecía fascinante y supongo que ella sabría arreglarlo, pero... Ahora ya no está para hacerlo. 

Sacó entonces una foto arrugada del bolsillo.En ella se podía ver a una pareja y por detrás escrito a mano una palabra: Redemption. - Son mis padres. - Dijo con voz grave, perdiendo la sonrisa. Su mirada se dirigió al humo del cigarro durante un par de segundos antes de añadir algo más. - La tenía Emily. Y por lo que me dijo, sospecho que tal vez ellos también andan levantándose. 

Al escuchar los gritos de Ella, Maybelle desenfundó rápidamente y salió al exterior, tratando de averiguar qué sucedía. Vio a Rosalind acercándose a lo lejos y a Ella salir corriendo con una pala hacia ella. - ¡No, espera! - Exclamó hacia la bailarina... Demasiado tarde. 

Cuando se quiso dar cuenta, la antigua cantante ya no tenía la cabeza sobre los hombros. Vio a Susie a su lado y suspiró quedamente mientras se encogía de hombros. - Perfecto. - Murmuró mientras se daba la vuelta y volvía a entrar en el Saloon. - Vamos a terminar todos locos. O muertos. 

El reverendo bajó la mirada, sin saber si sentirse arrepentido o avergonzado, cuando ella habló en voz alta de la cantidad de muertos que había habido la noche anterior. Sin embargo, cuando empezó a hablar del secuestro volvió a buscar sus ojos, sin terminar de entender. Para empezar le sorprendió que llamase Emily a la de Pinkerton. Y para seguir, las otras cosas que decía... Bueno, visto lo visto, ya todo era posible.

- Encontraremos la manera de arreglarlo. - Le prometió con sinceridad. Él no era muy ducho a creer en los exorcismos, ni nada parecido, pero si el peyote de los Hippitaka había provocado eso seguro que ellos sabrían qué hacer.

Acto seguido, al ver la foto que ella le tendía, la tomó y la observó con cuidado. - También eso lo arreglaremos. - Prometió con el corazón en un puño. No tenía ni idea de cómo podría estar sintiéndose la pistolera en esos momentos. Luego leyó el reverso y asintió lentamente. La mujer no había dicho nada respecto a su despedida anteanoche, pero quizá ni siquiera le había oído. Sin embargo ahora ya no tenía sentido negarlo. - Ellie. - Enunció despacio, antes de mirarla a los ojos. - No era Ellen. Era Ellie.

Cuando escuchó a la propietaria del Saloon enunciar que Rosalind estaba viva, al fotógrafo se le heló la sangre. Desafortunadamente era tarde. Había notado algo que no cuadraba, un muerto avanzando a ellos a plena luz del día, e incluso un instante antes de recibir aquél golpe mortal creyó escuchar palabras inteligibles de ella. Pero ahora, volvía a yacer rígida, fría.

Wyatt no tardó en dejarse arrastrar por las oraciones desesperanzadoras de la cazarrecompensas. Cada vez era una verdad más ineludible. El destino se agarraba a ellos con tenacidad y con clara sed de sangre. Ciertamente, su cordura se hacía más frágil y la muerte se olía viniese por donde girase el viento.

El lavandero se sentó en la arena caliente del desierto sin preocuparse si se ensuciaba, abatido. Miró el fuego, y después al cadáver sin saber qué hacer, sin atreverse a preguntar sobre si quemar aquél cuerpo para que no volviese a ellos de nuevo pero de la manera errónea. Hacer aquella pregunta en voz alta pareció algo de mal gusto. Miró con tristeza a Susie quién mostraba un aspecto desolador. Sin comprenderlo del todo, y sin importar el motivo que instigaba su aflicción, se levantó preocupado para acercarse a ella y darle un buen abrazo si lo aceptaba, seguro de que lo necesitaría, viniese de quién viniese. Las tragedias suelen estrechar los lazos de los supervivientes sean desconocidos, conciudadanos, o viejos amigos.

Quizás lleves razón. Sea culpable o no de los asesinatos, alguien que admite abiertamente que le gustaría haber participado en ellos merece ser llevado a la justicia. Por eso creo que será el coronel a quien vote ante el Sheriff para que sea ajusticiado. Sin embargo... Susie hizo una mueca con la cara. Algo en mi interior me dice que no puede ser tan fácil. Quizás McFinnigan no conozca la identidad del asesino que queda realmente. Quizás los muertos en el más allá no lo sepan todo, como siempre hemos pensado.

La camarera se encogió de hombros al escuchar la acusación de Prescott.

El señor Prescott dejó bien claro que acusaba sin ton ni son. Supongo que estará intentando quemar un último cartucho y ver si puede crear el caos acusando a una persona inocente. Más pruebas de mi inocencia no puedo dar. Además... ¿yo, mexicana? Susie se echó a reír y bufó. La verdad es que su piel blanca y sus rasgos europeos no la hacían parecer demasiado mexicana.

La mujer asintió. Voy a completar el ritual. Y veremos qué pasa.

Y salió de la habitación detrás de ella.

A sus palabras, el lavandero ascendido sin quererlo a pistolero inclinó la cabeza y lo agradeció nuevamente. -Gracias.- Quizás no había que darlas, pero era lo que sentía, ciertamente aquellas acusaciones, si bien estériles, no habrían aportado nada. Y ahorrarlas quitaba cualquier mancha al honor de la camarera que era más que una amiga.

Atrás dejaba Maybelle un hombre hundido en mil preocupaciones, varias preguntas lo llenaban y que estuvo apunto de emitir en voz alta, pero pensó que ya habría tiempo para ellas, por el momento, dejó que la cazarrecompensas saliera, pues él ya tenía mucho que pensar, y necesitaba del reposo y la serenidad que ofrece a veces la soledad.

Susie aceptó el abrazo de Wyatt con aspecto perplejo. Parecía estar en shock. Había deseado con tanta fuerza volver a ver a Rosalind tal y como era antes de morir, con su maravillosa voz animando el Saloon, su risa fácil. Y ahora yacía en el suelo bajo el duro sol, muerta de nuevo. Parecía mofarse de la camarera y de su estúpida ilusión infantil.

Esto es tan injusto... murmuró mientras se separaba del fotógrafo. Se acercó dando tumbos al cadáver y tragó saliva. ¿Alguien me ayuda a quemarla? No podemos dejar que vuelva por la noche como los otros. Mi pobre muchacha. Este final tampoco te lo merecías.

Se llevó la mano a la cara y respiró profundamente varias veces. Estaba al borde de los nervios. Cuando alguien la ayudó, cargó con el cuerpo de Rosalind hasta la parte trasera del Saloon, donde había lo que sería un jardín si el tiempo fuese más clemente. Allí cogió una pala y cavó un pequeño agujero donde dejó a Rosalind. Acto seguido, sacó de su cocina un pequeño bidón de combustible que le había costado un ojo de la cara, para alimentar los fogones cuando la madera sola no funcionaba. Lo echó por encima de la cantante sin apenas mirarla, y después le lanzó una cerilla encendida.

Levantó una ceja con curiosidad, sin comprender que era todo aquello, preguntándose si su amiga tenía una faceta muy rara que desconocía por completo. La miró a mitad de la diversión y la preocupación. Por suerte, la explicación no tardó en llegar.

-¿Magia negra?- Preguntó sorprendido y con los últimos resquicios de ascepticismo, luego recordó lo sucedido a fuera,^* y la tristeza pintada en el rostro de Susie y lo comprendió incluso antes de oírlo.

-No, no merecía ni lo que le pasó ni lo de ahora. Has hecho bien, lástima que estemos viviendo ésta locura. Eres una buena mujer y con un corazón muy noble -La consoló.Y luego le ofreció otro abrazo, ésta vez más fuerte y sin preocuparse de ojos y juicios externos.

Pero entonces, creyó que alguien llamaba a la puerta con intención de entrar.^** Wyatt se exaltó como si lo hubiesen pillado haciendo algo malo, aunque más bien era que no quería comprometer el honor de Susie ni ponerla en peligro. Se levantó presto y busco con su mirada un lugar donde esconderse. -¿Qué hago?- Susurró agitado. -¿Me escondo bajo la cama?¿En el armario?

Aceptó ayudar a la camarera en su desdicha, al fin y al cabo estaba sucio, arremangado y lo de arrastrar cadáveres llevaba ya el tirón. Tomó por el otro extremo del cuerpo de la cantante, siendo lo más respetuoso posible, y acompañó a Susie donde quiso llevarla. Comprendió que no quisiera quemarla junto a los otros restos.

Cuando ella prendió fuego al cuerpo, Wyatt apartó la mirada para no ver como éste se consumía, pero se quedó en el sitio en silenciosa oración, respetando el luto de aquella muchacha que, como ellos, tanto estaba sufriendo, sino más.

Luego como hemos leído, se dirigió a la habitación B y cuando Maybelle hubo recogido sus pertenencias, y él a su tiempo pidió algo de descanso. Unas horas para sí mismo y para la reflexión.

Susie suspiró. Realmente no le apetecía hablar de Rosalind, porque cuando lo hacía sentía ganas de estrangular a Ella, aunque sabía que la pobre había actuado para protegerlos a todos. Sin embargo... antes de actuar debería haberse parado a pensar durante un minuto. Que la cantante venía sola, a plena luz del sol. Que estaba haciendo gestos. Que no venía renqueando como un maldito no-muerto. Pero pensar todas estas cosas ahora era absurdo. 

Se dejó abrazar de nuevo por Wyatt, sintiéndose un poco mejor. El reverendo seguramente dirá que lo que le ha pasado a Rosalind es un castigo divino por querer jugar con la magia negra. Hizo un intento de broma. Justo en ese momento, una llamada a la puerta la sorprendió, y la voz del reverendo precisamente pidió permiso para entrar.

La reacción nerviosa del fotógrafo la hizo sonreír. Ahora el que parecía un niño pillado en una travesura era él. Susie negó con la cabeza. No tienes nada que esconder, has venido a visitarme al igual que Adam Strong viene ahora. Y todo lo que tenga que contarme, puede contártelo contigo delante. Así que toma asiento.

La mujer se acercó a la puerta y quitó la silla con cuidado, para después abrir y dejar pasar al reverendo.

Adam Strong escuchó unos sonidos extraños, como si Susie hubiese atrancado la puerta con una silla. La mujer finalmente entreabrió la puerta y le dejó pasar, cerrándola rápidamente detrás de sí.

Hola, reverendo. Tenemos compañía. La camarera le hizo un gesto para que se sentase en la cama, donde Wyatt estaba también sentado. Susie volvió a su posición anterior, el suelo, donde se sentó con las piernas cruzadas. Frente a ella había un maletín viejo y un libro abierto en el que había extraños símbolos grabados, rodeado de velas que se iban consumiendo. Parecía a todas luces un ritual de magia negra. Y por la expresión de pesar de Susie, lo de Rosalind parecía haber estado muy relacionado con aquellos extraños objetos que tenía delante.

¿Qué nuevas traes, padre?

El caos tomó el Saloon y sus alrededores. El coronel ordenaba sus pensamientos para asentar algo de sensatez a aquellas mentes cerradas que no veían la verdad ni aunque se la tuvieran ante sus narices. Había sido completamente sincero, y, pese a todo, lo habían entendido mal.

Suspiró, y negó con la cabeza, para volver a explicarse, pero los ruidos se acentuaron. Y el exmilitar tullido se limitó a esperar a que los demás volvieran para contarle qué había pasado.

Escuchó unos golpes metálicos, y, más tarde, el olor a carne quemada, que olía de manera escalofriante al pollo, le taponó la nariz. Arrugó el entrecejo, y se limitó a seguir esperando para saber qué era lo que pasaba.

—¿Qué ocurre?— preguntó, inquieto—. ¿Qué es lo que pasa? ¿Volvían?

Era lo único que tenía claro, pues era lo que había gritado Ella. Y se figuraba que los habían repelido ya que no habían vuelto a cambiar de sitio para refugiarse.

Se limitó a esperar a que la gente volviera para seguir explicándose, y preguntar después si alguien podía contarle lo que acababa de pasar.

—Estuve perdidamente enamorado de Red— confesó—. Nos encontrábamos de manera clandestina en la vieja carreta, no lejos de aquí. Me indicó que había gente mala a su alrededor, y me nombró varios nombres. Ninguno de los que estamos ya aquí— añadió—. Mencionó a Ella en una ocasión. Diciendo que se encargaría de ella, o algo así, que me podía contar cosas de ella, pero no sabía qué significaba, pues no tuvo oportunidad de decirme nada.

Se aclaró la garganta con una tos suave, y prosiguió:

—Y estuve encaprichado de aquel patán de Prescott— dijo, también, algo compungido—. No sabía qué tenía, pero me hacía reír, pese a que, en ocasiones, tenía una lengua demasiado afilada, y, finalmente, terminamos batiéndonos— se encogió de hombros—. Red me habló de Giesie, de Lila, de Prescott, de Riley. Me confesó que todos ellos eran forajidos.

Suspiró por última vez.

—También me contó que Prescott estaba enamorado, así como de mí, de él, de Red digo, y también de Wyatt— dijo, mirando al fotógrafo—. Estaba con nosotros tres, el muy canalla.  

Tragó saliva de nuevo, y miró a la muchacha forastera.

—Y no— negó fervientemente—. No estableció contacto con nadie. Con ninguno de ellos. Investigué y seguí a Wyatt y a Strong. Nada más.

Ella respiraba de forma agitada debido a la carrera. La pala seguía en su mano, ensangrentada y algo abollada debido al golpe. La distancia y el viento impidió que escuchara a sus compañeros y vecinos. Era demasiado tarde. Al mirar abajo vio que el rostro de Rosalind no era como el día anterior. No estaba putrefacto, no tenía mal aspecto, salvo porque estaba separado de su cabeza. Estaba viva, lo había estado.

Se llevó una mano a la boca y se dejó caer de rodillas, rendida, junto al cadáver de la cantante. ¿Porqué...? Alcanzo a decir mientras una lágrima caía por su mejilla. Aunque no quería, no podía evitar mirar al rostro decapitado de Rosalind. Parecía que la cantante la miraba fijamente incluso después de muerta.

Se quedó así durante largos minutos hasta que levantó una mano temblorosa y cerró los ojos de la joven. Se levantó, cogió la pala y volvió despacio con paso cansado. Una vez en el bar, se sirvió un whisky y se lo bebió de trago. Tras servirse el segundo, cogió una botella entera y se sentó en una mesa del bar. Estaba muerta. La vi ayer, tenía la piel verde y olía a muerto como todos ellos. Sollozó, antes de darle otro gran trago a la bebida. La he matado. Confirmó. Yo... Yo pensaba... Las palabras se le atragantaron en la garganta y bebió otro trago para olvidarlo todo.

Necesito descansar. Dijo, finalmente. Cogió la botella y arrastró los pies hasta una de las habitaciones.